La “superseñal” del tiempo final - Parte 2

Ron Rhodes

¿Tiene el renacimiento de Israel como nación un significado especial? ¿Por qué las naciones vecinas odian tanto al Estado judío? La palabra profética de la Biblia y los acontecimientos políticos de nuestros tiempos dan respuestas a estas y otras preguntas.

¿Por qué la mayoría de los judíos se niegan hoy a reconocer a Jesucristo como el Mesías? Desde que Israel rechazó a Cristo en el siglo primero, ha sido castigado por Dios con ceguera y endurecimiento. El apóstol Pablo lo expresó así: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos; que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (Rom. 11:25) –es decir, hasta que todos los gentiles que han de ser salvos, lo sean–.

El judaísmo no se caracteriza por la búsqueda de una relación de fe con Dios, sino que busca vincularse con él sobre todo a través de las obras (Gál. 2:16; 3:2, 5, 10). Por supuesto, para ser justificado por la ley hay que cumplirla en su totalidad, como dice Santiago 2:10. Pero ningún ser humano es capaz de hacerlo. Los judíos “tropezaron en la piedra de tropiezo” –Jesucristo– (Rom. 9:31-33). Jesús no encajaba en su idea preconcebida del Mesías, por eso lo rechazaron. Y porque no lo recibieron, vino sobre ellos el juicio de una parcial ceguera y dureza de corazón. De esta manera, Israel perdió su posición privilegiada ante Dios y el evangelio fue predicado a las naciones para provocar a celos a los judíos, a fin de que ellos, a su vez, sean salvos (Rom. 11:11).

Desde aquel entonces, los gentiles que creen en Jesús pertenecen a la Iglesia de Dios. También los judíos creyentes son parte de ella en este tiempo (Ef. 3:3-5.9; Col. 1:26-27).

La buena noticia es que el endurecimiento y la exclusión de Israel son temporales. Cuando hacia el final de la tribulación Israel se encuentre en una situación sin salida en la guerra de Armagedón, reconocerá por fin a su Mesías y buscará su ayuda para ser salvado de las tropas invasoras del Anticristo (Zac. 12:10; Rom. 10:13-14). El remanente de Israel será salvo, como dice Romanos 11:25. ¡Son buenas noticias!

Entre la primera y la segunda venida de Jesucristo, Dios ha castigado a Israel con endurecimiento (Mat. 13:13-15; Mar. 4:11-12; Luc. 8:10; Jn. 12:40; Hch. 28:26-27; Rom. 11:8-10). De esta manera, se pospuso la restauración de Israel hasta la aparición de un nuevo pacto, descrito en Jeremías 31:31-37. Este aplazamiento se ve con claridad en el libro de Daniel, en la interrupción entre la sexagésima novena y la septuagésima semana, el futuro tiempo de tribulación (Daniel 9:26-27). Al final de la tribulación, Israel confesará sus pecados y rogará a su Mesías que lo salve del Armagedón. El remanente judío se convertirá y será restaurado. En el reino milenario de Jesucristo, que seguirá a su segunda venida, se cumplirán definitivamente las promesas a Israel sobre la tierra, basadas en el pacto abrahámico y las promesas al trono del pacto davídico (Rom. 9-11).

¿Es el renacimiento de Israel como nación una “superseñal” del tiempo final? Creo que sí. Al fin y al cabo, el plan profético de Dios depende en gran parte de Israel. Muchas profecías bíblicas acerca del tiempo final se refieren de alguna manera a este, por lo tanto, Israel debe existir para que puedan cumplirse. En otras palabras, gran parte de las profecías bíblicas no tendrían ningún significado si Israel no fuera un Estado. Así que desde el punto de vista profético, el año 1948 es de extrema importancia: en aquel momento, Israel volvía a ser una nación.

Para ilustrarlo, podríamos preguntarnos: ¿Cómo haría el Anticristo para pactar con Israel –según Daniel 9:26-27–, si este no existiera como nación? ¿Cómo se reconstruiría el templo judío en el tiempo de tribulación –según Mateo 24:15– si ese fuera el caso? Y muchas otras preguntas similares a estas. El renacimiento de Israel como nación, indudablemente es una “superseñal” que abre camino para el cumplimiento de otras profecías.

