Paralelos inconfundibles entre la primera y la segunda venida de Jesús

Wim Malgo (1922–1992)

La primera venida del Señor Jesús en Belén y la segunda, son una en el sentido de la historia de la salvación. Por eso nunca podremos comprender bien Su primera venida en Navidad sin considerar la segunda, ya que las dos están estrechamente ligadas. He aquí una comparación.

Cuando Jesús nació en Belén, en el mundo entero los pueblos se movilizaron. Se hizo un censo mundial para que Él pudiera nacer en Belén según las Escrituras (Lc 2:1-7). Nadie reconoció el objetivo de la movilización de los pueblos de aquel tiempo. Para millones de personas parecía ser un esfuerzo sin sentido, al hacer el viaje difícil a su ciudad natal; sin embargo, todo tenía un profundo significado divino. No fue el emperador Augusto quien dispuso eso. No, sino que fue decisión del Dios vivo en persona. Lo mismo sucede en la actualidad. ¿Cuál es el sentido de la movilización mundial de los pueblos? Todo está en movimiento. Una gran intranquilidad pasa a través de este mundo. El sentido divino detrás de esto, el proceder decidido y perceptible de Dios se encuentra en la Segunda Venida de Jesucristo. Su trono está siendo construido en Israel. Curiosamente también la gente, su comportamiento y su manera de ser son iguales, tanto en la Primera como también en la Segunda Venida del Señor, y distinguimos que hay seis categorías: 

Primero, los que duermen. Cuando Jesús vino, todos dormían. Ni siquiera los vecinos más próximos lo notaron, y eso que había llegado el Rey de reyes. Lo mismo sucederá en la Segunda Venida del Señor. Todo duerme. Por algo el Señor advierte tantas veces y tan seriamente, como en Lucas 21:36: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.” 

Todos estamos en peligro de dejarnos adormecer por el mundo material visible. Pero el Señor Jesús, a aquellos que desean velar, les da la promesa: “Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles” (Lc 12:37).

¡No subestimemos el peligro de adormecernos! De las diez vírgenes, las cinco inteligentes y las cinco necias, está escrito en Mateo 25:5: “Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron.” Pero el Señor Jesús amonesta, diciendo: “Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!” (Mr 13:37). Con eso llegamos a la segunda categoría de personas similares en ambas venidas de Jesús: 

Segundo, están los que velan y esperan. Es significativo que en la Navidad fueran los pastores con sus ovejas los que recibieran el anuncio de Su nacimiento. Hoy no es diferente: son las mismas personas las que velan y esperan Su venida. Son aquellos que, como lo expresa Pedro, son ejemplos para el rebaño, que pastorean el rebaño de Cristo, que han crecido en seguir a Jesús, que han probado que el Señor es bueno y amable, y que ahora lo esperan día y noche.

No es casualidad que hayan sido precisamente pastores con sus ovejas los que estaban despiertos en aquella hora nocturna de la historia de la salvación. Quiero decir, pastores son aquellas personas que en sus convicciones son parecidos a Jesús, quien dice de Sí mismo: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor su vida deja por las ovejas” (Jn 10:12). Cuanto más nuestras convicciones se parezcan a las de Cristo (Fil 2:5), tanto más velaremos y también lo esperaremos con anhelo.

Tercero, están los teóricos. En la primera venida de Jesucristo había personas que dogmáticamente, en cuanto a razonamiento, en otras palabras, en su Teología, sabían todo sobre la pronta venida del Mesías. Ellos les dieron informaciones exactas a estos hombres de Oriente en presencia de Herodes. A la pregunta: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?” (Mt 2:2), contestaron: “En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel” (vs. 5-6).

Estas personas con sus conocimientos teóricos sobre la venida del Rey, ¿se levantaron y se apresuraron para ir a Belén? ¿También le hicieron regalos? ¡En absoluto! Es incomprensible, pero verdadero también: A causa de su vanidad personal ya no había el anhelo en sus corazones de encontrar ellos mismos al Rey.

