La respuesta de Dios a la arrogancia de las naciones

Philipp Ottenburg

El segundo sueño de Nabucodonosor apunta proféticamente al plan de Dios para las naciones en los últimos tiempos. Muestra que, aunque la arrogancia de las naciones llegará a un punto crítico, también llegará a su fin.

Es asombroso cuán lejos al futuro miraba el profeta Daniel: vio la piedra que se desprendía, rompiendo la estatua de las naciones y convirtiéndose en una gran montaña que lo llenaba todo (Daniel 2) —una visión que se refiere al regreso de Jesús en gloria. En Daniel 4:1-15 leemos sobre otra visión, otro sueño que tuvo el rey de Babilonia Nabucodonosor y que Daniel supo interpretar.

El sueño
Nabucodonosor vivía despreocupado y tranquilo en su palacio. Pero entonces tuvo de nuevo un sueño que lo asustó mucho y pensamientos que causaron mucho miedo. Al igual que en el primer sueño (cap. 2), llamó primero a todos los sabios de Babel para averiguar su significado. Y una vez más, ninguno de los intérpretes de sueños o señales, adivinos o astrólogos pudo explicarle el sueño. Entonces vino otra vez Daniel. Nabucodonosor dijo que Daniel tenía el espíritu de los dioses santos, pero se dirigió a él como “Beltsasar”, el nombre de un ídolo. Le contó el sueño, introduciendo los siguientes elementos:

- Un árbol en medio de la tierra (Daniel 4:10); su altura era poderosa; era alto y fuerte; su copa llegaba hasta el cielo y podía verse desde toda la Tierra; su follaje era espeso, sus frutos abundantes y daban alimento para todos.

- Los animales (Daniel 4:12) encontraban sombra y alimento debajo de ese árbol.

- Las aves del cielo (v. 12) se posaban en las ramas del árbol.

- Un vigilante (v. 13) bajó del cielo y gritó: “Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas” (v. 14).

- La cepa de raíces –el tocón– (v. 15) debía ser dejada en la tierra, entre la hierba del campo, con cadenas de hierro y bronce, y sería mojada por el rocío del cielo. La cepa debía ser contada entre las bestias por siete tiempos y comportarse acorde.

El soñador
Si consideramos el contexto del libro de Daniel, es significativo que Nabucodonosor tuviera el sueño. Ya hemos leído mucho sobre él en los tres primeros capítulos. En el primer sueño (Daniel 2), se le habían revelado los tiempos de las naciones, que solo llegarán a su fin cuando vuelva Cristo: Él es la piedra que será desatada al final. Por lo tanto, podemos suponer que todos los acontecimientos que se nos relatan en relación con Nabucodonosor tienen un significado profético para todo el desarrollo y el desenlace de los tiempos de las naciones.

Él es, después de todo, la cabeza de oro de la estatua, a la que sigue un imperio mundial tras otro (véase el sueño en Daniel 2). La cabeza piensa y dirige. Es decir, las corrientes de pensamiento de Babilonia corren a través de los imperios mundiales. Nabucodonosor es una imagen o representación de todo el mundo de las naciones en el sentido profético bíblico.

El árbol
El árbol del sueño es Nabucodonosor, grande y fuerte, en medio de la tierra, visible desde todas partes, imagen de la arrogancia y el orgullo (Daniel 4:17-19). Tenía el dominio absoluto hasta el fin del mundo entonces conocido, pero su corazón era engreído: el árbol llegaba hasta el cielo.

Aquí vemos el núcleo del pensamiento anticristiano de Babilonia, cuyas corrientes de pensamiento llegan hasta el mundo de las naciones. El meollo es querer hacerse Dios. En el lugar donde se suponía que la torre de Babel llegaría hasta el cielo, Nabucodonosor en su arrogancia se estiró hasta el cielo. El “anti” en la palabra “anticristo” también significa “en lugar de”: hombre en lugar de Dios. Esta es la arrogancia de las naciones; ellos piensan que son Dios.

