La noche está avanzada y se acerca el día-Parte 2

Norbert Lieth

Sin embargo, el arrebatamiento de los creyentes de entre los judíos y gentiles sucederá antes del día del Señor. Por esta razón, Pablo dice: “Ahora nuestra salvación está más cercana de cuando creímos”. El día que aceptamos al Señor por fe, nuestras almas son salvadas, pero en ese tiempo, en la inminente segunda venida del Señor Jesús, llegará el día en que seremos recibidos en el cielo y obtendremos la salvación del cuerpo: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora […]. La noche está avanzada, y se acerca el día” (Ro. 13:11-12). Debemos comprender dónde estamos parados. ¡La noche está avanzada! 

En la reprimenda que Jesús da en aquel tiempo a sus contemporáneos, en Mateo 16, hay también una enseñanza práctica para la actualidad: “Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el espacio del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!” (Mt. 16:2-3). Existe un ejemplo antiguotestamentario de personas que comprendían los tiempos de manera notable: “De los hijos de Isacar […] entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer” (1 Cr. 12:32).

La Iglesia vive en el día de salvación (2 Corintios 6:2; 1 Tesalonicenses 5:5 y ss.). Los cristianos son hijos de la luz y del día, pero contrario a esto, Israel y el resto del mundo viven en la noche, una oscuridad administrada por principados, potestades y gobernadores de las tinieblas (Ef. 6:12). Esos son los verdaderos líderes mundiales. El mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5:19). A pesar de esto, el malo no puede tocar a los hijos de Dios (1 Juan 5:18; Judas 1:24; 2 Tesalonicenses 3:3; 1 Juan 4:4), pues la Iglesia será trasladada desde el reino de las tinieblas hacia el reino del Hijo (Col. 1:13).

Alguien dijo de manera muy acertada: “El Nuevo Orden Mundial no es una conspiración judía, sino satánica”. Otro observó: “El mundo está pronto para el juicio, el mal para la cosecha, y la Iglesia para el arrebatamiento”. Según Daniel 10:13, 20, los gobiernos nacionales e imperios mundiales son dominados por príncipes hostiles al reino de Dios. Es por eso que la Iglesia se ve rodeada de tinieblas, a causa de que todavía vivimos en el mundo. Debemos comprender que vivimos en los últimos tiempos. Aumentan las tinieblas: la noche está muy avanzada. Pero también se acerca un nuevo día, el de la segunda venida de Jesucristo.

Pablo profetiza sobre los últimos tiempos. Él dice: “es ya hora”. Eso concuerda con las palabras del apóstol Juan, quien profetizó de manera similar: “Hijitos, ya es el último tiempo […]” (1 Jn. 2:18). Con la última hora se inicia la venida del Anticristo. Esta revelación profética del Espíritu Santo siempre fue actual, aunque faltaran siglos para que ocurriese. ¡Cuántos más motivos tenemos hoy para testificar de esta verdad!

Todas las áreas de nuestro mundo se han oscurecido a lo sumo: la moral, la ética, la política, las relaciones internacionales, Israel, la religión, la economía, el ecologismo –en donde la creación es endiosada (Romanos 1:23, 25)–, etcétera. Puede que experimentemos un colapso económico. En lo que refiere a la tecnología, el camino hacia el control total va a toda velocidad. El mar de naciones está alborotado, las olas se levantan por encima de todos los continentes.

La humanidad vive realmente en la oscuridad y no es capaz de diferenciar la luz de las tinieblas. Camina a tientas, está desorientada, corre en un caos ciego, confundida, tropezando unos con otros. Las normas son echadas por tierra, tropieza, porque no tiene en qué sostenerse, no hay directrices, la gente está sin rumbo y sin salvación. Esto no es diferente dentro de las iglesias. William Booth, fundador del Ejército de Salvación, dijo una vez: “Estoy convencido que los principales peligros que enfrenta el nuevo siglo serán religión sin el Espíritu Santo, cristianismo sin Cristo, perdón sin arrepentimiento, salvación sin regeneración, política sin Dios y el cielo sin el infierno”.

