Una profética liberación de demonios

Norbert Lieth

Mateo 8:28-34 relata cómo el Señor Jesús sana a dos endemoniados. En ese acontecimiento se pueden hallar algunos paralelos proféticos interesantes.

Acerca del mismo evento, Marcos menciona solamente a un endemoniado. Pero, si tomamos las informaciones que él transmite y las aplicamos a los dos endemoniados, resulta que ambos vivían en los sepulcros (cuevas sepulcrales), cadenas y grilletes no los podían dominar, no hallaban descanso ni de día ni de noche, gritaban, se golpeaban a sí mismos con piedras y eran dominados por una legión de demonios (Mr. 5:9).

En la actualidad, el caso es que el Israel incrédulo y las naciones son regidas por los “gobernadores de este siglo y por huestes espirituales de maldad” (Ef. 6:12). Ellos necesitan la liberación divina a través de Jesús, y precisamente en el tiempo del fin, el diablo, en todo el sentido de la palabra, estará suelto (Ap. 12).

La situación de los dos endemoniados me acuerda a las naciones del mundo, por un lado, y al pueblo de Israel, por otro, el cual, según Ezequiel 37:12 y 13, se encontraba en los sepulcros de las naciones, era torturado allí por extraños poderes desenfrenados, y no hallaba descanso. Legiones de tiranos han perseguido al pueblo de los judíos, y al hacerlo, las naciones mismas, poseídas por el poder de las tinieblas, se han causado incontables sufrimientos. Pensemos tan solamente en el Tercer Reich y sus devastadoras consecuencias.

La tierra de los gerasenos, o gadarenos, donde el Señor Jesús sanó a los dos endemoniados, pertenecía a la región pagana de Decápolis (“10 ciudades”), y se encontraba en la orilla este del Mar de Galilea, en donde vivían muchos que no eran judíos, habiéndose asentado allí como consecuencia de las expediciones de conquista de Alejandro el Grande. Se trataba de diez regiones que, con motivo de mejorar las relaciones comerciales, se habían unido. En los días del Señor Jesús en la Tierra, eso, en cierto sentido, era una fusión entre Israel y el mundo de las naciones. Y allí los demonios retozaban con especial liberad en aquel entonces; la región se asemejaba a una central de poder de Satanás.

Los cerdos, en el judaísmo, eran animales impuros (Dt. 14:8), pero los agricultores israelitas de aquella región criaban cerdos para la Decápolis, para sacar ganancias de los no judíos. Hoy, que Israel nuevamente es un estado en su propia tierra, mantiene enormes relaciones comerciales con el mundo entero. Lo interesante es que el Apocalipsis, en cuanto al tiempo poco antes de la segunda venida de Cristo, habla de regiones de naciones, representadas como diez reyes, que se fusionan y le dan su poder a la bestia del anticristo (Ap. 17;18). La Biblia también da a entender que en el tiempo del fin muchos judíos aceptarán a un pastor falso, es decir, al anticristo (Jn. 5:43; Zac. 11). Nuevamente podría ocurrir–ahora en una dimensión global–una fusión entre Israel y el mundo de las naciones (los diez reyes que le dan el poder a la bestia), y justamente allí, se encontrará la central de poder de Satanás (cp. Ap. 13).

Del evangelio de Marcos deducimos que la legión de demonios, cuando Cristo los echó fuera, se metió en unos 2,000 cerdos (Mr. 5:13). Los demonios buscan lo impuro. En el ejército romano, una legión estaba compuesta por 3,000 a 6,000 soldados. Seguramente, no es algo insignificante que el espíritu inmundo, precisamente, se llamara “legión”, la denominación latina para una unidad del ejército, de aquellos romanos que mantenían la tierra ocupada y oprimida. Exactamente a esa región llega el Señor, y muestra Su poder divino. Algo similar podría volver a ocurrir en el fin. Cuando el Señor ponga Sus pies sobre el Monte de los Olivos (Zac. 14:4), Él regresará a un pueblo judío que, como en aquel tiempo–Israel y Decápolis–se habrá mezclado con las naciones.

Los demonios son seres espirituales sin cuerpo, que prefieren vivir en un cuerpo, aunque sea de cerdos. De ninguna manera quieren ir al abismo. O sea, que aquí dos personas eran dominadas por 3,000 a 6,000 demonios. Estos, sin lugar a dudas, reconocieron y confesaron a Jesucristo como el Hijo de Dios; el liderazgo de Israel, al contrario, permaneció ciego frente a Él. – Los demonios a menudo saben más que los teólogos.

