¿Por qué deberíamos pensar en Israel?

Mark L. Bailey

Una Biblia, un periódico, una iglesia y un telescopio: lo que estos términos dicen sobre Israel desde el punto de vista de Dios.

Cuando medito acerca de lo que se debería pensar de Israel, vienen a mi mente cuatro cosas: una Biblia, un periódico, una iglesia y un telescopio. En la Biblia podemos encontrar el pensamiento de Dios respecto a esta nación. En el periódico, enfocarnos en el conflicto actual de Medio Oriente. Por otro lado, no podemos dejar de lado a la Iglesia, en donde las opiniones a la hora de hablar de los judíos y la nación de Israel están divididas. Por último, un telescopio sirve para ver con más claridad lo que está lejos, refiriéndome con esto al futuro incierto. ¿Habrá terminado Dios con Israel o aún tendrá planes para su pueblo?

La Biblia: ¿Qué piensa Dios de Israel?
Dios habla de Israel como su «posesión» (Salmos 135:4, rvr 1960), su «tesoro especial» (Salmos 135:4, ntv) o «la niña de su ojo» (Zacarías 2:8). El salmista afirma que Dios no ha escogido a ningún otro pueblo (Salmos 147:20). Deuteronomio 7:6-10, y otros pasajes similares, son textos cruciales a la hora de nombrar las razones de Dios para elegir a Israel. En síntesis, podemos concluir que Dios eligió a Israel como el canal a través de cual vendría el Mesías–una luz para las naciones y la fuente de la verdad.

El canal por el que vino el Mesías 
La genealogía de Jesucristo comienza ya con la creación del hombre, con la primera promesa bíblica, la cual anunciaba que un varón entre la humanidad vendría y traería la victoria sobre el enemigo (Génesis 3:15). De entre todos los pueblos del mundo, Dios escogió uno. Decidió, a través de un pacto con Abraham, que por su línea vendría la persona que bendeciría al mundo entero (Génesis 12:1-3). Luego, determinó que provendría de la tribu de Judá (Génesis 49:8-10), y con más exactitud, de la familia de David –a quien le fue prometido un trono, una casa y un reino imperecedero (2 Samuel 7:13-17)–. Belén era la aldea en donde debía nacer el pastor y rey de Israel (Miqueas 5:1). Incluso el sexo del Mesías es mencionado unos setecientos años antes de su nacimiento (Isaías 9:6). Si bien, desde un punto de vista veterotestamentario, puede tratarse de un simbolismo tipológico, el nacimiento virginal del Hijo de Dios, del Mesías encarnado, cumplió con esta profecía (Isaías 7:14; Mateo 1:23) –justo a tiempo para liberar a las personas de la maldición del pecado a través de su muerte vicaria (Gálatas 4:4)–. En el relevante pasaje del pacto abrahámico, la «simiente» de Abraham es la receptora y el medio de bendición. La descendencia de Abraham sería bendecida y a la vez de bendición para el resto del mundo (Génesis 12:2-3). Según la Biblia, la reacción de las personas frente a la nación escogida sería crucial para recibir la bendición o la maldición de parte de Dios (Génesis 12:3).

Una luz para las naciones
Como anunciaba la promesa del pacto abrahámico, el mundo sería bendecido a través de la simiente de Abraham. Dios siempre quiso que toda la humanidad lo reconociera. En Isaías 42:6-7 leemos las palabras que el Señor dirigió a Israel: «Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas». Dijo, además, en Isaías 49:6: «Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra».

La obra salvífica de Dios consistía en convertir a su pueblo en su siervo, con el fin de que el mundo oyera las buenas nuevas a través de este y todos alcanzasen la salvación.

Malaquías 1:1-5 muestra el amor de Dios por Israel en contraposición con Edom, aunque con el fin de que las alabanzas a Su Nombre fueran más allá de sus fronteras. Este es un tema recurrente en la Biblia hebrea. En Éxodo, Moisés declara al faraón que Dios había enviado las plagas para que «[…] [su] nombre sea anunciado en toda la tierra» (Éx. 9:16). Dios también dijo a Moisés que edificaría Israel: «Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán» (Dt. 28:10). Josué dijo al pueblo de Israel que Dios había abierto el Jordán «[…] para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano de Jehová es poderosa […]» (Jos. 4:24). Por otro lado, David anunció delante de Goliat: «[…] toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel» (1 S. 17:46).