También en este año celebrarán la navidad muchas personas que están muy bien informadas sobre la venida del Señor, y que son muy receptivas para ambientes emotivos. Es más, hay aquellos que con los ojos abiertos no ven, a pesar de que los judíos de todas las naciones regresan a Israel, a pesar de que las señales del tiempo proclaman con voz cada vez más fuerte: “¡El Rey está por venir!”, que a pesar de conocer su Biblia, con el corazón no se preparan para eso. Los conocimientos bíblicos sin obediencia práctica hacen que las personas sean frías e insensibles a la venida del Señor. Dime, mi hermano, mi hermana, ¿esperas con gran añoranza Su venida?

En cuarto lugar, tenemos a aquellos que ven al Rey. En Mateo 2:1 son denominados los “sabios de oriente”. ¿Por qué eran sabios? Porque eran sensibles a Su luz. De manera imperturbable seguían esa luz, y estos gentiles dan testimonio a los religiosos ortodoxos, diciendo: “Su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mt 2:2). Y al decir: “hemos venido”, testifican con énfasis de su obediencia en la fe. Con eso dicen: “Hemos dejado todo, porque debemos ver a Jesús.” 

¡Qué estremecedor: los teóricos que estaban tan cerca de la luz, no la veían! Desde Jerusalén se puede ver a Belén, y los que estaban en Jerusalén sabían todo, pero igual no lo reconocieron. ¡Qué tragedia! “La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron” (Jn 1:5, LBLA).

Pero los gentiles ciegos lo comprendieron: llegaron de lejos y permitieron que les costara todo para ver a Jesús; y cuando vieron Su estrella, se alegraron mucho. Es verdad que muchos últimos serán los primeros. ¿Entre cuáles estás tú? ¿Sigues a la luz? Aquí aprendemos que luz no es religión, sino que es Jesús mismo, quien más adelante en Juan 8, después de un primer choque con los religiosos y engreídos exclama: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (v.12).

El quinto grupo está formado por los reyes que se niegan a dimitir. La noticia pasó por toda Jerusalén: “El rey del que hablan los profetas ha nacido”, y luego leemos en Mateo 2:3: “Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él.” Pero, ¿por qué? Porque vio amenazada su monarquía. Él se había impuesto y había edificado su trono sobre los cadáveres de otros. Era un hombre sediento de sangre, y para mantener firme su dominio incluso había asesinado a su propia familia. El emperador Augusto parece haber dicho de él, que sería mejor ser un cerdo de Herodes, que un hijo de él. Tenemos en este tirano cruel una imagen de la autoafirmación extrema: no hay lugar para otro rey. Él temía la toma del poder desde arriba. Herodes se espantó. Todo estaba en peligro: su poder, pero también sus bienes (se calcula que el ingreso anual de Herodes consistía en aproximadamente 15 millones de dólares estadounidenses).

En la actualidad existen unos cuantos “Herodes” que, – a pesar de estar rodeados de religiosos, asesorados por religiosos y enseñados por religiosos – tienen la mente arrogante y material. ¡El Rey Jesús viene! ¿Estás listo para renunciar? ¿Verdaderamente es Él el Señor, tu Rey, en tu corazón? Los “Herodes” que no quieren realizar un cambio de gobierno tienen que espantarse ante el Rey que viene.

En Sexta posición tenemos a los que son puros y de mente celestial. Estos existieron en la primera venida de Jesús, y también existen ahora en Su segunda venida; y estos son los ángeles. Donde la tierra quedó callada, el Cielo se regocijó. Incontables ejércitos de ángeles cantaron de júbilo en los campos de Efrata en Belén: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lc 2:14).

