Fascinación de Newton por el templo de Salomón

Antje Naujoks

A este británico se le debe considerar como uno de los científicos más extraordinarios de todos los tiempos. Él era cristiano creyente, si bien tenía sus diferencias con la iglesia. Sus escritos teológicos son interesantes, de los cuales algunos llegaron a Jerusalén.

Isaac Newton vivió de 1642 a 1726. Él es conocido en el mundo como un científico polifacético, quien trabajó en óptica, mecánica, física y matemática, y que incluso investigó en el área de la alquimia. Pero él también trataba intensivamente con la historia antigua, y debe ser considerado como filósofo al igual que como teólogo. Newton no solamente vivió en una época en la cual estas áreas todavía no estaban estrictamente separadas una de la otra. Más allá de eso, a través de su enfoque, estableció una relación estrecha entre ciencias de la naturaleza y religión. No obstante en un área, Newton, por su propia cuenta, estableció una separación: muchas de sus reflexiones teológicas no las publicó (algunas igual fueron publicadas, pero póstumamente), ya que con base en su postura hacia la doctrina de la trinidad, tanto la iglesia católica como también la iglesia de Inglaterra lo habrían acusado de herejía. También en su universidad, el Trinity College Cambridge, le habría ocasionado dificultades, como lo muestra la suerte de uno de sus alumnos, que ante un trasfondo de este tipo en 1710, fue despedido del cuerpo docente de dicha universidad.

Pero Newton, a quien todos nosotros aún en el día de hoy conocemos desde la escuela por lo menos por la ley de la gravedad, no era el único que realizaba una separación de sus escritos según las áreas –por un lado las investigaciones científicas y por el otro los textos filosóficos y sobre todo los de contenido teológico. En 1785, los escritos de Newton pasaron como legado a la universidad académica de Cambridge, no obstante con una excepción. Esta institución de renombre de la educación superior no tenía interés alguno en los escritos teológicos de este erudito y sencillamente se negó a recibirlos. Estos manuscritos quedaron por mucho tiempo en la posesión de la familia, la que decidió en 1936 subastar este legado de Newton con la ayuda de la conocida casa de remate Sotheby.

Con respecto a la subasta de estos textos de uno de los científicos posiblemente más famosos de todos los tiempos hay una historia interesante. El día en que los manuscritos teológicos de Newton debían ser subastados en Londres, había un remate de pinturas de artistas conocidos en la cercana casa de remate Christie . La consecuencia fue que la subasta de los escritos de Newton atrajo poco interés, y que solo unos pocos manuscritos hallaron nuevos dueños por una suma relativamente baja. Esto llegó a oídos de dos hombres instruidos que coleccionaban manuscritos únicos: el economista británico John Maynard Keynes y Avraham Shalom Yehezkel Yahuda. Estos dos hombres se esforzaron por hacerse con el mayor número posible de manuscritos. En el intento felizmente casi no se cruzaron el uno con el otro, ya que Keynes se interesaba por los escritos de Newton que tenían que ver con alquimia, mientras que Yahuda sobre todo tenía interés en los manuscritos teológicos.

El erudito literario Yahuda quien coleccionaba manuscritos únicos, nació en Jerusalén en 1877. Este judío de trasfondo iraquí en aquel entonces adquirió una gran cantidad de los manuscritos teológicos de Newton. Yahuda falleció en 1951 y legó su colección de manuscritos a la Biblioteca Nacional Judía y Universitaria en Jerusalén. Cuando dicha colección, juntamente con los demás manuscritos únicos reunidos por Yahuda llegó a la biblioteca a fines de los años de 1960, los 7 500 manuscritos teológicos de Newton fueron encerrados en una caja fuerte. Allí se quedaron por muchos años, y solo unos pocos investigadores seleccionados pudieron verlos. Recién en 2007, se le ocurrió a la biblioteca dedicar una exposición a estos manuscritos de Newton, que fueron presentados al público con el título “Secretos de Newton”. En 2016, la UNESCO declaró la colección como parte del programa “Memory of the World” (Recuerdo del mundo). Entretanto, gracias a una fundación, dicha colección ha sido digitalizada y por eso puede ser leída no solamente en el lugar, sino que está accesible para todos en internet.

