Más allá de lo visible

Mark Hitchcock

C.S. Lewis dijo: “Existen dos errores igualmente grandes, y aún así contrarios, que las personas pueden cometer con respecto al diablo y a sus demonios. Uno de esos errores es no creer en su existencia, y el otro, es creer en ellos, y tener un interés descomedido y enfermizo en ellos. Ellos se alegran por ambos errores del mismo modo, y le dan la bienvenida a un materialista con la misma exuberancia que a un hechicero”.

Cuando un campeón de ajedrez pasaba por una galería de arte en Europa, se encontró con una pintura que lo fascinó. El cuadro mostraba a un joven jugando al ajedrez con el diablo. La cara del enemigo mostraba deleite y la del joven pánico. La pintura llevaba el título Jaque Mate.

Mientras el campeón de ajedrez miraba el cuadro, había algo que le molestaba – algo no estaba bien con el cuadro. Él buscó al administrador de la galería y le pidió que le bajara el cuadro. Como eso no era posible, pidió un encuentro con el artista. Este estuvo de acuerdo en concertar una entrevista con él en la galería.

El campeón de ajedrez llevó un tablero de ajedrez y las figuras. Colocó la partida de la misma manera como la había dibujado el artista en la pintura, y dijo: “Algo no está correcto en su pintura”. Cuando el artista preguntó qué era, el campeón de ajedrez dijo: “usted le dio a su cuadro el título Jaque Mate, y eso presupone que el joven ya no puede hacer ninguna jugada más.” Entonces, el campeón llevó al rey del joven a otra casilla, y dijo: “Ahora el diablo es el que está en jaque mate”. Luego, miró al joven en el cuadro y le dijo: “Joven, tu enemigo es víctima de un cálculo funestamente equivocado. Tú no tienes por qué perder. ¡Tú ganas!”.

Quizá usted, de vez en cuando, se sienta como el hombre de la pintura. Posiblemente, incluso, en este momento. El temor y la preocupación le persiguen día y noche, mientras usted se imagina cómo el diablo hace la última jugada en su vida. Usted tiene la impresión de que pronto estará en jaque mate, por problemas matrimoniales, financieros, profesionales, de salud, o por algún otro de los incontables problemas.

Tengo una novedad magnífica para usted. Si usted confía en Jesucristo como su Redentor, ¡usted gana! Su campeón ha vencido al enemigo. El Rey hizo Su última jugada y, a través de Su resurrección de los muertos, proclamó: “jaque mate.” ¡La batalla ya está ganada! Todo lo que usted y yo necesitamos hacer es, bajo Su mano directiva y nuestra victoria en Él, llevar el juego al final. El pueblo de Dios lucha contra el enemigo sobre la base de una victoria ya ganada, no por una victoria. Contrario a lo que muchas personas puedan pensar, la batalla espiritual no es un asunto intimidatorio ni alarmante. Si lo entendemos, eso nos da la esperanza, el valor y la seguridad de que la victoria es nuestra a través de nuestro Señor Jesucristo.

Otra razón por la cual deberíamos ocuparnos de la batalla espiritual y del mundo invisible alrededor nuestro, es que Dios nos lo ha revelado. Solamente eso ya justifica nuestro interés en el tema y el tiempo que ocupamos en su estudio. Si Dios ha descrito en Su Palabra que hay un mundo espiritual detrás del escenario de lo visible, entonces está en nosotros tomar esta revelación en serio.

El diablo es mencionado por primera vez en Génesis 3 y por última vez en Apocalipsis 20. No es una exageración decir que no se puede comprender bien la Biblia de principio a fin, si no se sabe nada sobre el diablo y sus malignos ayudantes. Desde Génesis hasta Apocalipsis, Dios nos ha revelado verdades sobre ell mundo invisible. Por esta razón, tiene que ser importante para nosotros.

Una tercera razón por la cual debemos tratar con la batalla espiritual es que existen muchas opiniones diferentes sobre este tema. Los defensores del actual movimiento Spiritual Warfare (Batalla Espiritual) están a favor de una batalla espiritual a nivel cósmico, de mapas espirituales, al igual que de la identificación y la confrontación de espíritus territoriales. Muchos otros defienden la liberación, incluyendo el reprender y atar al diablo y a los espíritus demoníacos. ¿Será que estas prácticas son bíblicas? ¿Deberían participar en ellas los creyentes? ¿Qué dicen las Escrituras? A causa de las diversas opiniones y prácticas, los seguidores de Cristo en la actualidad deben comprender lo que dicen las Escrituras sobre la batalla espiritual, para no ser arrollados por prácticas no-bíblicas y así terminar en la lista de las víctimas. La batalla espiritual no es un juego. La lucha victoriosa contra el enemigo debe ser realizada en el poder de Dios y según Sus principios.

