¿Un nuevo salvador desde Jerusalén?

Stefan Höchsmann

En los últimos 60 años se han producido enormes cambios sociales. Son especialmente significativos aquellos en el ámbito de la religión. La antigua fe que configuró la sociedad de nuestros antepasados y la nueva fe que se extiende en nuestro tiempo tienen algo en común: reconocen el sufrimiento en la Tierra y prometen la salvación. Pero precisamente en el tema del sufrimiento hay también una diferencia fundamental entre el antiguo evangelio y la nueva fe. Se puede discutir si la mentalidad actual debe llamarse fe o no. El hecho es que incluso el ateo moderno tiene objetos o entidades en los que deposita su confianza. Por regla general, estos son: él mismo, la humanidad, la ciencia y la tecnología. 

En la primera parte de este ensayo, presento esta nueva fe. Aquí me centro en la fe en la Inteligencia Artificial. En Silicon Valley, existió hasta 2021 una “iglesia de la IA” llamada The Way of The Future - The First Church of Artificial Intelligence, la “Primera Iglesia de la Inteligencia Artificial”. Allí, el antiguo ejecutivo de Google, Anthony Levandowski, instruía a su congregación en la adoración a servidores, robots y algoritmos. Muchos creyentes de la comunidad mundial de la IA creen que la humanidad puede superar o al menos reducir el sufrimiento en la Tierra gracias a la inteligencia artificial. Consciente o inconscientemente, gran parte de la humanidad cree que los arquitectos de este valiente nuevo mundo tienen un buen plan que también tiene en cuenta su bienestar personal. 

En la segunda parte de este ensayo, examinaremos la fe antigua, en particular Lucas 24:45-46. En estos significativos versículos, Dios revela un misterio relativo al sufrimiento. 

Yuval Noah Harari 
Uno de los evangelistas más eficaces de la nueva fe es Yuval Noah Harari. Ha sido calificado como “una estrella mundial entre los historiadores” y “el escritor de no ficción con más éxito de nuestro tiempo”. El filósofo ha escrito tres bestsellers mundiales: SAPIENS (Breve historia de la humanidad), sobre el pasado; Homo Deus, sobre el futuro; y 21 lecciones para el siglo XXI, sobre el presente. Su club de fans no está formado por pescadores o gente de mente simple, sino que sus lectores son los más intelectuales entre los inteligentes. Son políticos como Barack Obama, Emmanuel Macron, Angela Merkel y Sebastian Kurz; son empresarios como Mark Zuckerberg, Bill Gates y Elon Musk. En sus libros de no ficción aborda las cuestiones existenciales de la vida: ¿Quién es el hombre? ¿De dónde viene? ¿Cómo encuentra la salvación? ¿Hacia dónde va? 

Un modelo a seguir     
Curiosamente, las preguntas de Harari son similares a las del cristianismo, y enseña virtudes que también son muy apreciadas entre los cristianos, como la erudición, la honradez o la perseverancia. Su virtud favorita parece ser la humildad, a la que insta repetidamente a sus lectores. Desea que todo el mundo tome ejemplo de la ciencia y de su humildad. Ya que la ciencia admite no saber mucho, siempre puede motivarse de nuevo y lanzarse a nuevos descubrimientos. Para él, la humildad también significa negar los viejos “mitos” y, por tanto, las escrituras de las religiones monoteístas en general y la “narrativa” bíblica de la creación, el pecado, la salvación y el juicio en particular. 

Como polímata, Harari ha recibido una buena dosis de lo que la Biblia llama sabiduría humana o terrenal. Ha analizado las grandes cuestiones de nuestro tiempo con tanta profundidad como dinamismo, y con más intensidad que la mayoría. No posee conocimientos especiales aprendidos de memoria, sino que tiene la habilidad de enlazar distintos campos del saber, así como de llevar al grano cuestiones complicadas con palabras sencillas. Para muchos lectores, esto sugiere: es más listo que nosotros, podemos entonces confiar en él.

En privado, Harari se orienta por normas de comportamiento ambiciosas y se somete a una rígida autodisciplina. Es, a la vez, moralista y monje moderno. En lugar de difundir mentiras baratas, prefiere postular verdades incómodas. En su interpretación de la historia de la humanidad, se basa en lo que se enseña en las universidades; en su visión del futuro de la humanidad, no va más allá de lo que se discute en los círculos científicos. Y, sin embargo, conversa sobre su gran tema, el Homo sapiens, de un modo descaradamente polémico y apasionantemente innovador. El amplio abanico de temas marginales que aborda, los comenta con corrección dialéctica y más allá de sus preferencias personales. Esto impresiona a sus lectores: les parece realmente honesto, de modo que le creen. 

