Señor, ¿hasta cuándo?

Fredy Peter

Ante las dificultades, el sufrimiento y la injusticia experimentados en el matrimonio, en los vínculos familiares, entre parientes, en el barrio, en el trabajo o en la sociedad, muchos de nosotros nos preguntamos: ¿Cómo continuará todo esto? El salmo 94 nos brinda la respuesta que necesitamos.

¿Cómo podemos conciliar las duras experiencias personales, los trágicos acontecimientos sociales y la situación en Oriente Medio, y el resto del mundo, con la omnipotencia de Dios? Es probable que oremos diciendo: “Señor, ¿dónde estás?, ¿por qué los inocentes que te temen sufren mientras los culpables prosperan sin ti?, ¿por qué hay tanta injusticia? Señor, ¿hasta cuándo?”.

Esta cuestión, expresada en Salmos 94, es tan antigua como la humanidad. El salmo representa una descripción de la sociedad que se ajusta de manera muy apropiada a este siglo xxi, el clamor de todas las generaciones de creyentes que sufren la injusticia. Sus palabras muestran un aparente triunfo de los injustos sobre los justos; sin embargo, presenta razones por las que los hijos de Dios debemos tener esperanza a pesar del incomprensible sufrimiento. Al mismo tiempo, no debemos perder de vista que este salmo se dirige sobre todo a Israel: después de todo, forma parte de su cancionero.

El salmo 94 es un cántico personal y profético que describe las circunstancias de los últimos tiempos, poco antes del regreso de Jesús y el establecimiento de Su reino en la Tierra. Por ende, este salmo será cantado por el afligido remanente de creyentes de Israel cuando, durante el período de la Gran Tribulación, suplique: “Señor, ¿hasta cuándo?”

¿Quién es este remanente fiel y cómo sabemos que este salmo describe el tiempo anterior al regreso de Jesús? Indaguemos un poco en el texto con el fin de responder a estas preguntas.

El siguiente evento en la agenda profética de Dios es el Arrebatamiento. Pablo describe este glorioso acontecimiento en 1 Tesalonicenses 4:16-18: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”.

Luego de este evento, el período de la tribulación de siete años comenzará con el reino de terror del Anticristo, seguido por los juicios sin precedentes de Dios. Jesús lo describe de la siguiente manera en Marcos 13:20: “Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos días”. Estos “escogidos” constituyen el llamado remanente creyente, es decir, personas que creerán genuinamente en Cristo durante el tiempo del juicio y se negarán a adorar al Anticristo y a aceptar su “marca […] o el nombre de la bestia o el número de su nombre” (Ap. 13:17). Como consecuencia de haber tomado esta decisión, no podrán comprar ni vender nada y serán cruelmente perseguidos. Este plan de absoluto control sobre las personas ya se ha puesto en marcha en la actualidad.

Un programa de la televisión suiza mostró cómo en Shanghái y otras ciudades chinas la población es controlada a través de innumerables cámaras colocadas en las calles y las casas: 

Si, por ejemplo, alguien cruza la calle en rojo, su nombre y su cara aparecen en tiempo real y de forma pública en una gran pantalla digital. China dice que esta medida conducirá a una mayor seguridad y orden. Es más, lo que no ve la cámara, lo ve el móvil […]. Este país está introduciendo el llamado sistema de crédito social de 350 a 950 puntos. El Estado determina, usando criterios no revelados, lo honesto, rico, digno de confianza o políticamente correcto que es alguien, otorgándole los correspondientes puntos de crédito digital […]. Gracias a los 1,800 millones de usuarios chinos que reservan, piden y pagan todo a través de las aplicaciones de su celular, esto avanza de manera alarmante. Pues las personas con poco crédito se ven restringidas en su libertad de movimiento y acción […]. Uno de los pocos periodistas independientes que quedan, dijo no poder viajar ya en tren o en avión: cuando hace una reserva, mandan un mensaje a su teléfono móvil con el siguiente aviso: “Está registrado como persona deshonesta. Temporalmente no podrá comprar un billete”. Tampoco puede obtener su vivienda ni comenzar un negocio. 
SRF1, Rundschau, 25.04.18.

Ahora bien, podríamos decir que se trata de China, un país lejano que no nos concierne. ¿O será que sí?    

El informe también reveló que son cada vez más los Estados que empiezan a interesarse en un sistema similar.

