La creciente decadencia de la libertad religiosa

Ron Rhodes

Leí acerca de un propietario de viviendas cristiano que le negó el alquiler a una pareja no casada. Él no quería que en su casa se practicara la inmoralidad. Enseguida fue llevado a juicio, por lo que tuvo que permitir que la pareja se mudara a su vivienda.

Una alumna de sexto grado hizo una presentación acerca de la Biblia. Se les había dicho a los estudiantes que hicieran una ponencia sobre un libro a elección. Después de su presentación, entregó una copia de su ensayo a todos los compañeros de estudio que lo deseaban. Pasado poco tiempo, el profesor la citó a la oficina del director. Allí fue interrogada por la dirección, donde le negaron incluso el derecho a llamar a su madre.

Algo similar le sucedió a un alumno de tan solo seis años. Le dijeron a los niños que llevaran a clase sus libros preferidos con el fin de mostrarlos. Este niño llevó su Biblia, sin embargo, se le ordenó que la devolviera nuevamente a su casa, pues era «contra la ley» presentarla. Estoy seguro de que jamás se olvidará de este momento.

Me enteré de una chica que se graduaba de la secundaria y estaba encargada de dar el discurso de despedida a su clase; sin embargo, le fue quitado este derecho, pues se negaba a excluir de su disertación el testimonio de cómo Jesús le había dado sentido a toda su vida hasta ese momento. 

Las cosas ya no parecen andar bien en cuanto a la libertad religiosa.

Hace poco, supe también acerca de una familia cristiana que posee una farmacia en Olympia, en el estado de Washington. Junto a otros farmacéuticos, denunciaron al Estado por obligarles a vender medicamentos abortivos. Como cristianos, no querían ser partícipes del asesinato de bebés en el vientre materno. Un tribunal decidió a favor de ellos y declaró que el Estado no podía obligarlos a contradecir sus convicciones de fe. Sin embargo, al presentarse una apelación ante otro tribunal, el fallo fue el contrario. Como respuesta, llamaron por teléfono a la Corte Suprema, pero esta se negó a tomar el caso, por lo que se mantuvo la decisión del tribunal de apelación. Al final de cuentas, se vieron obligados a elegir entre la venta de medicamentos abortivos y el cierre de sus farmacias.

Si bien el discurso del juez de la Corte Suprema, Samuel Alito, fue rechazado por la mayoría; no obstante, su declaración es digna de ser escuchada. Alito advirtió seriamente sobre la erosión de la libertad religiosa en Estados Unidos: «si esta es una señal de cómo los reclamos sobre la libertad religiosa serán tratados en los años que vendrán, entonces aquellos que valoran la libertad religiosa tienen suficiente razón para estar muy preocupados».

También leí acerca de un comandante de las Fuerzas Aéreas del Ejército de Estados Unidos que fue obligado a quitar su Biblia de su lugar de trabajo, luego de que la Military Religious Freedom Foundation («Fundación para la Libertad Religiosa Militar») elevara una queja. Decían que una Biblia abierta en su escritorio significaba una «ostentación indignante y una pretensión insensible y desvergonzada de supremacía cristiana». Se recomendaba «[…] disciplinar sin demora, clara y duramente […]» al líder militar. Después de todo se infringía, según ellos, el apartado 1-1, párrafo 2.11 y 2.12 de las Normas de las Fuerzas Aéreas, donde señala que los ejecutivos «[…] no deben utilizar su posición o parecer propagar entre sus subordinados sus ideologías de fe», y que su creencia personal no debe «[…] poner en peligro la moral, el orden y la disciplina».

Lo mismo sucedió con un capitán de bomberos en Atlanta. En este caso, fue despedido a causa del escándalo que provocó en la ciudad. La razón fue que había escrito, en su tiempo libre, un libro que defendía el enfoque bíblico sobre el matrimonio y la sexualidad (oponiéndose así a la homosexualidad). El capitán afirmó que lamentablemente habría en el país «cada vez más ataques contra la libertad religiosa y contra el derecho a expresar nuestro testimonio de fe», y agregó que el Gobierno sería «la mayor amenaza».

