Ultracongelado, inmortal y otra vez descongelado: ¡la ilusión continúa!

Kurt Schenker

¿Esperar mejores tiempos? Un análisis de la así llamada criónica.

Últimamente, aparecen cada vez más artículos en revistas y aportes en YouTube, redactados por defensores de la criónica. Con videos correspondientes al tema, creen que la criónica ofrecería la posibilidad de proteger del proceso de desintegración el cuerpo de un ser humano después de su fallecimiento, y la de transportarlo a un futuro con posibilidades medicinales totalmente nuevas.

Los investigadores mayormente son científicos o soñadores que quieren combatir la muerte, porque no pueden aceptar el hecho que, de acuerdo a la creación, los seres humanos debemos morir. Eso entonces lleva a afirmaciones valientes, como por ejemplo: “Yo quiero combatir la muerte”. Esta declaración se encontraba en el expediente “Futuro”, MIGROS MAGAZIN Nº 26, págs. 12–18, del 24/6/2019.

En dicho artículo, el biólogo molecular Patrick Burgermeister dice: “Que tengamos que morir es una de las ideas más brutales existentes. Saber que un día todo se termina –y para siempre– hace que algunos se refugien en la religión y que otros simplemente repriman el hecho”.

Ni reprimir la muerte ni buscar refugio en una religión es la solución. Del mismo modo, no soluciona nada que las personas, después de su fallecimiento, sean ­almacenadas de forma ultracongelada, para que así, algún día, se les pueda revivir. Este intento no solamente es absurdo, sino que también sería injusto. Es un deseo típicamente humano que, después de la muerte, queramos eludir toda responsabilidad por nuestros actos durante la vida. En otras palabras: sin tener que rendir cuentas de lo que hemos hecho.

La Palabra de Dios, la Biblia, aquí enseña claramente desde tiempos inmemoriales, que nosotros los humanos tenemos que morir – y nos dice claramente también por qué eso es así. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre [Adán], y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron…” (Ro. 5:12). Y en Romanos 6:23 está escrito: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Ambos versículos se remontan a la narración de la creación en Génesis, y desde ese tiempo, corroboran la exactitud de estas palabras. El ser humano debe morir porque es un pecador caído y perdido. Y no es posible endulzar esa verdad. Desde el primer pecado, hace miles de años atrás, demostramos diariamente, y eso en todos los pueblos y en todas las naciones, que la Palabra de Dios es correcta.

Sobre todo en el tiempo actual, cuando en todo el mundo muchas cosas se van de las manos, y en todas las áreas y en todas las clases sociales. No necesitamos mencionar los detalles aquí. De eso se encargan diariamente los medios de comunicación, como los medios impresos y los electrónicos. Ellos son capaces de deleitar al mundo durante poco tiempo con cosas agradables y desagradables o incluso causar un gran alboroto. La política habla mucho de paz y de derechos humanos, y al mismo tiempo, compra armas como loca… a pesar de promesas mutuas de no hacerlo. Miles de personas están huyendo y deben abandonar su patria arruinada –mayormente por mala gestión y corrupción, violencia y persecución. Pero la élite gobernante en el país se enriquece cada vez más y es cada vez más desconsiderada; ¡y cuando la gente necesita ayuda al desarrollo, esta se espera de los “otros”! No hay nadie que les haga recordar su deber a los responsables. También en países más avanzados, con una economía en auge, no se puede poner freno a la codicia por más ganancias, a pesar que de ese modo se pierden muchos lugares de trabajo y desaparecen por racionalización. Y finalmente también se debe mencionar la desaparición de la decencia y la moral en todas las clases sociales.

Volviendo al tema “combatir la muerte” para vivir eternamente, deberíamos considerar lo siguiente: en Génesis 2:7 se encuentra la frase: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. Si ahora se quiere congelar a una persona después de su fallecimiento, se genera un problema. Porque, si la persona está realmente muerta, su alma ya no está; pero esta no está muerta sino vive. Con respecto a esto hay un pasaje bíblico impactante en el Evangelio de Mateo: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (cap. 10:28).

Lo que queda en el ataúd son piel y huesos, en una urna, la ceniza. Pero lo que un día representará a la persona fallecida son el espíritu, el alma y el cuerpo. De modo que lo que es ultracongelado y luego descongelado, es materia sin espíritu, sin alma. ¿Y justamente de esos cuerpos descongelados sin alma, que ni siquiera se merecen el término “ser humano”, es que la ciencia y la humanidad esperan un mundo mejor? ¿Un mundo en el que realmente valdrá la pena vivir eternamente? ¿Un hermoso mundo nuevo y pacífico, a pesar de que hasta ahora no hemos logrado entendernos entre nosotros? Jesucristo dice: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn. 14:27).

Los crionicistas quieren combatir la muerte y tener vida eterna. ¡Pero si esta posibilidad ya existe! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16). El camino para llegar a eso se llama: reconocer el pecado, confesar el pecado, hacer confesión y conversión a Jesucristo, el Salvador y Redentor de nuestras almas y del pecado.

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