La tormenta que se acerca

Norbert Lieth

Lo que los acontecimientos en Hechos 27 y 28 tienen que decirnos profética y simbólicamente sobre la Iglesia y los tiempos venideros.

La Iglesia está en medio del mar de este mundo, por lo que a veces se acude a la imagen de un barco para representarla, como sucede en la canción Ein Schiff, das sich Gemeinde nennt (Un barco que se hace llamar iglesia). Esta también es la razón por la que el espacio longitudinal de los templos se denomina “nave”.

La primera estrofa de esta canción dice: “Un barco que se hace llamar iglesia navega por el mar del tiempo, que le indica la dirección hacia la eternidad de Dios. El barco navega acosado por la tormenta, a través del miedo, las dificultades y el peligro, la desesperación, la esperanza, la lucha y la victoria […]. Y una y otra vez uno se pregunta: ¿no naufragará el barco?, ¿conseguirá su gran objetivo?, ¿no se hundirá?”.

En este contexto, es interesante observar que nunca vemos a Jesús viajando en un carro; sin embargo, leemos muchas veces en la Biblia cómo solía trasladarse en pequeñas embarcaciones.

Esta imagen puede aplicarse a la actualidad. Todos notamos que las nubes se espesan sobre el mundo entero y las olas empiezan a ser más altas e impetuosas. Alguien comentó: “No, no es necesario pintar el escenario del fin de los tiempos en una pared. Ha sido durante mucho tiempo una triste realidad creada por el hombre”. Otro comentó: “Se avecina una tormenta y muy pocos están preparados”.

Pablo es el apóstol de las naciones y del cuerpo de Cristo. En cierto sentido, su historia es análoga al de la Iglesia. Los Hechos de los apóstoles relatan su conversión y misión, finalizando con su llegada a Roma. Es así que en los capítulos 27 y 28 leemos sobre su encarcelamiento y su viaje a la capital del Imperio romano, con el fin de responder ante el césar. Aún es motivo de debate si fue nuevamente liberado o si acabó en el corredor de la muerte después de dos años.

Los acontecimientos marítimos y de rescate en tierra descritos en Hechos 27 y 28 arrojan, en orden cronológico, una luz simbólica y profética de la historia de la salvación, subrayando sobre todo su significado. Emprendamos, pues, este viaje con Pablo.

Los presos
Hechos 27:1 dice: “Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta”.

¿De qué clase de prisioneros hablamos? Es probable que se trate de personas condenadas a morir en las arenas romanas. ¿No vemos en esto una imagen de las personas de este mundo, de aquellos que son prisioneros del diablo? Estos están cautivos por el pecado, las ataduras y la maldad, aunque también por el desamparo y la escasez.

Proverbios 24:11 dice: “Libra a los que son llevados a la muerte; salva a los que están en peligro de muerte”. Todos los prisioneros que viajaban con Pablo se salvaron de la tormenta, esa es la razón por la que el apóstol les dijo: “Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo’” (Hch. 27:22-24).

No era Pablo quien viajaba con los demás, sino ellos con Pablo. En cierto sentido, se convirtieron en sus “prisioneros”. Aplicando esto a nuestras vidas, podríamos decir que todos los que creen en el evangelio predicado por el apóstol de los gentiles y viajan con él, serán salvos. El barco puede hundirse, al igual que pueden quedar atrás los templos, las tradiciones y las denominaciones; sin embargo, los verdaderos creyentes del Cuerpo de Cristo se salvarán.

El evangelio que Pablo predicó está basado en el de Jesús, pero es una continuación de la Gracia perfecta. Jesús entregó este mensaje al apóstol de los gentiles, el cual complementa las otras cartas apostólicas. Sin lugar a dudas, el evangelio de Pablo es superior. No se trata de ignorar las otras cartas –no obstante, las revelaciones que Dios dio a Pablo para la Iglesia fortalecen nuestra seguridad de la salvación. En definitiva, el que viaja con Pablo puede experimentar la calma antes de la última tormenta.

La calma antes de la última tormenta
Hechos 27:8 dice: “Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea”. El viaje se hizo lento, pues avanzaban con dificultad a causa de los fuertes vientos en contra. Esto simboliza el largo período de gracia: desde Buenos Puertos hasta la Gran Tribulación. Durante este tiempo, el viento del Espíritu Santo sopla con más o menos fuerza. Por momentos el barco de la Iglesia parece estar atascado y luego surgen avivamientos y reformas. No solo hemos experimentado una y otra vez esta verdad en la historia de la Iglesia, sino también en nuestras vidas.

Entrando en la fase final
Hechos 27:9 dice: “Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba…”.

