Respuestas bíblicas a la interrogante de por qué Jesús aún no ha venido - Parte 1

Rudi Bork

Hace mucho tiempo ya que los creyentes llevan esperando la llegada de su Señor. Pero la Biblia da una razón muy válida por la que Cristo aún no ha aparecido. 

El apóstol Pablo nos asegura: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. (…) Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Ro. 8:18-19, 24-25).

¿Cuándo se hará realidad la esperanza? ¡Cuando el Señor Jesús aparezca! ¿Por qué tarda tanto?, ¿qué es lo que todavía tiene que ocurrir antes de que nuestro Señor aparezca poderosamente e intervenga con fuerza? No es recién desde la Ascensión que los justos esperan al Señor; ya Abraham estaba en la fila de la espera: “…porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11:10). 

Desde la Caída, hemos estado esperando lo definitivo y eterno. Muchas etapas decisivas ya han quedado atrás y son historia. El próximo evento es inminente. ¿Cuánto tiempo más? Hasta donde yo sé, solo hay una respuesta clara en la Biblia: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 P. 3:9). Añade: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para [su] salvación…” (vv. 13-15). —“Paciencia” es la palabra clave. El Señor Dios está esperando todavía; es una consideración paciente, misericordiosa y de gracia. El amor es lo que retiene a nuestro Señor. Nadie debería quedarse atrás.

En vista del regreso pendiente de nuestro Señor, no deberíamos hablar de retraso. Solo puede tratarse de un caso de impuntualidad cuando se ha establecido una fecha fija que ha pasado. Este no es el caso con respecto al Arrebatamiento y la Segunda Venida, porque nunca se ha mencionado una fecha concreta. Con el tiempo, el Señor cumplirá todas sus promesas. Me gustaría dirigir nuestra mirada de nuevo a 2 Pedro 3:9: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.

Esta clara declaración tiene tres aspectos:

1. La paciencia de Dios: oportunidad de conversión para todos

El mundo debe venir a la cruz.

Muchos conocen esta situación: estás sentado en el avión listo para despegar, con el equipaje de mano guardado y el cinturón de seguridad abrochado. Pero el avión permanece en posición de estacionamiento. Algunos pasajeros están faltando. La tripulación ha decidido esperar. Desagradable para todos a bordo, pero una enorme ayuda para los atrasados; siempre es una cuestión de perspectiva. ¿Estás sentado dentro de la nave?, ¿o todavía estás afuera? Imagina que el Señor Jesús hubiera venido hace unos años. ¿Dónde estarías hoy? Salmos 86:15 dice: “Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, Lento para la ira, y grande en misericordia y verdad”. 

Dios no es de hacer un proceso breve. Si el Señor Jesús viniera hoy, ¿cuántos tendrían que quedarse sin ser salvos? Cónyuges, hijos, nietos, parientes, amigos, colegas, etc., porque todavía no han venido a la cruz —no lo olvidemos. Dios dice: “¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?” (Ez. 18:23). Dios desea la sumisión voluntaria de todos los hombres al Señor de los señores, Jesucristo. El Señor Jesús no retrasa su venida; ¡Él prolonga la era de gracia! Y esta debe cumplirse y terminarse antes de que pueda comenzar el tiempo de la manifestación de Su poder y gloria. El amor, la gracia y la misericordia de Dios son un desafío para nosotros. No solo exigen de nosotros paciencia, sino también compromiso. Todos los redimidos son llamados, porque el mandato entre la Ascensión y la Segunda Venida es claro: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mt. 28:18-20). 

Esto nos lleva a otro aspecto.

2. La paciencia de Dios: oportunidad para que los incrédulos se arrepientan 

La Iglesia debe llegar a su propósito.

No se trata de arrepentirse de nuevo para salvarse, sino que me refiero a un arrepentimiento para la santificación y el servicio, un regreso a lo esencial: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir…” (2 P. 3:10-11). 

¡La escatología influye en la acción! Pedro nos exhorta a un modo de vida piadoso, pero no se detiene ahí, sino que sigue: “…esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2 P. 3:12). La versión de La Biblia de las Américas traduce: “esperando y apresurando la venida del día de Dios…”. El Espíritu Santo indica a través de Pedro que incluso podemos acelerar el regreso del Señor. 

La escatología no solo influye en la acción —la acción también influye en ella. El Señor Jesús suspende su regreso para que muchas más personas puedan arrepentirse de sus pecados. El celo evangelizador y misionero puede acelerar su venida. El regreso de Jesús no ocurrirá en una fecha ni hora fija, sino cuando la última persona salva sea añadida a la Iglesia. El Señor Jesús aún no ha venido porque todavía hay mucho que hacer primero: no nos sentemos a matar el tiempo, sino utilicémoslo bien y con sentido. Correr al encuentro del Señor con expectativa significa llevar una vida activa y al mismo tiempo expectante. Debemos vivir vidas excelentes, tanto a nivel individual como congregacional, destacándonos y marcando la diferencia. La Iglesia de los elegidos de Dios debe representar la sabiduría, el poder y la grandeza de Dios. Contamos con el poder de nuestro Señor Jesús, vivimos unidos a Él. Su poder en nosotros se convierte en una atracción para los demás. Se puede ver en nosotros lo que el Señor ya está haciendo en personas aún no perfectas. Se nos permite ser portadores de esperanza en un mundo angustiado y desesperanzado. Con nuestra confianza en Dios demostramos que las promesas de Dios son fiables y que Jesús vive. La Iglesia es la anticipación de lo que está por venir. Los hijos de Dios muestran cómo será cuando el Señor Jesús reine, y el Señor está preparando su futuro equipo de gobierno. Todavía estamos a tiempo de invertir nuestras vidas en valores eternos.

¿Estás viviendo como un hijo de Dios en el destino que te ha dado? Si no es así, es el momento, y aún hay tiempo, para corregirlo. Somos llamados a ser un equipo de rescate. Desgraciadamente, muchos cristianos se acomodan en el “sillón” de la gracia, disfrutando de su vida de manera egoísta. Pero la Iglesia no es un crucero, sino un buque de rescate. Somos socorristas y paramédicos, no turistas. ¡Aún no es hora de descansar! La sirena (trompeta) del descanso aún no ha sonado. Todavía hay oportunidad de salvar almas y ser pescadores de hombres.

3. La paciencia de Dios: oportunidad para que Israel se arrepienta

El pueblo de Dios debe entrar en razón.

Isaías 30:18 dice: “Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él”. Es inquietante observar dónde el pueblo de Dios, Israel, pone su confianza en la actualidad. Se apoya en una política inteligente, una economía floreciente, una comunidad de personas fiables y una historia religiosa. El pueblo de Dios mira a todas partes menos al Mesías. No quieren inclinarse ante Él, pero esto es un requisito absoluto: 

“He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Mt. 23:38-39).

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