Ahora, ¿por qué será que los demonios le preguntaron atemorizados al Señor Jesús: “¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” (Mt. 8:29)? Los demonios temen al juicio venidero (cp. Stg. 2:19). Con el tormento que mencionaron, se referían al futuro en el abismo y el lago de fuego, preparado para el diablo y sus ángeles (Ap. 20:10; Mt. 25:41). Eso muestra que ellos sabían que la aparición del Señor tenía que ver con el juicio definitivo sobre ellos. Puede que hayan pensado que ya en ese momento serían juzgados ante ese tribunal definitivo. No obstante, el Señor todavía no los juzgó, sino que hizo algo diferente.

Los demonios recibieron el permiso para entrar en los cerdos y estos se precipitaron al Lago de Genezaret, también llamado “Mar de Galilea”. En sentido figurado, el Señor no los envió al abismo, sino al mar. Si aplicamos una interpretación profética, se podría sostener que el mar también puede simbolizar el mar de las naciones (cp. Ap. 13). Ahora, del Apocalipsis tomamos una secuencia sorprendentemente similar para los últimos días: Satanás y sus demonios primeramente son echados del cielo a la Tierra (Ap. 12:9), para que puedan manifestarse en el mar de las naciones (Ap. 12:12), y recién más adelante, les alcanzará el juicio definitivo, cuando Jesucristo venga otra vez (Ap. 20:1-3,10).

Después de que Jesucristo sanó a los endemoniados, la gente de esa región pagana le pidió al Señor “que se fuera de sus contornos” (Mt. 8:34). Ellos lo rechazaron. Esa posiblemente sea la “frase” más espantosa que un ser humano pueda pronunciar. Marcos 5:15 añade que ellos tenían miedo y que seguidamente Le pidieron que se fuera. ¡Qué característico: los demonios temían el poder de Cristo y el juicio final! Los seres humanos temían el amor de Jesús que, en realidad, echa fuera todo temor (1 Jn. 4:18). Ellos preferían quedarse con lo impuro, y bajo el dominio de los demonios.

¿No es lo mismo hoy entre las naciones? Jesús es rechazado, se le niega la entrada, Él no debe gobernar, ya no debe dar las órdenes, al cristianismo se le colocan obstáculos, y el mundo occidental cristianizado, además, está en proceso de olvidar de dónde provienen el Salvador, las bendiciones, y la fe. Es decir, a través de Israel. Solo recordemos a la UNESCO, la cual en octubre del año pasado decidió negarle al pueblo judío toda conexión histórica con Jerusalén y el Monte del Templo. Pareciera que todo estuviera envuelto en una niebla oscura. ¿Y qué notamos? El Señor se retira y regresa a Israel. En aquel entonces, salió de la región pagana de Decápolis para nuevamente dirigirse a Israel.

Nuestro mundo está cada vez más demonizado, y el temor y el desconcierto van en aumento conforme a eso. La guerra en Siria y el terrorismo del Estado Islámico, ¿qué son, sino demoníacos? Los malos gobernadores, déspotas, tiranos, dictadores y opresores sin escrúpulos, ¿qué son, sino dirigidos por demonios? De los dos endemoniados se decía, antes de su sanación, que: “(Ellos eran) feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino” (Mt. 8:28).

Hoy, la situación es la siguiente: en ciertas regiones, los ciudadanos ya no se animan a entrar; en edificios públicos, estaciones de tren, centros de compra, aeropuertos o estadios, se tiene temor de personas peligrosamente iracundas que propagan terror, temor y espanto. Por la Biblia sabemos que Satanás controla a los países y a sus líderes (por ej.: Tiro, Ez. 28; Babilonia, Is. 14; Persia y Grecia, Dn. 10; cp. Ef. 2:1-3; 2 Co. 4:4). Apocalipsis 16 describe cómo, en el fin, el diablo envía espíritus demoníacos a los soberanos del mundo para seducirlos. El soberano anticristiano del mundo y el falso profeta, en el fin de los días dominarán el mundo – dirigidos por demonios; el diablo, entonces, le traspasará su poder a la bestia (Ap. 13; 16:13). ¡Quién sabe lo cercano que esté este tiempo!

Del pueblo judío vino el Mesías para la redención del mundo, y Él regresará a este pueblo y a su tierra como el Señor del mundo (Zac. 12; 14; cp. Ro. 11:25-29). Contra eso lucha Satanás (recuérdese al faraón, a Amán, Antíoco Epifanes, Herodes, Hitler, Stalin, el islam, el anticristo). Cuando Jesucristo vino por primera vez, el poder de Satanás se rebeló especialmente contra eso. Antes de que Jesús venga otra vez, eso sucederá nuevamente.

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