Una Oración Extraordinaria (Filipenses 1:11)

René Malgo

"Que estén siempre llenos del fruto de la salvación —es decir, el carácter justo que Jesucristo produce en su vida— porque esto traerá mucha gloria y alabanza a Dios." (Filipenses 1:11 NTV)

La oración que Pablo hace por los creyentes en Filipos, es una oración que glorifica a Dios. Comienza con las palabras: “Y esto pido en oración” (Fil. 1:9), y termina diciendo: “para gloria y alabanza de Dios” (v. 11). Pablo busca a Dios y Su honra. La oración contiene tres deseos: primero, que el amor de los creyentes abunde más y más en ciencia y en todo conocimiento (v. 9) –segundo, que los creyentes sean sinceros e irreprensibles para el día de Cristo (v. 10) – y tercero, que los creyentes sean llenos de frutos de justicia (v. 11).

Pablo relaciona el verdadero amor con ciencia y conocimiento (v. 9). Considera la llegada del día de Cristo como un incentivo para una conducta sincera e irreprensible (v. 10). Ese día será el día en el cual Jesucristo arrebate a Su Iglesia a Su presencia y la reúna ante Su tribunal (1 Tesalonicenses 4:13-18; 2 Corintios 5:10). Pero ahora queremos analizar el tercer punto de la oración: “llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios” (v. 11).

Al principio de la oración de Pablo, está el amor (v. 9). Pues es este amor, que abunda “en ciencia y en todo conocimiento”, el que nos capacita para ser “sinceros e irreprensibles para el día de Cristo”. Es este amor que da “frutos de justicia”.

Sin amor, no hay “frutos de justicia”. No podemos estar llenos de “frutos de justicia” si el amor no abunda “aún más y más” en nosotros, como dice el verso 9. Estos “frutos de justicia” no son lo mismo que el fruto del Espíritu, descrito en Gálatas 5:22-23. El fruto del Espíritu tiene que ver con nuestro corazón, con lo más íntimo de nosotros. Consiste en que, por medio del Espíritu Santo, estemos llenos de “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza”.

Los “frutos de justicia”, al contrario, son visibles por fuera. El teólogo y pastor James Montgomery Óbice, lo explica así: “El fruto de justicia es el fruto producido por la justicia. Se ve en los innumerables actos de amor y en el servicio al cual está llamado cada creyente en Jesucristo”.

Por lo tanto, los “frutos de justicia” son las buenas obras (comp. Tito 2:14). Por esta razón, según John MacArthur, el versículo de Filipenses 1:11 se podría parafrasear correctamente así: “llenos de frutos producidos por la justicia”. Cuando nuestro amor abunde más y más, nos llevará a una vida justa y llena de frutos, es decir, de buenas obras. Este es el ruego de Pablo “para alabanza de Dios”.

Pablo ora porque los creyentes crezcan en amor abundante y lleven una vida justa, de manera que produzcan mucho fruto. Piensa también en el “día de Cristo” (v. 10), en el cual cada uno recibirá “según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Co. 5:10). El deseo de Pablo es que, en aquel día, los creyentes puedan presentar muchos frutos producidos por la justicia.

Sí, debemos ser “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa”, en medio de la cual resplandecemos “como luminares en el mundo” (Fil. 2:15). Pero antes que Pablo enseñe a los filipenses, por medio de indicaciones prácticas, cómo comportarse “como es digno del evangelio de Cristo” (Fil. 1:27), hace esta oración, en el capítulo 1:9-11. Ora porque sabe que tanto el querer como el hacer dependen de Dios (Filipenses 2:13).

Por eso, Pablo subraya en su oración que los frutos de justicia “son por medio de Jesucristo” (v. 11). Nosotros, los cristianos, solamente podemos llevar frutos de justicia por medio de Él. Él es nuestro vivir (Filipenses 1:21). Él es nuestro ejemplo (Filipenses 2:5). Él es nuestra meta (Filipenses 3:14). Y Él es nuestra fortaleza (Filipenses 4:13).