¡El Gobierno anticristiano proyecta sus sombras hacia adelante! Frente a esto, preguntamos ansiosos: “Señor, ¿hasta cuándo?”

El período de siete años de tribulación terminará finalmente con el regreso del Señor Jesús, donde, con gran poder y gloria establecerá el reino milenial de paz y dictará justa sentencia.

¿Cómo sabemos que el salmo 94 está dirigido sobre todo al remanente judío y que este describe el tiempo de horror previo a la venida de Jesucristo? Como se ha dicho, los salmos son el cancionero y el libro de oraciones del pueblo de Israel. Por otra parte, el salmo menciona dos veces al pueblo del Señor (vv. 5 y 14) y una vez al Dios de Jacob (v. 7). Además, forma parte de una serie de ocho salmos llamados “salmos imperiales” o “salmos del rey Yahvé”, que van desde el salmo 93 al 100.

Por cierto, en la Septuaginta (la traducción griega del Antiguo Testamento) estos salmos son atribuidos a David, con excepción del salmo 100. Aunque en las Biblias alemanas no aparece esta referencia, no tenemos razones para dudar de los traductores judíos que trabajaron en esta versión a partir del 280 a. C. en Alejandría.

Los salmos 93 al 100 describen la fundación del reino milenial de Jesucristo. Como dice Arno Gaebelein en su Biblia Comentada: “[cantan]… en su mayor parte, de Su reinado como juez y de las bendiciones de la era venidera”.

Jesús es el Rey de Israel y SEÑOR de todas las naciones
– Salmos 93: el Señor como Rey.
– Salmos 95: la adoración del Rey.
– Salmos 96: la majestuosidad del Rey.
– Salmos 97: el poder del Rey.
– Salmos 98: la alabanza al Rey.
– Salmos 99: la santidad del Rey.
– Salmos 100: la exuberante acción de gracias para con el Rey.

Dentro de esta serie sobre el próximo Gobierno soberano de Dios sobre Israel y las demás naciones, se encuentra Salmos 94. Pero… ¿cuál es su conexión con los salmos antes mencionados? Este salmo trata del justo juicio del Rey que precede al establecimiento de Su reino, lo que nos lleva a la primera estrofa de este cántico personal y profético. Se trata de la introducción y consta de tres versos; comienza con la insistente petición de los fieles.

La petición insistente de los fieles
El versículo 1 dice: “Jehová, Dios de las venganzas, Dios de las venganzas, muéstrate”. Un comienzo notable, pues este es el único pasaje en toda la Biblia en el que se nombra al Señor como el “Dios de la venganza”.

Nos gusta llamar al Señor “Dios de amor” (2 Corintios 13:11), “Dios de paz” (Filipenses 4:9), “Dios de esperanza” (Romanos 15:3), “Dios de toda gracia” (1 Pedro 5:10) o “Dios de todo consuelo” (2 Corintios 1:3), pero nunca Dios de la venganza, mucho que menos dos veces en una misma frase. Eso no sería aceptado en estos tiempos de “tolerancia”, ¿O sí?

Arthur W. Pink escribió al respecto: 
Es triste encontrar a tantos que profesan ser cristianos que aparentemente consideran la ira de Dios como algo por lo cual tienen que pedir disculpas, o al menos les gustaría que no hubiera tal cosa… Otros abrigan el error de que la ira de Dios no es coherente con Su bondad, y por eso intentan borrarla de sus pensamientos… Pero a Dios no le da vergüenza proclamar que la venganza y el enojo son Suyos… La ira de Dios es tanto una de las perfecciones divinas como lo es Su fidelidad, poder o misericordia… La misma naturaleza de Dios hace del infierno una necesidad tan real como el Cielo.1

Dios es santo, lo que significa “apartado”. Sin embargo, ¿de qué está apartado? Está separado del pecado y, por lo tanto, también lo rechaza: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio…” (Hab. 1:13). ¿Cómo haríamos para presentarnos delante de un Dios santo con la intención de mantener una eterna comunión con Él? Sin duda, necesitamos que alguien asuma nuestra culpa. ¡Eso es exactamente lo que Jesús hizo en la cruz por nosotros!

