Las aflicciones a causa de Jesús y la Gran Tribulación

Johannes Pflaum

La sociedad ‘evoluciona’ de manera preocupante. Algunos cristianos se consuelan con el hecho de que serán arrebatados antes de que todo se ponga realmente feo. Sin embargo, esto es una falacia, incluso para los pretribulacionistas.

Juan 16:33 contiene un mensaje revelador: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. La palabra “aflicción” también puede traducirse como “tribulación, angustia o una alta presión”. Por otra parte, con la expresión “mundo” no se refiere a una puesta de sol romántica en las Bahamas o en el nevado Säntis (Suiza), sino a la humanidad en rebelión contra Dios. Satanás es el gobernante de este mundo, de la creación caída. El Señor Jesús no dice a los discípulos: “Es probable que en el mundo tengan tribulación”, o “De vez en cuando puede que haya tribulación”, sino que predice con claridad que, en esta humanidad alejada de Dios, sufriremos aflicción o estaremos bajo presión, un aspecto que no puede desligarse del discipulado.

Este es el mismo término utilizado en Apocalipsis 7 y Mateo 24 para referirse a la Gran Tribulación, con la diferencia que aquí falta la apócope del adjetivo grande (gran). Por ende, aunque el Arrebatamiento suceda antes de la Gran Tribulación, los discípulos de Jesús pasaran por tribulación, miedo, angustia y aflicción por causa de Cristo. Esto debería ser suficiente para evitar todo tipo de ingenuidad o credulidad. Al mismo tiempo, nos ayuda a enfrentarnos a los acontecimientos que nos rodean y a no engañarnos, pensando que siempre tendremos libertad religiosa.

Veamos este informe extraído de una fuente fiable sobre la situación actual en China: “El avivamiento espiritual en China en la década de 1930, y años posteriores, se originó o recibió su ímpetu de tres grandes hombres de Dios: Wang Min Dao, Dr. John Sung y Watchman Nee, todos ellos influenciados por el movimiento de los hermanos de Plymouth.

Fue a través de esta influencia doctrinal que, entre otras cosas, se proclamó que el arrebatamiento sucedería antes de la Gran Tribulación. Al inicio de la gran Revolución Cultural Proletaria, en 1966, la que fue considerada el peor acontecimiento apocalíptico hasta ese momento, muchos se apartaron de Dios. No podían imaginar una situación más desfavorable, y pensaron que se salvarían de esto. Por desgracia, muchos naufragaron en su fe”.

Este relato nos enseña a tener cuidado de no albergar falsas expectativas ni dejar que el miedo a sufrir sea el que determine nuestra creencia pretribulacionista. No debemos dejarnos guiar por deseos piadosos y adversos al sufrimiento, cayendo en el error de que siempre tendremos libertad de culto a causa de que el Arrebatamiento tendrá lugar antes de la Gran Tribulación. Por el contrario, hacemos bien en prepararnos para las tribulaciones y aflicciones del discipulado de las que habló nuestro Señor.

Pongamos un ejemplo del ámbito islámico. Hace algunos años hablé con un hermano que conoce muy bien a los cristianos perseguidos de los países islámicos y cómo estos se relacionan con el Arrebatamiento. Me contó que, en esencia, el debate relacionado con este hecho (si el rapto tendrá lugar antes o después de la Gran Tribulación) se da sobre todo en la zona de Europa occidental, pues los cristianos de estos lugares ni siquiera lo discuten. Tan solo exclaman: “¡Señor, ven pronto!”. Me dijo, además, que no tendría sentido predicar a una iglesia sufriente que sus tribulaciones no son tan malas si se comparan con la Gran Tribulación que se avecina. Nuestros hermanos de Corea del Norte o de los Estados islámicos saben cuán real es el mensaje del Señor en Juan 16:33. 

Por lo tanto, como occidentales, la mayoría de nosotros bajo políticas liberales, no deberíamos caer en este mito seudopiadoso, creyendo que tenemos la garantía de la libertad de culto.

Cualquiera que transite por este mundo con los ojos abiertos, podrá notar cómo aumenta la hostilidad y el rechazo hacia el Evangelio y cómo el aire se contamina cada vez más con las ideas del régimen dictatorial de la tolerancia totalitaria. Sí, sé que estos términos parecen contradictorios, empero, el concepto actual de tolerancia dicta qué aspectos se deben tolerar y cuáles no, por lo que resulta totalitaria. Por ejemplo, se toleran todas las religiones, pero se rechaza el discurso que defiende la existencia de un Dios absoluto. 