La oración de Salomón era que Dios escuchara las oraciones de los extranjeros que estaban en Israel, y que de esa forma «[…] todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre y te teman, como tu pueblo Israel» (1 R. 8:43). El salmista oraba, diciendo: «[…] se volverán a Jehová todos los confines de la tierra» (Sal. 22:27), «[…] sea conocido en la tierra tu camino, en todas las naciones tu salvación» (Sal. 67:2) y «[…] benditas serán en él todas las naciones» (Sal. 72:17). En Isaías 49:6, Dios dijo: «Te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra». Jeremías, por su parte, veía que se aproximaba el tiempo en el que las naciones debían escuchar todo lo que Dios hacía por Jerusalén, lo que las haría alarmarse y temblar (Jer. 33:9). La elección de Israel no tenía tan solo un carácter redentor para este pueblo, sino que contenía en sí misma el anuncio de una posible bendición para las naciones.

La fuente de la verdad 
Dios se reveló por medio de la ley, los profetas y los escritos de la Biblia hebrea, los que tenían como propósito conducir a las personas a Jesucristo (Lc. 24:44). Estas tres partes describen las palabras y las obras de Dios en su trato con Israel como un pueblo especial entre las naciones. Como pueblo escogido de Dios, le fue «confiada la palabra de Dios» (Ro. 3:1-2). Pablo, hablando de las intenciones de Dios con esta nación, escribió: «[…] israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas; y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. ¡Amén!» (Ro. 9:4-5). Israel no fue escogido tan solo para administrar la verdad, sino para trasmitirla a todos los pueblos. 

Gerald McDermott escribió: 

El día que reconocí en ambos testamentos un mismo modelo de la historia bíblica, tuve una experiencia sorpresiva. Este se mueve de lo singular a lo general. Dios utiliza lo singular (una persona o un pueblo especial), para bendecir a la generalidad (el mundo). En el Antiguo Testamento, Dios elige a un hombre especial (Abraham) y a su pueblo (los judíos) para bendecir a sus vecinos y al mundo (a todos en general).

Dios quería un pueblo que mostrara su gracia salvadora y su perfecta justicia. Me gusta mucho la manera en que nuestros amigos de One for Israel (Uno por Israel) lo expresan en su página web: «Dios quería a un pueblo que sirviera al mundo como un rótulo y un ejemplo–no por el comportamiento de ellos, sino por el de Dios».

El periódico: ¿En qué consiste el continuo conflicto en Medio Oriente?
A menudo, los Estados y Gobiernos que surgen de las guerras deben luchar por su legitimidad, tanto en su territorio como en territorio extranjero. No pasó mucho tiempo para que surgieran informes controvertidos sobre la identidad, la legitimidad y la seguridad de la costa oriental del mar Mediterráneo. La situación actual fácilmente puede explicarse de la siguiente manera:

En un sentido religioso, las demandas de Israel están arraigadas en la promesa que Dios hizo a Abraham y a sus descendientes de darles la tierra (Génesis 15:18-21, Números 34:1-12 y Josué 1:4). En esta misma tierra se encontraban los antiguos reinos de Saúl, David y Salomón, la que luego de la muerte de este último fue dividido en Israel y Judá. Además del argumento de la posesión histórica, está también el político, por el cual le pertenece el derecho de autodeterminación–otorgándole la libertad de establecer una patria judía para la conservación del pueblo, su lengua y su cultura– y el reconocimiento internacional, documentado en la Declaración de Balfour de 1917 y la resolución 181 de la onu de 1947.

Los palestinos afirman que la tierra les pertenece por haber vivido allí de manera ininterrumpida, y por constituir una mayoría demográfica hasta la guerra de 1948. Mientras que Israel defiende la Declaración de Balfour para justificar su legalidad en la región, los palestinos opinan que esta declaración no habría sido introducida de esa manera y que Israel ignora a propósito algunas partes del documento, sobre todo un párrafo:

El gobierno de su Majestad recomienda la fundación de una patria nacional para el pueblo judío en Palestina, e instrumentará sus mejores esfuerzos para llegar a este objetivo. En todo eso se sobreentiende, que no se debería hacer nada que podría dañar los derechos civiles y religiosos de comunidades no judías en Palestina o los derechos y el estatus político de los judíos en cualquier otro país.