Una y otra vez, Pablo usa en esta carta la expresión “en Cristo”. Nuestra gloria y profunda satisfacción deben radicar “en Cristo” (Filipenses 1:26). La consolación la recibimos “en Cristo” (Filipenses 2:1). Pablo tiene firmes esperanzas “en el Señor” (Filipenses 2:19; comp. 2:24). Debemos gozarnos “en el Señor” (Filipenses 3:1; 4:4), permanecer firmes “en el Señor” (Filipenses 4:1) y ser de un mismo sentir “en el Señor” (Filipenses 4:2). Solamente por medio de Jesucristo podemos llevar “frutos de justicia”. Pablo estaba seguro de una cosa: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). A veces se abusa de esta afirmación, usándola para justificar el actuar independientemente de Dios, sin embargo, lo que nos revela, ante todo, es que es solamente la fuerza de Jesucristo es la que nos capacita.

Al fin y al cabo, es únicamente por el Dios uno y trino que podemos obrar–tal como Pablo lo subraya en toda la carta. Por ejemplo, una y otra vez se refiere al Espíritu Santo (comp. Filipenses 1:19; 2:2), pues servimos “por el Espíritu de Dios” (Fil. 3:3). Muchas veces pensamos que al poner nosotros nuestra voluntad, Dios añadirá el hacer. Pero Pablo va un paso más lejos. Explica en Filipenses 2:13: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Es Dios el que ha comenzado “la buena obra” en nosotros, y “la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6). Dios nos concedió poder creer en Cristo, e incluso poder sufrir por Él (Filipenses 1:29). Y nos suplirá todo lo que nos falta “conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:19). Sin Dios y sin Jesucristo, nada podemos hacer (comp. Juan 15:5).

Así como un pez no puede vivir ni avanzar sin agua, tampoco podemos vivir ni avanzar sin Jesucristo. Para poder producir “frutos de justicia”, necesitamos a Jesucristo. Él da el agua de vida (Juan 4:14). Solamente por Él pueden correr ríos de agua viva de nuestro interior (Juan 7:38). Estudiando tan solo esta oración de Pablo en Filipenses 1:9-11, basta para que comprendamos que los “frutos de justicia” únicamente pueden ser el resultado de la obra de Dios en Jesucristo. Si no, Pablo no los pediría en oración.

En los siguientes versos de la carta a los filipenses, Pablo muestra de una manera muy práctica cómo los cristianos pueden llevar “frutos de justicia” por Jesucristo: adoptando, por ejemplo, Su manera de pensar (Filipenses 2:5), dejando todas las peticiones “delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Fil. 4:6)–o haciendo lo que aprendieron y recibieron, oyeron y vieron en Pablo (Filipenses 4:9). En otras palabras: el creyente en Cristo produce frutos de justicia si pone en práctica las ordenanzas de las cartas apostólicas– en nuestro caso Filipenses– en la vida cotidiana.

Una cosa debería quedar clara para nosotros: siendo que, como dice Filipenses 1:29, nos fue concedido a causa de Cristo que creamos en Él, ya estamos “en Cristo”. Los cristianos son personas que viven activamente “como es digno del evangelio de Cristo” (Fil. 1:27) y se ocupan de su salvación “con temor y temblor” (Fil. 2:12). Pero no lo hacen para llegar a estar “en Cristo”, sino porque ya están “en Cristo”. En otras palabras: el que produce “frutos de justicia”, muestra con esto que ya está “en Cristo” y que Dios empezó en él la “buena obra”, la cual también “perfeccionará”.

Pablo expresa en su oración que los “frutos de justicia por medio de Jesucristo”, son una consecuencia lógica del hecho de ser cristiano, y él ora para que los filipenses evidencien estos frutos en gran cantidad. Es cierto que fuimos salvos por gracia, “por medio de la fe”, y esto no de nosotros; “no por obras, para que nadie se gloríe”, sino que somos hechura de Dios, “creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2:8-10). Con esto queda claro a quién corresponde toda la honra cuando producimos “frutos de justicia”: únicamente a Dios. Pablo ora para gloria de Él. Debemos producir buenos frutos para Su honra. Y Dios mismo hará que todo sirva para Su honra.

Toda la vida cristiana sirve “para gloria y alabanza de Dios” (Fil. 1:11). Para esto fuimos puestos en este mundo y para esto fuimos salvos. Pablo nos dice en Filipenses 2:13 por qué Dios produce en nosotros “así el querer como el hacer” – a saber: “por su buena voluntad”, o: “para su beneplácito”, como traduce La Biblia de las Américas. Se trata de Él. Por eso, Pablo exclama al terminar la carta a los filipenses: “Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Fil. 4:20).

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