¿Todos irán al cielo, finalmente?

Samuel Rindlisbacher

La doctrina de la salvación universal está recibiendo cada vez más aceptación en el cristianismo. ¿Es legítima esa doctrina? ¿Deberíamos considerarla como una seria alternativa a nuestro concepto tradicional de la eternidad? Una opinión al respecto.

Existen diversas variantes de la salvación universal – algunas se remiten más a la Biblia que otras. Pero, una cosa parece unir a todos los que creen en una salvación universal, y es el concepto de que, en el fin de todas las cosas, cuando Dios sea “todo en todos”, Él también habrá reconciliado todo y a todos consigo mismo. En otras palabras: al final, ya no existirán personas perdidas ni ángeles caídos, sino que todas las criaturas serán salvadas a través de Jesucristo – también aquellos que Lo han rechazado.

Debemos rechazar decididamente esta idea de la salvación universal, en base al contexto general de la Biblia, por las siguientes razones:

Por más atractiva que esta idea pueda ser, hablando humanamente, no es más que una filosofía y especulación cristiana que deja de lado la Palabra revelada por Dios. Pablo advierte, insistentemente: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8). Y en otro pasaje, enfatiza: “Derribamos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Co. 10:5). En todo esto, la Biblia, incluso, llega al punto de decir que todo pensamiento humano que no se somete incondicionalmente a la Palabra de Dios es incapaz de reconocer a Dios y a Su verdad, porque el pensamiento humano está entenebrecido por el pecado. “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido” (Ro. 1:21).

Solamente la Palabra de Dios puede ser la norma en nuestras interrogantes – y aun más con respecto a la eternidad. Y cuando en ciertas preguntas, la Biblia no nos da una respuesta clara, entonces nuestra interpretación no debe ir más allá de lo que ella nos da a conocer. Si aún así lo hacemos, entonces será pura especulación y puede llegar a formar en una doctrina falsa.

Lamentablemente, los argumentos de los que sostienen la creencia de la salvación universal demuestran que dejan de lado la Palabra de Dios. Si bien utilizan las afirmaciones de Dios, las sacan de contexto. Un versículo muy apreciado por ellos es 1 Corintios 15:22: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”. No obstante, si se cita este versículo aisladamente, se desatiende el hecho de que la Biblia misma define claramente a quién se refiere con “todos”. Pues, en el siguiente versículo, Pablo limita “todos” claramente a “los que son de Cristo” (1 Co. 15:23). La resurrección a la vida eterna concierne solamente a aquellos que han sido salvos a través de su fe en Jesucristo y de Su obra redentora (He. 11:6; Ro. 3:28; 10:14). “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (He. 11:6).

Aun así, los que sostienen esta creencia de la salvación universal, opinan que, entonces, es 1 Corintios 15:28 la que apoya su posición: “Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”. Aquí ellos ven un indicio de la idea de que en la eternidad no pueden existir dos grupos diferentes (el de los eternamente salvos y el de los eternamente perdidos). Y eso que en este texto ni siquiera se habla de la salvación individual, sino del dominio universal de Dios. Es el cumplimiento de la oración de Jesús: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:10). El hecho de que en la eternidad sí habrán dos grupos diferentes, lo testifica Jesucristo mismo (Mt. 25:31-46).

Un texto bíblico que siempre es utilizado como testigo principal de esa creencia, es Colosenses 1:19-20: “Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”. “¡Pero si aquí dice con claridad que finalmente todos y cada uno será reconciliado con Cristo!” – argumentan. Pero, si uno sigue leyendo las palabras del apóstol Pablo, ve que esa reconciliación de todas las cosas, para nosotros los humanos, está atada a la condición de la fe en este mundo: “si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído…” (v. 23). Después de todo, Pablo mismo también creía en la perdición eterna de aquellos que rechazan a Cristo (Ro. 2:12; 1 Co. 1:18; 2 Co. 2:15; 4:3; 2 Ts. 1:9; 2:10).

La reconciliación solo es posible a través de la fe (Jn. 20:31; Ro. 3:22, 25, 28, 30; 5:2; 11:20; 2 Co. 1:24; Gá. 2:26; Col. 2:12). Cuando en el futuro, en cierto momento, todos deban someterse a Cristo, eso no será obligatoriamente una expresión de fe, sino de la victoria de Jesucristo (Fil. 2:9-11). El sometimiento no es igual a la reconciliación, sino que corresponde a la capitulación incondicional de un enemigo bajo el vencedor.

No obstante – surge la interrogante emocional y bastante comprensible – ¿realmente se puede conciliar la doctrina de la perdición eterna del ser humano con el carácter de Dios? Después de todo, Él es amor (1 Jn. 4:7-8). No cabe duda de que Dios es amor. Pero, esta verdad no puede ser separada del carácter completo de Dios. Él también es perfecta justicia (Sal. 116:5), perfecta luz (1 Jn. 1:5) y eterna santidad (Ap. 4:8). De ningún modo debemos servirnos de un atributo de Dios contra otro. Más bien debemos dejar las Escrituras así como son.

Por esta razón, también debemos desechar la idea de que el “infierno” es un lugar de purificación, como opinan algunos de los que creen en la salvación universal. Ellos enseñan que en el infierno se predica el evangelio, y al decir esto se refieren a 1 Pedro 3:19: “En el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados”. También esta es, otra vez, una conclusión errónea fatal. Pedro habla de proclamación, no de evangelización, y utiliza ese suceso para mostrar cuán pocos son los que encuentran la vida eterna. En otros tiempos, durante el largo período de predicación de Noé (120 largos años), finalmente solo ocho personas estuvieron dispuestas a apropiarse de la posibilidad de la salvación para sí mismos (1 P. 3:20). “Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mt. 7:14). Que el “infierno” sea un lugar de arrepentimiento, purificación y conversión, contradice claramente el relato del Señor Jesús en Lucas 16:20-31, donde el rico fallecido no podía pasar por el abismo que había entre su condición de perdido y el paraíso.

Sinteticemos nuestros pensamientos en un último punto. A los representantes de la creencia de la salvación universal, les gusta enfatizar que las “eternidades” de las que habla la Biblia, no expresan períodos de tiempo infinitos, sino que se trata de períodos de tiempo limitados. Si bien, en un principio, es cierto que “eterno” en la Biblia no necesariamente tiene que expresar una duración infinita (no obstante, por regla general “eterno” verdaderamente significa “infinito”), también aquí otra vez es válido el consejo de ¡cuidar el contexto! Jesucristo dice: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mt. 25:46); cp. Dn 12:2-3). Esto quiere decir que, para Jesucristo, tanto el castigo eterno como la vida eterna son de la misma duración. Entonces, el hecho de que el castigo eterno pueda ser limitado, y la vida eterna no, no tiene una lógica conceptual. Lo mismo, también, piensa Pablo: existen solo dos destinos, “ira y enojo” o “vida eterna” (Ro. 2:6-10; cp. Ap. 21-22). La Biblia no conoce un camino intermedio. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn. 3:36).

La salvación universal es una doctrina falsa, ya que cuestiona la autoridad de la Palabra de Dios y piensa conocer mejor el carácter de Dios que Jesucristo y los apóstoles. Puede que se me acuse de dureza, pero de una cosa seguramente no se me puede acusar: de infidelidad frente a aquello que Jesús mismo enseñó. En Su enseñanza deseo mantenerme, ya que nuestro Señor dice: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama” (Jn. 14:21).

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