¿Por qué afirman los musulmanes que Dios (Alá) les ha dado a ellos la Tierra Prometida? Aunque para los musulmanes los textos bíblicos originales eran Palabra de Dios, alegan que mantuvo su pureza doctrinal hasta la época de Mahoma, en el siglo vii, pero que luego fueron adulterados. En teoría se habrían añadido muchos “errores” a la Biblia luego de este tiempo. Por eso, según dicen, en la Biblia actual, lo original y lo inventado, lo divino y lo humano están tan mezclados, que ya no se puede separar el trigo de la cizaña.

Los musulmanes piensan que los judíos añadieron a los textos del Antiguo Testamento muchos elementos que los privilegiaban. Para ser más exactos, aunque los musulmanes, según la interpretación del islam, son los verdaderos y legítimos herederos de Abraham a través de Ismael –de quien surge la nación árabe–, los judíos inventaron para su propio beneficio la historia de Isaac como heredero de la tierra prometida a Abraham y la añadieron a las copias del Antiguo Testamento. Según esta versión judía “falsa”, Ismael y sus descendientes se transformaron en una nación expulsada, sin derecho a la tierra. Como afirman, el Antiguo Testamento original no incluía esta historia inventada, por lo que conforme a la justicia divina, la tierra pertenece a los musulmanes.

Además de la supuesta promesa de Alá, los árabes siguen reclamando sus derechos, alegando que durante mucho tiempo han vivido de manera continua en la región. También se respaldan en la Correspondencia Husayn-McMahon del principio del siglo xx, donde los británicos prometían parte de la tierra a los árabes. En consideración a estos hechos, las autoridades palestinas afirman que la existencia del “Estado sionista” es la única causa del actual conflicto en Medio Oriente. Dicen que la tierra pertenece a los árabes y que Israel no debe seguir existiendo.

Es tan erróneo como injustificable declarar que la Biblia fue adulterada poco después de la época de Mahoma. En el siglo vii, miles y miles de copias de la Biblia estaban desparramadas por muchas partes del mundo. Para falsearla con éxito era necesario reunir y modificar de forma meticulosa todos los ejemplares. Además, cientos de años antes del nacimiento de Mahoma, la Biblia había sido traducida a numerosos idiomas. Era imposible adulterar las diferentes traducciones en el mundo entero, de manera que quedaran idénticas en todos los idiomas. Aunque los musulmanes no quieren admitirlo, las promesas de la tierra que Dios hizo a Abraham, Isaac y Jacob están respaldadas por innumerables copias fidedignas, muchas de las cuales preceden la época de Mahoma –algunos manuscritos datan incluso del siglo ii después de Cristo–.

Mientras que los judíos consideran a Israel como la tierra del pueblo judío, los árabes creen que Palestina les pertenece. Nunca aceptaron el derecho del pueblo judío a un hogar nacional en Palestina, como lo estableció la Declaración Balfour de 1917.

En la actualidad, Israel garantiza a todos los judíos la libre inmigración y repatriación en el país. Esto se basa en una propuesta legislativa adoptada por el Estado de Israel llamada Ley del Retorno, una ley que otorga a todos los judíos el derecho de inmigrar a Israel y convertirse, si así lo desean, inmediatamente en ciudadanos israelíes. Los árabes, sin embargo, dicen que la inmigración judía a Palestina debe detenerse.

En el correr de los continuos conflictos entre israelíes y árabes, muchos palestinos han sido expulsados y viven hoy en campos para refugiados en Jordania, Cisjordania y la Franja de Gaza. En la actualidad, existen millones de refugiados palestinos. Mientras que los judíos de todas partes del mundo son bienvenidos como ciudadanos en Israel, los países árabes vecinos impiden la nacionalización de refugiados palestinos, con excepción de Jordania.