Harari es un maestro de la provocación y no le sigue la corriente a nadie. Los desafíos corren como un hilo rojo a través de sus libros. Es un inconformista, al cual, sin embargo, le siguen las corrientes convencionales. Su frecuentemente citada humildad no le impide transponer su superioridad intelectual en creencias absolutas. Así, califica el monoteísmo de lavado de cerebro y a Jesucristo de fake news: nunca resucitó ni era el Hijo de Dios. Puede que algunos eruditos tengan conocimientos tan amplios como él, puede que otros sean capaces de enlazar tan ingeniosamente como el exitoso autor, pero ¿qué orador intelectual tiene el valor de expresar sus pensamientos tan descaradamente como Harari? Los desarrollos técnico y culturales que se vierten hoy sobre el globo terráqueo desde la costa oeste estadounidense anuncian una nueva era que hace unas décadas llamábamos “ciencia ficción”. Lo que hoy presenciamos son solo los comienzos, como saben quienes han estudiado los libros de los futuristas —Harari los ha estudiado. Si se les pregunta a los arquitectos informáticos de Silicon Valley por las perspectivas del Homo sapiens, se suelen obtener respuestas bien meditadas, pero no se animan a decir ni tienen en claro hacia dónde debe dirigirse el viaje. Si se lee a Harari, en cambio, uno queda cautivado por su ingenio y, a la vez, la claridad de su información. Para él, el futuro de la humanidad es todo riesgo y oportunidad. En pocas palabras, su filosofía puede describirse así: la humanidad confía en la tecnología y se suprime a sí misma… la humanidad evoluciona hacia el Homo Deus y controla el cosmos… la humanidad suprime el sufrimiento y vive en un paraíso terrenal. El portal de noticias suizo Watson comenta su libro Homo Deus de la siguiente manera:

“En el camino de convertirse en un ser semejante a un dios que supera la muerte y maximiza la felicidad, el Homo sapiens se suprime prácticamente a sí mismo. En su búsqueda de la salud, la felicidad y el poder, los humanos cambiarán muy gradualmente primero una de sus características, luego otra, y otra, hasta que finalmente dejen de ser humanos, afirma Harari”.

A los seguidores progresistas de Harari les gusta su estilo: les parece que el hombre tiene poder, y por lo tanto hay que apoyarlo. 

¿Nuevo salvador desde Jerusalén?
El gran maestro de nuestro tiempo enseña en la ciudad del mayor maestro de todos los tiempos. Mientras que, hace 2000 años, Jesús llevó a cabo nuestra redención en el Gólgota, hoy el profesor Harari proclama su “plan de salvación” para la humanidad en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Como un moderno robot de chat, presenta su opinión sobre temas de actualidad mediante una mezcla de argumentos a favor y en contra. En un tema, sin embargo, se desvía de este patrón: cuando menciona las religiones monoteístas, no siente más que desprecio por ellas. Son, como él proclama, “una de las principales causas de sufrimiento en esta Tierra”. Su aversión a la religión judía de sus antepasados y al cristianismo bíblico es particularmente intensa, lo que podría tener algo que ver con su homosexualidad. 

Una vida sin sufrimiento 
Harari es franco en cuanto a su homosexualidad, pero no se ha definido respecto a sus convicciones religiosas, a pesar de mostrar una gran reverencia por las enseñanzas de Buda y su adoración a la naturaleza. La visión de Harari es tan grande como la de Gautama. Le preocupa nada menos que la salvación de la humanidad del sufrimiento. Al igual que el budismo, Harari cree que: el sufrimiento es real, tiene una causa y puede superarse mediante la práctica correcta. Para los budistas, la salvación del sufrimiento tiene que ver con la superación del deseo. Según Harari, el autoconocimiento y la autodisciplina son los primeros pasos para superar el deseo y el sufrimiento. Al final de su último libro 21 lecciones para el siglo XXI cuenta cómo alcanzó la iluminación personal y la revolución psicológica gracias a un curso de meditación durante su época de estudiante en Oxford. Desde entonces, medita dos horas al día y se toma dos meses libres al año. 

