¿Sigue siendo válida la creencia en el nacimiento virginal? - Parte 2

Alexander Schick

Las consecuencias de la interpretación histórico-crítica de la Biblia se hacen sentir desde hace muchas décadas en el fundamento eclesiástico. Muchas veces se escucha decir, “¿nacimiento virginal? ¡Pero eso como persona moderna ya no se puede creer!”. Y una y otra vez se escucha como explicación que en el texto hebreo del Antiguo Testamento no diría “nacido de una virgen” sino “nacido de una mujer joven.” Pero entonces, inmediatamente, uno debe hacerse la pregunta dónde está el gran milagro, pues la mayoría de las mujeres jóvenes en aquel tiempo daban a luz a un niño (y eso ya siendo muy jóvenes). ¡Eso de seguro no sería un milagro y mucho menos una señal divina!

Debemos considerar a esta importante profecía de Isaías 7:14 en su contexto. El profeta dirige estas palabras al rey Acaz de Judá, el padre del rey Ezequías. Para el conocido teólogo y pastor evangélico Sven Findeisen, la profecía de Isaías 7 es muy dramática “porque fue declarada en un tiempo de apostasía inaudito: en medio de la amenaza del reino del norte, Acaz busca ayuda en Damasco, y frente a su rey dice: ‘yo soy tu siervo’. En Jerusalén no solo hace ‘pasar por el fuego’ a sus hijos, sino también hace levantar una copia del altar idolátrico de Damasco. (…) Finalmente, incluso hizo cerrar el templo. ¡Más profundo ya no podía caer!”.

No había acceso al templo ni su Lugar Santísimo. Sobre este rey impío leemos en 2 Reyes 16:1 y en 2 Crónicas 28:22-25: “Además el rey Acaz en el tiempo que aquél le apuraba, añadió mayor pecado contra Jehová; porque ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que le habían derrotado, y dijo: ‘Pues que los dioses de los reyes de Siria les ayudan, yo también ofreceré sacrificios a ellos para que me ayuden; bien que fueron éstos su ruina, y la de todo Israel’. Además de eso recogió Acaz los utensilios de la casa de Dios, y los quebró, y cerró las puertas de la casa de Jehová, y se hizo altares en Jerusalén en todos los rincones. Hizo también lugares altos en todas las ciudades de Judá, para quemar incienso a los dioses ajenos, provocando así a ira a Jehová el Dios de sus padres”.

¡Ahí se le presenta el profeta Isaías! ¡A Acaz, este rey que le dio la espalda a Dios, y con eso, a todas las personas que dudan y están lejos del Señor, se les prometió una señal especial! Y esa es una señal potente, a través de la cual Dios se revelaría como verdadero soberano, como el Dios santo a quien nada le es imposible. El profeta Isaías desafía a Acaz, diciendo: “Pide para ti señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto” (Is. 7:11). Acaz responde con hipocresía: “No pediré, y no tentaré a Jehová”. Con su comportamiento impío, ya había desafiado la benevolencia de Dios más allá de cualquier límite, y por eso el profeta Isaías le contesta: “¡Oíd ahora, casa de David [esto se refiere sobre todo a la dinastía real]! ¿Os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo seáis a mi Dios?” (7:13). Y ahora viene la poderosa predicción del profeta: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: he aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Dios con no­sotros)” (Is. 7:14).

Esta promesa se ha cumplido en Jesucristo. Si hubiera dicho tan solo “una mujer joven concebirá”, ¿qué señal extraordinaria y poderosa habría sido esa? En aquel tiempo, el 99% de las mujeres jóvenes entre 14 y 20 años quedaban embarazadas. ¡Esto era totalmente normal!

De modo que en Isaías 7:14 se trata de algo muy diferente, ¡de algo extraordinario! Eso también lo sabían los primeros traductores de la Biblia. Cuando entre el III y II siglo antes de Cristo la Biblia hebrea fue traducida al griego (Septuaginta), los teólogos judíos deliberadamente escogieron la traducción “virgen”, ya que solo esta palabra reproduce correctamente el texto. Reprocharles falta de conocimiento o una traducción defectuosa, ya es una imputación grosera. No deberíamos ser tan presumidos en pensar que 2,000 años más tarde lo sabemos todo mejor. Los traductores de aquel tiempo sabían muy bien el significado que tenía cada palabra individual.

