
Trato de dimensión bíblica
Las declaraciones del equipo de paz estadounidense y las exigencias políticas del Presidente Trump respaldan el derecho religioso e histórico del pueblo israelí a su tierra, y convierten eso en el elemento central del plan de paz americano.
Todavía no se conocen los aspectos políticos del “trato del siglo” de los norteamericanos. Pero ya se pueden reconocer algunas estructuras básicas. Con la imagen que está emergiendo también trató el Washington Post. Este renombrado diario estadounidense llegó a la conclusión que el plan no contiene la fundación de un Estado palestino soberano, sino “medidas significativas para mejorar la calidad de vida de los palestinos”. De hecho, los aspectos económicos de este plan ya le fueron presentados al público en el curso de la Cumbre en Bahréin (vea informe separado al respecto). Pero posterior a la Cumbre en Bahréin los EE. UU. tuvieron que admitir que eso sencillamente no era suficiente. Los Estados árabes, entre ellos también los que se han puesto del lado del gobierno de Trump y de la iniciativa de paz, opinan que a fin de cuentas, del trato del siglo de alguna manera tiene que salir una forma de Estado palestino.
Si eso realmente sucederá es de dudar. La manera de proceder estadounidense y los comunicados oficiales de los representantes del presidente confirman muy claramente los mensajes bíblico-históricos que adjudican al pueblo judío el derecho a la tierra de Israel. Con el uso de este enfoque, Jason Greenblatt, el emisario del presidente de los EE. UU. para las negociaciones, invalidó también una “ocupación de Cisjordania”. El embajador de EE. UU. en Israel, David Friedman, quien participó en Jerusalén en la inauguración de una “senda de peregrinaje” de los tiempos del Segundo Templo, en esta oportunidad hizo un discurso brillante en cuyo contexto habló de la Biblia hebrea como fuente de la herencia judía. “¿Qué nos dice la Torá?”, preguntó el Embajador Friedman. “Este es un sitio de la herencia judía. Expresemos la verdad… dejen que la historia surta efecto… dejen que la Biblia hebrea hable por sí misma. Esa es la verdad, y ese es el único camino.” Si transferimos estas exposiciones a la práctica, las mismas confirman una aseveración de Jared Kushner, yerno y consejero de alto rango del presidente de los EE. UU., quien anunció que “las líneas fundamentales de la iniciativa de paz no siguen el plan de paz árabe”. Este plan de paz prevé la fundación de un Estado palestino conforme a las fronteras de 1967 con Jerusalén como capital. En otra oportunidad, Kushner dijo que el plan no preveía “un regreso de los palestinos” a la región del Estado israelí. Con esto quitó toda duda con respecto a la línea de acción.
La evacuación de asentamientos no es parte del plan. “Ni un solo asentamiento israelí puede ser desarraigado, ni asentamientos en que viven judíos, ni asentamientos en que viven árabes”, expuso recientemente el primer ministro de Israel Netanyahu. “Ya no arrancaremos a nadie de su hogar. Eso lo hemos dejado atrás.” El trato del siglo, cuya publicación fue pospuesta varias veces a causa de desarrollos políticos internos en Israel, de cierta manera también es un trato político entre Netanyahu y Trump. Ambos políticos se encuentran en campaña electoral. El plan, que a su vez debe ya sea evitar o limitar el surgimiento de un Estado palestino, al mismo tiempo beneficia objetivos político-electorales. Netanyahu necesita esto por su “base”, su electorado de la derecha conservadora. Trump, quien ya comenzó la campaña electoral para su reelección 2020, no puede prescindir del apoyo de los alrededor de 60 millones de evangélicos de los EE. UU. que representan su “base”. La gran mayoría de este público puede ser denominado de partidarios fervientes de Israel que están a favor de la política de Trump, mientras esta beneficie al Estado judío. De este modo, la Biblia se convierte en elemento central del plan de paz estadounidense, plan que sigue sin ser conocido en detalle.