Una cuarta motivación para estudiar sobre el diablo, los demonios y la batalla espiritual es que las actividades de los demonios y la lucha espiritual, según la Biblia, aumentará drásticamente en el tiempo del fin (vea Ap. 9). Aún no estamos en el tiempo del fin, pero podemos partir de la base que las actividades demoníacas se aceleran cuanto más nos acercamos a ese tiempo y precisamente eso parece ser el caso ahora. Mientras que el obrar demoníaco aumenta en intensidad, no deberíamos permitir que nuestra comprensión y conciencia de la batalla espiritual retrocedan. Esa es una combinación peligrosa. Nuestro estudio de la lucha espiritual tiene que corresponder a su extensión en nuestro mundo de hoy. No podemos darnos el lujo de estar desarmados.

Una quinta motivación para comprender el mundo invisible alrededor nuestro, es que ello nos ayuda a reconocer un sentido detrás de aquello que podemos ver. De acuerdo con la Biblia, a nuestro alrededor se agita una guerra mundial invisible. Comprender esa realidad nos da una perspectiva única que no tienen las otras personas. Ray Stedman nos da una importante idea del por qué debemos comprender la guerra espiritual a nuestro alrededor. Lea usted la siguiente cita con atención:

“Mientras que los mayores líderes del mundo tienen que luchar con el dilema de la vida moderna, ellos solo se pueden preguntar: ‘¿Qué es lo que anda mal? ¿Cuál es el elemento desconocido que está detrás de todo esto? ¡No podemos comprenderlo ni explicarlo! Algo se escapa de nuestra comprensión de la naturaleza humana y del comportamiento humano. Pero, ¿qué será?’

La respuesta es: detrás del escenario de la historia se realiza una batalla espiritual, y esta lucha espiritual en el mundo invisible es lo que acciona los eventos en nuestro mundo visible. En el mundo material no existe la paz, porque en el mundo espiritual ruge una guerra justamente ahora.

Nada tiene más sentido, ni es más importante y real, que participar del lado de Dios en esta poderosa guerra espiritual. La enseñanza bíblica de la lucha espiritual nos muestra la verdad sobre el problema básico de la existencia y de la historia humana.

‘Ah’, dirá usted quizás ahora, ‘todo esto es bastante deprimente. Prefiero no pensar en eso’. Tampoco me gusta mucho pensar en eso, pero he aprendido que, en cuanto a la verdad, uno no puede simplemente desear que no exista. Hay solamente una manera de acercarse a esta batalla: en forma realista, y siendo fuerte en el Señor y en el poder de Su fortaleza.

Quien ignora este llamado y la batalla que ruge alrededor suyo, está condenado a caer víctima de la misma. No podemos ser neutrales. Tenemos que decidirnos por uno de los bandos. Debemos ponernos del lado de los poderes de Dios, de los poderes del bien.”

Cuando comprendemos esta batalla invisible, podemos ver el mundo tal como realmente es. Una de las verdades básicas de la Palabra de Dios es que detrás de la finísima fachada de este mundo hay una guerra invisible y despiadada. Las armas del diablo están cargadas y sin el seguro, y sobre sus balas está escrito nuestro nombre. Si no nos queremos contar entre sus víctimas, debemos comprender esta lucha y cargar las poderosas armas de Dios. El enemigo nos tiene en la mira.

Una vez vi una historieta de dos venados, estaban parados uno al lado del otro. Uno de los dos mira hacia abajo, a un blanco en su barriga. Y el otro venado le dice: “¡Qué lunar tan tonto, Hal!”. Nos guste o no, si deseamos vivir para Cristo y para Su gloria, nos hemos convertido en un blanco.

Mi amigo, el pastor Philip De Courcy, me cuenta una historia que Jill Briscoe contó a un grupo hace un par de años atrás. Ella regresaba del extranjero a los Estados Unidos, el 11 de septiembre de 2001. Cuando se produjeron los ataques terroristas, su avión fue desviado a Reikiavik, Islandia, donde el personal de vuelo y los pasajeros debieron pasar unos días antes de poder proseguir su viaje. En el aeropuerto, a Jill Briscoe le llamó la atención una militar norteamericana joven. Daba la impresión de estar muy preocupada y consternada. Finalmente, Jill Briscoe se acercó a hablarle para saber si estaba bien, y para darle ánimo y consuelo. Los acontecimientos del 11 de septiembre habían afectado fuertemente a la joven. Cuando Jill le preguntó qué era lo que la conmovía tanto, la joven dijo en cuanto a su futuro: “Yo no entré al ejército para ir a la guerra”.

Muchos creyentes, hoy en día, son como esta joven. Ellos no se han comprometido a ir a la guerra. Muchos ni siquiera desean pensar en eso. La verdad, no obstante, es que todo cristiano tiene que ir a la guerra. No tenemos ninguna elección. Por esta razón, deberíamos asegurarnos de conocer las estrategias del enemigo y de tener listas nuestras armas.