Dios no solo es santo, sino también omnisciente –conoce nuestras motivaciones al obrar. Él es el único capaz de juzgar con verdadera justicia. No obstante, la venganza no se trata, en el caso de Dios, de un ataque de ira desenfrenada, sino de la justa retribución a toda persona que ha cometido injusticia. Cuando el salmista clama por la venganza de Dios es porque la justicia terrenal ha fracasado. Durante el tiempo de la Ley, el pueblo de Israel no veía mal la venganza o la represalia ante actos injustos. Empero, los creyentes que vivimos en la era de la gracia, no nos corresponde responder de ese modo, pues en este nuevo pacto se nos exhorta a amar a nuestros enemigos (Mateo 5:44), a vencer con el bien el mal (Romanos 12:21) y a soportar, sufrir y aguantar (Efesios 4:1 y ss.; Colosenses 3:13). Por supuesto, no se trata de cerrar los ojos ante la injusticia, sino de seguir el consejo de Romanos 12:19: “…no os venguéis, amados, sino dad lugar a la ira [de Dios]”. Vale aclarar que esto excluye la defensa propia y el auxilio a una persona en peligro de muerte: ese es nuestro auténtico deber cristiano.

El Dr. G. Wasserzug dice: “Nadie puede tomar venganza, sino Aquel a quien se le ha encomendado todo juicio. Los salmos de venganza son cantos del tiempo del regreso del Señor, cuando Él tomará una terrible venganza sobre todos los que han perseguido a su pueblo”2.

Solo podemos entender las palabras de este salmo si reconocemos su sentido profético: “¡Engrandécete, oh Juez de la tierra; da el pago a los soberbios! ¿Hasta cuándo los impíos, hasta cuándo, oh Jehová, se gozarán los impíos?” (Sal. 94:2-3).

¿Quién es este juez de la Tierra? El Evangelio de Juan responde a esta pregunta: “…el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo” (Juan 5:22). Por lo tanto, el salmista se refiere proféticamente a Jesucristo. Durante el terrible período de la Tribulación, los creyentes perseguidos esperarán el regreso, el resplandor y la revelación del perfecto Juez, el Señor Jesús, clamando: “¡Señor Jesús, ven! Señor, ¿hasta cuándo?”.

En el contexto de los salmos, los soberbios son aquellos que se exaltan poniéndose por encima de Dios y se regocijan en la transgresión. La venida de Jesús con gran poder y gloria pondrá fin a la alegría de los malvados. Entonces se escucharán los clamores que durante generaciones han elevado al trono de Dios los oprimidos, los perseguidos y los afligidos. Y será en ese tiempo donde cesarán las blasfemias del más grande de los impíos, el Anticristo. Pablo lo describe de forma dramática en 2 Tesalonicenses 2:8: “…a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida”.

En segundo lugar, tenemos la siguiente estrofa, compuesta, como todo el cántico, de cuatro versículos. Se trata del proceder insolente de los impíos.

El proceder insolente de los impíos
En este momento, David comienza a ser más específico, describiendo el carácter y las acciones de los malvados: “¿Hasta cuándo pronunciarán, hablarán cosas duras, y se vanagloriarán todos los que hacen iniquidad?” (Sal. 94:4). ¿Acaso no es esto lo que día tras día escuchamos o vemos en los medios de comunicación, sobre todo en lo que respecta a Israel? Los discursos insolentes y arrogantes del mundo islámico y los medios de comunicación internacionales rozan lo grotesco.

El versículo 5 evidencia, como ya fue mencionado, que se trata de Israel. David sabía de lo que hablaba al afirmar: “A tu pueblo, oh Jehová, quebrantan, y a tu heredad afligen”.

La poesía hebrea se basa en el acento y la acentuación de las palabras importantes, y da mucha importancia al paralelismo, es decir, que un versículo esté formado por dos o más líneas paralelas. El pensamiento del primer versículo se repite o se complementa en el segundo a través de una sinonimia, o se contrasta con una antonimia. Lo vemos de forma muy práctica en el versículo 5, donde el primer versículo “A tu pueblo, oh Jehová, quebrantan” se repite en el segundo versículo, pero con diferentes palabras: “Y a tu heredad afligen”. Tanto “tu pueblo”, como “tu herencia” se refieren a Israel.

David no profetiza tan solo acerca de los pueblos enemigos de Israel, sino también de los impíos que habitaban entre ellos: “A la viuda y al extranjero matan, y a los huérfanos quitan la vida” (v. 6). Una situación realmente deprimente.

