¿Quién desatará el nudo gordiano?

Norbert Lieth

Cuando miramos al mundo y a nuestra vida, descubrimos que existen en ellos muchos nudos gordianos imposibles de desatar. Es necesario volver nuestra mirada hacia Aquel que es capaz de desatar cualquier nudo, y que lo hará por nosotros.

El relato del nudo gordiano procede de una leyenda griega, aunque con el tiempo se ha transformado en una metáfora. Hoy la expresión “desatar el nudo gordiano” es utilizada a la hora de resolver un problema complejo o casi irresoluble.

Gordias fue el fundador y rey del reino de Frigia en Asia Menor. Bautizó su capital con su nombre: Gordio. El famoso nudo del rey sostenía el yugo y barra de tiro de su carro de guerra. Tenía fama de ser imposible de desatar, y se decía que aquel que fuese capaz de hacerlo tomaría para sí todo Oriente. El conquistador Alejandro Magno (333 a. C.) lo intentó, pero al no hallar la forma se vio preso de su impulsividad y cortó el nudo con su espada. Esta manera de actuar es típica del ser humano. Cree que los problemas se resolverán a través de la violencia, sus propias fuerzas o haciéndose del poder.

El gran problema de la humanidad es el inmenso nudo –formado de ataduras y pecados– siendo el nudo de la muerte el más irresoluble, donde se entrelazan además una cantidad de otras ataduras. Sin embargo, ¡Jesús ya los desató! No por medio de la fuerza, sino del amor. A través de Su venida, Evangelio, Cruz, resurrección, ascensión e inminente regreso.

Lo que se decía del profeta Daniel, también puede ser adjudicado al Señor Jesucristo, quien por cierto era el tema principal en sus profecías: “[…] debido a que se halló un espíritu extraordinario, ciencia e inteligencia, interpretación de sueños, explicación de enigmas y solución de problemas difíciles en este hombre […]” (Dn. 5:12; compárese con v. 16).

El autor cristiano Markus Spieker da en el clavo cuando escribe: “Para mí, además de ser la personalidad más fascinante del mundo, Jesús es aún mucho más. Él es, por más exagerado que suene, la solución a todos nuestros problemas” (Jesus: Eine Weltgeschichte).

¿Qué problemas o nudos debemos desatar hoy en este mundo?

El nudo del presente
En los últimos meses hemos presenciado cómo una crisis sanitaria, y la forma en que se ha manejado, es capaz de enredar a los hombres y cambiar una sociedad. El autor Thomas Lange escribe al respecto: “El coronavirus tiene, sin duda alguna, el potencial de tomar cautivo todo nuestro pensamiento”.

La crisis transforma la cristiandad 
En Romanos 13:1-2, Pablo escribe: “Sométase toda persona a las autoridades superiores […]”. Y unas pocas líneas más abajo, advierte: “La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz” (v. 12).

Es interesante que el apóstol relacione la obediencia a las autoridades con el fin de los tiempos, abordando temáticas muy actuales. La cuestión de si obedecer o no a las autoridades es hoy motivo de debates, contiendas, especulaciones e incluso divisiones. No profundizaré en las diferentes opiniones, tan solo diré que debemos someternos a las autoridades sin abandonar nuestros derechos democráticos o la libertad para expresar nuestra opinión.

La crisis sanitaria cambia el concepto del mundo 
El profeta Isaías escribió: “[…] entonces mirará hacia la tierra, y he aquí tinieblas de tribulación, y en sus cielos se oscurecerá la luz” (Is. 5:30b). A pesar de las coloridas luces, el ambiente de la pasada temporada navideña nunca fue tan deprimente: ¡La oscuridad está creciendo en el mundo!

No es que sea el fin, sin embargo, nos vamos acercando a su destino final. Incluso personas no religiosas, además de los medios de comunicación, hablan de un inminente período de transición. La crisis sanitaria enredó al mundo entero y lo puso patas arriba. Es posible que se trate del principio de una nueva era y de un nuevo orden mundial caracterizado por la vigilancia absoluta de las personas (como ya sucede en China). Todo indica que vivimos en un tiempo donde se prepara un nuevo escenario y, de hecho, el reino anticristiano será el acto final de esta gran obra de engaño espiritual.

El historiador Yuval Noah Harari mencionó en una entrevista que ya están disponibles los recursos tecnológicos para establecer una dictadura perfecta, donde mencionó, por ejemplo, la emisión de un pasaporte verde en Israel para los ciudadanos que hayan sido vacunados.

John MacArthur observó en cierta ocasión: “No se necesita ningún ejército para conquistar a un país. Todo lo que se necesita es miedo”.

Nadie sabe bien qué está pasando ni quién mueve los hilos entre bastidores. ¿Por qué las cosas son como son? ¿Y por qué se ve afectado el mundo entero? Esta situación parece complicada, enredada, turbia y contradictoria.