Nuestro enemigo es despiadado y siempre busca una oportunidad favorable. Sir William Slim era comandante del ejército británico. En ambas guerras mundiales fue condecorado por sus servicios y herido tres veces. Cuando se le preguntó dónde había aprendido su lección más importante como soldado, contó una historia muy sencilla, y aun así muy decisiva, que hoy es parte del Manual del cuerpo de infantería marina:

“Hace muchos años atrás, como cadete, tenía la esperanza de un día llegar a ser oficial. Estudiaba las ‘Reglas básicas de la Guerra’, en las antiguas disposiciones del servicio de campo, cuando el sargento primero vino hacia mí. Me miró en forma amable y divertida, y dijo: ‘No te rompas la cabeza con todas esas cosas, muchacho. Existe una sola regla básica en la guerra, nada más. Aciértale al otro tan rápido y duramente como puedas, donde más le duela y cuando él no esté mirando.’”

El diablo diariamente aplica esta estrategia contra el pueblo de Dios. Nuestras ideas sobre la lucha espiritual naturalmente deben ser equilibradas. Los creyentes pueden ser seducidos ya sea a ignorar al enemigo o a tratar demasiado con él. Ambos extremos son dañinos y al enemigo le gustan los dos. No prestarle atención al diablo y a sus estrategias es suicidio espiritual. Por el contrario, ocuparse demasiado de él y de su reino, es igualmente peligroso. A.W. Tozer enfatiza el peligro de concentrarse demasiado en el diablo e invita a los cristianos a convertir a Cristo en el punto central de todas las cosas:

“Para ver las cosas como las ven las Escrituras, tenemos que tener siempre presente al Señor y debemos convertir a Cristo en el centro de nuestro campo visual. Cuando el diablo ande rondando, él sólo debe aparecer en el borde y ser visto por nosotros como una sombra al lado de una luz brillante. Cambiar eso siempre es incorrecto – o sea, poner al diablo en el punto central de nuestro campo visual y a Dios en el borde. Tener un enfoque tan distorsionado solo puede llevar a una tragedia.

Al enemigo mejor lo mantenemos fuera cuando Cristo está en el centro. Las ovejas no necesitan temer al lobo; ellas solamente deben quedarse cerca del pastor. El diablo no teme la oración de las ovejas, sino la presencia del pastor.

Un cristiano letrado en la Biblia, cuyas capacidades han sido formadas en la Palabra de Dios y en el Espíritu Santo, no temerá al diablo. Cuando sea necesario, se opondrá a los poderes de las tinieblas y los vencerá a través de la sangre del Cordero y de su testimonio. Será consciente del peligro en que se encuentra y sabrá qué debe hacer. Huirá a la presencia de Dios y no permitirá que el diablo determine sus pensamientos.”

Debemos recordar que Pablo utiliza solamente diez veces la palabra “Satanás” y seis veces la palabra “diablo”. Y, al contrario, encontramos la palabra “Jesús” en 219 versículos, “Señor” en 272 versículos y “Cristo” en 389 versículos. Está claro que deberíamos dirigir nuestra atención a Cristo, no al diablo. Y que debemos poner a Cristo en el centro, no al diablo.

Apocalipsis 5:5-7 nos dice que el Cordero inmolado está en el centro de todos los que están de pie en el cielo. Si el Cordero crucificado y resucitado es el centro en el cielo, cuánto más debería serlo entonces aquí en la Tierra – el centro de todo, de nuestras iglesias, nuestras familias, nuestros matrimonios y nuestra vida. No podemos permitir que nuestra atención sea desviada de nuestro valioso Cordero que fue inmolado por nosotros. Nuestra prioridad debería estar en la adoración, no en la batalla espiritual.

Nuestra actitud hacia nuestro enemigo espiritual, debería parecerse a la mirada de un capitán de fútbol hacia la defensa contraria. Si se ocupa demasiado con los defensores del equipo contrario, nunca notará cuando sus jugadores corren a una posición favorable. El capitán, en primer lugar, debe prestar atención a sus propios defensores y atacantes. Al mismo tiempo, sin embargo, no debe perder de vista a los defensores contrarios, y debe prever sus movimientos. De no ser así, su tiro no llegará al objetivo. Un capitán inteligente, debe pasarse horas analizando, en videos, la forma de juego del adversario. Pero luego, cuando esté en la cancha, debe concentrarse en su propio juego y el de sus compañeros. Así también deberíamos actuar nosotros en la batalla espiritual. Nuestra mirada debe estar dirigida hacia Cristo y Su táctica de juego para nuestra vida. Pero, si ignoramos al diablo y sus planes, seremos insensatos.

Dos pasajes esenciales en las Escrituras muestran el origen de Satanás y el comienzo de la guerra invisible: Isaías 14:12-19 y Ezequiel 28:11-19. Estos dos textos hablan de su condición original en el cielo, su pecado y su caída. Describen lo que podríamos llamar la caída cósmica desde el cielo. Estos textos muestran claramente la creación, la perversidad y la condenación del diablo.

