¿Será que la inmigración a Israel sea más importante que la conversión de los judíos?

Avi Snyder

A muchos creyentes les es más importante el regreso de personas judías a Israel, que el hecho de contarles de Jesús. Porque ellos piensan que, en cuanto todos los judíos estén nuevamente reunidos en la tierra, ya le seguirá la salvación. Dictamen de un judío creyente en Jesucristo.

Creo firmemente en que llegará el día en que Dios reunirá otra vez en la tierra de Israel a todas las personas judías. Pero, ¿enseñan las Sagradas Escrituras que la reunión física de Israel debe preceder a la salvación espiritual de este pueblo?

Por supuesto que pasajes importantes, como Ezequiel 36:24-25, enseñan expresamente que Dios llevará a muchos de nosotros a Israel antes de salvarnos: “Y yo os tomaré de las naciones, os recogeré de todos los países y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vo­sotros agua limpia y seréis purificados de todas vuestras impurezas, y de todos vuestros ídolos os limpiaré.” No obstante un buen número de otros pasajes de la Biblia judía también dicen, que primeramente debemos arrepentirnos en los países de nuestro exilio –luego, Dios nos llevará de regreso a la tierra de Israel. De hecho, ya los textos bíblicos más tempranos dicen claramente sobre nuestro regreso a la tierra, que el arrepentimiento debe preceder el regreso. Un ejemplo: “Sucederá que cuando hayan venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, te arrepientas en medio de todas las naciones adonde te haya arrojado Jehová, tu Dios, te conviertas a Jehová, tu Dios, y obedezcas a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma, entonces Jehová hará volver a tus cautivos, tendrá misericordia de ti y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te haya esparcido Jehová, tu Dios” (Dt 30:1-3).

Ezequiel 20:34-38 nos dice exactamente lo mismo: “Os sacaré de entre los pueblos y os reuniré de las tierras en que estáis esparcidos, con mano fuerte y brazo extendido, y en el ardor de mi ira; os traeré al desierto de los pueblos y allí litigaré con vosotros cara a cara. Como litigué con vuestros padres en el de-sierto de la tierra de Egipto, así litigaré con vosotros, dice Jehová, el Señor. Os haré pasar bajo la vara y os haré entrar en los vínculos del pacto; y apartaré de entre vosotros a los rebeldes y a los que se rebelaron contra mí; de la tierra de sus peregrinaciones los sacaré, pero en la tierra de Israel no entrarán. Y sabréis que yo soy Jehová”.

Según este pasaje, Dios nos “enseñará las responsabilidades del pacto” (que nos fueron prometidas en Jeremías 31:31-34), mientras que nosotros todavía estemos en camino hacia Israel. Quien, no obstante, no quiera entrar en este pacto tampoco entrará en la tierra. Eso no debería sorprendernos, porque Dios siempre se mantiene fiel a Sí mismo. La primera generación que salió de Egipto no recibió el permiso de pasar a la tierra a causa de su incredulidad. Del mismo modo también a una generación más tardía le fue negado el acceso, por la misma razón –el pecado de la incredulidad.

Según Deuteronomio 30 y Ezequiel 20, Dios primeramente nos lleva a la fe estando nosotros en la diáspora y quita a los rebeldes en medio nuestro; recién después de eso Él nos lleva de regreso a la Tierra Prometida.

¿Pero cómo es posible eso en vista de Ezequiel 36? No es un caso de “uno u otro”, sino de “tanto lo uno como lo otro”. Algunas personas judías no regresarán a su tierra hasta que se hayan arrepentido en el exilio. Otros recién se arrepentirán después de haber regresado a su tierra.

¿Pero que tienen en común estos dos escenarios, es más, qué tienen como centro común? El hecho, que según la voluntad de Dios, debemos arrepentirnos y regresar a Él. Todos estos pasajes bíblicos dejan claro que el interés principal del corazón de Dios no es el regreso de Su pueblo a la tierra, sino la salvación de Su pueblo y su regreso a Él.

Si nuestro regreso a Israel fuera la clave para la salvación y el aliyah nacional la condición básica para la segunda venida del Señor, deberíamos preguntarnos: ¿por qué ni una prédica en los Hechos de los Apóstoles y en ninguna carta de los apóstoles contiene siquiera una sola convocatoria a nosotros a regresar a la tierra de Israel? Pedro y Pablo servían entre judíos en el exilio. Lo mismo también era cierto de los demás apóstoles y discípulos dispersos en el extranjero. Si bien Israel, bajo la ocupación romana en aquel entonces, todavía existía como Estado geopolítico, un número considerable de personas judías ya vivían en la diáspora. Por todas partes, en los imperios de los romanos y de los partos, había congregaciones judías florecientes. Había grupos considerablemente grandes de judíos, por ejemplo, en Roma y en Alejandría, por nombrar dos solamente. Pero en ninguna parte del Nuevo Testamento leemos que los discípulos nos habrían exhortado a regresar a la tierra de Israel. En lugar de eso, nos exhortaban al arrepentimiento y a aceptar al Señor.

Las promesas de Dios con respecto a la tierra son verdad, garantizados y eternos. Lo mismo es cierto de Sus promesas con respecto a nuestro regreso. La pregunta central, sin embargo, no es el momento de nuestro regreso a la tierra, sino el momento de nuestro regreso al Señor. Es seguro que Dios nos llevará de regreso a la tierra de Israel. Pero lo que le es más importante al corazón de Dios, no es si estamos parados en la tierra, sino si estamos parados en la Roca.

Extracto de Juden brauchen Jesus nicht ... und andere Irrtümer (Los judíos no necesitan a Jesús… y otros errores), págs. 121-124

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