La crisis sanitaria cambia incluso los conceptos en Medio Oriente
Hasta hace poco, las actuales iniciativas de paz entre Israel y los países árabes eran impensables. En una entrevista a la embajadora de los Emiratos Árabes Unidos en Alemania, el periodista observó: “Se necesitaría una visión de paz, lo cual es poco frecuente en esta región del mundo”. A lo que la diplomática respondió: “La pandemia del COVID-19, entre otras cosas, nos abrió los ojos al respecto. Hay que comunicarse. Nadie puede decir ‘el coronavirus no es mi problema’. Somos parte de una comunidad global”. Hizo además una gran afirmación al culminar la entrevista: “Es un comienzo. Seguirán otros pasos. Ahora es tiempo de dar espacio a las fuerzas de la luz” (D. D. Kaschke, Jüdische Allgemeine, 13.11.2020).

Al leer acerca de los anhelos de paz en Medio Oriente no tuve más remedio que pensar en las advertencias de la Biblia: “[…] el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz” (2 Co. 11:14) y “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá, así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (1 Ts. 5:2-3).

La crisis sanitaria cambia las actitudes 
En agosto del 2020, el diario alemán HAZ publicó un artículo bajo el título “La crisis del coronavirus es una oportunidad”. En este se citó al presidente del Parlamento Federal Wolfgang Schäuble: “Europa en su conjunto debe asumir más responsabilidades, sobre todo en la política de seguridad y defensa”. Schäuble calificó la crisis de “gran oportunidad” para Europa: “En la crisis disminuye la resistencia al cambio. Ahora podemos alcanzar la unión económica y financiera que hasta el momento no hemos logrado por la vía política”.

El ya citado historiador israelí Harari dijo que, si la población tuviera la opción de elegir entre un confinamiento radical y el control digital, muchos ciudadanos preferirían la segunda opción por miedo a la reclusión.

¿Quién desatará el nudo? 
Solo la Biblia nos da luz al respecto. El que cree en las Escrituras encuentra orientación y desenredo. La Biblia nos ilumina, nos brinda una nueva perspectiva de la crisis, respondiendo a nuestras preguntas. La Palabra de Dios nos permite tener una visión más profunda del futuro, más que lo que cualquier futurólogo, físico o astrónomo jamás podrían tener.

¿Qué luz recibimos de la Biblia? 
En primer lugar, nos revela la existencia de poderes espirituales que gobiernan a la humanidad (Efesios 2:2; 6:12). Todos los acontecimientos históricos conllevan un trasfondo invisible –Dios deja que el mal madure y se revele hasta que le llegue su fin. Satanás (‘adversario’) es también llamado diábolos, es decir, ‘calumniador, mentiroso’. Él enreda y anuda fuertemente todas las cosas. Es conocido como el dios y príncipe de este mundo que entenebrece el entendimiento de quienes desobedecen a Dios (2 Corintios 4:4; Efesios 2:2, 6:12; Juan 12:31, 14:30, 16:11).

Por esta razón, Pablo llama a nuestro tiempo el “presente siglo malo” (Gál. 1:4), mientras que Juan subraya que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). La Biblia identifica a Satanás como el “engañador de las naciones” (Apocalipsis 20:3, 8, 10) y Jesús mismo lo nombró como el “padre de mentira” (Jn. 8:44).

Es grande la percepción de lo enredada, poco trasparente y engañosa que nos resulta la actual situación mundial–es como un gran nudo de mentiras. A través de un “ejército” de cosmócratas, de invisibles gobernadores mundiales, satanás ejerce su influencia sobre los acontecimientos globales, como podemos leer, por ejemplo, en Apocalipsis 16:13-14. Como lo revela la Biblia, los reinos terrenales tienen a sus príncipes en las esferas celestiales (Daniel 10:10 y ss.). Lo admitamos o no, mientras Jesús no vuelva a la Tierra para poner fin a esta situación, viviremos en un sistema gobernado por el diablo.

La Palabra de Dios predice una creciente influencia demoníaca cuanto más nos acercamos al fin de nuestra era. Solo podemos ser librados de ella y trasladados al Reino de los Cielos por medio del Hijo de Dios (Colosenses 1:13).

Satanás tiene como meta la adoración a su propia persona. Influye en el pensamiento de los individuos para crear una ideología universal que conciba al mundo según sus objetivos. Leemos en Apocalipsis 17:13: “Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia”. Satanás empuja a las potencias mundiales en dirección a Apocalipsis 13, hacia el surgimiento de un gobierno anticristiano. Este fin último está precedido por los pasos preliminares que experimentamos en la actualidad. Los confinamientos cuestionables, las desastrosas consecuencias mundiales, los problemas con las políticas de vacunación en muchos países, los esfuerzos de Israel por alcanzar la paz con el mundo árabe, son como puntos de partida para la carrera final predicha en Apocalipsis 13 y en la Segunda epístola a los Tesalonicenses.

