La desestabilización de Europa - Parte 1

Charles H. Dyer, Mark Tobey

Así como viste el hierro mezclado con barro, así se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro”  (Dn 2:43).

En las primeras dos décadas del siglo XXI no le fue demasiado bien a la Unión Europea. Oficialmente, la Unión Europea fue fundada en 1993 como alianza de Estados con un parlamento en común, una moneda única, libre comercio y fronteras abiertas. Los seis estados fundadores de la Comunidad Europea original rápidamente aumentaron a 28 estados miembros, y el euro llegó a ser una moneda mundial importante. Pero la integración no sucedió tan libre de problemas como al principio lo habían esperado sus arquitectos.

La crisis económica mundial de fines del 2007 hizo que los errores estructurales en la Unión Europea se hicieran visibles. En papel, Europa era una unión de 28 Estados con los mismos derechos, pero en realidad la UE estaba subdividida en Estados ricos y estados pobres. Después de varios años de dificultades financieras, Alemania y los países del norte de la UE regresaron a una fase de crecimiento económico y expansión estables. Desafortunadamente, muchos países del sur de la Unión Europea quedaron atrapados en recesión y estancamiento económicos.

Las grietas económicas dentro de la Unión Europea produjeron un vocabulario nuevo. El “Grexit”, es decir la retirada de Grecia de la UE, llegó a ser un espectro que rondaba por los pasillos del poder de la Unión Europea. Se temía que esto podría causar un efecto dominó en la parte sur de la Eurozona, llevándose consigo a otras naciones de la UE que luchaban por sobrevivir, como Italia, España y Portugal.

Y luego, cuando la amenaza de un Grexit apenas disminuía, llegó el Brexit –la retirada británica de la Unión Europea. La motivación principal del Brexit era la preocupación de que una continua inmigración ilimitada podría sobrecargar el sistema social ya estresado de Gran Bretaña. Stratfor, un servicio de información y asesoramiento, analizó la perspectiva de Gran Bretaña en la Unión Europea, lo que en definitiva llevó a su propuesta de retirada. “Desde el punto de vista de Londres, la Unión Europea debería basarse en libre comercio y acuerdos políticos, no obligadamente en la libertad absoluta de circulación de los ciudadanos o en el deber de ceder soberanía a funcionarios no elegidos en Bruselas.” El 23 de junio de 2016, cuando Gran Bretaña votó por retirarse de la Unión Europea, se podía sentir el eco a nivel internacional.

La Unión Europea lucha con mantener a sus Estados miembros políticamente unidos y económicamente sanos. Pero aún cuando algunos Estados amenazan con una retirada, otros ya están tocando la puerta y quieren ser admitidos. En primera fila se encuentra Turquía, un país con 77 millones de ciudadanos musulmanes.

Ya hace casi tres décadas que Turquía intenta ser miembro de la Unión Europea, pero su admisión hasta ahora se ha retrasado porque repetidamente ha habido reparos con motivo de los derechos humanos. “Las negociaciones serias comenzaron en 2005 cuando quedó claro que Turquía no sería admitida mientras no hubiera claros avances en la democratización y en su situación de derechos humanos.” Los reparos de Europa se reflejan en la falta de avances hasta la fecha. Turquía y la UE han iniciado diálogos solamente en quince de las 35 áreas orientadoras requeridas para una adhesión.

El ingreso de Turquía a la Unión Europea plantea preguntas difíciles, que muchos en Europa no desean enfrentar. ¿Será que un país mayoritariamente islámico pueda encajar en las tradiciones culturales de occidente? La supresión de los controles fronterizos, ¿traería una influencia occidental mayor en Turquía, o una influencia islámica mayor en occidente? Las preguntas son tan incómodas, como las respuestas a las mismas son difíciles de encontrar.

La Unión Europea en muchos aspectos estaba pensada como el equivalente a los Estados Unidos de América –un sistema federalista ideado para unir a los estados individuales entre sí. Los Estados Unidos tienen una moneda en común. Los ciudadanos pueden viajar libremente entre los estados. Los ciudadanos de un estado pueden trabajar en otro estado o mudarse allí sin tener que pedir la autorización del gobierno. Los norteamericanos toman estos privilegios como algo natural, pero antes de la formación de la Unión Europea, la vida de los europeos todavía era muy diferente. Al llegar a un país vecino había que pasar los controles fronterizos y aduaneros, y cambiar el dinero propio a otra moneda. Una Unión Europea diseñada en parte según el ejemplo de los Estados Unidos tenía sentido, por lo menos en papel.

¿Por qué entonces la Unión Europea no funciona tan bien en la práctica? Tres problemas básicos evitan que la UE llegue a ser una Europa unificada.

El problema más grande siguen siendo los obstáculos culturales y lingüísticos profundamente arraigados, que separan los diversos países entre sí. Los Estados Unidos surgieron de trece colonias relativamente jóvenes, con conexiones lingüísticas, históricas y culturales con Inglaterra. Contrario a eso, los diferentes Estados europeos ya existían desde hacía siglos como naciones independientes, cada uno con su propia lengua, historia y cultura. El tráfico actual de mercancías, las posibilidades de viajar y los medios de comunicación –sobre todo radio, televisión y el Internet– han desmantelado estas barreras en parte. Pero el ADN cultural de cada uno de los países sigue profundamente imprimido en sus ciudadanos.