Estamos comenzando a escribir el año 2022; han pasado muchos años y aún vivimos en la incertidumbre. Luego de la Segunda Guerra Mundial, Occidente experimentó casi siempre “Buenos Puertos”, con un evidente auge económico. Hoy día, la mayoría de las personas en Europa tienen al menos un automóvil, hay comida y bebida en abundancia, y son muchos los que pueden permitirse casi cualquier cosa. Además, contamos con una seguridad social y una atención médica del más alto nivel. Sin embargo, todo se ha vuelto incierto, el mundo no es estable, por el contrario, se tambalea.

La inflación va en aumento y se avecina una crisis económica. Los precios de la canasta básica aumentan, las cosechas fracasan, hay problemas de abastecimiento de suministros, aumentan los temores y las advertencias de cortes de electricidad, y, poco a poco, es robada la autonomía del ser humano, haciéndolo depender de la compraventa de certificados. Como resultado de la pandemia, la sociedad se ha dividido, incluso las comunidades y las familias han sufrido un desmembramiento. En todas partes hay que registrarse y los guardias de seguridad ocupan la fachada de las instituciones públicas. Por si esto fuera poco, surgen las oleadas de refugiados. Nadie sabe a dónde nos llevará todo esto. Muchos hablan del nuevo orden mundial u orden económico. Algunos reconocen la influencia marxista en Israel y en todo el mundo occidental. Evidentemente, para montar algo nuevo debes primero desmontar lo anterior.

El poema Orientación parece adecuado: “El barco que se apresura, viene volando entre las olas como un vendaval; lleno de júbilo resuenan el mástil y la quilla: ‘¡Nos acercamos a nuestra meta!’. El barquero al timón dice con tristeza y de forma silenciosa: ‘Navegamos en círculos’”.1

Klaus J. Stöhlker comentó en la revista suiza Die Weltwoche: “El declive de gran parte de Suiza, por muy lento que sea, forma parte del declive entrópico de Europa. Nuestro apogeo ha quedado atrás. Disfrutemos de haber visto el colorido atardecer […]. La noche europea ha comenzado hace tiempo”2.

Los acontecimientos apocalípticos del final de los tiempos están tomando forma. Nunca los hemos recordado tanto como en los últimos dos años.

El poder salvador de la profecía
Hechos 27:10-11 dice: “Y [Pablo] les dijo: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no solo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas. Pero el centurión daba más crédito al piloto y al capitán de la nave, que a lo que Pablo decía”.

Este también es nuestro problema: la palabra profética de Dios nos advierte y nos da luz sobre los acontecimientos, apuntando hacia la Tierra nueva que vendrá mediante el regreso de Jesús. La Biblia nos ofrece las más fiables afirmaciones sobre el futuro, y nos dice que la salvación se encuentra en Jesús. No obstante, cada vez se cree menos en la Palabra de Dios: “Pero el centurión daba más crédito al piloto y al capitán de la nave, que a lo que Pablo decía”.

El timonel y el capitán del barco fijaban el rumbo, por lo que representan en la actualidad a los gobernantes (el timonel) y a los empresarios (el capitán). ¿Y quién sería este prisionero llamado Pablo? Al fin y al cabo, ambos líderes eran doctos en la materia y contaban con experiencia y la tecnología de la época. Ciertamente no eran malintencionados, sino que se esforzaban por llegar a su destino lo antes posible. Sin embargo, no se apoyaron ni se guiaron por la Palabra de Dios, por lo que podemos decir que se desorientaron: toda persona que no se oriente a través del Evangelio del Señor Jesús expone su vida. Necesitamos de la firme palabra profética, aunque se burlen de nosotros. Este mundo precisa de portadores del Espíritu como Pablo: personas que proclamen a toda voz “¡He aquí viene el Esposo!”.

A medida que avanza Hechos 27, Pablo habla de profecía, ánimo y consuelo. El apóstol realmente vive lo que predica: confía, ora y come. ¿Somos cristianos del tipo que otros pueden apoyarse en ellos, que tienen algo que decir, que proclaman la verdad y el consuelo, que son valientes y viven lo que predican? Una humanidad sin un verdadero sentido de vida en Cristo es una humanidad temerosa. Sin embargo, quienes pertenecen a Jesús descansan en la certeza de su futuro. Como dice el refrán: “Los tiempos difíciles del presente pueden ser soportados por la justa expectativa de las alegrías venideras”. La gente no creyó en lo que decía Pablo, y entonces se desató la tormenta. 

La tormenta se desata
Hechos 27:14 dice: “Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón”.

Schlachter escribe Euroklydon. La palabra se compone de euros ‘viento [tempestad] del sureste’ y klydon ‘olas del mar’. Es decir, “el creciente viento del sureste”. Este fue un verdadero ciclón. Puede que el hecho de que incluya la raíz euro haga sonreír a los habitantes europeos, ¿quién sabe qué tipo de tormenta se desatará todavía en el viejo continente? Recordemos las palabras de Stöhlker en Die Weltwoche: “Nuestro apogeo ha quedado atrás. Disfrutemos de haber visto el colorido atardecer […]. La noche europea ha comenzado hace tiempo”.

