La doctrina de Balaam

Wim Malgo (1922-1992)

Al elogio del Señor le sigue una reprimenda severa: «Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca» (Ap. 2:14-16).

Las impugnaciones de parte de la autoridad de Estado y de los judíos eran indeciblemente difíciles para los creyentes en Pérgamo. Pero ellos podían resistir por haberse colocado toda la armadura de Dios, y por aferrarse al nombre de Jesús y no haber negado la fe–porque es el Señor mismo quien está blandiendo la espada que traspasa todas las corazas del adversario. Y quien tiene a este Señor en su corazón es invencible; tal persona se levanta en Cristo Jesús por sobre el trono de satanás y se sobrepone por mucho, y eso, en todas las pruebas. 

Aún así, el Señor tiene unas «pocas cosas» contra ellos. Según esto, aparentemente sería una pequeñez, a pesar de ser tan severo; una minimización, como tanto les gusta usar a los creyentes para quitarle importancia a sus derrotas y fracasos internos. No obstante, ahí está la severidad alarmante: mientras que los hijos de Dios en Pérgamo resistían victoriosos al enemigo exterior, transigían ante el enemigo interno. Y ahí ya tenemos la mezcla mortal de victoria y derrota–de seguir a Jesús hasta la muerte, pero aún así, una rendición ante la exigencia interna de la carne. En esta luz es que debemos ver los versículos 14 y 15. 

La doctrina de Balaam se había consolidado–la misma consistía en el consejo que Balaam le dio al Rey Balac (Núm. 31:16 y Núm. 22-25). Balaam quería maldecir al pueblo de Dios, pero no lograba hacerlo. Él entendía que Balac, con su ejército, no podían hacer nada, porque Israel era invencible. Por eso le aconsejó no enfrascarse en una batalla contra Israel. Sin embargo, él también quería destruir al pueblo de Israel, y lo logró, seduciendo a los hebreos a la participación en la idolatría y la prostitución, común en esos casos. 

De modo que «las pocas cosas» para Pérgamo eran un peligro mortal, del mismo modo como el diálogo «inofensivo» de Eva con la serpiente en el paraíso era una trampa y tuvo consecuencias terribles. Y esa liberalidad sexual allá en Pérgamo fue elevada a doctrina bajo la influencia de miembros probablemente muy prestigiosos de la iglesia: «…los que retienen la doctrina de Balaam» (Ap. 2:14). Eso llevó a esa mezcla terrible en Pérgamo: por un lado, el aferrarse decididamente al nombre de Jesús hacia afuera (v.13), y por el otro lado, aferrarse obstinadamente a la doctrina de Balaam (v.14). 

No todos participaban, y el Señor dice expresamente: «También tienes ahí algunos…». ¡Tienes algunos que cedieron al enemigo interno! Pero a pesar de que los demás seguían al Señor Jesús totalmente decididos, surgió una mezcla en la estructura de la iglesia, porque toleraban lo carnal. Eso hacía que el poder se desvaneciera–eso se ha repetido miles de veces hasta el día de hoy. 

El Señor quiere dividir por medio de Su espada aguda, Su Palabra, porque Él no quiere la liberalidad de la carne, sino que la carne sea crucificada con Cristo. En Pérgamo se llegó a la prostitución carnal, porque ya habían llegado a la prostitución espiritual. Y esta prostitución espiritual se expresó a través de la postura neutral de la iglesia frente a estos descarriados. 

De la iglesia de Éfeso dice el Señor: «Los odias» (Ap. 2:6). Esta iglesia tomaba una postura clara frente a toda doctrina falsa y a los deseos de la carne. En el caso de la iglesia de Tiatira, sin embargo, dice: «La toleras» (Ap 2:20)–eso significa: tú la dejas. En Pérgamo, ­estos dos grupos y estas dos doctrinas–discipulado decidido y concesiones a la carne –sencillamente seguían una al lado de la otra. Y esta neutralidad interna de la iglesia es lo que el Señor juzga de la manera más severa.

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