Homo Deus
Si observamos la historia de las últimas décadas, veremos cuánta razón tiene el cínico Harari con muchas de sus afirmaciones. De hecho, vemos cómo el Homo sapiens avanza hacia el Homo Deus. El hombre ha creado un fantástico mundo de maravillas en este planeta y ha conquistado sucesivamente los dominios de Dios. Antaño era el Dios soberano el único que estaba por encima del tiempo y del espacio, y de Él se decía que tenía sus ojos y sus oídos en todos los lugares y en todas las épocas, que conocía los planes y las intenciones más secretas de todos los hombres y que dirigía los corazones de los reyes como corrientes de agua. Pero entonces llegó la Ilustración y declaró que este Dios era un mito y su libro, una fábula. El Homo sapiens dijo: solo creo en lo que se puede demostrar científicamente. Pero eso no fue el fin; entonces la ciencia descubrió fenómenos misteriosos y dejó de comprender el cosmos. Luego se refugió en la simbiosis de humanos y máquinas para traer el fuego de los dioses a los humanos y, de este modo, los atributos divinos. Y así evolucionó el Homo Deus. Gracias a la tecnología, ahora nuestros ojos y oídos pueden estar en todas partes a la vez; gracias a los algoritmos, ahora nuestros superadministradores intuyen nuestros planes e intenciones más secretos, pueden registrar el pasado e incluso predecir el futuro. Pueden guiar las decisiones de los reyes de la Tierra y, de paso, determinar la corriente principal y el futuro de nuestra raza y sociedad. La mayoría de la gente no entiende lo que ocurre encima de ellos en la nube, pero confían en el que está ahí arriba, el Homo Deus y sus grandes obras, y se maravillan de su sabiduría y moralidad. Esto tiene mucho que ver con la fe.

El avance de la IA 
Los logros técnicos de los últimos 60 años han simplificado nuestras vidas y reducido el sufrimiento en este mundo. Sin embargo, la mayoría de los contemporáneos aún no se han dado cuenta plenamente de que también conlleva cambios sociales masivos, quizá indeseables, cuando el hombre se eleva a sí mismo a la categoría de Dios a través de la tecnología; están demasiado ocupados con la avalancha de trivialidades que les suministran a diario desde Silicon Valley. Cuando a finales de 2022 se presentó el robot de chat ChatGPT, muchos se sorprendieron y asombraron de lo que estos bots podían hacer, y encima de ello, completamente gratis. Ahora hasta el estudiante más perezoso puede redactar textos de alto nivel lingüístico tras introducir unas pocas palabras clave. Los artistas ya no tienen que sufrir los días de falta de inspiración, porque con los bots se pueden crear obras de arte sin ningún esfuerzo. Ahora la IA también puede pintar, componer y escribir poesía, y bastante bien. El 24 de marzo de este año, la revista Time elogiaba: “La IA ya puede incluso contar chistes”, pero al mismo tiempo advertía que les faltaba gracia. La razón por la que estos robots han causado tanto revuelo desde finales de 2022 es la velocidad a la que se propagan: Netflix tardó 3.5 años, Twitter 2 años, Facebook 10 meses, Spotify 5 meses e Instagram 2,5 meses en generar un millón de usuarios. ChatGPT lo hizo en apenas cinco días. También Harari tiene mucho que decir sobre la IA, que es uno de sus temas principales. Volveremos sobre él en breve, pero por ahora nos desviaremos un poco hacia el nuevo mundo de los chatbots. Por su importancia cultural, se les ha comparado con la imprenta de Gutenberg. De hecho, marcan un hito social y, por tanto, la puerta por la que la inteligencia artificial fluirá desde Silicon Valley hasta la vida cotidiana de los habitantes del planeta a partir de ahora. 

ChatGPT
Se supone que la IA hará más agradable la vida en la Tierra y frenará la delincuencia, la explotación, los accidentes y las enfermedades. Se trata, sin duda, de un noble objetivo. Sin embargo, la IA también asusta a muchos. Los mayores gritos de advertencia contra su propagación incontrolada vienen de un lado inesperado. Los mismos expertos en IA, entre otros, advierten ahora contra un desarrollo demasiado ingenuo. Así, el 22 de marzo de 2023, más de 1,000 expertos en IA firmaron una carta abierta a los Gobiernos, la industria y la humanidad en la que pedían una congelación del desarrollo de la misma de al menos seis meses. Uno de los firmantes es, curiosamente, Elon Musk. Teniendo en cuenta su apoyo a esta advertencia y su famosa cita: “Con la inteligencia artificial invocamos al demonio”, Musk parece un firme opositor de la IA. Pero no es así. Es uno de los grandes pioneros de esta tecnología y cofundador de OpenAI, la empresa que desarrolló el famoso bot ChatGPT en San Francisco. El jefe de Tesla tuiteó sobre el producto de su exempresa: “ChatGPT es aterradoramente bueno, ahora no estamos lejos de una IA peligrosamente fuerte”. Los expertos entienden que esto significa: la “singularidad” se acerca o, para decirlo de forma más comprensible, la dominación total de las máquinas vendrá pronto. ¿Qué significa que los arquitectos de nuestro nuevo mundo digital adviertan de las consecuencias de la inteligencia artificial? En principio, esto los hace simpáticos y dignos de confianza. Pero quizá Musk también esté utilizando esta iniciativa como una oportunidad para obtener una ventaja competitiva en la carrera tecnológica entre la IA y su empresa Neuralink, que quiere transformar al Homo sapiens en Homo Digitalis mediante implantes cerebrales electrónicos para armarse contra la esperada invasión de la IA a través de la interfaz “cerebro-ordenador”. 