La tormenta hizo que se perdiera por completo el control del barco (vv. 14-21). No había ninguna flota de rescate cerca. Los marineros buscaban aliviarse con desesperación, trataban de ceñir el barco, de mantenerlo unido. Finalmente, arrojaron la carga por la borda. El sol y las estrellas se apartaron de sus vistas quitando todo atisbo de esperanza, hasta que renunciaron a la posibilidad de liberarse.

Esto nos hace pensar en la profecía de nuestro Señor: “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas” (Lucas 21:25-26). Una paráfrasis de este texto dice: “Los hombres esperarán medio muertos de miedo para ver qué calamidades caerán aún sobre la tierra. Porque todo el orden del cielo se derrumbará”.

Los que no cuentan en qué apoyarse ante las tormentas de la vida están literalmente a la deriva. Los psicoterapeutas cuentan cómo sus consultorios se han desbordado de pacientes en los últimos dos años. Sin embargo, Jesús nos da el apoyo que necesitamos. Si estamos con Él, superaremos las tormentas del tiempo.

El estímulo
Hechos 27:21-27 dice: “…Señores, debían haber seguido mi consejo y no haber zarpado de Creta; así se habrían ahorrado este perjuicio y esta pérdida. Pero ahora los exhorto a cobrar ánimo, porque ninguno de ustedes perderá la vida; solo se perderá el barco. Anoche se me apareció un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo, y me dijo: ‘No tengas miedo, Pablo. Tienes que comparecer ante el emperador; y Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo’. Así que ¡ánimo, señores! Confío en Dios que sucederá tal y como se me dijo. Sin embargo, tenemos que encallar en alguna isla. Ya habíamos pasado catorce noches a la deriva por el mar Adriático cuando a eso de la medianoche los marineros presintieron que se aproximaban a tierra. 

Sí, deberían haber prestado más atención a la “profecía bíblica”, es decir, a las palabras de Pablo y haber escuchado el consejo del Señor; sin embargo, lo excluyeron de manera categórica y se contentaron con las opiniones del timonel y el capitán. Al final, la Palabra de Dios siempre tiene la razón. Empero, incluso en esta situación, el Señor demostró ser bondadoso.

Dios tiene todo bajo control: la tormenta, el barco y la tripulación. Justo donde el hombre ha perdido por completo el dominio de las circunstancias, el Señor utiliza todo para su propósito.

Dios tiene todo bajo control: la tormenta, el barco y la tripulación. Justo donde el hombre ha perdido por completo el dominio de las circunstancias, el Señor utiliza todo para su propósito. En la historia de Pablo, aparece un ángel. Aunque en esta época los ángeles no transmiten mensajes a la Iglesia, estos mensajeros volverán a aparecer durante la Gran Tribulación. Al respecto, resulta interesante que el pasaje haga mención de la medianoche. ¿Nos dirigimos a la medianoche?, ¿hay una nueva tierra a la vista?, ¿estará la Segunda Venida de Jesús a la vuelta de la esquina?

Las anclas de este mundo y las anclas de Dios
Hechos 27:29 dice: “Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día”. 

También hoy el hombre anhela un tiempo mejor, desea que tanto el mundo como su vida sean iluminados, pero ningún humano puede hacerlo por sí mismo. Cuatro anclas fueron lanzadas al mar, una imagen de los cuatro puntos cardinales de la Tierra. La gente busca ayuda en el inmenso mar del mundo, pretende auxiliarse a sí misma, pero, cada vez hay más impotencia. Afirmaciones como “Sí, podemos” o “Podemos hacerlo” se desvanecen y resultan ineficaces.

Las organizaciones, los programas políticos, los templos, todo se termina hundiendo sin dar soluciones. Los cuatro anclajes no sirven y la nave se destruye (v. 41). Acto seguido, los prisioneros iban a ser ejecutados (v. 42), pero Dios prometió a Pablo que todos los que estaban con él se salvarían, y así sucedió. Las doscientas setenta y seis personas que estaban en la nave llegaron a la orilla a salvo (vv. 37, 44).

Pablo contaba con una quinta ancla, el ancla de la fe. Dijo: “Por lo tanto, ¡tened buen ánimo, hombres! Porque confío en Dios que será como se me ha dicho” (Hch. 27:25).

¡Qué importante es, en estos tiempos difíciles, confiar en las promesas de Dios y aferrarse a Su Palabra!, lo que también se relaciona con la navegación: “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (He. 2:1). El hombre necesita anclarse en el Cielo, en Dios: “Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Hebreos 6:18-20).

