Asistencia de salud en la Franja de Gaza

Antje Naujoks

Parece absurdo que la construcción de un hospital nuevo en la Franja de Gaza solamente pueda comenzar con obstáculos. Quien cree que Israel sea el motivo, está equivocado. Más bien es la Autoridad Palestina la que se opone. 

En la Franja de Gaza, que abarca apenas una región de la mitad del tamaño de la ciudad alemana de Hamburgo, viven casi dos millones de personas, de los cuales alrededor de la mitad son menores de edad. Repetidamente, a nivel internacional, se señala la situación precaria de la población. Las Naciones Unidas ya hace bastante tiempo han destacado que la Franja de Gaza en el futuro cercano se convertirá en inhabitable. En este contexto, los medios de comunicación repetidamente mencionan el mal estado de abastecimiento en lo que se refiere incluso a alimentos para bebés, pero también a medicamentos. La población no dispone de la cantidad necesaria de agua potable limpia, en las estaciones de servicio no siempre es posible cargar combustible, y a menudo tampoco sale electricidad de los enchufes. Juntamente con estos hechos que señalan una situación humanitaria complicada, en realidad siempre se menciona a Israel. A menudo, se destaca que Israel ejerce el control de quien puede inmigrar o emigrar, y que Israel controla cuales son las mercancías que son suministradas a la Franja de Gaza. A menudo se responsabiliza exclusivamente a Israel de esta “cárcel a cielo abierto más grande del mundo”. Lo que no se menciona es, que la Franja de Gaza también tiene cruces fronterizos con Egipto. Tampoco se menciona, que estos últimos solamente están abiertos unos pocos días al año para hacer posible que unos pocos miles de habitantes de la Franja de Gaza puedan viajar. Informes que insisten en que Israel controla el suministro de mercancías, omiten mencionar los más de 500 camiones con bienes de ayuda que llegan desde Israel a la Franja de Gaza. También es popular omitir que Hamás, que se mantiene en el poder con violencia armada, no está dispuesto a gastar para el sector social, sino que prefiere comprar armas.

El cuidado de salud de la población de Gazatambién está muy tensionado. Hay escasez de muchas cosas, si no es en todo: medicamentos, equipamiento médico y camas de hospital. El personal médico ni siquiera necesita mencionar algún viaje, ya que Hamás no autorizaría la salida de ese tipo de personal. A causa de esta situación, muchos pacientes ni siquiera pueden ser tratados en la Franja de Gaza, entre ellos también pacientes con cáncer. En realidad, el Ministerio de Salud de la Autoridad Palestina (AP) es el responsable, pero allí los fondos financieros de ayuda provenientes del exterior a menudo toman otros caminos y no necesariamente llegan a la asistencia de la salud.

El ir y venir en cuanto a la construcción de un hospital nuevo en la Franja de Gaza, sin embargo, ilustra de manera extraordinaria el juego de gato y ratón que esta al orden del día: si se trata de atacar a Israel, las entidades palestinas están de acuerdo entre sí; al tratarse del bienestar de sus propios hermanos y hermanas se realiza una lucha de poder interna a cuestas de aquellos, en este caso, a cuestas de personas que urgentemente necesitan tratamiento médico.

El hospital será construido del lado palestino en las inmediaciones del cruce fronterizo Erez. La responsable es una organización privada de EE. UU., que para eso aprovecha una infraestructura que el ejército israelí desarrolló en la frontera con Siria para poder atender allí a los heridos de la guerra civil de ese país. Catar ha dispuesto un millón de dólares estadounidenses para este proyecto. El operativo de este hospital estará bajo la supervisión de varias organizaciones sin fines de lucro del exterior, y el personal médico será internacional.

Mientras que un portavoz de Hamás enfatizó públicamente que la construcción de este hospital no está sujeta a “ningún tipo de connotaciones políticas”, otro portavoz del régimen de Hamás lo denominó de “uno de los frutos” de las protestas semanales en la frontera con Israel que a Hamás le encanta mantener en funcionamiento desde marzo 2018 como “gran marcha del regreso”. Al mismo tiempo se llegó a saber que la aprobación existente del primer ministro de Israel, Netanyahu, puede que se deba a un acuerdo silencioso de alto de fuego con Hamás, que aparentemente fue negociado por presión de Egipto, Catar y la ONU. Hamás, que como soberano en la Franja de Gaza mira el colapso de la asistencia de salud, enfatizó que se estaría haciendo todo “para mitigar el sufrimiento de la población en la Franja de Gaza”. Eso en sí ya suena cínico, pero se vuelve aún más absurdo cuando se mira hacia la AP, que se ha expresado a voz en cuello contra la edificación de un hospital de ese tipo. Sin mirar la situación precaria de la asistencia de salud, se formuló la acusación de no haber sido consultado en este asunto, que “este proyecto manifiesta la división entre Cisjordania y Gaza”, para lo cual tanto de parte de Israel como también de los EE. UU. “ponen como pretexto supuestas medidas humanitarias” y que Catar “juega un rol sospechoso de intermediario”. De este modo, la AP y con eso la Fatah enfatizó que las medidas estarían socavando los esfuerzos de la UNRWA en el sector de la salud. Aun cuando la AP enfatizó repetidamente que rechaza categóricamente todos los proyectos que “infringen contra la soberanía palestina, los derechos palestinos y el proyecto nacional palestino”, en el otoño de 2019 a través de Israel llegaron equipamientos para el levantamiento del hospital.

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