El teólogo Bodo Becker analiza con la Palabra de Dios cuánto ha avanzado ya la noche –la apostasía–, una señal del inminente fin, vista a través del rechazo a Dios y su poder (2 Timoteo 3:4-5), a la verdad de Cristo como Hijo de Dios (1 Juan 2:18; 4:3), al poder de Jesucristo (2 Pedro 2:1), a la segunda venida de Jesús (2 Pedro 3:3-4), a la fe (1 Timoteo 4:1-2; Judas 3), a la Biblia y su sana doctrina (2 Timoteo 4:3-4), a la santificación (2 Timoteo 3:1-7), a la piedad (1 Timoteo 4:7), a la moral cristiana (2 Timoteo 3:1-8, 13; Judas 18), a la verdadera comunión (2 Pedro 2:1; Judas 19), al temor de Dios (2 Pedro 2:10-12), a la humildad y dependencia de Dios (Apocalipsis 3:17) y a la autoridad divina (2 Timoteo 3:4); además de su adhesión a las leyes antibíblicas (1 Timoteo 4:3), a la inmoralidad (2 Timoteo 3:1-5; 2 Pedro 2:2, 13-14; Judas 4, 18), a las fábulas y mitos (2 Timoteo 4:4), a los falsos maestros (2 Timoteo 4:3), a la riqueza y la arrogancia (Apocalipsis 3:17), y a la irreverencia y el escarnio (2 Timoteo 3:2; 2 Pedro 2:10-12; 3:3; Judas 18).

Parece que hemos caído en los grandes errores que Pablo menciona en 2 Tesalonicenses 2:11. Es por eso que debemos hacer lo que es esencial, porque conocemos:

[…] el tiempo, que es ya hora, [1] de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca nuestra salvación que cuando creímos. [2] Desechemos, pues, las obras de las tinieblas y [3] vistámonos las armas de la luz. [4] Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, [5] sino vestíos del Señor Jesucristo, y [6] no proveáis para los deseos de la carne” (Ro. 13:11-14).

¿Qué debemos hacer? Despertar. Dejarnos avivar en lo espiritual. Otra versión traduce este pasaje de la siguiente manera: “¡Por lo tanto, presten atención a las oportunidades que Dios les da! Ya es hora […]”. Debemos despertar a la acción. En un viaje a Egipto, a orillas del río Nilo, conocí el siguiente dicho: “No puedes llegar a la otra orilla del río, si solo te quedas parado y miras con añoranza el otro lado”. Despierta a la oración. Despierta para dar el paso que hace mucho deberías haber dado. ¡No pierdas la oportunidad de tu vida!

Según Pablo, ¿a qué otras cosas debemos despertar? Al sometimiento a las autoridades y a no desperdiciar nuestras fuerzas en asuntos políticos que de todos modos no podemos cambiar (vs. 1-7). Una persona que ha vivido un avivamiento puede notar qué es importante y qué no. Por esto, abogamos por un cambio de Gobierno a través de la segunda venida de Jesucristo. El evangelio cambia el mundo para bien, por lo que no debemos dejarnos determinar por el pecado, sino por el amor de Dios (vs. 8-10).

El cristiano debería avivar su espíritu, enfocándose en la segunda venida de Cristo. La segunda venida del Señor es mencionada 1 527 veces en los 992 capítulos del Antiguo Testamento y 318 veces en los 260 capítulos del Nuevo Testamento. Así de importante es este tema para el Espíritu Santo de Dios, quien inspiró a los escritores bíblicos a mencionar tantas veces esta verdad. Pero el peligro está en perder de vista tal aspecto, de cansarnos, de soñar con otras cosas, de no estar atentos. Alguien escribió acerca del pasaje analizado: “Es extraño y vergonzoso que el apóstol Pablo llame a los creyentes a levantarse del sueño, a mirar el reloj profético y reconocer el período o momento en que estamos, a despojarse de las obras de las tinieblas y vestir las armas de la luz. ¿No deberían ese tipo de exhortaciones ser superfluas?”.

En la región de Alemania donde crecí, era común el ritual de las cruces de mayo. Cada aldea tenía su cruz de mayo por un tiempo determinado, y era costumbre que estas trataran de robar las cruces de otros pueblos aledaños. Al final de la festividad, se consideraba ganadora a la aldea con más cruces. Velábamos día y noche, turnándonos. Algunos tenían la tarea de robar la cruz de otro pueblo, otros, de cuidar que la suya no fuera robada.

Una noche, me tocó estar de guardia. Me sentía completamente desvelado, pero al rato sentí algo de sueño. Pensé que cerrar un poco los ojos no traería mayores inconvenientes: de seguro, cualquier ruido, por pequeño que fuese, me despertaría. Además, no era tan sencillo robar una cruz tan grande, pesada y enterrada, sin hacer ruido. De repente desperté de golpe, un compañero me tocaba preguntándome dónde estaba la cruz. No tenía la más mínima idea, pero estaba convencido de haber velado. Ese día me sentí muy avergonzado frente a mis amigos.

¿Qué tiene que hacer un guardia? Hacer su tarea con seriedad y responsabilidad. Amar a su líder y serle leal. Debe tener experiencia en utilizar bien sus ojos, oídos y armas. Aplicado a nosotros, debe conocer la Biblia, estar en constante comunicación con su superior y mantener el contacto. Esto último se logra a través de la oración y la comunión con el Espíritu Santo. Además, un guardia debe saber reaccionar a tiempo y de manera correcta, pues no puede permitirse ninguna distracción.

¿Cuál es la razón por la que la Iglesia o los cristianos pierden muchas veces el sentir misionero o el impulso para glorificar a Jesús con toda nuestra vida y posesiones? ¿A qué se debe que nuestros corazones se llenen con cosas pasajeras y sin valor, y que los aspectos espirituales de importancia sean empujados al rincón más lejano? ¡Se debe a que no hemos experimentado un avivamiento! Ya no estamos llenos del Espíritu. El Espíritu de Dios aviva, ilumina, establece prioridades, exalta y glorifica a Jesús, se esfuerza a favor de las cosas de Dios y convence. El predicador católico Peter Lippert dijo en su tiempo: “El mundo no se enciende con velas prendidas, sino con corazones ardientes”. Otro predicador dijo: “Solo quienes experimentaron un avivamiento pueden avivar”.

Necesitamos cambiar nuestra vestimenta: “Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz” (Ro. 13:12). Al sonar el despertador por la mañana, uno se cambia de ropa: se quita el pijama y se viste para el día.

Fritz Binde dijo: “Los cristianos no llevan máscaras”. Como hijos de Dios, debemos ser auténticos, legítimos, sinceros, claros y optimistas. Las tinieblas deben ser desechadas, vistiéndonos con las armas de luz. Las obras de las tinieblas son las que dirigen este mundo, lideradas por el príncipe de las tinieblas. Ellas son todo tipo de pecado, egoísmo, aprovechamiento, codicia, abuso, odio, mentira, guerra, clandestinidad y engaño, entre otras.

La Palabra de Dios nos insta a: “Aborrece[r] lo malo, segui[r] lo bueno” (Ro. 12:9), “Absteneos de toda especie de mal” (1 Ts. 5:22), “Velad debidamente, y no pequéis” (1 Co. 15:34), “[…] andad como hijos de luz” (Ef. 5:8).

Las obras de la luz se reflejan en el carácter de Jesucristo, al estar vestidos de la Palabra de Dios, en el amor, en la fe, en la esperanza que tenemos en la segunda venida del Señor, en el ejercicio de los dones, en compartir un mismo sentir y objetivo hacia la meta. La única forma de ser la luz verdadera es combatiendo a las obras de las tinieblas en nuestras propias vidas; lo que es posible tan solo si utilizamos las armas de la luz. Esta expresión ha sido especialmente escogida por el Espíritu Santo: las obras de las tinieblas pueden ser vencidas con las armas de la luz. Por ende, estamos en guerra.

El amor vence al odio. Hace algún tiempo leí la biografía de Richard Wurmbrand y de su esposa Sabina, Torturado por la causa de Cristo. Su lectura me tocó profundamente. Este matrimonio se había propuesto amar a los demás a pesar de estar rodeados de odio; y fue así, con esa arma, que vencieron a las personas con el corazón más endurecido, de modo que llegaron a ser cristianos convencidos.

El arma del Espíritu Santo (la Palabra de Dios) vence a la mentira, destroza la duda y la desesperanza (compárese con la armadura de Efesios 6). Los comunistas irrumpieron en la casa de Wurmbrand buscando un motivo para arrestarlo, por lo que preguntaron a Sabina si escondía algún arma. Ella respondió: “La única arma que tenemos en esta casa es esta”, señalando su Biblia. De Richard Wurmbrand se decía: después de tener que escuchar por años los mismos lemas comunistas, descubrió un arma que es aún más efectiva que el lavado de cerebro: el ‘lavado del corazón’. Nuestro cerebro siempre obedece a nuestro corazón, y cuando Jesucristo limpia nuestro corazón, la cabeza invariablemente lo sigue. ‘De la abundancia del corazón habla la boca’ (Lucas 6:45). […] Como Cristo había perdonado sus pecados, él ahora tenía la libertad divina de perdonar a todos sus semejantes, incluso a sus enemigos. Los comunistas no tenían lugar para Jesús en sus corazones. De la misma manera, Richard no daría lugar en su corazón a Satanás.