Eso también lo señaló el ya fallecido Profesor Otto Betz, pionero en la investigación de Qumrán. Con insistencia advertía sobre la declaración falsa que se escucha una y otra vez, de que “el milagro del nacimiento virginal de Jesús habría sido injustamente fundamentado en Isaías 7:14 (…) y que el profeta Isaías no habría pensado en un nacimiento virginal. Pero esta objeción no es justificada”. El Profesor Betz, un judaista reconocido en el mundo entero, hace constar lo siguiente:

“Es que la palabra poco usada almah no se refiere a una mujer joven casada, sino a una chica joven en edad de casarse que todavía es virgen (virgo matura). En la Biblia, Rebeca es designada de esta manera cuando se encuentra con el casamentero Eliezer (Génesis 24:43), o la hermana de Moisés cuando entrega a su hermano pequeño en un canasto en el Nilo (Éxodo 2:8). Este diagnóstico no sorprende, ya que Isaías le había prometido a su rey una señal y un gran milagro: ‘Demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto’ (Isaías 7:11). El embarazo de una ‘mujer joven’ no habría sido un milagro. Probablemente Isaías debía anunciar el nacimiento de un hijo real judaico y un David mesiánico al estilo de 2 Samuel 7:12-14 (cp. Isaías 9:5ss). Con el indicio del milagro del nacimiento virginal, Isaías quería señalar que un rey tan miedoso e incrédulo como Acaz no podría ser padre de un hijo mesiánico (2 Samuel 7:12,14 [llamada ‘profecía de Natán’]; cp. también Isaías 9:5ss y 11:1ss)”.

Y el profesor Betz continúa:

“Mateo veía la profecía de Isaías cumplida en la maravillosa concepción de María y el nacimiento de Jesús. Según Lucas 1:30-33, fue el ángel quien le anunció a María de este milagro, (…) que en su cuerpo fue concebido el hijo de David mesiánico. Tan irresoluto como el rey Acaz aparece en Mateo el descendiente de David llamado José, quien estaba comprometido con María (Mateo 1:18-20). Al principio, él tampoco podía creer en un milagro y quería abandonar secretamente a la mujer embarazada (Mateo 1:19). Pero a diferencia de Acaz, él dejó que el ángel lo convenciera, y se hizo cargo de ella. Al darle nombre, él se definió como padre (terrenal) del niño, que a través de la adopción llegó a ser hijo de David (1:24ss)”.

El evangelista Mateo no cometió ningún error tonto cuando conectó el pasaje de Isaías con una virgen. Los traductores judíos de la Septuaginta han interpretado Isaías 7:14 con total corrección en su contexto, decidiéndose por parthenos, es decir virgen. Mateo tampoco cita una interpretación teológica defectuosa con “actualidad dogmática”, sino que “se remite a una reproducción judía de siglos de antigüedad de la profecía de Isaías”.

Al igual que con respecto al tema de la “virginidad”, en teología también se discute sobre cómo entender el asunto “Hijo de Dios”. La historia de la Navidad recibe una nueva luz a través del fragmento de Qumrán 4Q246 (cuarta cueva de Qumrán, fragmento Nº 246). En el primer renglón de la columna completa dice: “Hijo de Dios será llamado, e Hijo del Altísimo se le dirá…”. El título “Hijo de Dios” en este texto arameo de Qumrán es utilizado de manera muy similar a como aparece en las palabras del ángel citadas por el evangelista Lucas. También la locución “Hijo del Altísimo se le dirá” representa un paralelo sorprendente con la manera de expresarse en la historia de la anunciación. En Lucas 1:30-35, el ángel Gabriel le promete a María el nacimiento de Jesús con las siguientes palabras: “No temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo… El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. El punto de vista crítico de que relativamente tarde se haya aceptado un título como “Hijo de Dios” del paganismo y que sería un término atípico para el judaísmo, es refutado por los rollos de las Escrituras halladas en el Mar Muerto. El lenguaje del ángel no es ni “no judío”, ni se relaciona con el paganismo griego con sus cuentos y mitos.

¡Todo lo contrario! Si bien el evangelio de Lucas nos fue transmitido en griego, el trasfondo en este pasaje demuestra ser judío. Según sus declaraciones, Lucas investigó todo muy meticulosamente desde el principio, y escribió el evangelio para que el que lo recibiera pudiera conocer las Escrituras y ver lo verídico y fiel de aquello que se le enseñó (Lc. 1:1-5). Esto, sin embargo, no solo se refiere al primer lector, Teófilo, sino que es igualmente válido para nosotros hoy. No tenemos razón alguna para desconfiar de los informes del Nuevo Testamento.

Es común escuchar que en el antiguo mundo de los ídolos en Egipto o Grecia, se decía que todos los hombres importantes habían nacido de una “virgen”, y que de este modo también habría llegado la idea del nacimiento virginal al Nuevo Testamento. Este argumento también figura en el apéndice de la sección “Tablas y Datos” de la nueva Biblia de Lutero.

¡Pero eso no es verdad! En el caso de los mitos de los dioses griegos, orientales y del lejano oriente, detrás de cada nacimiento de un dios siempre estaba la procreación a través de una deidad; por ejemplo está el caso de Zeus quien, en la figura de un cisne, tiene relaciones sexuales con Leda. O recordemos la historia más que frívola, de cómo fue engendrado Alejandro El Grande: Zeus se convirtió en una serpiente de luz brillante y tocó el vientre de la madre. El nacimiento virginal en el Nuevo Testamento es completamente diferente, ya que no existió contacto íntimo entre Dios y María. Entonces, ¿por qué se pasa por alto esta diferencia elemental?