Future of Life Institute - Instituto del Futuro de la Vida 
Esta carta abierta fue publicada por el Future of Life Institute. Se trata de un grupo de expertos de la élite de la IA. Fue fundado en 2014 por Max Tegmark, y ha podido generar mucha publicidad gracias a las generosas donaciones de Elon Musk. En su bestseller “Life 3.0”, Tegmark describe con gran entusiasmo cómo él y muchos de los científicos más reputados imaginan el futuro de la vida. Lo llama “quizá el debate más importante de nuestro tiempo”. Muchos padres responsables estarían sin duda de acuerdo. En el libro, Tegmark distingue entre vida biológica, cultural y tecnológica: según esto, la vida biológica duró miles de millones de años (1.0), cuando los organismos aún estaban completamente a merced de las fuerzas de la evolución y no podían modificar ni su “hardware” ni su “software”. Entonces apareció el Homo sapiens y con él la vida cultural (2.0), durante la cual los humanos aprendieron a mejorar su “software” [sistema operativo, NdelT] mediante la cooperación y la educación, pero aún no podían modificar sus cuerpos y, por tanto, su “hardware”. Hoy, Tegmark ve a la humanidad en el umbral de la vida tecnológica (3.0) y, como resultado, en la era en que tanto el “software” como el “hardware” de la vida se vuelven modificables. Si los procesadores se hacen más grandes y las máquinas, en general, más inteligentes que los humanos, “¿por qué no habrían de desarrollar también lo que llamamos conciencia?”, se pregunta Tegmark. Al fin y al cabo, los sapiens no tienen el monopolio de la conciencia. Con su visión del futuro, se acerca mucho a Harari, que sabe que en el fondo de los humanos no hay alma ni personalidad, sino que están definidos por procesos bioquímicos. Dado que este proceso de transición hacia la “Vida 3.0”, como confirman todos los científicos, está asociado a grandes riesgos, el instituto de Tegmark alega que la transición no tendrá lugar por los poderes ciegos de la IA, sino por la sabia y competente planificación de futuro de los sapiens.

Los autores de esta carta abierta son, por tanto, grandes amigos de la IA, por lo que habría que cuestionar su iniciativa. El diario alemán Südkurier escribe sobre el instituto:

“Según una investigación del periódico Süddeutsche Zeitung, se trata de un grupo de expertos en torno al cual se reúnen partidarios del llamado ‘largoplacismo’. El término describe una corriente ‘filosófico esotérica’ que tiene muchos seguidores entre la élite tecnológica. ‘Esta afirma que los escenarios para un futuro extremadamente lejano, como la toma del poder por las máquinas o la huida de la humanidad al espacio, son más importantes que los problemas humanos obvios o el cambio climático’, escribe el SZ. En estos círculos existe una verdadera obsesión por la inteligencia artificial. Hay que seguir desarrollando la IA, pero bajo control humano, para poder utilizarla después en proyectos futuristas”.

Pausa en el desarrollo de la IA 
Estos emprendedores siempre veloces, como Musk, iniciaron el rápido desarrollo de la IA, y ahora de repente están pisando el freno. En otras palabras, el desarrollo ulterior de la IA y sus consecuencias se consideran de tanta gravedad que la élite del dinero, la aristocracia de las TI (tecnologías de la información) de Silicon Valley, no quiere tomar esta fatídica decisión a solas, sin contar con al menos una parte del mundo. 

Siempre fueron grandes amigos del libre mercado, pero ahora están trayendo a bordo a Gobiernos internacionales para que regulen este sistema, y piden su bendición, para que nadie pueda quejarse después si a alguien no le gusta el nuevo mundo de la IA que se está pregonando con los colores más bonitos. Si se produce la pausa en el desarrollo, que por el momento no parece que vaya a suceder, quieren crear sistemas de vigilancia mundial en un plazo de seis meses y garantizar así que los riesgos de la IA sean manejables incluso para los desprevenidos. Un objetivo noble e ingenuo a partes iguales, teniendo en cuenta que, según el Future of Life Institute, ni siquiera los propios desarrolladores tienen una idea clara de lo que se está creando exactamente. Tras seis meses de lluvia de ideas, probablemente seguirían construyendo la Torre de la Inteligencia Artificial, que, como su predecesora en Babel, se elevaría por encima de las nubes hacia el cielo para que todo el mundo pudiera alabar las grandes obras del Homo Deus, y su sabiduría y omnipotencia.

