Por qué debemos vivir de manera santa

Esteban Beitze

La Biblia muchas veces enfatiza la santidad de Dios, del mismo modo, Su deseo de que Su pueblo de Israel o Su iglesia sean santos. Ser santo significa estar apartado para Dios.

Lo que Dios añora también es el deseo del corazón de aquel que busca la santidad, y lo que Dios aborrece, también para esta persona es una abominación. Esta identificación total con la voluntad de Dios está descrita de la mejor manera en 1 Pedro 1:14-16: “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia, sino, así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito está: ‘Sed santos, porque yo soy santo’.” Dios no permite zonas intermedias. ¡Él nos quiere enteros! La argumentación es sencilla, pero categórica: “¡Sed santos, porque yo soy santo!” .

Las consecuencias de una vida fuera del camino de la santidad nunca son buenas: “El que camina en integridad anda confiado, pero el que pervierte sus caminos sufrirá quebranto” (Prov. 10:9). El Salmo primero nos habla del final de aquellos que andan por el camino del pecado: “No así los malos, que son como el tamo que arrebata el viento” (Sal. 1:4). Pero aquel que vive en santidad, tiene la aprobación de Dios.

El Apocalipsis enumera muchos errores de la iglesia de Sardis. Pero aún así, también en esta iglesia había aquellos que vivían en santidad: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” (Ap. 3:4).

Con el bautismo, el cristiano nacido de nuevo testifica de su voluntad de vivir en santidad: “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro. 6:4).

Por supuesto que es una lucha diaria. Y nunca será fácil. Nosotros, no obstante, podemos hacerlo mucho más fácil para nosotros mismos, o hacerlo mucho más difícil, como muestra el ejemplo siguiente.

En Alemania, algunos muchachos cortaron a la mitad a dos de los escarabajos VW tan conocidos, y soldaron entre sí a las dos partes traseras, en las que se encuentran los motores. De esta manera, las dos partes traseras se encontraban una frente a la otra. Luego, escribieron en ellas con color: “No vamos a ningún lado.”

Supongamos que dos motores iguales se encontrarían uno frente al otro en el primer cambio. Como tienen la misma fuerza, pero tiran en dirección opuesta, no se moverían del lugar. Además, no se podría apagar a ninguno de los dos. ¿Cómo se podría lograr ahora que se muevan? Piénselo antes de seguir leyendo.

La respuesta es sencilla. Tenemos dos fuerzas opuestas iguales, que según una ley física se anulan mutuamente. La única posibilidad de mover el vehículo en una dirección es, poner combustible solamente en el tanque de una de las partes.

Lo mismo sucede a nivel espiritual. La lucha entre carne y espíritu dura toda la vida. Si usted alimenta su carne con cosas negativas de revistas, películas, internet, música, amistades y otros, es de prever, quién ganará la batalla. Pero si usted alimenta su espíritu con la Palabra de Dios, con oración, participación en la congregación y comunión con otros cristianos espirituales, entonces también es de prever quién tendrá la ventaja. El Apóstol Pablo dijo: “andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gá. 5:16). Y también: “¡Vestíos del Señor Jesucristo y no satisfagáis los deseos de la carne!” (Ro. 13:14).

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