A esto podemos agregarle que las películas de Hollywood y la televisión se presentan muy prejuiciosas contra todo lo concerniente al cristianismo. En los medios masivos, los cristianos son constantemente demonizados. La táctica favorita de estos medios consiste en denominar a los cristianos conservadores con el término peyorativo derecha religiosa. Con esto pretenden mostrar a los cristianos como fanáticos, intolerantes, retrógrados y descerebrados. Al mismo tiempo, se presenta a los humanistas seculares como intelectuales iluminados. De hecho, los cristianos están en el punto de mira.

Mientras que la religión es oprimida, el humanismo secular sigue en tendencia ascendente, sobre todo en las sociedades occidentales. Según esta concepción del mundo, la religión, sea cual sea, es dañina para el ser humano. El humanismo secular no cree en lo sobrenatural. El Manifiesto humanista II –firmado por algunas eminencias como el escritor Isaac Asimov, el psicólogo B. F. Skinner y el eticista Joseph Fletcher– dice al respecto: «Podemos hallar solo pruebas insuficientes para la fe en la existencia de algo sobrenatural; esta existencia es insignificante o irrelevante para la sobrevivencia de la humanidad y el entendimiento del sentido de su existencia. Para nosotros, los no teístas, los humanos están en primer lugar y no Dios, la naturaleza está en lugar de la divinidad».

De modo que esta cosmovisión declara con firmeza la inexistencia de Dios. El Dr. James Hitchcock escribió en su libro, What Is Secular Humanism? («¿Qué es el humanismo secular?»), lo siguiente:

Grupos como la American Humanist Association (Asociación Humanista Estadounidense) no son solo humanistas, en el sentido de su interés por los aspectos humanitarios o por considerar al humano por encima de la naturaleza […]. Según su autodefinición, no existe ningún Dios […]. Ellos abogan a favor de un estilo de vida que excluye sistemáticamente a Dios y a toda religión en el sentido tradicional. El ser humano se encuentra en el universo a merced de sí mismo, para bien o para mal. Representa el punto culminante de aquello que la evolución de la naturaleza ha producido hasta la fecha, y debe confiar plenamente en sus propios medios.

Isaac Asimov, uno de los autores y escritores científicos más acreditados de todos los tiempos, era despiadadamente abierto en sus declaraciones ateas: «Yo soy ateo, sí […]. No tengo la evidencia para probar que Dios no existe, pero sospecho tanto que no existe que no quiero perder más el tiempo». Algo similar dijo el cosmólogo Carl Sagan al comenzar su serie televisiva Cosmos: «El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que será». En otras palabras, no hay ningún Dios con el que tengamos que tratar.

Como no existe para los humanistas seculares nada sobrenatural ni hay Dios, enfatizan la inexistencia de un Creador. Asimov dijo: «El universo puede ser explicado de la mano de la evidencia que extraemos del propio universo. […] uno no necesita remitirse a ningún poder sobrenatural». La explicación típica para el origen del ser humano se basa en la teoría de la evolución.

Frederick Edwords explica el origen del ser humano de la siguiente manera: 

Los humanos ni se diferencian del todo de otras formas de vida ni son el producto final de algún esquema de desarrollo planificado […]. Todas las formas de vida están edificadas sobre los mismos elementos básicos, el mismo tipo de átomo, de lo que también se componen las cosas inanimadas […]. Los humanos son el resultado actual de una larga serie de cambios evolutivos, pero no el único resultado ni el definitivo. Se puede esperar que tanto nosotros, como otras formas de vida, como el mismo cosmos estemos sometidos a una constante transformación. Este proceso no parece tener ni un primer comienzo ni un objetivo final.

En vista de esto, los humanistas seculares aseveran –a menudo con odio– que no existió ningún plan divino para la humanidad. El Manifiesto humanista II declara: «No podemos constatar un plan divino para la humanidad ni una providencia. Si bien hay mucho que no sabemos, los humanos somos responsables por lo que somos y seremos. Ninguna divinidad nos salvará: tenemos que salvarnos nosotros mismos». En otras palabras, estamos solos en este universo, sin un sentido o un propósito definitivo.

Los humanistas seculares también aseguran que no hay vida después de la muerte. En su libro Forbidden Fruit: The Ethics of Humanism (“El fruto prohibido: la ética del humanismo”), Paul Kurtz dice: «El mundo del teísta es solo un mundo de fantasía; es el lamentable intento de huir a un futuro que nunca vendrá». 