Jugar a los dioses
Los creyentes, que no ven con buenos ojos que la humanidad se eleve a sí misma a la categoría de Dios a través de la tecnología, pueden acoger con satisfacción el llamamiento a una pausa en el desarrollo. Sin embargo, deben tener en cuenta que a los autores y firmantes de esta carta abierta no les preocupa poner fin a los juegos de dioses de la humanidad. Al contrario, creen en un futuro floreciente gracias a la IA y simpatizan con el paso de los dispositivos digitales portátiles al piloto automático de la inteligencia artificial. Al igual que sus colegas que abogan por una IA desenfrenada, son partidarios del transhumanismo y la manipulación genética, y los consideran grandes herramientas para minimizar el sufrimiento en la Tierra. Mientras que el bando que pisa el acelerador a fondo tiene en cuenta que la IA pronto puede llegar a ser incontrolable por los humanos, el bando que pisa el freno cree que los humanos deben tratar de mantener el control sobre ella el mayor tiempo posible. Esto suena muy razonable, pero no es más que el viejo orgullo del hombre que ya se manifestó en Babel: la humanidad imagina que puede dominar la audaz transición a una impredecible Nueva Era de la IA, confiando en su sabiduría superior y su moralidad intachable. 

Utópicos digitales
Por supuesto, hay grandes nombres de la industria que no ven con buenos ojos una pausa en el desarrollo de la IA. Ni Google ni Microsoft quisieron hacer comentarios cuando la revista informática Wired les pidió su opinión al respecto a finales de marzo. Ambas empresas compiten ferozmente entre sí y es poco probable que tengan mucho interés en pausar el desarrollo, sobre todo teniendo en cuenta que Microsoft ha invertido diez mil millones en ChatGPT y quiere integrar el robot de chat en su motor de búsqueda Bing, algo que Google no está dispuesto a aceptar sin luchar. El fundador de Microsoft, Bill Gates, por ejemplo, declaró a la agencia de noticias Reuters que “los llamamientos a una pausa en la IA no resolverán los retos”. Según Max Tegmark, el fundador de Google, Larry Page, es uno de los “tecnoutópicos” para los que el desarrollo de la inteligencia artificial y la extensión de la digitalización al cosmos no pueden ir lo suficientemente rápido. En su libro Life 3.0, Tegmark relata una conversación con Page. Cuenta:

“Page defendió apasionadamente la postura de que la vida digital es el siguiente paso natural y deseable en la evolución cósmica, y que el resultado será casi seguramente bueno, si dejamos que la mente digital sea libre en lugar de intentar detenerla o esclavizarla”.

Un mundo feliz
Como firmante más destacado de la carta abierta, Wikipedia nombra, antes que a Elon Musk, a Yuval Noah Harari como “quizá el intelectual más influyente de nuestro tiempo”, según el Frankfurter Rundschau. También Harari teme la IA desenfrenada: “La inteligencia artificial acaba de hacerse con la llave maestra de la civilización. La humanidad no puede permitirse perder ahora”, advierte. Según Harari, corremos el peligro de que pronto nos gobierne un Estado de vigilancia de pilotos automáticos artificiales que podría ser peor que el de Orwell en su obra 1984. En cambio, encuentra palabras sorprendentemente positivas sobre su autor favorito Aldous Huxley y su bestseller “Un mundo feliz”, para cuya edición del 90° aniversario Harari escribió el prólogo. El polímata no está tan seguro de que esta novela deba clasificarse en el género de la distopía, como se hizo en su momento. “Hoy en día, es más probable que la obra de Huxley se interprete como utopía”, afirma. Harari admira a Huxley, influido por el budismo, porque ya anticipó el valiente nuevo mundo consumista del presente con astuta clarividencia hace 90 años. Le entusiasma el Estado mundial de Huxley, que se las arregla sin policía secreta, totalitarismo ni brutalidad y permite a sus ciudadanos vivir una vida de dicha y disfrute a través del sexo, las drogas y el rock ‘n’ roll, de modo que incluso los esclavos de la casta más baja están agradecidos por su pequeño paraíso en la Tierra.

El rol de la intelligentsia
Según Harari, el avance de la IA no puede detenerse. Para él, la IA no es ni buena ni mala, solo depende de quién la controle, si los buenos o los malos, los competentes o los aficionados. Así, además de muchas preocupaciones al respecto, Harari también siente una gran fascinación por la IA porque ve en ella el potencial para reducir o superar el sufrimiento en la Tierra. A Harari le gustaría ver una inteligencia artificial que educara a los humanos para razonar con precisión de máquina, de modo que no consumieran más recursos de lo que el medioambiente puede “sostener” y no desearan más lujos que lo socialmente aceptable. Además, con la ayuda de la IA, la humanidad podría sin duda aplicar la justicia de forma más coherente en cuestiones de igualdad de trato y en temas como el género, el sexo y la raza. Por supuesto, esto requeriría poder contar con las necesarias instancias políticas y con la ayuda de guardianes del orden. El modelo de Harari, Huxley, comprendió muy pronto que la sociedad solo podría ser conducida hacia la justicia a través de una nueva estructura. Escribió:

“Alrededor del 99,5% de la población del planeta es tan estúpida y estrecha de mente como lo es la gran mayoría de los ingleses… Me parece importante no empezar por el 99.5 % —excepto en la educación—, sino intentar fortalecer al 0.5 %, elevarlo al nivel más alto posible y, si es viable, permitirle hacerse con el poder sobre las masas”.

