Propaganda contra el evangelizar

Antje Naujoks

Es el espectro religioso de extrema derecha de la sociedad israelí el que, a cada tanto, arma escándalos cuando “un alma judía se pierde”. Los representantes de esta opinión son un grupo marginal de la sociedad, pero saben causar mucho alboroto.

Dos tercios de la población de Israel son judíos. Al mismo tiempo, el país se basa en fundamentos democráticos, cuya orientación está fijada por la declaración de independencia juntamente con leyes especialmente protegidas. Israel otorga el derecho de la libertad de expresión, libertad de conciencia, creencia y religión, al igual que el derecho de poder practicar libremente la religión correspondiente. Para un país cuya población consiste en alrededor de un tercio de minorías –y la lista de las minoridades residentes en Israel es muy larga– esas son características importantes de una democracia viviente. Eso, sin embargo, no quiere decir que no existan puntos de fricción o confrontaciones. Los conflictos también se presentan dentro de la sociedad mayoritariamente judía. Esto se refiere a lo que muchos israelíes seculares consideran como “dictado religioso” del sector ultra-ortodoxo. Pero también son los destinos de personas que con base en antepasados judíos y gracias a la ley de retorno pueden inmigrar a Israel, pero no son reconocidos como judíos por el rabinato supremo, y que por eso tienen problemas, por ejemplo, al casarse, ya que el país no conoce un casamiento civil.

Si se mira las minorías queda claro que Israel se caracteriza por una gran agrupación árabe-musulmana que corresponde a más del 21 por ciento de la población. Si bien muchos saben que la gran mayoría de los árabes de Israel pertenecen al islam sunita, incluso hay muchos israelíes que no tienen conocimiento alguno de que en el país también existe una pequeña minoría chiita. Pero al mismo tiempo, en Israel, viven drusos, quienes después de separarse del islam en el siglo XI se consideran como un grupo étnico independiente. A su vez, está el grupo de los circasianos en Israel. Pero también hay samaritanos, un grupo étnico-religioso que cree en la Torá, es decir en los cinco libros de Moisés, considera como sagrado el Monte Guerizín (en lugar de Jerusalén) y que reside allí en Cisjordania, en Holón y en Tel Aviv, y que con 800 miembros cuenta entre los grupos étnico-religiosos más pequeños existentes en el mundo. Otro grupo de la población israelí que se compone de diversas etnias pero comparte el credo, es muy bien considerado por gran parte de la sociedad judía: los cristianos del país.

Los cristianos representan tan solo el dos por ciento de la población israelí del país, lo que no tiene en cuenta a los representantes extranjeros de las instituciones clericales que se encuentran temporalmente en la Tierra Santa. Los cristianos de Israel son árabes y pertenecen en su mayoría a la iglesia católica griega o a la ortodoxa griega. En Israel uno se encuentra con coptos, armenios, arameos y creyentes que pertenecen a la iglesia ortodoxa griega, siria, rusa y etíope, o a la iglesia mequita griega, asiria o también maronita. Por lo que en Israel se está especialmente orgulloso es que el Estado judío es el único país en el Oriente Medio en el que la comunidad cristiana no es perseguida, y que no disminuye como en todas las demás partes de la región, sino que crece.

Y aún así, no es todo color de rosas, ya que entre estos grupos llega a haber problemas y tensiones interregliosas. A menudo, se crean problemas cuando hay un amor interconfesional. En este punto todos, sin excepción, tienen sus problemas, tanto judíos y musulmanes como también cristianos. Pero hay otro tema también que causa sensibilidad: el evangelismo de los cristianos. El evangelizar en Israel está prohibido por ley, cuando esto se dirige a menores de edad sin el consentimiento de los padres. Pero aun cuando el evangelismo cristiano no es bien visto, es solamente un grupo marginal de la sociedad judía con dos organizaciones que le hace frente, pero esto tanto más fuerte y agresivamente.

Se trata por un lado de una organización que se llama Lehava –un acrónimo por la expresión hebrea “Impedimento de Asimilación en la Tierra Santa”– y que fue fundada recién en 2015. Con esta organización está conectado Ben-Zion Gopstein, a quien la Corte Suprema de Israel le impidió en las elecciones de setiembre de 2019 presentarse como candidato para el Knéset por uno de los partidos nacionales de derecha. La Corte Suprema de Israel impidió la candidatura de Gopstein por sus opiniones racistas. Ya en 2014, el presidente de Estado, Rivlin, en público se expresó fuertemente contra las actividades de Lehava.

Desde hace algún tiempo otra vez hace hablar de sí la organización Yad L’Achim (Mano para hermanos). Esta organización, fundada en 1950, que también llega a ser activa en casos en que se supone una asimilación de judíos, retomó sus esfuerzos comenzados ya en 2009 para obtener una nueva ley más amplia contra la misión cristiana en el Estado de Israel. En aquel tiempo, ya existió un proyecto de ley correspondiente que, no obstante, fue congelado. Algo similar sucedió con otro intento de Yad L’Achim en el año 2015, bajo el anterior gobierno de Netanyahu que se sabe fue el gobierno más orientado hacia la derecha en la historia de Israel. Si bien probablemente en este asunto otra vez no se moverá nada y no saldrá una ley de ese tipo, los activistas de estas organizaciones continúan procediendo contra individuos y organizaciones cristianas que les son molestos, de modo que se siguen escuchando historias complicadas de marginación, hostigamiento e incluso agresiones.

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