El argumento religioso de los palestinos también se remonta a Abraham, afirmando que Ismael tenía el derecho a la sucesión por ser el primogénito, correspondiéndole a ellos la tierra. Otras voces árabes dicen tener su origen en los antiguos filisteos, los cuales vivían en la región antes de que Israel conquistara la Tierra Prometida.

Desde la guerra de la Independencia en 1948, Israel aseguró sus fronteras luego de varios conflictos consecutivos, incluyendo la guerra de Seis Días en junio 1967, en la que se hizo de la península del Sinaí, Cisjordania, la Franja de Gaza y los Altos del Golán. En 1973, durante la guerra de Yom Kipur, Israel obtuvo más regiones en Siria y Egipto. Desde ese tiempo, hasta ahora, se mantiene el conflicto entre judíos y árabes por el derecho a existir de Israel y los límites de sus fronteras, al igual que la solución del conflicto en el establecimiento de uno o de dos Estados.

La solución de dos Estados propone la asignación de dos Estados independientes para israelíes y palestinos respectivamente. Esta es la opción preferida desde los días del mandato británico. Sin embargo, la historia ha demostrado que esta solución resulta ingenua: los árabes niegan de manera permanente la idea de un Estado judío. Del mismo modo, no hay un consenso sobre dónde deberían establecerse las líneas fronterizas, quién tendría el gobierno de Jerusalén, qué derechos son otorgados a los refugiados palestinos, cuántos asentamientos judíos deben permitirse en regiones disputadas, y el mantenimiento en las fronteras de la seguridad militar israelí para la supervivencia de esta nación.

La solución de un Estado propone resolver el conflicto a través de la fundación de un Estado binacional israelí-palestino, donde se incluya toda la región–territorios que en la actualidad están divididos–. El problema es que, dada la superioridad numérica de los palestinos, la democracia árabe desplazaría al Estado judío. Por otra parte, se teme del lado contrario, que Israel anexe la región y obligue a un gran número de palestinos a abandonar la zona, o le niegue el derecho al voto. La mayoría rechaza esta solución, ya que infringe los derechos de los ciudadanos. Por esta razón, no se ha impuesto ninguna de estas dos soluciones. El conflicto sigue, y a menudo se desatan acontecimientos agresivos aislados o fuertemente organizados contra el ejército israelí el cual responde de igual forma.

La Iglesia: ¿Por qué divergen tanto las opiniones?
En 2017, Life Way llevó a cabo una encuesta para evaluar las posturas evangélicas frente al Estado israelí y el pueblo judío, las cuales muestran una imagen cambiante. Si bien, en general, los resultados son favorables al pueblo escogido por Dios, existe una preocupación por algunos de entre la generación más joven que no piensan de manera positiva acerca de Israel, como sí lo hacían sus padres. Esto podría deberse a lo lejos que ha quedado en el tiempo tanto el Holocausto como el nacimiento de Israel en 1948.

El 4 de diciembre de 2017 fueron presentados los resultados de la encuesta en una conferencia de prensa celebrada en el National Press Club, en Washington. En esa ocasión, Joel Rosenberg hizo la siguiente declaración:

Los mileniales nos envían un mensaje aleccionador. Por el momento, no están en contra de Israel. De ningún modo. Sin embargo, la encuesta también deja en claro que no todos entienden el rol bíblico de esta nación. Por esta razón, el apoyo que dan a Israel se encuentra casi 20 puntos por debajo del de sus padres y abuelos. Partamos de la base de que esta tendencia continuará. Mientras que la Iglesia no trasmita a los creyentes más jóvenes un mensaje sano, equilibrado y bíblicamente fundamentado en el amor y plan de Dios para Israel, en la próxima década podría disminuir claramente el apoyo evangélico al Estado judío, ya que los mileniales constituyen un porcentaje cada vez mayor en las iglesias.