En la actualidad, Harari mantiene excelentes contactos con esa intelligentsia. Es especialmente cercano a los poderosos fundadores de empresas de TI. Independientemente de que estén un poco más a la izquierda o a la derecha en la escala política tradicional —o, como Harari, por encima de ella—, funcionan en su misma onda ideológica: escuchan a gurús del Lejano Oriente, meditan regularmente, quieren liberar al mundo del sufrimiento, luchan por una utopía técnica y nos ven a los humanos como “hackable animals” [animales pirateables o alterables, NdelT]. Ellos no lo dirían así, pero Harari sí es explícito al respecto. El apodo cariñoso que se le ocurrió para nosotros es “animales cuyos procesadores pueden ser hackeados [alterables]”. El sistema de Brave New World se destacó en esta disciplina, vendiéndoles a sus ciudadanos trivialidades huecas y satisfacciones bajas en la feria de las vanidades, como si fueran la vida real, para atraer a las multitudes a la rueda de hámster de la maquinaria estatal. Esta estrategia no es desconocida en la era de internet; una vez que la IA está en el regimiento, es probable que se perfeccione. No es que Harari alabe el “hackeo de procesadores humanos”, más bien lo condena. Pero también comprende el inmenso potencial “positivo” de manipulación de la inteligencia artificial. Dado que la IA —y con ella la creciente manipulación— inevitablemente se nos viene encima, no se trata tanto de luchar contra ella, sino de utilizarla para la causa correcta. Los amigos filántropos de Harari ya están trabajando con celo desinteresado para crear un hábitat de sufrimiento reducido para estos “animales hackeables”, donde puedan dedicarse por completo al ocio, el arte y el placer mientras las máquinas, con gracia amorosa, hagan el trabajo en su lugar.

Chip de la inmortalidad
En términos de superación del sufrimiento, nuestra sociedad ha logrado cosas impresionantes desde la Segunda Guerra Mundial. En 2015, los tradicionales causantes del sufrimiento habían sido superados en gran medida, y la manada de Homo sapiens podía proclamar con orgullo: “Hemos diezmado el hambre en el mundo, eliminado las epidemias y reducido las muertes en la guerra”. Desde hace algunos años, sin embargo, esta tendencia se ha invertido, pero muchos siguen aferrándose inquebrantablemente a la creencia de que se puede lograr la victoria total sobre el sufrimiento. Ahora la atención se centró en la muerte. Quizás se pueda hacer frente a este último portador de sufrimiento con el “chip de la inmortalidad”. Para Harari, este es un gran tema. En su libro Homo Deus, se refiere al “derecho a la vida” proclamado por las Naciones Unidas en San Francisco en 1945. Escribe: “Puesto que la muerte viola claramente este derecho, es un crimen contra la humanidad y, por tanto, debemos librar una guerra total contra ella”.

Según la Biblia, la muerte no es un crimen contra la humanidad, sino que el hombre es un criminal que merece la muerte, y ella es el enemigo final y será destruida por Dios (1 Corintios 15:26). Es una jugada inteligente de Harari aplicar a la muerte el reclamo de “derecho a la vida”, que los cristianos citan como argumento contra el aborto, pero está jugando en el tablero del diablo. Hablar de la muerte como un crimen contra la humanidad, como lo hace Harari, quien es judío, es una acusación indirecta al Dios de Israel—de hecho, el que, como Soberano absoluto, es el dueño sobre vida y muerte.

Vencer la muerte
Volvamos ahora a la antigua fe en el Dios de Israel para ver qué dice la Biblia sobre el tema del sufrimiento. Que la gente condene al Dios santo y lo convierta en un criminal, no es nada nuevo, sino que ha ocurrido antes en la historia. Después de que el concilio judío conspirara contra Jesús, la única persona inocente en la Tierra fue convertida en el mayor criminal. Los que estaban a cargo pensaron que, sacrificando a Jesús, podrían ahorrarle al pueblo sufrimiento y destrucción. Tras el juicio más vergonzoso de la historia, crucificaron al Salvador y, por tanto, al mismo que había venido a librarlos del poder del pecado, del sufrimiento, de la muerte y del diablo. 

