Las gloriosas consecuencias de una correcta manera de pensar y actuar

Fredy Peter

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.” Filipenses 4:8-9.

Pensar de manera correcta nos llevará a actuar de manera correcta, lo que a su vez producirá correctas consecuencias. Pablo enfatiza este principio cuando escribe: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8).

Este versículo no es tan solo una buena norma para evaluar las propuestas dudosas que surgen en la vida o para controlar el uso que hacemos de nuestro tiempo libre: lo que leemos, las películas que miramos y las conversaciones que llevamos. Más allá de esto, contiene principios que conciernen a todas las áreas de la vida y son una fuente de bendición para uno mismo y nuestro entorno.

Un comentario bíblico plantea la siguiente pregunta: “¿cómo podemos evitar los malos pensamientos?”, para luego responderla con asombrosa sencillez: “¡cuidando los buenos!”.

Debemos custodiar nuestros buenos pensamientos en todas las áreas de la vida. De forma precisa: buscar, pensar, meditar, investigar, evaluar lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable y de buen nombre.

Verdadero:
Excluye todo lo que no es verdad, honesto o genuino. Pensar en ello significa concentrarse en aquello que se conforma a la verdad, a lo real y a lo auténtico. ¿Dónde lo encontramos?, en Dios (Juan 3:33), en Jesucristo (Juan 7:18) y, por lo tanto, en las Sagradas Escrituras inspiradas por el Espíritu Santo, es decir, la Biblia. Juan 17:17 dice:“Tu palabra es verdad”.

No hay nada mejor ni más bendecido que estar cada día en contacto con la Palabra de Dios, leerla y estudiarla:“¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal. 119:97). Solo a través de un trato íntimo con las Escrituras seré capaz de discernir lo verdadero y buscarlo. ¿Estamos pensando en lo que es verdadero?

Honesto:
Excluye todo lo deshonroso, ofensivo y frívolo. Significa buscar lo que merece respeto, lo que es digno y noble. Un comentario bíblico define honesto como “honroso, decoroso, digno de honra, que exige respeto”, agregando: “No solo indica la dignidad terrenal que alguien posee, sino que describe a una persona que debe su honor y dignidad a su ciudadanía celestial (comp. Filipenses 3:20). Esta cualidad conlleva algo majestuoso, algo que despierta un profundo respeto, pero que no genera rechazo, sino que atrae e invita”. ¿Quién es digno de toda honra?: “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Ap. 5:13). ¿Pensamos en todo lo honesto?

Justo:
Excluye todo lo incorrecto, injusto e indigno. Somos llamados a meditar en lo justo, correcto, honrado y responsable. Como tan solo el Señor es recto y justo (1 Juan 2:1), Él es la norma invariable que debemos seguir. ¿Nuestros pensamientos están ocupados en todo lo justo?

Puro:
Excluye todo lo impuro e inmoral. Significa considerar lo que es de buena moral, decente, limpio, santo, casto e inmaculado. Jesús es descrito en Hebreos 7:26 como un sumo sacerdote “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”. Efesios 5:3-4 nos presenta, respecto a esto, normas concretas para la vida diaria: “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias”. ¿Consideramos en nuestros pensamientos todo lo puro?

Amable:
Excluye la amargura, el disgusto, el resentimiento y la aversión. Es el único lugar en el Nuevo Testamento donde aparece la palabra amable. Significa pensar en todo lo que es dulce, encantador, bello, gratificante, agradable, admirable, simpático y atractivo. Esta expresión implica también una actitud que promueve la paz y evita el conflicto. ¿Qué testifica Juan acerca del Señor Jesucristo?: “Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:14).  ¿Pensamos en todo lo amable?

De buen nombre:
Excluye todo lo que ofende o tiene una connotación negativa. Como en la expresión anterior, es la única vez en el Nuevo Testamento que se mencionan estos términos. Significa pensar en todo lo que es digno de alabanza, positivo, hermoso, estimado, decente, gozoso y prestigioso. ¿Quién cumple con esto de una manera inigualable?, Jesucristo: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Fil. 2:9). ¿Pensamos en todo lo que es de buen nombre?

Así, pues, estas seis expresiones: verdadero, honesto, justo, puro, amable y de buen nombre describen con precisión la vida, el sentir y el servicio de nuestro Señor Jesucristo. Podríamos llamar a esta lista una “minibiografía” de Jesús. Nos muestra cuánto debemos dejarnos transformar en nuestra manera de pensar. Pero esto no es todo lo que aquí se nos propone.

