Él Monte de las Bienaventuranzas

Fredi Winkler

El capítulo 5 del Evangelio de Mateo comienza con las nueve bienaventuranzas. Es la apertura de un sermón de tres capítulos que termina con las notables palabras: “Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mt. 7:28-29). 

Solo Mateo escribe sobre este acontecimiento con tanto detalle. Lucas lo menciona en el capítulo 6, los otros dos evangelistas no lo mencionan en absoluto. Para Mateo era de importancia central porque pintaba claramente ante el público judío de su Evangelio la sublimidad del mensaje de Jesús en contraste con las exigencias de la Ley. En repetidas ocasiones, Jesús contrastó las exigencias que provenían de la Ley con su palabra, diciendo: “Pero yo os digo...”. Ningún escriba podía decir tal cosa.

El Monte de las Bien­aven­tu­ranzas como contrapartida del Monte Sinaí
Una hermosa colina sobre el Mar de Galilea se convierte en la contrapartida del alto y escarpado Monte Sinaí en el Evangelio de Mateo. Allí los israelitas le dijeron a Moisés cuando Dios les habló desde la montaña: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos”.

El miedo y el terror se habían apoderado de ellos. Por otro lado, era muy diferente cuando Jesús hablaba. La gente acudía por millares desde muy lejos para escucharle (Mateo 4:24-25). Por supuesto, esto se debió también a los milagros de curación que realizó, pero muchos de los que lo escucharon se quedaron con Él más tiempo, como cuando pasaron tres días después de los cuales la gente no tenía nada que comer (Marcos 8:2).

¿Dónde estaba exactamente el lugar del Sermón del Monte?
Mateo y Lucas relatan que Jesús, después de bajar de la montaña, se dirigió a Capernaum. Así que la montaña debe haber estado cerca de esta ciudad. No se sabe con certeza si se situaba exactamente en el lugar donde hoy se encuentra la Iglesia de las Bienaventuranzas. En la época bizantina —es decir, entre los siglos IV y VI de nuestra era- la Iglesia de las Bienaventuranzas se encontraba más abajo, donde la cadena de colinas del lago comienza su empinada subida. Esta cadena de colinas es la única próxima a Capernaum que llega cerca del Mar de Galilea. En la época bizantina había allí tres iglesias. Una de ellas se situó en la orilla del lago, en recuerdo de los acontecimientos que nos relata Juan 21. Hoy encontramos otra pequeña iglesia en el mismo lugar.

No muy lejos, se encuentra la Iglesia de la Multiplicación de los Panes y los Peces, en el mismo lugar donde ya había una iglesia en la época bizantina. Sin embargo, es probable que este no sea el lugar auténtico porque no está desolado y remoto como se describe en la Biblia. Por otro lado, como no se sabía de todos modos dónde estaba el lugar exacto, la iglesia de la multiplicación milagrosa de los panes y los peces se había construido cerca de las otras dos iglesias en la época bizantina, probablemente por razones prácticas. Los cimientos de la Iglesia de las Bienaventuranzas aún pueden verse en la empinada ladera junto a la carretera que la recorre. El lugar se llama ahora Tabgha. Este nombre deriva de la palabra griega heptapegon que significa “siete pozos”. Hoy en día, solo cinco manantiales burbujean allí. 

La montaña donde Jesús solía orar
En los Evangelios está escrito repetidamente que Jesús subió a la montaña a orar. Lo notable es que no se menciona cualquier monte, sino que siempre se menciona “el monte”. ¿Era el mismo monte en el que había dado el Sermón del Monte? Todo habla a favor de ello. 

Lucas 6:12 dice: “En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios”. Sin embargo, en el versículo 17 leemos que descendió y pronunció el Sermón del Monte en un lugar llano. Esto parece contradecir a Mateo. Pero también, según Lucas, Jesús subió primero al monte. Simplemente nos da más detalles sobre el curso de los acontecimientos. Y el lugar llano habla en realidad del lugar donde se encuentra hoy la Iglesia de las Bienaventuranzas. Porque hay lugares planos, como describe Lucas, mientras que, visto desde abajo, todo parece una montaña. Como ya se ha dicho, no se trata solo de una montaña, sino de una cadena de colinas que se elevan en terrazas, y en una de ellas debió tener lugar el Sermón del Monte.

¿Es el monte el lugar donde Jesús se apareció a más de quinientos hermanos?
Solo Pablo relata ese acontecimiento en 1 Corintios 15:6. En Mateo 28:7, en la tumba vacía, el ángel dice a las mujeres: “E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho”.

Luego, en el versículo 10, el propio Señor resucitado les dice a sus discípulos que vayan a Galilea, y el versículo 16 informa: “Pero los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado”.

¿Era este el mismo monte en el que había tenido lugar el Sermón del Monte, y el monte al que a menudo había ido a orar a solas con el Padre Celestial? De nuevo, todo habla por sí mismo. 

Este encuentro con sus discípulos en Galilea, después de la resurrección, era evidentemente importante para Jesús, pues también habló del mismo después de la última cena: “Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea” (Mt. 26:32).

Curiosamente, ninguno de los evangelistas habla de ello; la atención se centra en Jerusalén. Ni siquiera tenemos constancia del encuentro en el propio monte. Solo Juan aclara en el último capítulo de su Evangelio que Jesús estuvo realmente en Galilea después de la resurrección. Allí se le apareció a Pedro y a otros seis discípulos después de que hubieran intentado pescar sin éxito durante toda la noche. Sin este relato, no tendríamos ningún testimonio de que Jesús estuvo también en Galilea después de la resurrección.

Al final de su Evangelio, Juan escribe: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir”.

Gracias a este pasaje bíblico sabemos que habría muchos eventos más para contar; no fueron escritos, porque se transmitieron solo los más importantes.

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