Harari y sus amigos no creen en el Dios que se hizo hombre, que naciera en un establo como un animal y muriera en una cruz en un patíbulo. Creen en el Homo sapiens animal, que se formó milagrosamente a través del tiempo y el azar, se convirtió en Dios en una fantástica lucha por la supervivencia y que imagina que puede hacer evolucionar al hombre hasta convertirlo en un “híbrido tecnobiológico”, poseedor de una eminencia sagrada y moral como la de su élite creadora. Hoy, en los laboratorios del Homo sapiens, el experimento del Dr. Frankenstein ya no se considera un horror, sino un “diseño inteligente”, al menos así lo describe Harari con benevolencia al empeño humano por crear al Homo technicus. Hoy ya no se consideran importantes al Hijo de Dios y su revelación, sino que lo son los dioses humanos y su ciencia. Como no creen en lo que Jesús logró, piensan que ahora el Homo Deus debe hacerlo él mismo, y así, en su ceguera, luchan contra la muerte como si pudieran vencerla. En su patético orgullo y con su inadecuada inteligencia, no tienen reparos en arrastrar a toda la humanidad a este perverso y fatídico experimento, cuyo resultado ya está decidido por Dios. 

Triunfo a través del sufrimiento
Tanto los que quieren avanzar rápidamente con el desarrollo de la inteligencia artificial como los que prefieren pausar el avance y reflexionar, están de acuerdo en que cambiar la vida con un piloto automático electrónico es arriesgado; sin embargo, su motivo es: “no risk, no fun” [sin riegos, no hay diversión, NdelT]. Lo que los lleva a esta locura se describe en la Biblia con una sola palabra: pecado. Cuando la serpiente dijo a los primeros humanos: “seréis como Dios”, la arrogancia de satanás pasó a la humanidad, y también su destino. El pecado ha cegado a las personas ante la oferta de salvación de Dios, por lo que intentan generarla a partir de su propia sustancia pecaminosa. Y como esto no funcionó bien en la época del individualismo, ahora lo intentan con el colectivismo. Piensan que en asociación con todos los hombres, este esfuerzo finalmente funcionará. Pero no podrán superar el sufrimiento, porque este es el resultado del pecado. La Biblia lo da a entender claramente: el sufrimiento solo puede ser superado mediante otro sufrimiento, no un sufrimiento autoimpuesto “expiatorio” de los mismos pecadores, sino únicamente mediante el sufrimiento injusto del Cordero Jesucristo, elegido por Dios y entregado en sacrificio santo y puro para Él.

En su Evangelio, la historia de la salvación de la humanidad, Lucas esperó hasta el último capítulo para revelar el secreto de la salvación del hombre de la muerte y el sufrimiento. Incluso aquel día en que Jesús resucitó de entre los muertos, sus discípulos aún no lo comprendían. Tres veces dice en el último capítulo (24) que el Cristo tuvo que sufrir antes de su triunfo. En el versículo 7, los ángeles les recuerdan a las mujeres ante el sepulcro las palabras de Jesús en Galilea: “Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día”. En el versículo 26, Jesús dice a los dos discípulos de Emaús: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?”. Luego, en los versículos 45-46, Jesús revela el misterio a los discípulos reunidos: “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día”. Lo que Harari no puede ver con su sabiduría terrenal, Jesús se lo reveló a sus discípulos y a nosotros los creyentes: ¡no hay superación del sufrimiento sino es a través del sufrimiento de Dios!

El santo Hijo de Dios iba a triunfar, pero antes de su triunfo tenía que sufrir según el plan divino. Era el único digno de cargar con la culpa de la humanidad y expiarla. Con este mensaje de triunfo por medio del sufrimiento, Jesús sorprendió a amigos y enemigos. Sus discípulos querían salvar su cuerpo humano del sufrimiento para preservarlo; sus adversarios querían verlo sufrir para corromperlo; pero Jesús quiso el sufrimiento de la cruz por el gozo puesto delante de él, para llegar a ser el primogénito entre muchos hermanos. 

Después de que Jesús resucitara a Lázaro, el concilio judío se reunió para deliberar. En el proceso, Dios llevó al sumo sacerdote Caifás ad absurdum. Él era el cerebro de la conspiración más oscura de la historia del mundo y dijo de Jesús ante el concilio: “Ni se dan cuenta de que es mejor para ustedes que muera un solo hombre por el pueblo, y no que toda la nación sea destruida” (Jn. 11:50; DHH). Quería ver sufrir a una persona para que otros se libraran del sufrimiento. Caifás pronunció estas palabras con mala intención contra Dios, pero fue el Señor quien le permitió pronunciarlas, mostrando su buena intención para con el pueblo. Juan explica esto en el siguiente versículo: “Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación” (Jn. 11:51). El Padre había determinado el sufrimiento de Jesús, para que todos los que creyeran ya no tuvieran que sufrir la muerte.