La séptima expresión es:

Virtud alguna:
Virtud es una palabra maravillosa que excluye todo vicio. El teólogo William Barclay escribe al respecto: “En el pensamiento antiguo, esta palabra abarcaba todo lo que era eficaz, excelente, virtuoso y perfecto. Podía referirse a la calidad del suelo de cierta región, a la efectividad de una herramienta, a la perfección física de un animal, al coraje y la excelencia de un soldado, como también a la virtud de una persona”. ¿Hay en nuestros pensamientos virtud alguna? Si la respuesta es no, debería entonces ser nuestro objetivo.

En octavo lugar, Pablo dice:

Algo digno de alabanza:
Este último concepto excluye todo lo detestable y despreciable. Significa pensar en lo que merece alabanza, aprobación y reconocimiento. ¿Mis meditaciones son dignas de elogio? Preguntémonos entonces: ¿cuál es mi objetivo? ¿Adónde voy? ¿En qué ocupo mi tiempo? ¿Qué leo, qué escucho, qué miro? ¿Son mis objetivos en mi vida matrimonial, familiar, eclesiástica y comunitaria, con todas sus actividades de tiempo libre, culturales y culinarias, verdaderos, honestos, justos, puros, amables y de buen nombre? ¿Nos damos cuenta de lo actual que resulta Romanos 12:2 cuando dice: “no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”?

Busquemos y desarrollemos esta renovada manera de pensar. La renovación se lleva a cabo a través del perdón y la purificación, por medio de la sangre que el Señor Jesús derramó en la cruz. Ocurre a través de la obra que el Espíritu Santo hace por medio de la Palabra de Dios. Además, se obtiene de las decisiones personales que tomamos a diario. Debemos decidir qué queremos pensar y qué pensamientos admitiremos en nuestro corazón.

Proverbios 4:23 lo sintetiza así: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. Así como piensa un hombre, así es. O como lo expresó el emperador y filósofo romano Marco Aurelio: “La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella”.

Una correcta manera de pensar conlleva una correcta manera de actuar; por lo tanto, los pensamientos puros conducen a actos puros. Pablo dirigía sus pensamientos hacia lo mejor y es por esta razón que pudo recomendarse a sí mismo como modelo a seguir: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced” (Fil. 4:9). ¡Qué vida santificada y llena del Espíritu Santo debió haber llevado este hombre para tener la potestad de ponerse así mismo como ejemplo de los filipenses!

Lo que aprendisteis:
Los filipenses aprendieron a conocer a Dios por medio de Pablo y a vivir una vida temerosa de Dios y conforme a su voluntad divina. Podemos decir que se encontraban en la escuela de discipulado de Pablo.

Recibisteis:
La iglesia de Filipos tuvo el privilegio de convivir con Pablo y, por lo tanto, de presenciar en todo momento su comportamiento y su lucha por la fe (Filipenses 1:30; 3:17).

Vemos que el ejemplo personal ha sido y sigue siendo parte esencial de la enseñanza.

Es necesario que transformemos nuestra correcta manera de pensar en acciones correctas. No por única vez, sino de forma constante. Debe convertirse en un estilo de vida: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (Stg. 1:22). Pensar de manera correcta nos llevará a actuar de manera correcta, lo que a su vez producirá correctas consecuencias: “[…] y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil. 4:9b).

Pablo usa la expresión Dios de paz en otros cinco pasajes (Romanos 15:33; 16:20; 1 Corintios 14:33; 2 Corintios 13:11; 1 Tesalonicenses 5:23). Paz significa ausencia de contienda y describe un sensación de bienestar y satisfacción.

Los pensamientos puros conllevan a actos puros y estos a su vez resultan en consecuencias puras: ¡la presencia de Dios en nuestras vidas! Estos son los gloriosos efectos de una manera correcta de pensar y actuar. ¡Qué promesa! ¿Podremos encontrar en algún lugar una mayor paz interior que cuando el “Dios de paz” está con no­sotros? Tal vez la razón por la cual muchos cristianos no experimentan tales consecuencias y no disfrutan de la paz interior, sea justamente la desobediencia a estas normas, las cuales dirigen nuestros pensamientos hacia los objetivos y propósitos celestiales. Por eso, si carecemos de paz o la hemos perdido, examinémonos: ¿qué actitud impide que se manifieste?¿Qué pensamientos nos la robaron?

Busquemos, pensemos, meditemos, consideremos y evaluemos “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza”. Y todo lo que hayamos entendido al leer, estudiar y escuchar la Palabra de Dios, “esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”.

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