No todos consideran que estos pasajes describen al diablo. Pero, si esto no se refiere a él, entonces no tenemos ninguna narración bíblica de su caída y de su rebelión contra Dios. Yo creo que el diablo es el tema de estos dos pasajes, y que en ellos podemos ver la historia de su caída.

Ezequiel 28:11-19 contiene el ascenso y la caída de una persona, denominada rey de Tiro:

“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser.”

Ezequiel escribió estas palabras en el siglo sexto antes de Cristo, durante el cautiverio de 70 años de los judíos en Babilonia. Sus profecías pueden ser divididas en tres secciones principales: Ezequiel 1-24: juicio sobre Judá. Ezequiel 25-32: juicio sobre los vecinos de Judá. Ezequiel 33-48: restauración de Judá e Israel.

En la segunda de estas tres secciones Ezequiel habla del juicio venidero sobre los estados vecinos paganos de Judá y predice la caída del dirigente de Tiro (28:2). Los comentadores de la Biblia, en general, están de acuerdo en que Ezequiel 28:2-10 trata del Rey Etbaal III de Fenicia, quien dominaba la fortaleza de Tiro en la costa del mar. El era un monarca arrogante y codicioso, y Ezequiel profetizó el juicio que le llegó no mucho tiempo después de esta profecía.

Pero en Ezequiel 28:12 vemos un cambio repentino. De repente es presentado el rey de Tiro. Este no es la misma persona que el dirigente de Tiro del versículo 2. El dirigente del capítulo 28:2-10 es denominado dos veces como ser humano (vs. 2 y 9), mientras que el rey de Tiro es caracterizado por una descripción sobrenatural, que va mucho más allá de lo que podría decirse de un ser humano. Ninguna persona, y en especial el maligno dirigente de Tiro, podría ser descrita con palabras tales como “perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura”. Además, el rey de Tiro fue creado (vs. 13 y 15), lo que sería una declaración extraña para un rey humano. Los humanos nacen, no son creados. En base a estas declaraciones y descripciones, creo que este texto habla del diablo en su condición caída. Al mencionar primeramente al dirigente humano de Tiro (vs. 2-10) y a continuación al rey de Tiro (vs. 12-19), Ezequiel parece mostrar el poder sobrenatural detrás del dirigente humano, tal como el diablo, en el fin de los tiempos, será el poder impulsor detrás del anticristo (Ap. 13:2-4).

Si esta interpretación es correcta, entonces el diablo antes de su caída disfrutaba de privilegios sin precedentes. Él era el más poderoso y más majestuoso de todos los ángeles. El “santo monte de Dios”, que se menciona en el versículo 14, podría referirse al lugar donde habitaba el diablo en la presencia de Dios, antes de su caída. Él gozaba de la codiciada cercanía del mismo Dios. El diablo también es denominado como “querubín grande y protector” (vs. 14 y 16). Los ángeles están divididos en dos clases, y los querubines son un tipo especial, que es especialmente responsable de proteger la presencia y santidad de Dios.

Las palabras “tamboriles” y “flautas” (v.13) apoyan la idea de que Satanás servía como sumo sacerdote celestial y dirigía en el cielo la adoración a Dios. El versículo 18 habla de sus santuarios. Es imposible estar absolutamente seguro del significado completo de todas estas afirmaciones, pero Donald Grey Barnhaouse dio una explicación que reúne las diversas partes:

“La idea expresada en la palabra protector, fue ampliamente debatida por los comentadores de la Biblia. (…) Aquí le vemos en su función sacerdotal, en relación con los querubines, que también en la actualidad dirigen la adoración en el cielo (Ap. 4:9,10; 5:11-14), y que están siempre cerca del trono de Dios.

El hecho de que Lucifer tenía santuarios, indica adoración y sacerdocio. Pareciera como que él recibía la adoración del universo desde abajo de él y se la entregaba al Creador por encima de él. …

Allí, en la presencia de Dios, Lucifer ofrendaba la adoración de un universo lleno de criaturas, y recibía sus órdenes del Todopoderoso, como profeta de Dios, y las trasmitía a la creación que estaba adorando.”

Antes de su caída, el diablo, aparentemente, era el portero de la gloria de Dios, el sumo sacerdote celestial y el director de la alabanza. Pero, el momento decisivo llegó en el versículo 15: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad”. No hay ningún lugar en la Biblia que explique mejor el origen del pecado. Satanás era perfecto en todas sus características y acciones, hasta ese terrible momento en que fue hallado pecado en él. En un momento aún no existía el pecado, al siguiente estaba allí. El diablo fue el primer pecador del universo.

La caída del diablo es descrita en los versículos 16-19. Primero dice: “A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste.” Arnold Fruchtenbaum explica lo que esto significa:

“Esta afirmación también se encuentra en la descripción del príncipe humano de Tiro, en los versículos 1-10. En el caso del príncipe de Tiro, esto significa que él iba de puerto en puerto y amontonaba riquezas (v. 5). En el caso del rey de Tiro, el diablo, esto significa que él iba de ángel en ángel, calumniando a Dios para ganar la lealtad de ellos. “…Que la multitud de sus contrataciones…” lo llenaron de iniquidad, se refiere a que él negociaba con los ángeles y blasfemaba a Dios.”