La revelación de que el triunfo de Jesús tenía que lograrse mediante el sufrimiento, no aparece aislada en los versículos 45-46 de Lucas 24, sino que está integrada en el contexto pasado y futuro. En el versículo 44, Jesús nos recuerda que el mensaje del triunfo mediante el sufrimiento ya estaba anunciado en las Escrituras del Antiguo Testamento (por ejemplo, en Isaías 53). En los versículos 47-48 Jesús profetiza que los discípulos darían testimonio del evangelio del triunfo a través del sufrimiento. Más adelante leemos cómo el mensaje de que “era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase” corre como un estribillo a través del libro de Hechos (Hechos 3:18; 17:3; 26:23).

Triunfo en el sufrimiento 
Jesús logró su triunfo sobre el pecado, la muerte y el diablo a través del sufrimiento; también a sus seguidores les prometió llevarlos a la victoria a través del padecimiento. Por eso los creyentes no intentan frenéticamente evitarlo en este mundo: son realistas y comprenden que la humanidad no puede escapar al sufrimiento en este mundo caído. Pero lo afrontan con la cabeza bien alta, porque confían pacientemente en que Jesús los buscará y los conducirá a una patria mejor en el Cielo. Dado que los creyentes triunfan en el sufrimiento por el poder del Espíritu Santo, no necesitan preocuparse por la llegada de un sistema de IA anticristiano. Tampoco necesitan rebelarse contra él, porque la Palabra de Dios ha predicho un sistema absolutamente corrupto para el final de los tiempos. Los creyentes saben que el Señor controla la historia del mundo e intervendrá en el momento oportuno, y esto les permite concluir sus vidas triunfantes para Cristo.

Cuando Pedro y Juan salieron del concilio regocijándose porque habían sido dignos de sufrir vergüenza por causa de Su nombre (Hechos 5:41), experimentaron el triunfo en el sufrimiento tal cual Jesús se lo había prometido en Mateo 5:10-11. Cuatro veces en los Evangelios (Mateo 10:38; Marcos 8:34; Lucas 9:23; 14:27), Jesús define el discipulado como tomar la cruz y seguirle, lo cual significa el triunfo de la fe ante la persecución y la muerte. Pablo mostró esta actitud cuando escribió: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Fil. 3:10-11). Muchos otros pasajes de las Escrituras dan testimonio del triunfo en el sufrimiento que Dios ha prometido a los suyos. 

Conclusión
La nueva fe se basa en una vieja historia que ha demostrado ser un engaño una y otra vez: la historia del paraíso terrenal. Los capitalistas prometieron el paraíso terrenal, pero les sobrevino el infierno de la industrialización; los comunistas prometieron el paraíso terrenal, pero les sobrevino el infierno de la esclavización; los nazis prometieron el paraíso terrenal, pero les sobrevino el infierno de la guerra; los hippies prometieron el paraíso terrenal, pero les sobrevino el infierno de las drogas. Y ahora se cree que hoy, en la era del internet, esto ya no nos pasa, ya que somos mucho más inteligentes; que hoy, como todo el mundo está conectado en red con el gran enjambre de usuarios, todos podrán copiar el conocimiento, las obras y la sabiduría de los demás, y por eso nadie podrá detener el paraíso terrenal; eso es lo que muchos creen. Tal vez sea la última gran jugada que se está a punto de hacer. En su desesperación, los hombres recurren a las máquinas a pesar de que sus precursores ideológicos las describían como frías, crueles e inhumanas. Con la inflexible consistencia de la tecnología, ahora quieren forzar el paraíso en la Tierra… ¿Se desatará después el infierno de la ciencia ficción?

Por todo esto, nuestro Señor se humilló y se dejó crucificar, para que todos los que creen en Él no perezcan, sino que tengan vida eterna. Cuando considero lo vergonzosa y descarada que es la actuación del poder de las tinieblas en nuestro tiempo, me pregunto qué puedo hacer al respecto. Y hay una cosa que puedo y quiero hacer: proclamar la victoria de Cristo sobre la muerte —esta es nuestra vocación. Cuanto más nos limitan las máquinas, con tanta más alegría queremos proclamar este mensaje con la ayuda y el poder del Espíritu.

La Biblia nos enseña que Dios acorta los días en los últimos tiempos por causa de los escogidos, para que no sean engañados, si eso fuera posible (Marcos 13:20,22). Este versículo se ajusta perfectamente a nuestro tiempo. Implica que después de este acortamiento del tiempo vendrá el gran final: la salvación y el juicio; el cielo y el infierno. El futuro de cada uno será la superación eterna del sufrimiento o la entrega al sufrimiento eterno. No sabemos ni el día ni la hora de la venida del Señor Jesucristo. Harari y sus colegas del Future of Life Institute creen que la historia está ahora mismo en el umbral de una nueva era y una nueva humanidad, pero esto no significa que la venida de Jesús no pueda ser paralela. Como hemos sido enseñados, debemos estar alertas y preparados para su venida en todo momento. No sería la primera vez que Dios escribe su historia de salvación en paralelo con la desastrosa historia profana de los sabios de este mundo, llevándola ad absurdum.

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