Motivados por el gozo (Filipenses 3:1)

Samuel Rindlisbacher

Por lo demás, hermanos míos, regocíjense en el Señor. El escribirles las mismas cosas a mí no me es molesto, y para ustedes es más seguro.” Filipenses 3:1

Pablo comienza el capítulo 3 de su carta a los filipenses con las palabras: “Por lo demás, hermanos”. Les quiere llamar la atención a algo nuevo, tiene algo para decirles, como también a nosotros.

Pero miremos primero la situación en la cual se encuentra Pablo. En Filipenses 2:26-30, habla de Epafrodito, diciendo que era “ministrador de mis necesidades”, que “gravemente se angustió”, que “estuvo enfermo, a punto de morir”; de sí mismo el apóstol dice que tuvo “tristeza sobre tristeza”.

Pablo describe aquí problemas que todos los seres humanos tenemos, más allá de ser creyentes o no. Todos nos enfermamos, todos algún día nos acercamos a la muerte, cada uno pasa por tristezas. Son aflicciones que vienen desde afuera. Las conocemos todos, algunos más, otros menos. Pero en Filipenses 3:2, Pablo escribe acerca de aflicciones que vienen desde adentro de la iglesia: “Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo”. Habla aquí de feligreses que se están mordiendo mutuamente, de malos obreros que destruyen en lugar de edificar y lo están haciendo en la Iglesia de Jesús, de los “mutiladores del cuerpo” o en otra versión, de la “falsa circuncisión” (LBLA).

¿Qué debemos hacer? Con estas aflicciones uno podría hundirse en la depresión, pero Pablo ataca el problema de raíz. En Filipenses 3:1, dice que no se dejará vencer por todas las aflicciones que acabamos de describir: “Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro”. Pablo no se deja robar el gozo; él se goza en el Señor.

¿Cómo puede ser que Pablo se goce a pesar de que hay, dentro de la misma Iglesia, obreros que destruyen y que falsifican la obra, y personas que se muerden como si fueran perros malos? Y además de esto, no faltan los problemas, las aflicciones, las enfermedades y el sufrimiento en la vida personal de Pablo. Lo que ocurre es que él tiene un gran ejemplo: el mismo Señor Jesús.

También para nosotros, Jesús siempre debe ser el gran modelo. Leemos que en Juan 17:13 dijo: “Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos”. El Señor Jesús habla aquí del gozo que los miembros de la Iglesia de Jesús pueden tener en sus corazones. Se refiere a un gozo permanente, un gozo que no depende de las circunstancias (recordemos que en Juan 17, Jesús estaba ya camino al Gólgota). Para Jesús el gozo era estar en el centro de la voluntad de Su Padre. En Hebreos 10:7, leemos acerca de Su disposición: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Y en Juan 4:34, Jesús dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”.

Pablo podía gozarse porque tenía el mismo sentir que Jesús.

El Señor Jesús quiere que nos gocemos y que no andemos por este mundo como gruñones. Quiere que tengamos un testimonio contagioso y que Dios sea glorificado por nuestras vidas. Por eso, Pablo nos escribe que nos gocemos en el Señor aunque las circunstancias no sean motivo de gozo.

Pero para esto debo aferrarme a Jesús, doblar mis rodillas una y otra vez delante de Él, buscar la quietud ante Él, buscarlo en oración. Debemos gozarnos aunque haya enfermedades, problemas y aflicciones de afuera. También debemos gozarnos cuando desde adentro se manifiesten falsos hermanos o malos obreros. Solamente puedo hacer esto cuando sé que hay Alguien que está por encima de todas estas cosas: el mismo Señor Jesús. Él tiene todo bajo Su control y nunca llega tarde. Cuando Jesús estuvo en la cruz, pudo decir a Su Padre que encomendaba Su espíritu en Sus manos; pudo entregar todo al Padre con completa confianza. No­sotros podemos hacer lo mismo en nuestras circunstancias de vida, diciéndole todas las cosas al Señor Jesús. Él nunca llegó tarde cuando una persona depositó confiadamente su vida y toda su debilidad en Sus manos. Quienes hacen esto experimentan que el Señor es fiel y cumple Su Palabra. Y cuando entendemos que el Señor intercede por nosotros, nuestros corazones se llenan de gozo. Es un gozo que este mundo no conoce, un gozo que nace de nuestro “sí” a los caminos de Dios; un gozo que nos da Jesús y que nos quiere dar una y otra vez en la vida cotidiana y en las diferentes circunstancias que vivimos. Es un gozo que permanece aunque todo lo demás cambie. Es un gozo que está presente aunque las lágrimas llenen nuestros ojos.

Podremos tener este gozo cuando aprendamos a aceptar de corazón los caminos de Dios. Tengamos presente siempre el único nombre en el cual podemos tener gozo: “Por lo demás, hermanos míos, regocijaos en el Señor. A mí no me es molesto escribiros otra vez lo mismo, y para vosotros es motivo de seguridad” (Fil. 3:1; LBLA). Lleva contigo este único nombre y fuente de gozo, aunque la vida sea difícil. Tenemos la meta por delante. Un día le veremos como Él es, y entonces experimentaremos gozo sobre gozo.

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