Este texto nos describe una “bestia”–un dictador mundial que saldrá del mar de las naciones y que obtendrá su poder del dragón, o sea, satanás. Este será la cabeza que mueva los hilos, logrando finalmente su propia adoración. Leemos en Apocalipsis 13: “[…] y vi subir del mar una bestia […] y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo […]. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad […] y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? […] Y la adoraron todos los moradores de la tierra […]” (Ap. 13:1, 2, 4 y 8).

Sin embargo, el diablo no puede actuar sin el permiso de Dios. Al fin y al cabo, el Todopoderoso usará todas las cosas para establecer el reino de Su Hijo. Es en este sentido que Salmos 119:91 dice: “Por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy, pues todas ellas te sirven”.

Es necesario que los hombres sean conscientes de la existencia del maligno y entiendan que rebelarse contra Dios es aliarse con el maligno. Dios permite el caos por razones espirituales, para que el mundo se convenza de que le necesita: “La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones” (Pr. 14:34).

La maldad debe ir en aumento, manifestarse como tal y luego ser quitada de en medio. Esto ha acontecido y acontecerá en cuatro etapas:

En la primera etapa se obtuvo una completa victoria en el Gólgota, donde el diablo fue desarmado (Lucas 11:21-22; Colosenses 2:15; 1 Juan 3:8). Allí se obtuvo legalmente la victoria, quitándole a Satanás el poder sobre los hijos de Dios (Colosenses 1:13) –aunque le fue permitido gobernar este mundo junto a sus demonios (Efesios 6:12).

En una segunda etapa, satanás será expulsado del Cielo (Apocalipsis 12:7-10). El universo entero necesita ser purificado y puesto bajo el gobierno de Jesús. En Apocalipsis 11:15 (compárese con 12:10) leemos: “Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo”. Cuando esto acontezca, satanás perderá su territorio en las regiones celestiales y su poder será confinado a la Tierra, provocándole una “gran ira”, como dice Apocalipsis 12:12.

En la tercera etapa se iniciará el Milenio de paz, el diablo será atado y echado al abismo (Apocalipsis 20:1-3).

Finalmente, en la cuarta y última etapa, satanás será arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20:10). Su cabeza será entonces aplastada por completo.

Los tres primeros capítulos de la Biblia (Génesis 1-3) nos anuncian la creación de los cielos y la Tierra y la caída en pecado que provocó Satanás. Los últimos tres capítulos de la Biblia (Apocalipsis 20-22) nos anuncian el derrocamiento de satanás y la creación de un cielo y Tierra nueva.

El nudo del miedo
El miedo, la impotencia y la incertidumbre aumentan. El espectro social va desde la histeria, las protestas, los arrebatos de ira y violencia, hasta la resignación y la desesperación. Debemos comprender que, a pesar de todos sus esfuerzos, no podemos esperar de este mundo ninguna justicia verdadera, ningún equilibrio, ni siquiera una razón justificada.

Los emperadores romanos se hacían llamar muchas veces sóter, una palabra griega que significa ‘salvador’. Como tales, se hacían reverenciar e incluso adorar. Sin embargo, trajeron al pueblo más maldición que bendición.

No esperemos nada de este mundo, nada en absoluto, ninguna era dorada, ninguna mejoría efectiva o duradera, ninguna renovación que traiga salvación a la humanidad. No pongamos nuestra esperanza en los hombres ni en ninguna institución estatal.

Este mundo no se arreglará solo, no podrá librase a sí mismo, pues está preso, cautivo y amarrado con fuertes ataduras y cadenas. Solo una persona es capaz de desatar este nudo, el Señor de justicia lo hará en su regreso. Jesús es el kyrios [o kúrios], el sóter, Salvador, Libertador y Redentor del mundo.

Solo el conocimiento de los planes divinos nos dará paz y sostén. Vendrá el día en el que todo se someterá al Señor (1 Corintios 15:27-28; Filipenses 3:21). Como cristianos no tenemos motivo para temer, pues no hay terror que pueda derribar nuestra esperanza–pertenecemos a un reino indestructible. Tenemos la certeza de que Dios usará los acontecimientos presentes para que se cumplan sus planes futuros. Salmos 119:91 dice con toda claridad: “[…] pues todas las cosas te sirven”; “[…] porque todas ellas están a tu servicio” (dhh); “[…] porque todo está de acuerdo a tus planes” (nvb).

Esto significa que todo se encuentra dentro de Sus límites y bajo Su control–nada se le escapa. Como cristianos podemos estar tranquilos, sabiendo que Dios intervendrá y moverá las piezas según Sus propios objetivos. Frustrará los planes malignos de este mundo y los destruirá, para luego cumplir con sus propósitos.