Kurtz declara, además: 

La promesa de salvación, de una vida eterna, como también el temor a una condenación eterna son erróneos y al mismo tiempo dañinos. Ambos distraen al ser humano de aquello que tiene importancia ahora, de su autorrealización y del combate contra la injusticia social […]. No existe ninguna prueba fidedigna de que la vida siga existiendo después de la muerte física. Seguimos existiendo en nuestros descendientes y en cómo nuestra vida ha influido en otros en nuestra sociedad.

A través de la militancia, los humanistas seculares se esfuerzan por erradicar toda religión –en especial el cristianismo–, esté donde esté. No solo inician ataques académicos contra las religiones, sino que se esfuerzan por quitar los «mitos religiosos» de todos los libros de estudio utilizados para la enseñanza de nuestros hijos. ¡Se nos ha declarado una guerra cultural! Y los humanistas seculares están decididos a ganarla. Parte de su estrategia consiste en suprimir la libertad religiosa de los cristianos o al menos limitarla bastante.

Sería una equivocación pensar que la disminución de la libertad religiosa se da tan solo en Estados Unidos. Según el International Religious Freedom Report (“Informe sobre Libertad Religiosa Internacional”), una de cada cuatro naciones en el mundo reprime la libertad de religión, lo que afecta al 75 % de la población mundial. Estos países contienen leyes que prohíben la libre expresión religiosa –algunas la castigan como blasfemia, mientras que otras presentan reglamentos estrictos que la limitan–.

El reporte muestra cómo los «[…] Gobiernos utilizan en muchos casos estas leyes para intimidar a las minorías religiosas y oprimirlas; y con demasiada frecuencia no toman medidas apropiadas para evitar la violencia social desatada por acusaciones de blasfemia y apostasía». El informe sigue diciendo: «Ninguna región, ningún país y ninguna religión es inmune a las peligrosas consecuencias de una legislación de ese tipo». Lo trágico es que «[…] constantemente somos testigos de cómo, en algunos países, donde las minorías religiosas han contribuido durante mucho tiempo a la cultura nacional –por décadas, siglos o incluso milenios– a través de una coexistencia relativamente buena, corren peligro de ser expulsados de su tierra tan solo por pertenecer a un pueblo o a una religión».

Entre los países que más restringen la práctica cristiana religiosa se encuentran China, Rusia, Egipto, Paquistán y Turquía. El informe aclara: «En estos países, tanto el Gobierno como la sociedad en su conjunto, imponen numerosas restricciones a las convicciones de fe y a la práctica religiosa». Paquistán es el sexto país más poblado del mundo, y el que presenta el nivel más alto de hostigamiento por causas religiosas. Según un informe, «[…] en el estado de Punyab, una multitud de 1500 aldeanos acusó a un matrimonio cristiano de blasfemia, quemándolos vivos en un horno de ladrillos».

No pasa una semana sin que aparezca una nueva noticia sobre cómo China oprime la libertad religiosa. Un análisis acerca de la opresión mundial de la libertad de religión llega a esta conclusión: «Si investigamos en qué lugar la libertad de religión es mayormente reprimida por las políticas de Gobierno, nos daría como resultado el país más poblado del mundo: China».

Aparentemente, toda religión en China, incluyendo el cristianismo, es censurada en todos los rincones. No hace tanto, en la ciudad de Pekín, quitaron una cita bíblica de un libro escolar, pues según ellos «propagaba valores occidentales». En una provincia en el este de China, los hospitales «[…] en el marco de la represión más reciente del cristianismo, han prohibido todo tipo de actividad religiosa, incluyendo las visitas de pastores, las oraciones por los enfermos y la predicación». Todo el personal hospitalario fue avisado acerca de que «[…] todas las formas de actividad religiosa estarían prohibidas».

Entretanto, se ordenó que se quitaran, sin excepción, las cruces cristianas de todos los edificios. Dos pastores que presentaron su queja fueron condenados a doce y catorce años de cárcel por esa conducta. Además, en numerosas provincias chinas, se quitaron incluso las cruces de las iglesias. Con eso aparentemente se pretende «[…] obstaculizar el crecimiento del cristianismo en el país más poblado de la tierra». Por otra parte, se les prohibió a unos estudiantes pertenecientes a una iglesia en las casas, en el centro de la provincia Guizhou, el acceso a la universidad mientras sean parte de esa congregación.

