¿Sabías que eres un hijo deseado de Dios?

Norbert Lieth

¿Quién de nosotros puede afirmar que su nacimiento fue deseado?, ¿quién de nosotros cree ser imprescindible para otros?, ¿habrá alguna persona que nos estime o ame por el simple hecho de existir? Nada es peor que no sentirse bienvenido, el creer que no encajamos en un lugar. Contrario a esto, es hermoso saber que somos amados y deseados por alguien. 

¡Dios te ha deseado, por eso existes! ¿Lo sabías?

Jesucristo, el Hijo de Dios, se hizo hombre para nacer en Belén. Ese era su deseo y el anhelo del Padre. Pero, ¿para qué? Para que todos los que crean en Jesús, sean hechos hijos de Dios. El Señor no quiere que nadie se pierda. Él es nuestro Creador. Él no ama todo, pero ama a todos. Él ve a cada una de las personas a través de los «lentes del Salvador», desde el pesebre en Belén hasta la cruz del Gólgota.

La Navidad es el recuerdo del nacimiento de Jesús, por lo que deberíamos concientizarnos del hecho de que cada una de las personas que nos cruzamos está en la lista de aquellos que Dios desea: el cobrador en la estación de servicio, la cajera del supermercado, el policía, el drogadicto, el preso, el extranjero, el multimillonario, el presidente impopular, los desamparados… cada mujer, hombre y niño. La Biblia dice: «Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo» (Tito 3: 4-5). También tú estás invitado a detenerte, dar la vuelta y recibir a Jesús.

¿Sabías cuál era el rol de los pastores?

La Navidad es impensable sin los pastores. La Escritura dice: «Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño» (Lc. 2:8).

Pero ¿qué significado tenía la presencia de estos hombres en aquel tiempo?

Según la literatura judía, la profesión pastoril era muy despreciada en aquel tiempo. La aristocracia religiosa los consideraba unos ladrones, engañadores y pecadores de la peor calaña. Los pastores eran contados entre el vulgo que no conocía la Ley–no eran admitidos como testigos ante un tribunal y estaban privados de los derechos civiles. Un fragmento de esta literatura dice: «Ninguna profesión del mundo es tan despreciada como la de los pastores».

Los pastores no podían cumplir con las ordenanzas de purificación religiosa ni visitar el Templo, la casa de Dios. Dormían en los campos o en las cuevas. No conocían lujo alguno. Por todas estas razones vivían alejados, tanto de Dios como de las demás personas.

Estos hombres fueron los primeros a quienes les fue anunciado el nacimiento de Jesús, y nada menos que por un ángel. La luz brillante de la gloria de Dios no apareció en el establo donde posaban María y José ni en el Templo, donde paseaban los sacerdotes, sino que se apareció a ellos, los pastores. ¡A ellos, que tan solo tenían una vida insignificante y deshonrosa! Aun así, Dios entró en sus vidas.

Delante de Dios no existe nadie sin importancia.

¿Sabías lo que Jesús hizo por ti?

Lucas 2:12 dice: «Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre».

Como cada año, la tía había enviado un paquete de regalo para Navidad. «¡Seguro que otra vez son bombones!», dijo la señora a su esposo de manera irónica y con menosprecio: «¿Por qué no se lo regalas a los extranjeros de enfrente?». ¡Dicho y hecho! Unos días después, los vecinos extranjeros estaban a la puerta, agradeciendo cordialmente por los bombones y por los dos mil euros que se ocultaban en la caja.

El hombre y su esposa habían despreciado el verdadero valor del contenido, pasándolo por alto de manera frívola.

La Biblia dice acerca de Jesús: «Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten» (Col. 1:16-17).

Jesús es el Creador. Dios hizo todas las cosas por medio de Él. El Todopoderoso se convirtió en humano, y se envolvió en pañales. ¿Para qué? Para que podamos entrar al Cielo.

Es una pena que muchas personas reaccionen a Jesús de la misma manera en que este hombre y esta mujer reaccionaron ante el regalo. No le prestan atención o lo desprecian, lo pasan por alto con frivolidad, y se pierden con ello el regalo de la Eternidad que trae consigo.

Jesús mismo dijo: «El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió» (Jn. 5:23).

¿Sabías que debes decidirte?

También dijo el Señor en Juan 5:24: «De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida».

Decidimos frente a una propuesta de matrimonio.

Decidimos cuando nos hacen una oferta.

Decidimos si firmar o no un contrato.

Dios también ha decidido por nosotros; Él decidió a tu favor.

Ahora somos nosotros quienes debemos tomar una decisión.

En la víspera de Navidad muchas personas reflexionan acerca de Dios, el Cielo y el perdón, entre otros temas. Recuerdan o escuchan la narración del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, y en algún momento comienzan a escuchar el susurro de Dios que habla a sus corazones. Ellos comienzan a sentir que el Señor los está invitando a estar con Él. Si Dios ha comenzado a hablarte a tu corazón, no permitas que las distracciones vuelvan a ocultar u olvidar esta verdad. Acéptalo, ora a Jesús y pídele que te salve–a esta oración existe solo una respuesta divina: «¡Sí, tú eres salvo!».

La Palabra de Dios dice: «Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo, ‘porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.’ La Escritura dice: «Todo aquel que en él cree, no será defraudado […] [,] ya que todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo» (Romanos 10:9-11, 13).

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