Pero así como Nabucodonosor tuvo que reconocer a Dios en toda su grandeza, las naciones deben reconocer que Él es el Señor, como dice más de sesenta veces en la Biblia. Él es Dios, y nadie más —Él es quien instaura y depone a los reyes.

El árbol que llega hasta el cielo es una imagen del reino anticristiano, cuando la gente creerá que está a salvo bajo su sombra y piensa que le proporcionará todo lo que necesita. En sueños, el árbol tiene un hermoso follaje, frutos abundantes para todos y para todo —Nabucodonosor no solo era un gran conquistador, sino que dirigía un buen sistema administrativo y económico. El árbol traía prosperidad, daba cobijo a todos, paz, riqueza y había suficiente de todo. Pero aquí también vemos arrogancia: el Estado se cree el único proveedor y nutriente de todo. Vemos el clímax de este desarrollo totalitario en Apocalipsis 13, cuando nada es posible sin la “marca”.

La imagen del árbol inevitablemente trae a la mente la parábola de la semilla de mostaza en Mateo 13:31-32, que creo que muestra la copia satánica del reino en los últimos tiempos hasta el regreso de Jesús. Describe la proliferación en el reino durante y después del rechazo de Jesús como Rey por su pueblo. La rápida germinación y crecimiento del grano de mostaza expresa el rápido desbordamiento de la anarquía y el rápido ascenso del reino anticristiano en los últimos tiempos. El grano de mostaza contrasta con el grano de trigo, que crece con bastante lentitud.

Dios sembró un grano de trigo que cayó en la tierra y murió, resucitó y dio un fruto maravilloso: Cristo. Satanás imita esto y siembra la semilla de mostaza que se convierte en el imperio mundial anticristiano (anti: en lugar de). Por el contrario, Dios utiliza la imagen de un árbol en Ezequiel 17:22-24 para el verdadero reino de los cielos, el reino de David. Así que vemos dos árboles que representan reinos: con o sin Dios.

Los animales
El árbol también daba sombra a los animales. En la Biblia, los animales, sobre todo los inmundos, simbolizan a los pueblos o gentes de las naciones. En Ezequiel 31:6, por ejemplo, leemos en referencia a Asiria, que es representada como un árbol: “En sus ramas hacían nido todas las aves del cielo, y debajo de su ramaje parían todas las bestias del campo, y a su sombra habitaban muchas naciones”. Aquí las bestias del campo se equiparan a las naciones (grandes pueblos).

Encontrar sombra y alimento bajo un árbol significa prosperidad. Esta imagen es interesante cuando pensamos en el sistema económico mundial que se describe en el libro del Apocalipsis. Y surge la pregunta, ¿nosotros bajo qué árbol buscamos sombra y alimento? ¿Confiamos en Dios y en su provisión o ponemos nuestra esperanza en la economía, la política, el hombre?

Los pájaros    
Los pájaros podían anidar y vivir en el árbol. ¿Qué significa esto? Encontramos un punto crucial de comparación en Apocalipsis 18:2: “Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible”. Las aves representan, pues, a los demonios, a los espíritus inmundos y malignos del mundo invisible.

Por cierto, ¿qué hacen las aves en la parábola del sembrador? Se comen las semillas de la Palabra.

El vigilante
Entonces llegó un vigilante —probablemente un ángel de Dios venido del Cielo— y ordenó cortar el árbol. Venía del mundo invisible (cf. Daniel 4:13). El árbol debía ser cortado, Nabucodonosor y su régimen debían caer: el follaje se quitó, la comida se dispersó, los animales y las aves huyeron. Esto significa, proféticamente: el árbol político-religioso anticristiano será llevado a un abrupto final. Y esto sucederá en la segunda venida de Jesús.