¿Cuáles son estas “dos cosas inmutables”? La promesa de Dios a Abraham de bendecirlo de manera abundante y la afirmación adicional del juramento que Dios hizo por sí mismo. Esto nos garantiza de que Dios no puede mentir; por lo tanto, todo aquel que crea en Jesús y esté anclado en Él, alcanzará la meta.

En otras palabras, Pablo recibió la promesa de que llegaría a Roma y nada se lo impediría. Su confianza era sólida como una roca. Ni los jueces de Cesarea, ni los judíos piadosos de Jerusalén que quisieron matarlo, ni la arbitrariedad de los soldados que decidieron ejecutar a los prisioneros, ni el poderoso viento o las enormes olas, ni el naufragio frente a Melite, ni siquiera la serpiente venenosa que luego lo mordió, pudo detenerlo. Todo el viaje no hizo más que cumplir con los propósitos de Dios, pues “Así dice Jehová, el que abre camino en el mar, y senda en las aguas impetuosas” (Is. 43:16).

Nuevo territorio
Hechos 28:1 dice: “Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta”.

El versículo 2 cuenta cómo los náufragos fueron recibidos calurosamente por los isleños. Sin embargo, “…habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano” (v. 3). Es probable que se tratase de una víbora de arena, una serpiente de hasta noventa centímetros de longitud, considerada la más venenosa de Europa. A pesar de esto, leemos a continuación: “Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció” (v. 5). Luego, “…aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados” (vv. 8-9). Estos acontecimientos nos recuerdan las profecías salvíficas del tiempo venidero y señalan la gran necesidad del regreso de Jesús. Con su llegada comienza un nuevo día. Son varios los detalles en Hechos 28 que nos hacen pensar en el Reino mesiánico.

Fue a la medianoche que pudieron divisar el nuevo territorio –luego de una larga noche de naufragio, había llegado un nuevo día y a una nueva tierra llamada Melite, ‘río de miel’. 

Las doscientas setenta y seis personas que estaban a bordo se salvaron, un número que, visto de manera simbólica, representa nueve meses, el último mes de embarazo, cuando llegan los dolores de parto y surge el nuevo nacimiento. Podríamos decir entonces que estas personas fueron expulsadas a través de la tormenta hacia algo nuevo. De la misma manera, al final de los tiempos habrá un parto en la regeneración de este mundo (Mateo 19:28). 

Por otra parte, la serpiente que es arrojada al fuego y no puede dañar a Pablo (compárese con Marcos 16:17-18) simboliza a satanás, quien no es capaz de dañar a la Iglesia. Aunque es posible que la muerda, no podrá quitar su vida. El fin de la serpiente será el lago de fuego. 

La amabilidad de los isleños nos señala la paz en la Tierra, y los hechos milagrosos (señales y milagros) son una imagen de los “poderes del siglo venidero” (Hebreos 6:5). 

Finalmente, en Roma, Pablo proclama la esperanza mesiánica de Israel (v. 20). 

Además, en el relato de Hechos 28 dejamos de apreciar la distinción de tres grupos bien definidos: militares, tripulación y cautivos. Nada se dice de los prisioneros que viajaban a Roma para ser condenados a muerte, tampoco se hace mención de ellos cuando Pablo llega a su destino, por lo que podemos sospechar que no sufrieron tal sentencia: es difícil imaginar que fueran rescatados del mar solo para ser arrojados a los leones en el circo romano. En este sentido, la nave de la Iglesia está llena de personas que tenían pena capital, que se encontraban encadenadas, es decir, de pecadores que creyeron en el evangelio de Cristo y ahora son salvos.

Cada día resulta más evidente que nos acercamos a la noche. La era de la Iglesia está por llegar a su meta y el Señor Jesús vendrá pronto por ella. El misterio del arrebatamiento aún no se proclama en Hechos, sin embargo, Pablo afirma más adelante que no pertenecemos a la noche (1 Ts. 5:5). Nuestro camino atravesará muchas circunstancias difíciles antes de llegar al Reino de Dios. Por lo tanto, no nos desanimemos. Así pues, ¡aferrémonos al ancla de Dios!, y si aún no te has embarcado, sube, pon tu confianza en Él, pues no te decepcionará.

1 Das eilende Schiff, es kommt durch die Wogen / Wie Sturmwind geflogen. / Voll Jubel ertönt’s vom Mast und vom Kiele: / “Wir nahen dem Ziele”. / Der Fährmann am Steuer spricht traurig unad leise: / “Wir segeln im Kreise” (Orientación, Marie von Ebner-Eschenbach, narradora, novelista y aforista austriaca).
2 Die Weltwoche, 30 (21), 13.

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