En base a la percepción ampliamente extendida de que Israel ganó una guerra y se estableció como una potencia económica, la atención está puesta en el sufrimiento de los palestinos y su causa ha recibido mucha atención y simpatía pública. De este modo, se ha generado la impresión de que los palestinos son un pueblo perseguido.

Este cambio en la percepción de las personas fue impulsado, sin lugar a dudas, por la creciente influencia de la Teología de la Sustitución o Supersesionismo, es decir, el punto de vista que afirma que en el plan de Dios la Iglesia neotestamentaria reemplaza y ocupa el lugar de Israel. En el libro Hat die Gemeinde Israel ersetzt? (¿Reemplazó la Iglesia a Israel?), Michael J. Vlach escribe:

El Supersesionismo […] parece fundamentarse en dos premisas principales: 1) la nación de Israel ha concluido o perdido de algún modo su estatus como pueblo de Dios, por lo que nunca más ocupará un papel o función especial de manera separada de la Iglesia; 2) la Iglesia ahora es el verdadero Israel y ha reemplazado o sustituido a la nación de Israel como pueblo de Dios. 

Con respecto a Israel y a la Iglesia, el Supersesionismo es el punto de vista que afirma que la Iglesia Neotestamentaria es el nuevo y verdadero Israel, habiendo tomado para siempre el lugar de esta nación como pueblo de Dios.

Como respuesta, hacemos nuestras las palabras de Scot McKnight: «La Teología de la Sustitución es una doctrina no bíblica, que contradice las claras declaraciones del Antiguo y Nuevo Testamento, las cuales enseñan y confirman la salvación y restauración de la nación de Israel».

Los defensores del Supersesionismo espiritualizan las promesas dadas a Israel y las aplican a la Iglesia universal. Si bien la misión de la Iglesia incluye a todas las naciones, eso no anula el significado especial que tiene la tierra para Israel. Que el Nuevo Testamento no hable acerca de las promesas de la tierra, no es una evidencia lo suficientemente sólida como para afirmar que el territorio no juega ningún papel en el tiempo neotestamentario. Debemos tener en cuenta el hecho de que el 80 % de los encuestados todavía creen que la promesa de Dios a Abraham incluye la conservación del pueblo judío y su derecho a la tierra que le fue dada.

El telescopio: ¿Cuál es el futuro de Israel como pueblo?
Contrario al punto de vista supersesionista, consideramos que el término Israel, más allá de si es utilizado en textos históricos o proféticos, siempre hace referencia al Israel étnico. Mientras que la primera parte de este estudio hablaba acerca del carácter y las intenciones de la histórica elección de Israel, esta última sección se enfocará en el futuro. La Biblia contiene muchos pasajes que representan a Israel y sobre todo a Jerusalén como el centro geográfico de los acontecimientos apocalípticos. Entre estos sucesos se encuentra la repatriación y restauración de Israel, la segunda venida de Cristo y el dominio mesiánico en la Tierra.

La repatriación de Israel 
Lo que Dios ha planificado para el futuro de Israel concuerda con su continua revelación a las naciones. Isaías 11:12 ya anunciaba la reunificación y repatriación de este pueblo: «Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra». Jeremías 30:3 prometía algo similar: «Porque he aquí que vienen días, dice Jehová, en que haré volver a los cautivos de mi pueblo Israel y Judá, ha dicho Jehová, y los traeré a la tierra que di a sus padres, y la disfrutarán».

Que Dios haya prometido un futuro al pueblo y a la tierra de Israel, no significa que vivirán allí sin interrupción. En numerosos pasajes de la Escritura, Dios advierte que la desobediencia del pueblo podría conducirlos hacia la servidumbre en países extraños o a tiempos de exilio y dispersión. Sin embargo, junto a este tipo de advertencia disciplinaria, Dios también afirma su fidelidad con el pacto: «Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios. Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová» (Lv. 26:44-45).

Algunos enseñan que estas profecías se cumplieron con la repatriación del pueblo judío de Babilonia. Cabe señalar dos cosas al respecto: 

1) Isaías 11:11 dice que ellos serían reunidos «por segunda vez». La repatriación de Babilonia fue la primera vez que ellos regresaron a su tierra. 