El diablo comenzó una campaña de calumnias, al ir de ángel en ángel, hablando mal de Dios. En cuanto al intento del diablo de vencer a Dios y apoderarse del dominio en el cielo, alguien dijo: “Satanás tiró los dados y solamente logró dos unos”. O, como lo expresa Erwin Lutzer: “Él perdió su futuro en un tragamonedas que no da ganancia”.

El versículo 17 muestra que el pecado del diablo, el primer pecado jamás cometido, fue la arrogancia. “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu ­sabiduría a causa de tu esplendor.” Este pecado echó a perder al diablo, y él fue destituido. Su angustiante caída estuvo completa.

El segundo pasaje que, a mi parecer, describe la caída original del diablo es Isaías 14:12-19. Aquí se cuenta una historia similar a la que está en Ezequiel:

“¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo. Se inclinarán hacia ti los que te vean, te contemplarán, diciendo: ¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos; que puso el mundo como un desierto, que asoló sus ciudades, que a sus presos nunca abrió la cárcel? Todos los reyes de las naciones, todos ellos yacen con honra cada uno en su morada; pero tú echado eres de tu sepulcro como vástago abominable, como vestido de muertos pasados a espada, que descendieron al fondo de la sepultura; como cuerpo muerto hollado.”

Los comentadores de la Biblia están de acuerdo en que Isaías 14:4-11 describe al rey histórico, terrenal, de Babilonia, pero, como en Ezequiel 28, hay desacuerdo en cuanto a si el pasaje que le sigue habla de un líder humano o si cambia al poder que lo impulsaba. Yo creo que el término “lucero, hijo de la mañana”, en el versículo 12, se refiere al diablo en su condición anterior a su caída. Los versículos 12-14 señalan sus pecados, y en los versículos 15-19 se describe su caída.

Isaías 14 se asemeja a Ezequiel 28 al menos en dos puntos. Primero, el diablo en ambos textos es representado como el poder detrás de un rey humano maligno. En Isaías 14, él es el poder detrás del rey de Babilonia, y en Ezequiel 28, se encuentra detrás del rey de Tiro. Segundo, ambos pasajes muestran que el orgullo fue el pecado original del diablo. Isaías 14:13-15, a menudo es denominado los cinco “yo quiero” del diablo. Inexplicablemente, pone su voluntad por encima de la voluntad de Dios.

“Yo quiero subir al cielo.” El diablo quería ser igual a su Creador.

Yo quiero “levantar mi trono en lo alto, junto a las estrellas de Dios”. Las estrellas de Dios son los demás ángeles. El diablo quería estar sobre la creación entera y recibir su adoración.

Yo quiero sentarme “en el monte del testimonio, a los lados del norte”. El monte del testimonio, normalmente, es equiparado al lugar en que reina Dios. El diablo quería ocupar la cima de la autoridad.

Yo quiero subir “sobre las alturas de las nubes.” Las nubes, en las Escrituras, a menudo simbolizan la gloria de Dios. El diablo quería la gloria que solamente le corresponde a Dios.

¡Yo quiero ser “semejante al Altísimo”! El diablo quería tomar el lugar de Dios.

En otras palabras, el diablo quería tomar posesión de la creación de Dios y tener la autoridad exclusiva sobre ella. Él trató de ir hacia arriba, pero fue despeñado.

El diablo perdió su lugar en el cielo para siempre. Como sostiene Erwin Lutzer: “No es de asombrar que el diablo esté lleno de ira… ¡Piense, tan solo, en todo lo que tuvo que dejar atrás! Ya no puede ser un profeta que habla de parte de Dios. Ya no puede ser el sacerdote que entrega a Dios la adoración. Él, quien quería ser como Dios, en definitiva es quien menos se le parece. En resumen, ha perdido todo y no ha ganado nada”.

Completamente al contrario de lo que tiene el Hijo de Dios. Él dejó el lugar más alto en el universo, el lugar a la diestra de Dios, se humilló a sí mismo e hizo todo el camino hasta la vergüenza en la cruz. Por eso, Dios le exaltó hasta lo sumo (Fil. 2:5-11). Para Jesucristo solamente hubo ganancia y ninguna pérdida. Según los pensamientos de Dios, el camino hacia arriba lleva hacia abajo, y el camino hacia abajo lleva hacia arriba. El hecho de que Dios enaltece a los humildes, debe darnos valor (Stg. 4:10; 1 P. 5:6).

Si Isaías 14 y Ezequiel 28 verdaderamente describen la caída del diablo, sabemos que él es un ángel caído, caído de esa posición alta que tenía. Pero, ¿cuándo fue eso? Todos opinan que el diablo cayó algún tiempo antes a Génesis 3, cuando él sedujo a Adán y a Eva a desobedecer a Dios. La pregunta es, ¿cuándo, exactamente, pecó y cayó antes de Génesis 3?

