Una noche dramática en abril

Antje Naujoks

Poco antes de las 21.00 horas del shabat del 13 de abril, el mando de la defensa civil de Israel repentinamente emitió nuevas instrucciones de seguridad. Como el régimen iraní ya llevaba quince días lanzando amenazas contra Israel tras el asesinato de un miembro de alto rango de la Guardia Revolucionaria iraní, nadie se hacía ilusiones: había llegado el día clave conllevando un ataque directo de Irán. De hecho, Irán envió cientos de vehículos aéreos no tripulados equipados con explosivos en dirección hacia Israel. Como tardaron varias horas en llegar, hubo tiempo para prepararse. Pero luego los acontecimientos se precipitaron. Se cerró el aeropuerto Ben Gurión. Jordania, que inicialmente anunció que cerraba su espacio aéreo, luego lo decidió abrir con fines militares, de modo que los pilotos israelíes, junto con los estadounidenses y británicos, pudieran entrar en acción en un territorio alejado del israelí para sacar del espacio aéreo el mayor número posible de los 170 objetos voladores. A medianoche estaba claro para la población israelí que pronto se produciría una alarma tras otra anunciando un ataque aéreo. Efectivamente, las sirenas sonaron, sobre todo en el sur, pero también en Jerusalén. Irán no solo había lanzado objetos voladores incógnitos en varias oleadas, sino también 150 misiles de diversos tipos, que tardan un máximo de doce minutos en llegar a Israel. Solo unos pocos de estos misiles lograron penetrar el escudo defensivo israelí de varias capas. Causaron escasos daños en una base aérea del sur. Sin embargo: toda una nación pasó una noche en vela, bajo la incertidumbre y la ansiedad. Los israelíes confían en su ejército. Pero Irán amenaza al Estado judío con nada menos que la aniquilación. Al final, los israelíes se sintieron aliviados de que este ataque directo a gran escala pudiera repelerse con éxito.

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