Los impíos siempre se aprovechan de los más débiles e indefensos: las ancianas, los extranjeros, las viudas y los huérfanos. David da razón de su despiadada maldad en el versículo 7: “Y dijeron: No verá JAH, ni entenderá el Dios de Jacob”.

Cuando el temor y el reconocimiento de Dios disminuyen, la humanidad comienza a deformarse. Si no hay Dios, puede hacerse lo que quiera sin ser responsable ante nadie. De este modo, las puertas de la corrupción se abren de par en par; estas semillas están germinando en nuestra sociedad y sus frutos son cada vez más evidentes.

¿Quiénes son los más vulnerables en la actualidad? ¡Los no nacidos! Podemos encontrar en Internet un conteo del número total de abortos desde 1980. Más de 1,600 millones de bebés han sido abortados hasta la actualidad: “Y dijeron: No verá JAH, ni entenderá el Dios de Jacob” (v. 7).

¿Será que realmente Dios no presta atención?, ¿acaso no vemos una respuesta del Señor en la creciente islamización? Lutero dijo hace más de 500 años respecto a la amenaza de la islamización: “Dios está agitando este látigo sobre la cristiandad y la cristiandad está llamada al arrepentimiento por la amenaza de los turcos y no a defenderse militarmente contra el castigo decretado por Dios”. Es como si Dios dijera: “De acuerdo, no quieres escuchar a mi Hijo amado, entonces te daré ‘otro dios’ para que gobierne sobre ti”.

Al igual que el odio contra el pueblo de Dios y contra el Dios de Jacob, se fanatiza cada vez más el desprecio y la persecución al pueblo celestial del Señor, Su Iglesia; también crece, no solo en los países islámicos, donde se da de manera especial, sino también en las naciones europeas. Según la Lista Mundial de la Persecución 2021 de Puertas Abiertas, más de 300 millones de cristianos estuvieron “expuestos a un grado de persecución extrema” durante este año. ¿Acaso el Señor no ve estas cosas? Parece estar ocurriendo lo dicho en Eclesiastés 8:11: “Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal”.

En la tercera estrofa, David se expresa en este sentido, hablando acerca de la necedad de los impíos.

El pensamiento necio de los impíos
El versículo 8 del salmo 94 dice: “Entended, necios del pueblo; y vosotros, fatuos, ¿cuándo seréis sabios?”. Podríamos decir que la Biblia no anda con rodeos en este sentido, rozando tal vez lo políticamente incorrecto, pues las palabras de David podrían traducirse: “La gente sin Dios es irracional y estúpida” [sugerimos leer este verso en otras traducciones, Nota de la Redacción]. El término “irracional” (sin conocimiento) se utiliza en otras partes de la Biblia para describir a los animales, quienes se rigen por el instinto (véase, por ejemplo, Salmos 49:20). Qué valoración tan devastadora es del hombre moderno que confunde el conocimiento con la sabiduría.

El versículo 9 dice: “El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?”. ¡Ha sido el gran ingenio de Dios el que ha permitido que los sonidos y las palabras habladas entren a nuestro oído interno en forma de ondas sonoras, donde se transforman en impulsos nerviosos y son finalmente transportadas al cerebro! ¡Ha sido el gran ingenio de Dios el que creó el ojo, transformando las ondas electromagnéticas que emanan de los objetos en un proceso muy complejo, con el fin de que percibamos los colores, la luz y las formas! ¿Acaso este mismo Dios no debería oír y ver? Pero esto no es todo: no solo tiene el control sobre las células nerviosas más pequeñas, sino que dirige los grandes acontecimientos del mundo.

El versículo 10 sigue diciendo: “El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre la ciencia?”. Dios establece y destituye reyes: Él es el Señor de la Historia, y tiene un plan de salvación para este mundo. Él ha destituido, por ejemplo, a emperadores como César y Nerón, que tanto temían judíos y cristianos –hoy llamamos a nuestros perros con sus nombres–. ¿Siendo el Soberano, no debería Dios castigar a las naciones? 