Del mismo modo, los alumnos chinos de los seminarios cristianos deben «obediencia absoluta» al partido comunista. Se les enseña a poner al Estado por encima de Dios. Un grupo de cristianos que atiende a la persecución en China informó: 

Apareció un material en video de los estudiantes, mostrando cómo cantaban el himno nacional en la ceremonia de graduación del seminario teológico de Zhejiang […], una señal más de las represalias estatales contra el cristianismo que permanecen en el país. Entretanto, como puede escucharse en el video, el seminario se ha convertido en una escuela del partido comunista bajo una apariencia cristiana.

Rusia, por su parte, aprobó una ley nueva que, entre otras cosas, restringe a los cristianos la predicación de evangelio fuera de sus iglesias. La ley «exige a los misioneros tramitar un permiso de trabajo, declara las iglesias en hogares como ilegales y permite tan solo la práctica religiosa en edificios eclesiásticos registrados –además de otras limitaciones–. Los individuos en desacato son multados con hasta 780 dólares, y las organizaciones con hasta US$ 15 000 dólares».

La Unión de Cristianos Evangélicos Bautistas de Rusia ad­virtió en una carta abierta que las nuevas leyes «crean condiciones» que se prestan «[…] para la opresión de todos los cristianos». De hecho, «[…] toda persona que exprese sus ideas o pensamientos religiosos al respecto o los escriba, puede ser acusado, sin los documentos correspondientes, por actividad misionera ilícita».

También las iglesias evangélicas rusas expresan en una carta abierta que tramitar un permiso para evangelizar es «no solo absurdo y ofensivo, sino una base para la persecución masiva de creyentes con el fin de inspeccionar el cumplimiento de estos reglamentos». La nueva ley significaría «[…] la legislación antirreligiosa más severa en Rusia, desde que Nikita Jrushchov prometiera erradicar el cristianismo en la Unión Soviética».

También fuera de Rusia, muchos han expresado su preocupación por la nueva ley. La Alianza Evangélica Europea dice estar sumamente preocupada por cómo esta ley «impone grandes restricciones a la libertad de religión», exhortando a los cristianos «[…] a la intercesión, [para] que esta nueva ley una a los cristianos de una nueva manera», además de «[…] orar para que el Señor use este tiempo de tentación para fortalecer y aumentar su iglesia». La Comisión de los Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional dijo que «condena fuertemente» esta ley, pues «[…] facilita a las autoridades rusas la opresión a las comunidades religiosas, asfixia las opiniones pacíficas discrepantes y permite ­encerrar a las personas [cristianas]».

Algunos líderes islámicos enseñan que la yijad sería una de las posibilidades en el manejo de la política de asuntos exteriores, con el fin de extender el dominio islamita por todo el mundo. Muchos chiitas creen que, en el último tiempo, un mesías poderoso y armado someterá al mundo en nombre del islam, lo que significará finalmente el regreso del duodécimo imán, según la creencia, un descendiente directo de Ali, yerno de Mahoma –los únicos descendientes legítimos, así proclaman los chiitas, solo podrían ser de la familia de Ali–. El duodécimo imán, quien aparentemente de­sapareció de niño en el año 941 d. C., regresaría entonces como el Mahdi “El Guiado”. Él introduciría una era mesiánica, en donde se establecería un orden mundial de justicia para los chiitas y triunfaría el islam.

Siguiendo este tren de pensamientos, la llegada del duodécimo imán podría acelerarse a causa del caos y la violencia apocalíptica, es decir, a través de una guerra santa contra cristianos y judíos. Por eso se cree que el plan divino, en lo que respecta al fin de los días, está en manos de los musulmanes actuales. Es interesante que, todo un conjunto de líderes chiitas en Irán, digan haber sido testigos de avistamientos físicos del duodécimo imán, aseverando su pronta revelación, la que responde al comienzo inminente del caos y la violencia.

El objetivo de los musulmanes radicales consiste en crear «un mundo sin Estados Unidos y sin sionismo»; para que una vez alcanzado, sea inminente el regreso del duodécimo imán. