La noche está avanzada y se acerca el día-Parte 1

Norbert Lieth

“El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor. Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. De­sechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Ro. 13:10-14).

¿Cómo reconocen los demás que somos seguidores del Señor Jesús?

No por nuestra cara radiante ni por las palabras que predicamos, ni por las canciones que cantamos, ni por el estudio bíblico que hacemos, ni por los conocimientos que tenemos y defendemos, tampoco a causa de nuestros comportamientos piadosos, sino por cómo practicamos el amor. Un día, en la ciudad alemana de Lübeck, visité una fábrica de mazapán. En una de sus paredes había una inscripción que decía: “El azúcar no es como la sal; es imposible echar demasiado”, y pensé que lo mismo sucedía con el amor: jamás sobra.

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn. 13:35). Por otro lado, sin amor, todo es insignificante. El amor es el que impulsó al apóstol Pablo a escribir cada una de las exhortaciones de Romanos 13:10-14. 

Cuando las heladas tempestades soplan sobre la Antártida, los pingüinos emperador se aprietan de a miles, unos con otros, con el fin de darse calor mutuo. Al hacerlo, intercambian sus lugares y rotan, de manera que los que están en el margen exterior se dirigen poco a poco hacia el centro, y viceversa. Solo así, juntos, son capaces de vencer el clima gélido. En estas cada vez más heladas tempestades de los últimos tiempos, resulta todavía más importante aferrarnos al objetivo final del amor.

¿Por qué dice Pablo en Romanos 13:10-14 que la noche está avanzada y el día cercano? Después de todo, parece decir lo contrario en 1 Tesalonicenses 5:5-8, que los cristianos somos hijos del día y no pertenecemos a la noche: “Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día […]”.

La Iglesia de Cristo vive bajo la luz del día: “[…] en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz” (Ef. 5:8).  Contrario a esto, todas las naciones –incluido Israel– viven rodeadas por las tinieblas de la noche. Como la Iglesia todavía está en el mundo, también experimenta la sombra, a pesar de estar en la luz.

Debemos tener en cuenta que la Carta a los romanos es la primera epístola paulina del canon del Nuevo Testamento. Así fue ordenado por el Espíritu Santo. Podemos ver en la disposición de estas cartas un hilo conductor y un desarrollo de la profecía. En Romanos, el apóstol todavía se dirige tanto a los judíos que viven en Roma, como a los gentiles, algo que hace cada vez menos en las siguientes epístolas. La Carta a los romanos trata, por un lado, con la justificación para toda la humanidad, alcanzada a través de Jesús y, por el otro lado–y de forma detenida–, con el rol de Israel en la historia de la salvación, su pasado, su actual dilación y su futura readmisión (Romanos 9 y 10). Pablo cambia su discurso con habilidad para dirigirse algunas veces a los judíos y otras a los gentiles:

A los judíos. “He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios […]. Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros” (Ro. 2:17, 24). 

A las naciones. “Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más estos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?” (Ro. 11:24).

Cuando Romanos 13 dice “la noche está avanzada”, se refiere en primer lugar a la noche de Israel. Varios indicios bíblicos confirman esta verdad. Jesús dijo cuando estuvo en la Tierra: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo” (Jn. 9:4-5).

Mientras el Señor estuvo físicamente en Israel, fue de día, pero cuando dejó esa Tierra, la noche cayó sobre el pueblo y el día de salvación alcanzó a las naciones: “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Jn. 1:5). Esto mismo había sido anunciado por el profeta Isaías: “[…] Me dan voces de Seir: Guarda, ¿qué de la noche? Guarda, ¿qué de la noche? El guarda respondió: la mañana viene, y después la noche; preguntad si queréis, preguntad; volved, venid” (Is. 21:11-12). 

Tanto Israel como el resto del mundo estaba en oscuridad y bajo profundas sombras de muerte. Con la primera venida del Señor, se inició el amanecer de un nuevo día, de un nuevo período de salvación: “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció” (Mt. 4:16; compárese con Isaías 9:1). Pero la mañana tan solo comenzó, pues habiendo rechazado al Señor, las tinieblas volvieron a Israel. Jesús, el sol naciente, abandonó al pueblo y se fue al cielo. Entonces las sombras de muerte cayeron con mayor intensidad sobre Israel (Oseas 5:15-6:3). La presencia del Señor Jesús en la Tierra significó tan solo un momento de luz, una breve mañana de salvación para Israel: “El guarda respondió: ¡la mañana viene, y después la noche; preguntad si queréis, preguntad; volved, venid!”.

Esta declaración aparenta ser sumamente profética, al punto de que parece señalar por medio de la repetición un tiempo futuro. De hecho, en los últimos tiempos, Cristo volverá y Su pueblo hará otra vez esta misma pregunta.

Ya hace más de dos mil años que Israel se encuentra en tinieblas, sin embargo, en la segunda venida de Jesucristo, comenzará un nuevo día. Jesús es la estrella resplandeciente de la mañana (Apocalipsis 22:16), el Sol de justicia (Malaquías 4:2). No obstante, poco antes de este nuevo amanecer, caerá la sombra de la Gran Tribulación y del reino del Anticristo. La mañana viene, pero también la noche.

El Señor señaló algo más respecto a Israel en la parábola de las diez vírgenes: “Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡aquí viene el esposo; salid a recibirle!” (Mt. 25:5-6). Por otra parte, en la parábola del trigo y la cizaña dijo: “Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue” (Mt. 13:25).

Es justo avanzada la noche cuando la estrella resplandeciente de la mañana se levanta (Apocalipsis 22:16). De la misma manera vendrá el Señor, aunque lo hará como ladrón en la noche (Mateo 24:43; 1 Tesalonicenses 5:2; 2 Pedro 3:10; Apocalipsis 3:3; 16:15). Estos pasajes aluden siempre a la segunda venida en gloria de Jesús y, por ende, a Israel, el día que el Señor establezca Su reino en la Tierra. Todo el pueblo está rodeado de tinieblas, y un sueño espiritual ha caído sobre él (Miqueas 3:6-7; 7:8-9).

Pablo ya había citado en Romanos 11 –su gran capítulo sobre Israel– a Isaías 29:10: “Como está escrito: ‘Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy’” (Ro. 11:8). Pasado este tiempo, cuando Jesús venga en gloria, se cumplirá también Jeremías 31:26: “En esto me desperté, y vi, y mi sueño me fue agradable”. En síntesis, Dios cambiará una mala situación por una buena: “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Sal. 30:6).

El pasaje de Romanos 13 dice: “La noche está avanzada, y se acerca el día”. ¿A qué día se refiere? Podemos asegurar en este contexto que se trata del gran día de la segunda venida de Cristo. Pedro pensó también en ese día cuando escribió a los judíos: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 P. 1:19).

Se dice que Goethe exclamó en su lecho de muerte: “¡Más luz!”. Aunque sin duda poseía un espíritu iluminado y una brillante genialidad, carecía de la luz del Espíritu Santo. Mientras las tinieblas se vuelven más intensas, nuestro mundo clama también por más luz. ¡Podemos encontrarla en la Palabra viva de Dios, y en aquel cuya Palabra ha puesto en el centro de la salvación: Jesucristo!

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