El versículo 11 dice: “Jehová conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad”. Esta afirmación de David es sorprendente: Dios no es sordo, ciego o ignorante; por el contrario, ve todo lo que vemos, oye todo lo que oímos y se acuerda de todo lo que decimos y hacemos, conociendo incluso los pensamientos más profundos de nuestros corazones. Dios toma nota de cada uno de nuestros actos, de nuestras maquinaciones y de nuestros planes. Llegará el día en que todo ser humano deba responder por ellos ante el Juez justo. Estas advertencias son inquietantes; empero, el hombre que atiende con seriedad a estas verdades y admite su depravación ante Dios, poniendo su confianza en Él, vivirá lo que David escribió en la cuarta estrofa de su canción.

El propósito de la disciplina
Mientras que los tiempos de angustia serán un juicio para las naciones, también representarán una bendición para los hijos de Dios. David comienza a enfocarse ahora en la bienaventuranza de aquellos que temen al Señor, utilizando para esto palabras esperanzadoras, de fe y confianza: “Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges, y en tu ley lo instruyes, para hacerle descansar en los días de aflicción, en tanto que para el impío se cava el hoyo” (vv. 12-13).

Warren Wiersbe dice respecto a este versículo: “El salmista reconoce el hecho de que las dificultades de la vida pueden ayudarlo a madurar en su fe. Si Dios rescatara de inmediato a su pueblo de sus dificultades, se convertirían en ‘mocosos malcriados’ y nunca crecerían en fe o carácter”.

Todo Hebreos 12 nos enseña cómo la reprimenda de Dios no es una condena, sino una expresión amorosa de un Padre para con sus hijos. Aunque nos cueste entenderlo, el Señor se puede servir incluso de personas impías para ello, como muestra este salmo.

Al final de este versículo se da respuesta a la pregunta “Señor, ¿hasta cuándo?”: hasta que “el impío se cava [cave] el hoyo”. Llega el ajuste de cuentas, el día definitivo de la calamidad. Que a nadie del pueblo de Israel ni del mundo entero le quepa la menor duda: sin el arrepentimiento y el perdón de los pecados, el juicio es absolutamente seguro. No obstante, igual de cierta es la fidelidad incondicional de Dios hacia Israel: “Porque no abandonará Jehová a su pueblo, ni desamparará su heredad” (v. 14). Según John MacArthur este versículo constituye la base doctrinal de todos los salmos reales que van desde el 93 al 100 3.

El nombre de Dios, Yahvé, o la forma abreviada Jah, se utiliza once veces en el salmo 94, traducidas en muchas versiones como “Jehová”. Con este nombre se subraya, por un lado, Su inescrutable, inmutable y eterna autoexistencia. Yahvé es el “Yo soy el que soy” (Ex. 3:14). En segundo lugar, remarca la fidelidad de Dios a Su pacto con Israel. La mención tan frecuente de este nombre en el salmo 94 señala sobre todo este hecho: “He aquí mi pacto es contigo” (Gn. 17:4). Sí, “…no abandonará Jehová a su pueblo, ni desamparará su heredad”.

Este versículo es también la base de la gloriosa declaración de Pablo en Romanos 11:1: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera”. Esta expresión retórica apela a un modismo griego utilizado para rechazar fuertemente una declaración–expresa su horror a que siquiera se cuestione su respuesta4.

Qué tranquilidad cuando miramos hoy hacia Oriente Medio: ¡qué consuelo será para el remanente fiel en el tiempo de la tribulación cuando Israel está en su mayor angustia! Qué seguridad también para los hijos de Dios que, así como el futuro de Israel es seguro, nada ni nadie “…podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Ro. 8:39).

La liberación definitiva de todos los problemas será el regreso de Jesús, a lo cual hace referencia el último verso de esta estrofa: “Sino que el juicio será vuelto a la justicia, y en pos de ella irán todos los rectos de corazón” (v. 15), es decir, la verdadera justicia volverá a reinar en los tribunales cuando el Señor venga, y los justos se regocijarán. Pero este versículo podría referirse además a otro asunto, a saber, que Jesús no viene solo, sino con su Iglesia glorificada, como describe Judas 1:14-15: “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él”. Es curioso que este pasaje de Judas mantiene el mismo orden que el salmo 94: “jueces de la tierra” (v. 2), “impíos” (v. 3), “palabras impúdicas” (v. 4).

Tal vez alguno de nosotros se pregunte: el futuro es glorioso, pero ¿qué pasa con el presente?, ¿quién me ayudará ahora? Las respuestas se encuentran en la quinta estrofa de este salmo.

