¿Qué sentido tiene el sufrimiento?

Norbert Lieth

El sufrimiento de Job da una respuesta divina al sufrimiento individual de los humanos. ¿Por qué tiene que sufrir tanto Job, el justo? De una hembra de avestruz y la no-respuesta de Dios…

Primero, satanás es el autor del sufrimiento.

Segundo, Dios permite el sufrimiento por diversas razones: para disciplina y para la glorificación de Su nombre o como manifestación (espectáculo) para el mundo angelical. También lo permite como evidencia para satanás, de que todavía existe gente entregada a Dios, y lo permite como testimonio para otras personas. Lo que sea que pueda ser la razón, al final todo eso siempre tiene sentido.

Tercero, los amigos de Job nos muestran que el ser humano no encuentra ninguna respuesta al sufrimiento.

Cuarto, el cuarto hombre, Elihu, en su sabiduría señala que Dios no da respuesta con respecto a lo que Él hace, que Él no nos debe ninguna rendición de cuentas: “¿Por qué le echas en cara que no responda a todas tus preguntas?” (Job 33:13).

Dios es Dios y no un ser humano.
Él es el creador, nosotros los seres creados.
Nosotros no podemos decidir sobre Él, pero Él sí sobre nosotros.
Él nos tiene en Su mano a nosotros y a todos los acontecimientos.
Nosotros nunca lo tenemos a Él en nuestra mano.
Él no tiene por qué darnos una respuesta, pero nosotros a Él sí.
Él no nos debe rendir cuentas, pero nosotros sí a Él.
Lo que Él determina siempre es divino, justo y bueno.
Todo le sirve a un objetivo fijado por Él.

Quinto, Job quería reñir con Dios y justificarse a sí mismo. Dios le respondió: “¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? ¡Responda a esto el que disputa con Dios!” (Job 40:2). Más tarde Job confiesa: “Así hablaba yo, y nada entendía; eran cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía” (Job 42:3).

Sexto, Dios mismo solo le contesta indirectamente a Job, señalándole la naturaleza: ¿dónde estabas tú, cuando fundé la tierra? ¿Desde que vives, le has dado órdenes a alguna mañana? ¿También has llegado a la fuente del mar? ¿Quién hace la lluvia, la nieve, el hielo, el rocío? ¿Cuál es el camino a las residencias de la luz? ¿Anudas tú las uniones de las Pléyades? ¿Puedes tú soltar las amarras del Orión? ¿Puedes hacer aparecer las imágenes del zodíaco? (cp. Job 38:4,12,16,26,22,29,19,31). En otras palabras: si a todo esto tienes que decir que no, ¿cómo quieres entonces tener una respuesta al sufrimiento?

Luego el Señor señala la creación de los animales (Job 39). En lugar de decir algo sobre el sufrimiento de Job, Él cuenta de cabras monteses, ciervas, asnos monteses y búfalos, de caballos, gavilanes y avestruces. Imaginémonos eso: ni Job ni sus amigos, ni ninguna otra persona puede explicar el sufrimiento. Ellos desesperadamente buscan una respuesta. Job riñe con Dios y finalmente Él responde. ¿Y cómo contesta? ¡Habla de un avestruz hembra! Esta agita las alas, aparentemente no puede volar; deja sus huevos sin protección en el suelo, trata a sus hijos con dureza, tiene solamente una mente pequeña, pero luego, cuando ella se ejercita, se ríe del caballo y de su jinete. ¿Por qué? Porque ella tiene la misma velocidad que un caballo musculoso, es decir 70 kilómetros por hora. Esta ave extraña es un verdadero misterio (cp Job 39:13-18).

¿Y eso se supone que sea una respuesta al sufrimiento? En el mejor de los casos, eso distrae un poco, al uno plantearse la pregunta de por qué esa ave pueda ser así. Pero entonces uno descubre, que detrás de eso hay dimensiones que son más profundas que los misterios de la creación, y no es el ser humano sino sola y únicamente Dios quien tiene el conocimiento completo. Para nosotros, todo es inescrutable y buscamos una respuesta – ¡y repentinamente tenemos todo un libro como respuesta!

Luego el Señor habla de un leviatán (¿dinosaurio? ¿dragón?) y de su fuerza espeluznante. Y refiriéndose a eso dice: “Y nadie hay tan osado que lo despierte; ¿quién podrá permanecer delante de mí?” (Job 41:10). También eso es una respuesta: Dios en Su grandeza no necesita rendirnos cuenta de las cosas que Él permite y que son demasiado altas para que las comprendamos.

Séptimo, los ángeles – llamados “hijos de Dios” en el libro de Job – toman parte en lo que les sucede a los humanos. Los ángeles ven lo que sucede en nuestro mundo; nosotros somos un testimonio para ellos, un espectáculo (1 Co. 4:9; 11:10; Ef. 3:10; 1 Ti. 5:21). Ya tan solo esto puede ser razón para sufrimiento permitido, porque todo el acontecer en el tiempo de nuestro mundo y en cuanto a Israel sirve a los ángeles para la adoración de Dios. Eso ya fue así durante la creación (Job 38:7) y volverá a ser así al final del tiempo de este mundo (Ap 4:9; 16:5; 19:1,3,4,6).

Octavo, el fin de Job nos muestra, que lo que Dios permite nunca es arbitrario o tiránico. Siempre sirve para un objetivo específico, y nos muestra que Dios no es duro ni indiferente, sino todo lo contrario, Él es lleno de compasión y misericordia: “Nosotros tenemos por bienaventurados a los que sufren: Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin que le dio el Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Stg 5:11).

Al final, a Job le fue restituido el doble de todos sus bienes y vivió otros 140 años. Eso sirve para aconsejar pastoralmente: la cuenta se hace al final, y todo aquel que persevera con firmeza y que vence recibirá el galardón. Y también se ve que el sufrimiento, por duro que pueda ser y por el tiempo largo que pueda llevar, siempre es finito. Llega el día en que terminará.

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