Deberíamos prestar atención a las instrucciones de cómo andar de día: “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Ro. 13:13-14).

Después de que uno se despierta y se cambia de ropa, sale de la casa: “Andar honestamente como de día”. Supe que también puede ser traducido de la siguiente manera: “Anden como los que andan de día”. La palabra griega eu-schema significa ‘buena postura’. Es decir, anden como personas que caminan con buena postura, con la actitud de Cristo. Un ciudadano del cielo vive de día, a la luz del sol, donde todo es visible, manteniendo un testimonio bueno y puro. Sin nada que esconder, sin secretos, sin ocultación. Pablo menciona seis aspectos negativos organizados en pares:

“[…] no en glotonerías y borracheras”. Estas son señales de falta de dominio propio y disciplina. Todo se ve borroso, no hay una imagen clara ni un paso firme y seguro hacia la meta.

“[…] no en lujurias y lascivias”. Es agobiante ver cómo aumentan el adulterio y el divorcio en los círculos cristianos. A menudo, se debe a que se ha pasado el límite que separa la luz de las tinieblas, quedándose en las sombras. Desde allí resulta fácil empeorar.

“[…] no en contiendas y envidia”. Santiago denomina a la contienda y a la envidia como sabiduría terrenal, diabólica (Santiago 3:14-17). Alguien comentó una vez que la envidia es la hepatitis del alma. Un conocido escribió: 

La atmósfera de la Iglesia está profundamente determinada por lo que los individuos piensan y hablan de los demás. Aun cuando no pronunciamos palabra, nuestra actitud y pesimismo hacia el otro golpean bajo y lastiman; tanto que, si no hay una purificación de esta conducta, puede arruinar y destruir a una iglesia entera. Contrario a esto, el pensar y el hablar con benevolencia del prójimo resulta una proyección divina, que a su vez, aviva de manera trascendental a toda la iglesia. Contamos con una gran cantidad de energía que puede ser utilizada para la vida o para el entumecimiento de una iglesia […]. A pesar de esto, no podemos mirar dentro del corazón del otro: solo el Señor es capaz de hacerlo. Confiemos en que Él revelará los motivos y las decisiones escondidas en el corazón, la razón por la cual sucedió esto o aquello, y entonces cada uno recibirá su elogio de parte de Dios.

“[…] sino vestíos del Señor Jesucristo”. ¿Acaso no vive Cristo dentro de nosotros?, ¿qué quiere decir el apóstol Pablo con vestíos del Señor Jesucristo? Que nos vistamos con el carácter y sentir de nuestro Señor. Dios desea que tengamos el sentir que tuvo Cristo Jesús (Filipenses 2:5). Que nos apropiemos por fe de aquello que Él realizó a nuestro favor: “Mas por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Co. 1:30), “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (He. 7:25). No podemos desear más. Debemos vestirnos de las promesas que Dios nos ofrece en Cristo. Como alguien dijo: “Jesús cumplió las condiciones para que Dios te ame de manera incondicional”.

“[…] no proveáis para los deseos de la carne”. Esto puede ser traducido así: “Ya no hagan nada que despierte en ustedes la lujuria”. La carnalidad es enemiga de la espiritualidad. Existe una lucha entre el espíritu y la carne (Gá. 5:17). Es por eso que resulta tan importante crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 3:18).

En el versículo 11 y 12 de Romanos 13 dice: “Porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. […] Se acerca el día”. En definitiva, se trata de mantener viva la esperanza de nuestra salvación futura, la cual fue garantizada por Dios mismo.

¡Jesús viene! Él viene por no­sotros para que entremos en Su reino. Tenemos parte en este Gobierno. Somos hijos de Dios, coherederos del Señor, somos el cuerpo de Cristo. Nos espera una vida en compañía de Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo. Nos espera un lugar de belleza y perfección, que no somos capaces de comprender ni describir. Toda obra de la naturaleza, por bella que fuese, palidece al compararse con este sitio. Este es un gran incentivo para honrar estos aspectos en nuestra vida. Por Su amor por nosotros y el amor que tenemos por Él, mantengamos viva la esperanza. Para eso debemos despertar ahora mismo. Sí, mantente de pie en la orilla…

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