¿Quedarse aquí o estar con Jesús? (Filipenses 1:22-26)

Samuel Rindlisbacher

“Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros” (Fil. 1:22-26).

Pablo estaba en la cárcel de Roma. Allí le ocupaban los siguientes pensamientos: por un lado, añoraba estar con Jesús, pero por el otro, comprendía que tenía que permanecer en su lugar en la Tierra. Él aún tenía una tarea qué cumplir y estaba conciente de su responsabilidad frente a los creyentes de Filipo. Por eso escribió:

Pablo tenía un gran deseo, para el cual trabajaba, como escribe en el versículo 22: “Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger”. Con esto, Pablo decía que su vida tenía meta y contenido. Él sabía para qué vivía. ¿Cuántos pueden decir todavía esto de sí mismos hoy? Pablo seguía su meta a pesar de las circunstancias desfavorables, incluso encontrándose en la cárcel.

Es el privilegio de un cristiano, saber para qué, por qué y para quién vive. Pablo expresó esto de la siguiente manera, algunos versículos antes: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil 1:21). La meta de su vida consistía en vivir en beneficio de la obra, ganando personas para Jesucristo y ayudándoles a avanzar espiritualmente. En esto, Pablo veía el sentido y la meta de su vida. Lo dijo, entre otras cosas, también en su carta a la iglesia en Roma: “Por si en alguna manera pueda… hacer salvos a algunos de ellos” (Ro 11:14). Y con respecto al acompañamiento espiritual y al crecimiento de los creyentes, escribió en otro pasaje a su hijo espiritual Timoteo: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Ti 2:2). Estas dos cosas: ganar a otros para Cristo y enseñarles en la vida cristiana, allí veía Pablo el sentido de su vida.

Pablo parecía estar indeciso. Por un lado, veía la necesidad de seguir viviendo “en beneficio de la obra” (1:22), por el otro lado, sin embargo, escribió en el versículo 23: “teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”.

¿Qué pesa más? ¿Qué desea el Señor? Solamente estando con vida, podía seguir Pablo sirviendo a los creyentes en Filipo. Por el otro lado, Pablo tenía el deseo de estar con Jesús.

¿Qué movía a Pablo a decir: “tengo deseo de partir”? Pablo ya era de edad avanzada. Había vivido su vida. Además, posiblemente le hacía sufrir la artritis. Pensemos solamente en las frías, húmedas e incómodas celdas de la cárcel. Había sufrido mucho en su vida. Desde su conversión, Pablo estuvo en una lucha continua. Añadiendo a esto, le pesaban las cargas de las diversas iglesias. Y no olvidemos las muchas cicatrices físicas que seguramente tenía en su cuerpo. Las lapidaciones, las flagelaciones y los latigazos habían dejado sus huellas (cp. 2 Co. 11). ¿Serían estas las razones que movían a Pablo a decir: “tengo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”? Sea como fuere, Pablo añoraba estar con su Redentor, estar allí donde termina la lucha, donde el sufrimiento diario ha llegado a su fin. Estar con Jesús, en donde no hay más temor y donde los dolores y el sufrimiento pertenecen al pasado. Pablo había combatido por el evangelio durante toda su vida, se había desvivido por la pureza de la doctrina y había luchado por muchas iglesias.

Pablo había vivido en su cuerpo lo que fue profetizado sobre su ministerio cuando él se convirtió: “Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre” (Hch 9:16). También Pablo era un ser humano con límites. Él sufría dolores, de vez en cuando estaba desanimado y se sentía solo y abandonado. ¿No es natural entonces que uno añore la patria mejor? Y esto tanto más que sabía lo que iba a venir, porque ya había podido echar un vistazo a su vida futura (2 Corinitos 12:2-4). Además, sabía también lo que Jesús había dicho sobre esta patria: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn 14:2-3). Pablo añoraba estar con Jesús.

A pesar de añorar ir al cielo, Pablo también veía la necesidad de quedarse en esta Tierra. La Iglesia aún lo necesitaba. Él todavía tenía una tarea que cumplir. También a nosotros, aunque “solamente” podamos orar, se nos necesita todavía. ¿Oramos, por ejemplo, por nuestros hijos, nuestros familiares, nuestra iglesia o también por nuestros vecinos? Mientras podamos juntar nuestras manos, hay algo para hacer. Tenemos una tarea, y queremos cumplirla con fidelidad, hasta que Jesús nos llame a Su presencia. Como Pablo estaba al tanto de esta tarea, escribió a continuación: “pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros” (1:24). La Iglesia todavía necesitaba a Pablo. Todavía no había llegado el tiempo de despedida; quedaban unas cuantas cosas para hacer.

Y así, Pablo siguió escribiendo: “Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe” (1:25). La iglesia en Filipo debía crecer espiritualmente en el conocimiento de la voluntad y de la Persona de Dios. También en cuanto a esto, Pablo tenía una meta, que formuló de la siguiente manera: “el gozo de la fe”. Pablo hablaba aquí de un gozo que resulta de la fe. Este gozo es independiente de las circunstancias externas de la vida, ya que tiene su origen en Dios.

El gozo de la fe viene del conocimiento del Dios vivo y de Su Palabra. Cuanto más llegue a conocer la Palabra de Dios y entienda cómo sus partes están relacionadas entre en sí, descubra las maravillas que hay en ella, la gloria de la redención, el carácter de Dios –en una palabra: descubra a Jesús– tanto más grande será el gozo que siento. Cuando, además, recuerdo las maravillosas promesas de Dios sobre mi vida, crece el gozo en la fe. Este gozo nace de la fuente de la Palabra de Dios y produce en mí la seguridad de saber que Él me ha llamado y que Él me sostiene. Todas las circunstancias de la vida están bajo Su control. Nada, pero absolutamente nada pasa sin que Él lo considere bueno para mí. Para toda la eternidad, estaré seguro en Él. Este gozo, que también se mantiene en tiempos difíciles, nadie puede quitárnoslo.

Pablo deseaba que este gozo aumentara en los creyentes. Por eso, les escribió desde la cárcel: “…para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros” (Fil 1:26). La Biblia de las Américas lo expresa así: “…para que vuestra profunda satisfacción por mí abunde en Cristo Jesús a causa de mi visita otra vez a vosotros”. Pablo sabía que la iglesia en Filipo oraba por él (Fil 1:19). ¿Qué da mayor satisfacción que cuando Dios escucha nuestras oraciones y responde a nuestras preguntas y peticiones? No puede haber gozo mayor que cuando Él intervenga visiblemente en nuestra vida diaria y cambie las circunstancias, cuando repentinamente responda a una petición hecha desde hace tiempo. Cuando experimentamos algo así, el corazón rebosa de gozo. Estamos llenos de júbilo, nuestro corazón se llena de agradecimiento, y por todo esto, es grandemente enaltecido el nombre del Señor Jesús.

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