2) En Isaías 11:12 dice que serían reunidos «de los cuatro confines de la tierra». Eso no puede referirse a la repatriación desde Babilonia, puesto que solo partieron desde ese lugar. 

De modo que indudablemente se refiere a un acontecimiento futuro. 

Por otro lado, también fue profetizada la conservación de Israel en sus fases de dispersión. Dios dice, en Jeremías 31:35-37, que el pueblo judío permanecería mientras exista el sol, la luna y las estrellas.

Las promesas acerca de un retorno definitivo pueden hallarse en varios pasajes, donde se incluye también a la tierra como parte de la restauración. Es así como lee­mos en Ezequiel 11:16-17: «Así ha dicho Jehová el Señor: Aunque les he arrojado lejos entre las naciones, y les he esparcido por las tierras, con todo eso les seré por un pequeño santuario en las tierras adonde lleguen. Di, por tanto: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Yo os recogeré de los pueblos, y os congregaré de las tierras en las cuales estáis esparcidos, y os daré la tierra de Israel!» (véase Amós 9:14-15). De forma sorprendente, Ezequiel 39:27-28 dice que ni un solo israelita será dejado atrás el día que Dios reúna a su pueblo por última vez.

Ezequiel 37:11-14 termina de disipar toda duda respecto a que el pueblo judío será reunido en la tierra de Israel desde todas partes del mundo, antes de que Dios ponga su Espíritu en ellos. Eso significa que su momentánea falta de fe en Dios está en total armonía con la condición descrita en este capítulo de Ezequiel 37. Sin embargo, el profeta sigue diciendo que comenzará un día glorioso para el pueblo –en el sentido espiritual y físico–, un día en que será salvo de todo su andar (Ez. 11:17-21; 36:24-28). Israel dirigirá otra vez su atención al Señor, renovando el propósito por el cual fue elegido desde un principio: llevar a las demás naciones al conocimiento del Señor. Es así como volverán a enfocarse en lo esencial (Zacarías 12:10).

Salvación de Israel 
Romanos 11:28-29 es uno de los pasajes claves en el Nuevo Testamento para confirmar el persistente estatus del pacto abrahámico y las promesas de Dios para Israel: «Así que, en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios». Israel sigue siendo el pueblo escogido, a pesar de su incredulidad, por lo que aún perduran las bendiciones que vinieron de la mano de esta elección. En Romanos 11, Pablo confirma que Israel no fue del todo desechada y que habrá un remanente de personas que creerán (v. 5). El rechazo no es definitivo, sino que llegará el día en que Israel será salvo (v. 26).

El endurecimiento y la ceguera del pueblo son solo en parte, pues no todo israelita ha rechazado la fe (v. 25). Además, el rechazo a Jesús de parte de los judíos es tan solo temporal, hasta que haya sido alcanzada la plenitud de los gentiles (v. 25). Pablo argumenta, bajo la base de Isaías 59:20-21, que Israel se convertirá a través de la fe en el Mesías, quien viniendo de Sion los salvará en conformidad con el pacto que ha hecho con ellos (vs. 26-27).

Buscar mayor claridad 
Es importante reflexionar acerca de por qué Dios ha escogido, dado promesas y conservado al pueblo hebreo. ¿Ha revocado Él sus pactos? ¿Los ha cumplido en Jesucristo? ¿Ha transferido los pactos a la Iglesia? ¿Son claros los argumentos de quienes creen en el último escenario? ¿Tendrá Israel un derecho legítimo a la tierra a pesar de su incredulidad? ¿Quién tiene el derecho de gobernar Jerusalén? ¿Cómo debería reaccionar un creyente al clima político de Medio Oriente? ¿Cuál sería una solución justa para los judíos y árabes palestinos de la región, y qué responsabilidad tenemos con las comunidades de fe de ambos lados? ¿Ayudan las tradiciones étnicas a unificar la Iglesia o tienden a dividirla?

¡Oremos juntos por la paz de Jerusalén (Salmos 122:6) y proclamemos a Jesucristo como el Señor (2 Corintios 4:5) y a nosotros mismos como servidores del prójimo por causa de nuestro Redentor!

ContáctenosQuienes somosPrivacidad y seguridad