Acerca de este tema existen dos opiniones básicas. Algunos creen que su caída tuvo lugar antes de Génesis 1:1, y que la intención de Dios con la creación fue establecer un escenario en el cual se demostraría quién tiene el derecho a dominar. Otros creen que Satanás cayó en algún momento, después de la creación del cielo y la tierra, pero antes de Génesis 3. Esto significa que debería haber sucedido entre Génesis 1:31 y 3:1.

En este asunto es imposible estar seguro. No obstante, hay algunos indicios que nos pueden ayudar a reconstruir el momento. Comenzamos con el hecho de que el diablo era un ángel creado y, como leemos en Job 38:7, los ángeles se gozaron en la grandiosa obra maestra de Dios, cuando Él creó el universo. Eso significa que Dios hizo a los ángeles antes de crear el universo. También deja claro que, en ese momento, aún no había caído ninguno de los ángeles y que reinaba la armonía, ya que ellos se gozaban juntos. Seguidamente, sabemos que Dios consideró como muy buena Su obra de los seis días (Gn. 1:31). También esto deja ver que, en el nuevo universo de Dios, todo estaba en orden, lo que debería ser incompatible con muchas criaturas caídas.

Por estas razones, parece ser lo mejor datar la caída de Satanás y de su grupo después del séptimo día, cuando Dios descansó y declaró buenas todas las cosas (Gn. 1:31), pero también antes de que el diablo se presentara en Génesis 3:1 como el tentador. Aun cuando no podemos estar seguros, es probable que el diablo, al ver su condición sin mácula después de la finalización de la creación, incluyendo a Adán y Eva y su adoración a Dios, se haya puesto celoso, deseando esa adoración para sí mismo. Como portero de la gloria de Dios y director de la alabanza en el cielo, añoraba esa adoración. En él fue encontrado pecado, y su caída fue definitiva.

De acuerdo con las Escrituras, Dios creó todas las cosas, incluyendo a los ángeles (Col. 1:16). Como Dios es santo y sin pecado, originalmente también todos los ángeles eran santos y sin pecado. No debemos olvidar que Dios no creó al diablo y a sus demonios. Dios creó a un querubín hermosísimo, ungido y protector, y a una multitud de ángeles perfectos, no ángeles caídos. El querubín ungido dirigió un levantamiento contra su Creador, lo que llevó a su caída y a la caída de un tercio de los ángeles (Ap. 12:4). Aun así, permanece la pregunta: ¿Por qué será que Dios permitió eso? Como Dios es omnisciente, Él tenía claro lo que sucedería. Y como Él es soberano, Él podría haberlo evitado. ¿Por qué no lo hizo?

Esa es una de las preguntas más difíciles existentes, juntamente con una pregunta similar: ¿por qué permite Dios el sufrimiento y la maldad en el mundo? En cierto sentido, no podemos contestar estas preguntas en su totalidad, pero aun así podemos saber que también la presencia del diablo y de sus demonios, de algún modo, sirve para glorificar a Dios, es decir, para hacer que se Le conozca. Dios permite que el diablo exista por Sus razones soberanas, de las cuales, sin lugar a dudas, algunas solo Él conoce. Nosotros, no obstante, podemos descansar en el hecho de que Dios es infinitamente sabio y lleno de amor, y que lleva a cabo Su plan – el mejor plan para que Él sea glorificado hasta lo sumo.

El diablo aparece en el escenario de la historia humana en Génesis 3. Él se presenta como el tentador y el seductor de los humanos:

“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: ¡No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal!” (vs. 1-5). Después del primer pecado de Adán y Eva, Dios puso una maldición sobre los principales participantes:

“Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.

Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (vs. 14-15).

Génesis 3 no menciona al diablo, ni lo llama por su nombre, pero el contexto y otros pasajes bíblicos dejan claro que él estaba detrás de la serpiente (Ap. 12:3,9). En los primeros cinco versículos de Génesis 3 se menciona tres veces a la serpiente. Este suceso presenta muchas preguntas, incluyendo el constante problema de establecer la relación entre el diablo y la serpiente. ¿Será todo eso solo simbólico, derivado de la mitología pagana? ¿Realmente se habrá transformado el diablo en una víbora, para esconderse detrás de ella? ¿O será que el diablo se había metido en una serpiente de verdad?

Yo creo que esta historia realmente sucedió de esa manera y que no es mitología. Nada en el texto le señala al lector que debe ser tomado como mitológico, y el Nuevo Testamento toma la narración sobre Adán y Eva, y del diablo en el Edén como algo histórico (Mt. 19:4-6; Jn. 8:44). Toda la narración de la creación es considerada un registro de acontecimientos que realmente sucedieron. Otros pasajes bíblicos hablan de que el diablo personifica a otras criaturas, y que actúa a través de ellas, como: el rey de Babilonia (Is. 14), el príncipe de Tiro (Ez. 28) y, finalmente, el anticristo (Ap. 13). Por las Escrituras, sabemos también que los demonios pueden entrar en las personas y que pueden tomar el control de sus cuerpos. Cuando tomamos esto en cuenta, podemos suponer que el diablo puede haber considerado el cuerpo de la serpiente como adecuado para camuflarse, cuando él tentó a Eva. Más adelante, las Escrituras denominan al diablo de distintas maneras, incluyendo los términos serpiente y dragón (2 Co. 11:3; Ap. 12:4,7, 9,13).