La cepa
La cepa (o tocón), sin embargo, permanecerá encadenada. Daniel declara que el rey será expulsado de la comunión con los hombres y contado entre las bestias, y que se comportará así durante siete tiempos. Las cadenas demuestran que no tiene nada más que decir y que ya no es soberano de ninguna manera —hasta que el rey reconozca que Dios tiene el poder supremo sobre los reinos de los hombres y se los da a quien Él quiere—. Una vez que haya reconocido esto, recibirá de nuevo el reinado. Además, el rocío del cielo ha de regar la cepa durante este tiempo de encadenamiento.

Daniel pidió entonces al rey que recibiera este consejo para quebrantar el pecado.

El cumplimiento
Doce meses después del sueño, Nabucodonosor se paseaba por su palacio (Daniel 4:29). Es decir, durante doce meses Dios había permitido que se revelara la soberbia —al igual que hoy el paso del tiempo saca más y más a la luz la arrogancia de las naciones… hasta la medida completa y hasta que haya llegado el tiempo del regreso del glorioso Hijo Jesucristo y del Reino Mesiánico.

Y así afloró la arrogancia en Nabucodonosor después de que Dios había esperado doce meses, “habló el rey y dijo: ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” (Dn. 4:30).

Babel era ciertamente magnífica, con poderosos edificios y murallas. Pero Nabucodonosor respondió con arrogancia. Pilato también habló con arrogancia de su gran Yo. Afirmó tener autoridad para liberar o crucificar a Jesús. ¿Pero cómo respondió el Señor a esto? “No tendrías autoridad alguna sobre mí si no te fuera dada de lo alto”.

¿Cómo pensamos nosotros acerca de nuestros logros? No hay nada que no venga de las buenas manos de Dios.

Cuando Nabucodonosor ni siquiera había terminado su autoalabanza, una voz le dijo que su realeza le había sido quitada. Se convirtió en una bestia, comenzando a comportarse como tal, comiendo hierba como un buey en el campo durante siete tiempos (Daniel 4:33). Y casi se parecía también a un animal: su pelo creció como plumas de águila y sus uñas como garras de ave.

Así como Nabucodonosor fue juzgado en su tiempo, las naciones también serán juzgadas —también por siete tiempos. Esto significa: siete años hasta la derrota de Nabucodonosor, siete años hasta el quebrantamiento de las naciones. Esto corresponde a la última semana de años antes de la segunda venida del Señor. El gran árbol anticristiano será destruido; y el fondo se toca cuando las naciones, así como lo hacen los animales, solo miran al suelo, en dirección contraria a Dios…

Parecía que el árbol iba a ser completamente arrancado de raíz, pero la cepa permaneció encadenada, una imagen del juicio, pero aún quedaba el rocío del cielo: Dios es misericordioso y se atiene a su plan.

Nabucodonosor recuperó su reinado tras alzar “los ojos al cielo” (Dn. 4:34). Esta es una prefiguración altamente profética del Reino Milenario: los pueblos de las naciones no serán totalmente aniquilados en los juicios. En cierto sentido, aprenderán la justicia a través de los juicios, volverán a tener tierras, volverán a tener poder. Como Nabucodonosor, el mundo-nación alabará y glorificará a Dios, traerá presentes  y se maravillará.

El objetivo de Dios es el reconocimiento de su supremacía. Sobre todo, lo reconocerán los poderosos y las potencias. El reconocimiento de la supremacía de Dios se opone a la arrogancia de las naciones. Esto es lo que proporciona la curación  de las condiciones mundiales. Esta es la base de la renovación de la Tierra: sin el Renovador no hay renovación.

De aquí en más, no leemos nada más específicamente sobre Nabucodonosor. Su reconocimiento del Altísimo es la última palabra sobre él. Al fin y al cabo, se trata de una prefiguración del reconocimiento universal de Dios en el reino que el Dios del cielo instaurará cuando la Piedra llene toda la Tierra como una montaña: Jesucristo.

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