Los israelíes están, hasta cierto punto, dispuestos a participar en una solución al problema de los refugiados, pero no quieren recibir en el Estado judío a millones de palestinos que podrían aliarse con otras naciones árabes para atacar a Israel. En el pasado, se ha permitido que solo un limitado número de refugiados palestinos se establecieran fuera de las fronteras de Israel y bajo la condición de que judíos y palestinos estuvieran separados por un muro y que los territorios palestinos se mantuvieran desmilitarizados.

Los palestinos, en cambio, quieren volver a sus antiguas casas –o bien exigen una remuneración en caso de que decidan no hacerlo–. Afirman que Israel viola las resoluciones 194 y 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, las cuales garantizan a los palestinos expulsados de sus tierras la repatriación y la reparación de los daños causados en la guerra.

El enojo de árabes y musulmanes es muy grande. Los musulmanes radicales quieren “borrar a Israel del mapa”, destruir al “pequeño Satán” junto al “gran Satán” (Estados Unidos), su aliado. El conflicto en Medio Oriente seguirá agravándose sin que haya a la vista ninguna solución definitiva.

Los islamistas consideran la simple existencia de Israel como una agresión. Interpretan que su ocupación es ilegal desde un principio, pues los judíos no tienen derecho a volver a un país bajo la autoridad del islam. Según la lógica islamista de Fatá y de la yihad, ningún territorio que en algún momento haya estado en manos de una legítima autoridad islámica puede volverse propiedad de una autoridad no islámica. Esto significa que Israel no debe establecerse en territorio musulmán, ya que significa un grave delito contra Alá; por esta razón, el país debe devolverse a los musulmanes, quienes no descansarán hasta lograrlo.

¿Qué ideologías chocan en el conflicto de Medio Oriente? Hay que tener en cuenta tres ideologías antagónicas:

El sionismo
Recibe su nombre del monte Sion, una colina en la antigua Jerusalén donde, en aquel entonces, estaba el palacio del rey David. Bajo el gobierno de David, Sion se convirtió en un símbolo de Jerusalén (2 Sam. 5:7). El sionismo es un movimiento nacionalista judío que tiene como meta el recuperar la patria de sus ancestros. No solo contiene la idea del regreso de los judíos a su tierra, sino también el renacimiento de un estado soberano. Con esto, el sionismo es, en esencia, un movimiento de liberación nacional del pueblo judío. Los cristianos que apoyan el derecho del pueblo judío de regresar a su tierra y construir un Estado independiente, son llamados con frecuencia sionistas cristianos.

El nacionalismo árabe
Es un movimiento que intenta unir a los árabes en un solo pueblo, apelando a su historia, cultura y lengua en común. Es un movimiento secular que busca establecer y mantener el poderío árabe en los países árabes de Medio Oriente. Los nacionalistas árabes pretenden terminar con la influencia directa de Occidente en el mundo árabe –o por lo menos limitarla–. Además, Israel es considerado un cáncer que debe ser extirpado.

El fundamentalismo islámico
Es una ideología religiosa radical que busca el establecimiento del dominio islámico en Medio Oriente y finalmente el sometimiento del mundo entero. Israel, símbolo del poder judío, es considerado una grave ofensa para Alá, lo que resulta intolerante para el mundo islámico. Por este motivo, Israel debe ser echado al mar. Los Estados Unidos, como sus aliados, también deben ser aniquilados.

He aquí la fórmula explosiva: sionismo más nacionalismo árabe más fundamentalismo islámico, es igual a un agresivo conflicto.

¿Profetiza la Biblia que Israel, en el tiempo final, todavía será de tropiezo para el mundo? Sí. En Zacarías 12:2, Dios confirma: “He aquí yo pongo a Jerusalén por copa que hará temblar a todos los pueblos de alrededor contra Judá, en el sitio contra Jerusalén.” Israel está rodeado por Estados dominados por el islam. Hoy en día los países de Medio Oriente están en ebullición, en especial, aquellos que siguen una política de extremo odio contra los judíos.

Hacemos bien en estar atentos a los eventos actuales, considerándolos a la luz de las profecías bíblicas y siempre conscientes de que nuestro mayor anhelo y esperanza es la venida de nuestro Señor y Salvador, el cual viene por su Iglesia: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:19).

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