En el pasado, se entendía por tolerancia tener una opinión firme y plantear abiertamente aquellas cosas que considerábamos buenas y correctas, o malas e incorrectas. En este sentido, frente a puntos de vista diferentes, se respetaban las opiniones, sin necesidad de callar ni compartirlas. No obstante, la tolerancia actual es distinta, como hace años plantearon Josh McDowell y Bob Hostetler en su libro La nueva tolerancia, esta acepción revisada no permite que alguien exprese lo que es bueno o malo, sino que nos obliga a llamar bueno a los ideales politizados de las demás personas, o al menos a no juzgar sus actos.

En lugar de discutir cuándo será el Arrebatamiento, deberíamos unirnos para poner sobre la mesa las actuales y cercanas tribulaciones que como cristianos enfrentamos por ser seguidores de Cristo. Parece que naturalmente tenemos el reflejo de evitar o negar lo que nos resulta desagradable.

El conde Nicolaus Ludwig von Zinzendorf acogió en sus tiempos a la Hermandad de Moravia perseguida en Hérrnhut. A pesar de la libertad que ahora tenían, era consciente de que las aflicciones por seguir a Jesús no cesarían. Es por eso que en su conocido himno Jesu geh voran (‘Jesús, ve delante’), incluyó, en su segunda estrofa, el versículo de Juan 16:33: “Si las cosas nos resultan difíciles, mantengámonos firmes e incluso en los días más duros nunca nos quejemos de las cargas; porque a través de esta tribulación el camino conduce hacia Ti”. Este es un punto de vista muy diferente al que se escucha en muchas alabanzas de esta época, las que sugieren que ya podemos estar ante el trono de Dios y dejarnos embriagar por Su gloria.

Nuestro Señor nos ha predicho que en este mundo pasaremos por tribulación, dificultades, presión y miedo, por lo que deberíamos orar para que Él fortalezca nuestros corazones y nos prepare para el momento en que tengamos que sufrir a causa de nuestra fe. El sufrimiento y las aflicciones no son automáticos, ni podemos superarlas basándonos tan solo en nuestras fuerzas o firme voluntad. El Señor dice en Juan 16:33 que, en este mundo separado de Dios, pasaremos por tribulación. Como hemos mencionado, ninguno quiere que esto suceda, es por eso que lo que sigue en el versículo es tan relevante: “…pero confiad…”. No nos está invitando a minimizar la tribulación, como intentan hacer los optimistas radicales, ni a deleitarnos en el dolor, pues se trataría entonces de una teología masoquista; tampoco se trata de que la aflicción será pasajera y no nos afectará demasiado. La razón es otra: “…yo [Cristo] he vencido al mundo” –Él ha obtenido la victoria. 

En su Clave lingüística del Nuevo Testamento griego, Fritz Reinecker señala que Jesús anuncia la obtención del triunfo, a pesar de que todavía hay que enfrentar el sufrimiento. 

Permítanme citar un fragmento de mi libro Coraje para mañana: “Como una persona en un velero. En medio de la salvaje tormenta, la firme ancla se amarra a la cubierta con los cabos de seguridad. Una gran ola se acerca a él. Sabe que pasará un momento desagradable, que la ola lo tapará y será zarandeado; sin embargo, confía en que finalmente no se hundirá, pues está bien asegurado”1.

El versículo comienza con la promesa del Señor a sus discípulos de darles Su paz y termina animándolos a tener buen ánimo. Debido a nuestra situación de prosperidad, solemos pensar que la única forma de tener la paz y el buen ánimo de Cristo es sin sufrimientos y con plena libertad de culto. Creemos que solo podemos alabar a Dios si estamos bien: “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas” (Stgo. 5:13). Sin embargo, en este pasaje, la paz y el buen ánimo de nuestro Señor, en vista de Su victoria, son inseparables de las prisiones y tribulaciones de este mundo alejado de Dios. Por lo tanto, no debemos desanimarnos si comienza a limitarse nuestra libertad exterior, pues tenemos esta gran promesa y estímulo que despliega su poder en medio de la aflicción: Cristo ha logrado la victoria y, en plena angustia, comparte ese galardón con los suyos.

Aunque creamos que el Arrebatamiento ocurrirá antes de la Gran Tribulación, la Iglesia de Jesús en Europa Occidental todavía puede ser atribulada y sufrir la persecución. En este sentido, todo parece indicar que estamos en el punto de inflexión, donde el estado de excepción que vivimos en lo concerniente a la libertad religiosa, la cual ha perdurado por décadas, volverá a dar un paso hacia una condición más normal: la Iglesia de Jesús será oprimida. Empero, por encima de todo se encuentra la gran promesa del Señor de darnos Su paz y Su buen ánimo en medio de la tribulación, pues Él ya ha vencido al mundo.

1 Johannes Pflaum: Mut für morgen: Nachfolge im starken Gegenwind (Coraje para mañana: seguimiento de Cristo con fuerte viento en contra), extracto abreviado.

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