Un segundo problema que evita que Europa alcance el objetivo de la unidad es una creciente desigualdad económica. Como ya se mencionó, Europa está subdividida en dos grupos grandes: en los países del norte de Europa hay mayor crecimiento y menos desempleo, mientras que los países en el sur luchan con una tasa mayor de desempleo y una economía estancada. Garret Martin, experto en asuntos europeos, ha reconocido la complejidad del problema:

“Lo divisivo es una realidad lamentable en el ADN europeo. Los esfuerzos del continente por paz y unidad en el transcurso de la historia, una y otra vez llegaron a ser víctima de disputas y guerras por religión, política o ideología, para nombrar solamente algunas. Las dificultades presentes de la Unión Europea son solo el ejemplo más reciente de eso. La crisis sostenida en la Eurozona socava el ideal de la integración, mientras que vuelven a aparecer antiguas fuerzas centrífugas. De forma superficial, lo actualmente divisivo se hace obvio a través del bienestar económico diferente, siendo que los Estados del sur de Europa (especialmente Italia, España, Grecia y Portugal) son afectados de manera desproporcionadamente fuerte por la crisis de endeudamiento de la Eurozona. Ellos dependen de considerable apoyo económico de parte de los estados noreuropeos más ricos.”

En realidad, las razones para una desigualdad económica de ese tipo son increíblemente complejas. El resultado, sin embargo, es que los países de la UE al norte de los Alpes ven razones y soluciones diferentes para los problemas financieros de Europa que los Estados al sur de los Alpes. Tal como en un matrimonio, las diferentes percepciones y enfoques con respecto a las finanzas también en el caso de los estados pueden llevar a conflictos. Es verdad la observación que dice: “si el matrimonio se trata solo del amor, el divorcio se trata solo del dinero”.

El tercer problema que divide la UE es la política de inmigración ilimitada. La zona de Schengen es económicamente significativa, tal como fue planificado. Los ciudadanos de cada país de la Unión Europea son libres de vivir y trabajar en cada uno de los otros países de la UE, sin visa y sin tener que solicitar un permiso de trabajo. Lo lastimoso es que este acuerdo fue sobreestimulado por la creciente corriente migratoria.

Por siglos, Europa experimentó la afluencia de inmigrantes de África, el Oriente Medio y el Oriente Lejano. Gran parte de esta inmigración va por cuenta de la época colonial de Europa. El Dr. Pieter Emmer y el Dr. Leo Lucassen son especialistas en historia de inmigración en la Universidad de Leiden, y ellos han buscado los orígenes de las razones para la afluencia de inmigrantes a Europa:

“El colonialismo no solamente hizo que más de 60 millones de europeos emigraran a ultramar, sino que también llevó a millones de asiáticos, africanos y personas de otras culturas a Europa. Al principio, muchos de estos inmigrantes llegaron a Europa como esclavos, pero en el siglo XX inmigrantes de África y Asia sirvieron como soldados y obreros contratados en los ejércitos europeos en las dos guerras mundiales.”

En tiempos recientes, incontables personas de regiones devastadas por guerras en África y el Oriente Medio huyeron a Europa. La guerra civil en Siria obligó a más de seis millones de sirios a abandonar sus hogares. Cerca de cinco millones de ellos se fueron a otros países, aproximadamente el 60 por ciento cruzaron la frontera hacia Turquía. Algunos lograron llegar hasta la parte occidental de Turquía, donde después de una travesía peligrosa en botes, quedaron varados en alguna de las muchas islas griegas. Otros viajaron por tierra de Estambul a Grecia o Bulgaria. Después de finalmente llegar a estos países de la UE intentaron ya sea a adaptarse, o solicitaron asilo político. Tan solo en el año 2015, fueron casi trescientos mil refugiados sirios los que buscaron asilo en la Unión Europea.

Europa lucha con cuidar el inmenso número de refugiados, especialmente en la crisis financiera persistente que pone a prueba fuertemente sus recursos. Lo que aún incrementa la tensión financiera y social es el temor que el Estado Islámico pudiera hacer pasar a sus combatientes por contrabando con los refugiados a Europa. Un combatiente de EI dijo que entre los refugiados sirios se habrían encontrado unos cuatro mil jihadistas. Y el hecho que en los atentados terroristas en París, Bruselas y Estambul hayan participado combatientes del EI, hace que tales aseveraciones sean creíbles.

No hay duda, que para la Unión Europea parecen haber comenzado tiempos duros. Raf Casert, redactor de la sección noticiera del Associated Press en los Estados del Benelux, resumió las palabras del presidente de EE.UU., Donald Trump, de la siguiente manera:

“Después de décadas de una ampliación a menudo desenfrenada y de una creciente prosperidad, la Unión Europea que en un tiempo fue estable […] se encuentra ante su desafío más grande –la desintegración interna.”

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