Esta narración, naturalmente, presenta muchas preguntas más. ¿Qué aspecto habrá tenido la serpiente antes de la maldición? Ella cargó con la maldición de comer polvo y moverse sobre su vientre – ¿significa eso que ella antes se movía de manera erguida? ¿Y por qué no le pareció extraño a Eva cuando escuchó hablar a la serpiente? ¿Será que los animales hablaban antes del primer pecado? Las respuestas a estas preguntas van más allá del contexto de este mensaje, pero Henry Morris nos presenta un comentario interesante y útil:

“De verdad no existe ninguna razón por la cual no pudiéramos suponer que la serpiente, en su condición original de creación, no haya sido un animal hermoso, que caminaba erguido y que podía comunicarse con los humanos. Una interpretación de ese tipo, al menos haría más fácil de comprender este pasaje, aun cuando también sería más difícil creerlo. (…)

Por lo demás, es posible que todos los animales (con excepción de los pájaros) hayan sido cuadrúpedos, y que solamente la serpiente no lo haya sido, la cual – con una fuerte columna en su esqueleto y el apoyo de pequeños miembros – haya tenido la considerable capacidad de erguirse y mantenerse erguida, mientras hablaba con Adán y Eva. Después de la tentación y del primer pecado, Dios cambió las capacidades de voz de los animales, incluyendo la estructura del centro del habla en su cerebro. (…) El cuerpo de la serpiente, incluso, fue sometido a cambios aún más grandes, al quitársele la capacidad de parase erguida y de poder mirar a los humanos directamente a los ojos.

Debería enfatizarse, una vez más, que esta interpretación no debe ser tomada como dogmática. La Biblia no hace declaraciones claras acerca de estas cosas, y tales explicaciones son difíciles de aceptar para la ‘mente moderna’. No obstante, no son imposibles o totalmente desacertadas, en el contexto de la creación original, e incluso parecen desprenderse directamente de la lectura más natural y más literal de este pasaje.”

Otra pregunta relacionada con esto es: ¿por qué habrá Dios maldecido a la serpiente, por algo que hizo el diablo? ¿Por qué la serpiente tuvo que arrastrarse sobre su vientre, por causa de las obras del diablo? Es imposible hablar de este tema con total seguridad, pero es posible pensar que la postura de la serpiente desde ese día, sea algo que haya sido dado como un ejemplo. La maldición que pesó sobre la serpiente, podría ser la imagen o sombra de aquello que finalmente sucederá con el diablo, cuando él haya sido sometido a Dios. A través de la maldición de la serpiente, Dios le dijo al diablo: “¿Querías pasar por serpiente? ¡Qué así sea! ¡Transformaré el carácter de la orgullosa serpiente y la convertiré en un animal bajo, y del mismo modo tú, finalmente, serás considerado como una criatura baja y sometida, y el descendiente de Eva te destrozará la cabeza!”.

Sean cuales fueren las repuestas que demos a estos detalles en el texto, podemos estar seguros que el diablo es real, y que en su primera tentación se hizo pasar por otro, para hacer más gustosa su seducción. También en la actualidad él continúa siendo un engañador maestro. El engaño es su tarjeta de presentación.

Estemos conscientes de ello o no, como dice John Blanchard: “Nos enfrentamos a un enemigo vivo, inteligente, ingenioso y astuto, que pude sobrevivir al cristiano más anciano, superar al más diligente, vencer al más fuerte y engañar al más sabio”.

Efesios 6:11 habla de “las acechanzas del diablo”. El término griego traducido como “acechanzas” es methodeias y se encuentra en el plural. Por eso, sabemos que el diablo aplica muchos métodos y planes para dañar nuestra vida y nuestro servicio. E.M. Bounds, dijo:

“Los pensamientos del enemigo están llenos de planes. Él tiene posibilidades de hacer muchas cosas. Quizás, incluso, disponga de muchas posibilidades en cada asunto. Con él nada es estereotipado. Él nunca cae en la misma rutina. Su manera de actuar es productiva, variada y siempre nueva. Sus planes son indirectos, sutiles y elegantes. Él actúa en forma engañosa y siempre maliciosa.”

También en 2 Corintios 2:10-11 habla de los planes del diablo, pero aquí se utiliza la palabra griega noema, lo que significa “pensamiento” o “intención”. El diablo trabaja febrilmente en sus métodos, planes e intenciones. La Biblia deja claro que él se ocupa de una multitud de actividades infames. Él destruye, engaña, desanima, desmoraliza y falsifica. Él imita, se disfraza, engaña y siembra dudas.