Una cosa tiene que quedar clara: quien, contrario al testimonio bíblico, dice que Jesús ha nacido de una “mujer joven”, con eso también dice que Jesús tenía un padre biológico. ¿Qué significaría eso? ¡Que entonces Jesús habría sido un humano totalmente normal! Y aunque fuera muy especial, se habría elevado a un humano a la altura de Dios. ¡Eso significa que los humanos habrían idolatrado a otro ser humano! Justamente eso hacían los romanos con sus emperadores: estos eran elevados a dioses por medio de la decisión del senado. Y nosotros a menudo hacemos eso hoy con estrellas e ídolos o aun con pastores. No­sotros mismos, en cierto sentido, creamos nuestros dioses.

¡En el caso de Jesús era justamente al revés! Después del Concilio de Nicea (credo cristiano más importante, aceptado por prácticamente todas las iglesias como credo vinculante), la cristiandad testifica genitum non factum (“nacido/engendrado [en griego y latín la misma palabra], no creado”). Cristo no fue creado. Él es y fue Dios. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios” (Jn. 1:1-2). “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:14). Por eso, Jesús es Hijo de Dios y el Redentor del mundo. Porque Jesús viene de Dios y Él mismo es Dios, y es el único que puede liberarnos de culpa y pecado; ningún humano puede hacerlo, solo el Hijo del Dios vivo y santo. Si Jesús fuera solo un humano a quien Dios hubiera adoptado en el bautismo (como mayormente declara la teología histórico-crítica) entonces Jesús habría seguido siendo humano, ¡y un humano no puede perdonarle los pecados a ningún otro humano! ¡Eso solo puede hacerlo Dios! Eso solo puede hacerlo Jesús, y solamente si Él es el Hijo de Dios.

La Biblia además nos advierte con insistencia que nos aferremos al evangelio (a la buena nueva). Aun si un ángel nos trajera un mensaje nuevo (imaginémonos: ¡estaríamos fascinados!), no debemos escucharlo, porque: “Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gá. 1:9). ¡Una advertencia dura y clara!

¿Y qué diría Lutero en cuanto a la “discusión sobre la virgen”? Para el reformador era seguro que Isaías 7:14 representa una de las profecías más poderosas en cuanto a Jesucristo. Cuando, en 1534, fue publicada por primera vez su traducción bíblica completa, en la introducción sobre el profeta Isaías, Lutero escribió que este, como ningún otro profeta, estaba prediciendo a Jesús y “también describiendo a la madre de Cristo, a la virgen María, y cómo ella concebiría y daría a luz a Jesús”. Posteriormente, cuando su traducción fue reimpresa por otros editores quienes cambiaron sus comentarios de los textos bíblicos, en las ediciones de Wittenberg, él mismo advirtió con insistencia a los lectores sobre esas “Biblias de Lutero falsificadas”. Al hacerlo, pidió insistentemente a todos sus “amigos y enemigos”, sus “maestros, impresores y lectores”, a no cambiar su Biblia y escribe: “Pero si le encuentran defectos”, entonces que produzcan una traducción propia y para ellos mismos, porque “yo sé bien lo que hago… Este testamento debe ser el testamento en alemán de Lutero. Porque del saber todo mejor y del cavilar no hay ni medida ni fin. Y todos sean advertidos de otras ediciones con mi nombre, porque ya he sabido lo mal que otros nos reimprimen”.

¿Qué diría Lutero ahora, si viera la nueva Biblia que todavía lleva su nombre? Tal como en aquel tiempo, él advertiría de esas explicaciones añadidas que tergiversan el texto bíblico. Para Lutero no había duda alguna de que Jesús nació de la virgen María, que resucitó físicamente y que algún día regresará. A esos conocimientos reformadores también debemos aferrarnos firmemente nosotros hoy en día, porque solo con Jesucristo como el verdadero Hijo de Dios puede haber auténtica redención. Para la persona que niega eso, Jesús tampoco es el único camino a Dios, y entonces tampoco asombra que el presidente del consejo de la EKD, Bedford-Strohn y el Cardenal Marx Lehmann, se quitaran sus cruces para no ofender a los musulmanes durante una visita en el Monte del Templo en Jerusalén.

¡Jesús no es solo un ejemplo en la fe! No, Él es el contenido de la fe bíblica. En Hechos 16:31 dice: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”.

Quien utiliza la nueva Biblia de Lutero 2017 debería tener claro que el apéndice “Tablas y Datos” respira el espíritu de la teología liberal histórico-crítica, que niega que Jesús sea el Hijo de Dios. En ese caso, prefiero utilizar ediciones de la Biblia que se saben comprometidas con una teología bíblico-histórica y que ofrecen comentarios que ayudan a la fe, como las explicaciones de la Biblia Elberfelder en alemán.

En 2017, no necesitábamos ninguna gran celebración de la Reforma, ni tampoco un feriado nacional. Nos hace falta un nuevo reformador que les objete a los teólogos liberales que a la Palabra no deben cambiarla.

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