El poder salvador de Dios
El versículo 16 dice: “¿Quién se levantará por mí contra los malignos? ¿Quién estará por mí contra los que hacen iniquidad?”. Sí, ¿quién me ayudará?:“Si no me ayudara Jehová, pronto moraría mi alma en el silencio” (v. 17).

David relata en esta sección algunas situaciones que ha experimentado en lo personal, las cuales amenazaron su vida –la que hubiese perdido si no fuera por la ayuda del Señor–, pero Dios siempre llega a tiempo. Además del sufrimiento físico, David sufrió en lo espiritual, donde el Señor también intervino: “Cuando yo decía: mi pie resbala, tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba” (v. 18). 

¿Puede un cristiano tener miedo? Por supuesto. No obstante, el salmista nos muestra cómo afrontarlo: “En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma” (v. 19).

Es posible que en muchos momentos no encontremos una respuesta a la pregunta ¿por qué no interviene el Señor? Sin embargo, el consuelo de Dios no faltará, ni tampoco la certeza de que no estamos solos. Sí, “¡Dios puede dejar que los suyos se hundan, pero nunca dejará que se ahoguen!”5. Por lo tanto, Hebreos 4:16 es aplicable hoy a nuestras vidas: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. No obstante, la paz que recibimos de Dios no cambia la situación de opresión. Es por esto que, en la sexta y última estrofa, el salmista vuelve al tema inicial para proclamar a los impíos acerca de la paciencia de Dios.

La paciencia de Dios
El versículo 20 dice: “¿Se juntará contigo el trono de iniquidades que hace agravio bajo forma de ley?”. Se refiere a los gobernantes que pervierten la ley, utilizando medios legales para legalizar la injusticia. Podemos verlo hoy día en el asesinato, amparado por ley, de los no nacidos. Y si esto no fuera suficiente, también se aprueban leyes que condenan a los justos–esta es exactamente la obra del Anticristo.

El siguiente versículo habla proféticamente de Aquél que ha sufrido la máxima injusticia social–Jesús: “Se juntan contra la vida del justo, y condenan la sangre inocente” (v. 21).

Cuánto tuvo que sufrir Jesús, el único justo, por la injusticia de aquel tiempo. Él es capaz de comprender a los que son condenados injustamente, siendo el más grande consolador y protector de los que sufren la injusticia. A esto se refiere el siguiente versículo: “Mas Jehová me ha sido por refugio, y mi Dios por roca de mi confianza” (v. 22).

No dejes que nadie, al refugiarte en Jesús, te diga que estás eludiendo tu responsabilidad. ¡Oh, no! Con Jesús tu corazón encontrará la paz y la seguridad que necesitas para actuar con responsabilidad a la hora de enfrentarte con el enemigo en la batalla espiritual.

Finalmente, el último versículo nos da la certeza de que Dios escucha nuestro clamor, y atenderá al clamor del remanente fiel de Israel: “Y él hará volver sobre ellos su iniquidad, y los destruirá en su propia maldad; los destruirá Jehová nuestro Dios” (v. 23). Esto es lo que finalmente sucederá con todas las naciones que se vuelvan contra Israel y toquen a la niña de los ojos de Dios (Zacarías 2:12), yendo directamente contra el Ungido de Israel.

“Señor, ¿hasta cuándo?, ¿cuánto tiempo más serán oprimidos y perseguidos los justos?, ¿por qué no intervienes?” ¡Porque todavía estamos en el tiempo de la gracia! Pedro lo explica de la siguiente manera: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 P. 3:9-10).

Es por eso que oramos junto a David las palabras de Salmos 25:22: “Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias”. La solución estará en el regreso de Jesús. Aprovechemos el tiempo, quién sabe cuán pronto vendrá el Señor. ¡Maranatha!

1 Citado por William MacDonald de Los atributos de Dios, de A. W. Pink, en Comentario al Antiguo Testamento, “Salmos 94”.
2 G. Wasserzug: La escuela bíblica para todos, p. 198.
3 John MacArthur: Biblia de estudio MacArthur.
4 John MacArthur: Guía de estudio MacArthur.
5 Charles Spurgeon: El tesoro de David, p. 95.

ContáctenosQuienes somosPrivacidad y seguridad