Salmo 91: ¿arma milagrosa de los cristianos?

Nathanael Winkler

El Salmo 91 habla de la protección divina contra la peste y el peligro mortal. Lo que estas promesas significan hoy para nosotros. 

A los cristianos les gusta citar el Salmo 91 en tiempos de dificultad y angustias, y con buena razón. También durante la epidemia del coronavirus algunos han leído y predicado sobre este salmo. Algunos opinan que esta palabra de Dios les daría un cheque en blanco, según el cual nada le podría suceder a un cristiano. Es interesante ver que también satanás cita este salmo (los versículos 11-12) para tentar a Jesús con ello (Mt. 4:6). “Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad” (Sal. 91:3-4). – Basándose en esta promesa, algunos han predicado que a los creyentes nada nos sucederá. ¿Realmente es así? 

El Salmo 91, de hecho, muestra nuestra dependencia de Dios. Él es nuestro refugio. Encontramos nuestra seguridad en Él. Y Él es fiel en toda situación de vida. El salmo puede ser dividido en tres partes: 1. Dios es la fortaleza del creyente (vs 1-2); 2. Dios es el que protege de todo peligro (vs 3-13); 3. Dios da Sus promesas (vs 14-16). Pero antes de que apliquemos el salmo a nosotros mismos, debemos plantearnos algunas preguntas importantes: ¿quién escribió este texto, y en qué circunstancias y cuando surgió? Porque las promesas que Dios dio a Israel, no pueden ser aplicadas tan directamente a la iglesia de hoy. Dios prometió a Su pueblo bendición en la tierra prometida si Le fueran obedientes, pero maldición en caso de desobediencia (Dt. 28). Es en vista de esto, que debemos estudiar el Salmo 91. 

En general se supone que el autor de este salmo habría sido Moisés. Puede que sus palabras hayan sido una respuesta divina a la situación en Egipto y en el campamento de Israel en el desierto. Es posible también que el salmo se haya dirigido a Josué como conquistador de Canaán. Porque su generación entera había fallecido en el desierto, y solo él y Caleb tuvieron el privilegio de entrar a la tierra prometida con una generación nueva de israelitas. Josué y el pueblo ganarían sus guerras en Canaán si Israel era fiel. También vemos en el Salmo 91 una dimensión mesiánica que se cumplirá en su totalidad en el reino milenial. 

Además se debe tener en cuenta, que algunos santos del antiguo pacto vivieron la protección del Salmo 91, pero no todos por lejos. Eso también lo muestra Hebreos 11: “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros” (vs 32-40). 

En el Nuevo Testamento vemos, que el apóstol Pablo tuvo que pasar por muchas enfermedades y tribulaciones. Y Cristo mismo nos dice: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará” (Mt. 10:34-39). 

En vista de esto, ¿cómo debemos entender y aplicar a nosotros mismos el Salmo 91? Por un lado: la grandeza de Dios y la seguridad en Él se mantienen. Por el otro lado: interpretamos las promesas de este salmo a la luz del nuevo pacto, según el cual nuestras promesas no son terrenales, sino “celestiales”. Y lo que eso significa, lo aclara Pablo en Romanos 8:28-39: 

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”

Dios nos llevará seguros a la meta celestial, y veremos Su salvación (Sal 91:16), pero el camino hacia allí puede ser que pase por “Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada”.

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