Podríamos expresarlo con las palabras de un amigo: “Al final todo saldrá bien, y si no está bien, todavía no es el final”. El teólogo Hans-Joachim Eckstein dijo: “Alguien que cree en el futuro de Dios y su pueblo, no puede declararse pesimista”.

Dios se dispone a intervenir –¡Jesús viene!– El brillo de Su reino eclipsará todo lo que alguna vez haya existido, y este será el fin: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Ap. 11:15).

La primera venida de Jesús nos ofrece un claro ejemplo de lo que sucederá en los eventos finales. Cuando Él vino, en cierto modo también reinaba el caos –la gente estaba desconcertada. Todos en aquel entonces debían ser registrados (Lucas 2:1 y ss.). El poder político era dictatorial y carecía de interés alguno por el bienestar y el desarrollo de los individuos. Sin embargo, los gobernantes ignoraban que Dios estaba utilizando cada uno de los acontecimientos de su época para que se cumpliera Su Palabra y Jesús naciera en la Tierra.

Algo similar a esto sucederá cuando los futuros gobernantes hagan que todos los hombres de la Tierra se registren (Apocalipsis 13). No les importará el destino de los individuos, pero Dios usará esto para que Su Hijo venga otra vez a este mundo: “Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios” (Heb. 1:6; compárese con Hechos 17:31).

Cuando Jesús venga, todos los nudos serán desatados y se le entregará el dominio de un mundo que siempre le ha pertenecido. Acerca de este tiempo, leemos en Isaías 32:3-5: “No se ofuscarán entonces los ojos de los que ven, y los oídos de los oyentes oirán atentos. Y el corazón de los necios entenderá para saber, y la lengua de los tartamudos hablará rápida y claramente. El ruin nunca más será llamado generoso, ni el tramposo será llamado espléndido”.

El editor cristiano alemán Hartmut Jaeger escribió en septiembre de 2020: 

¡Cuántas veces nos preguntaron en las últimas semanas cómo nos estaba yendo y cómo marchaban nuestras librerías! Estas mismas preguntas recibió el autor inglés C. S. Lewis en los 50, una época caracterizada por la bomba atómica, a las cuales respondió: ‘Aunque la bomba amenace nuestra existencia, no debe dominar nuestro espíritu. Vamos a hacer las cosas como siempre’. ¡Una excelente respuesta! Aunque el virus nos dañe, no permitamos que domine nuestro espíritu. Vamos a hacer lo que siempre hicimos: compartir el mensaje de la reconciliación.

Apocalipsis 1:8 dice: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”. El intérprete bíblico Dieter Landersheim comenta: “Ser el Alfa y la Omega significa ser el primero y el último, el que todo lo determina, el origen y la perfección. […] Él es la Autoridad Suprema, pues el Padre lo puso todo en Sus manos; el Todopoderoso, quien todo lo crea y llama. Él es el Sustentador de todas las cosas o el que ejerce la fuerza sustentadora, sostiene todo firmemente en Su mano y todo es consolidado por Él”.

El nudo de tu vida
¿Quién desatará el nudo gordiano de tu vida? ¿Quién te liberará de los errores, las confusiones y las ataduras que se manifiestan en tus adicciones, pecados y pensamientos? La Biblia nos habla del “pecado que tan fácilmente nos envuelve” (Heb. 12:1; lbla).

¿Quién nos ayudará a vencer los rencores de las relaciones dañadas? ¿Quién nos liberará de la cárcel de la debilidad, la muerte y la futilidad? ¿Quién desatará el odio y el rencor que nos enredan? ¿Quién nos liberará de los sentimientos de venganza y retribución que nos asedian?

Un consejero espiritual cuenta acerca de su encuentro con un hombre que le testificó cómo una larga y fatigosa lucha había cambiado su rumbo, salvándole la vida en el preciso momento en el que se atrevió a decir: “¡Necesito ayuda!”.

Aquel que crea tener en sus manos su destino, ciertamente fracasará. Es como una mosca atrapada en una telaraña: cuanto más se mueve, tanto más queda aferrada y enredada en ella, favoreciendo a su mortal enemiga. Debemos aceptar la llave que nos permite salir de nuestra prisión, en lugar de tan solo renovar nuestra celda. Y esta llave es Jesús. Él dijo que había sido enviado a pregonar libertad a los cautivos (Lucas 4:18).

Jesús te libera de tus ataduras y te enlaza firmemente a Su Persona. El teólogo John Walvoord lo expresa con unas palabras muy acertadas para concluir este mensaje: “Cuando entregamos nuestra vida a Cristo, abandonamos el camino a Armagedón y entramos en el Camino, hacia la Gloria”.

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