Como teólogo y cristiano profundamente creyente, Newton estudiaba intensivamente la Biblia. Recién a posteriori le quedó claro al mundo de las ciencias, que si bien Newton enseñaba física y se dedicaba a las ciencias como docente y como investigador, él, sin embargo, investigaba mucho más intensivamente acerca de temas teológicos. Una estadística dice que sus escritos teológicos se componen de más de 2.2 millones de palabras. Además de investigar la historia eclesiástica, Newton se dedicaba extensamente al Nuevo Testamento. Y no menor era su atención al Antiguo Testamento. Como es apropiado para un científico, él no solamente estudiaba la Biblia hebrea, sino también otros escritos del judaísmo en la lengua hebrea original. Algunas publicaciones científicas populares establecieron la tesis, que con base en el enfoque y la visión del mundo de Newton, se podría considerar a este científico y cristiano creyente como el primer “sionista cristiano” de todos los tiempos.

Newton, quien fue nombrado caballero, se ocupaba en las profecías, en cálculos temporales acerca de acontecimientos bíblicos y con las obras de personas bíblicas, que también le hizo elaborar un cálculo sobre el tiempo del fin que él calculó para el año 2060. Especialmente interesante es que Newton estaba fascinado por el Templo de Salomón.

La obra The Chronology of Ancient Kingdoms (La Cronología de Reinos Antiguos) publicada de forma póstuma, contiene dibujos detallados del Templo de Salomón, realizados por Newton. El capítulo cinco de esta obra se llama: “Una descripción del Templo de Salomón”. Newton trataba intensamente con costumbres y usanzas relacionadas con el templo. No obstante, de esta publicación y también de otros manuscritos guardados en Jerusalén, entre ellas Notes on the Temple (Anotaciones sobre el Templo) se desprende claramente que su atención en definitiva estaba dedicada a la arquitectura y, por ejemplo, a medidas bíblicas y la geometría utilizada en el templo. Fue así que también trataba con el eruv, aquella distancia que los judíos pueden recorrer el día Shabbat, para lo cual también utilizó los otros textos básicos judíos como Talmud y Mishná, y además los escritos de eruditos judíos de renombre como Maimonides. Entre los manuscritos, uno se encuentra también con estudios de Newton sobre el “mar fundido”, la pileta de bronce del interior del patio del templo descrita en 1 Reyes 7:23, lo cual hizo que Newton filosofara sobre la medida bíblica del codo e hiciera más cálculos matemáticos sobre la base de las unidades de medidas bíblicas. Estos manuscritos, guardados en la Biblioteca Nacional Judía y Universitaria, provienen de los años 1675 y 1685, y contienen textos en latín, hebreo, arameo y griego. Con eso, Newton comparaba las raíces de palabras hebreas y arameas y el significado semántico de las mismas, reflexionaba sobre los textos bíblicos referentes al tema templo y sobre las interpretaciones bíblicas correspondientes.

En vista del Templo de Salomón y el significado que Newton le otorgaba, un tratado publicado recientemente por una colaboradora de la Biblioteca Nacional Judía y Universitaria llega a la siguiente conclusión: “Por un lado Newton veía el templo judío como modelo del universo. Él creía que el templo en Jerusalén y el patio que lo rodeaba sería un modelo del sistema solar heliocéntrico, siendo que el altar (en el medio) representaba el sol. Por el otro lado, el interés de Newton por la arquitectura del templo era incentivado por su convicción de que el templo serviría como “lugar de revelación” para el apocalipsis. Más allá de eso, él creía que el templo en Jerusalén sería reconstruido nuevamente (con aún mayor esplendor que el original) a principios del reino milenial (es decir, del gobierno de Cristo en la tierra).” De modo que se puede terminar con una cita de Newton: “Quien solo piensa a medias no cree en ningún Dios, pero quien piensa correctamente tiene que creer en un Dios”.

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