El método principal de Satanás es restarle importancia al pecado, para hacerlo más atractivo para los humanos. Él hace que el pecado se vea bien, y nos seduce a pensar que podemos dominar nuestro pecado y sus consecuencias. El diablo trata de quitarnos nuestra satisfacción en Cristo, y de convencernos que él tiene algo mejor para ofrecer. Él atrae a personas desprevenidas con la promesa de la felicidad, pero esconde el precio que deben pagar. Erwin Lutzer hizo hincapié en esta estrategia:

“Lo mejor que él puede hacer es interrumpir nuestra comunión con Dios; el diablo quiere que nos contaminemos con el pecado y, así, perdamos el contacto directo con Dios. (…) Si no logra alejarnos del cielo, al menos puede evitar que seamos útiles aquí en la Tierra.

Le encantaría poder demostrar que él puede satisfacer nuestras necesidades más profundas mejor de lo que Dios puede hacerlo. Si le prestamos atención, así argumenta, tendremos más posibilidades, mayor satisfacción y más felicidad. Él quiere hacer por nosotros lo que Dios no puede hacer. No necesitamos ser humildes para ser bendecidos. Tampoco necesitamos confesar nuestros pecados o someternos al Todopoderoso. Solamente necesitamos ocuparnos de nosotros mismos y concentrarnos en nosotros mismos. De eso se trata la vida, susurra la serpiente.

Lo que el diablo más teme es a los cristianos que tienen gozo en Dios. Él no tiene nada que pueda compararse con eso.”

Contra esa forma de actuar de nuestro adversario, solamente podemos oponernos si nos gozamos en nuestro Señor.

George Müller, conocido por la edificación y la dirección de hogares para huérfanos en Inglaterra, cada mañana pasaba bastante tiempo orando y leyendo la Biblia. Él creía que el primer deber de cada cristiano era hacer callar su alma en Dios. Müller, cuenta cómo él cada día trataba con el Señor hasta que su alma estaba “feliz en Dios”. Nuestro gozo en el Señor es de un valor muchísimo más alto que todo lo que el diablo tiene para ofrecernos.

Podríamos seguir describiendo muchas otras estrategias del diablo, pero nos contentaremos con esta sencilla lista:
Él apoya filosofías falsas (Col. 2:8).
Él está detrás de las religiones falsas (1 Co. 10:20).
Él está detrás de los falsos maestros (2 Co. 11:14-15).
Él inventa doctrinas falsas (1 Ti. 4:1).
Él es un engañador astuto (2 Co. 11:3).
Él es el adversario (1 P. 5:8).
Él es el padre de toda mentira (Jn. 8:44).
Él es el calumniador (Ap. 13:6).
Él es el tentador (Mt. 4:3).
Él es el ladrón que viene para matar y destruir (Jn. 10:10).
Él es el asesino de los seres humanos (Jn. 8:44).
Él es el maligno (Mt. 13:19).
Él ciega el entendimiento de los incrédulos (2 Co. 4:4).
Él embriaga y atrapa a los perdidos (2 Ti. 2:26).
Él se disfraza de ángel de luz (2 Co. 11:14).
Él produce falsos discípulos (Mt. 13:24-30).
Él ronda por la Tierra y busca personas que pueda devorar (1 P. 5:8).
Él forja planes sagaces para engañar a los creyentes (2 Co. 2:11).
Él influencia a los gobiernos (Dn. 10:13; Ap. 16:13-16; 20:3).
Él engaña y deslumbra a los perdidos (2 Co. 4:4; 2 Ti. 2:26).
Él persigue a los creyentes (Ap. 2:10,13).
Él acusa al pueblo de Dios (Zac. 3:1; Ap. 12:10).
Él estorba a los cristianos en su servicio para Dios (1 Ts. 2:18).
Él fomenta divisiones y discordia (2 Co. 2:10-11).
Él siembra dudas (Gn. 3:1-5).
Él tienta a las personas a pecar (Gn. 3:1-6),
Con la ira (Ef. 4:26-27),
Con el orgullo (1 Ti. 3:6),
Con la autoconfianza (1 Cr. 21:1),
Con la inmoralidad sexual (1 Co. 7:5),
Con las mentiras (Hch. 5:3),
Con el desánimo (1 P. 5:6-10).

Su engaño más grande, seguramente es convencer a los humanos de que no necesitan a Jesucristo para redimirlos de sus pecados. ¡No deje que el diablo le engañe! ¡No caiga en esa gran mentira! ¡Si aun no lo ha hecho, venga hoy a Cristo y crea en Él!

Resumen del libro 101 Respuestas a las preguntas sobre Satanás, demonios y batalla espiritual, Mark Hitchcock, pág. 11-49. Exclusiva publicación previa. Estudie más en el libro sobre el carácter y el obrar del diablo y sus demonios y sobre la correcta batalla espiritual.

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