De modo que esta alabanza venía del Cielo, y cuanto más nosotros en este tiempo en que el Rey viene otra vez, afirmamos nuestra posición celestial en Jesucristo (Ef 2:6; Fil 3:20), tanto más proclamaremos Su alabanza. Porque en los campos de Efrata los pastores escucharon la alabanza de Dios desde el cielo. ¿No es impresionantemente hermoso, cuando en Lucas 2:9 leemos lo que irradiaba del ángel del Señor? “Y la gloria del Señor los rodeó de resplandor.”

¡Y qué mensaje tan maravilloso el que tenían los ángeles! ¿Por qué? Porque tenían una mente celestial y carácter celestial. ¡Qué mensaje, qué luz, qué efecto tuvieron sus palabras, porque los pastores encontraron a Jesús! ¡Oh mi hermano, mi hermana! Qué tú y yo podamos tener una mentalidad y un carácter aún mucho más celestiales, como dice en Colosenses 3:1-2. Solo así también seremos una luz clara en la noche oscura; solo en esta mentalidad podremos llevar hasta Jesús a las personas que de verdad esperan y preguntan (Lc 2:16).

Ahora me queda contestar esta última pregunta: ¿Por qué Jesús no era y no es esperado con alegría? 

La respuesta es obvia. Su primera venida en aquel tiempo significó que Él se hizo igual a nosotros: “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” (He 2:17). El hecho es que, la Navidad no es algo envuelto en una luz suave y romántica, sino que es verdad dura: es la representación del ser humano por Dios como Jesucristo, nacido como niño indefenso en un establo con animales, cuando Él se encontraba allí en el pesebre en profunda pobreza y debilidad. Fue allí como si Dios nos quisiera decir: «Así como Yo ahora les doy a mi Hijo, así son ustedes en mis ojos; así también es en vuestros corazones, un establo y oscuridad; hay estiércol e inmundicia en ustedes, pero en medio de esa oscuridad doy a mi Hijo».

¿Ves? por eso es que la gente no lo quiere, por eso tampoco quieren la Cruz, porque cuando Jesús estuvo colgado en ella, resonaba a través del universo: «Así eres tú, ser humano, tan pervertido, tan perdido. La tragedia tornasolada de Navidad, ahora otra vez en este mes, consiste en que se encienden muchas luces, pero a menudo queda oscuro en los corazones; es una temporada donde se dan y reciben muchos regalos, pero se queda pobre; es trágico que en los días de Navidad uno añore tanto la sensación de protección, comunión y un hogar feliz, y sin embargo, se queda indeciblemente solitario». Gran parte de los seres humanos que se han precipitado al frenesí festivo de la Navidad, despiertan desencantados y decepcionados. ¿Y por qué? Escucha la Palabra del Señor: “¿No será el día de Jehová tinieblas, y no luz; oscuridad, que no tiene resplandor?” (Am 5:20). Esta es una palabra dura pero necesaria, para que tú por fin estés dispuesto a afirmar que Jesús se haya hecho igual a ti y a reconocer tu perdición. Es ahí cuando verdaderamente se hará Navidad para ti, porque entonces Jesús llegará a ser Rey en tu corazón.

Exactamente los mismos fenómenos concomitantes encontramos ahora en la Segunda Venida del Señor. Él es esperado con alegría por muchos creyentes, porque en esta segunda manifestación, significa el llegar a ser igual a Él. Cuando Él vino en Belén se hizo igual a nosotros. Pero cuando Jesús venga a buscarnos, nosotros debemos ser iguales a Él (1 Jn 3:2). Muchos creyentes, sin embargo, ya no han buscado la santificación, no han llegado a ser iguales a Él, no fueron transformados en Su imagen, y por eso, no pueden esperar con alegría el regreso de el Salvador. A ellos les gustaría demasiado separar la Navidad de Su pronta venida. Pero, ¿y si Él viene pronto? ¿Serás igual a Él entonces? ¿Estarás listo cuando Jesús venga?

ContáctenosQuienes somosPrivacidad y seguridad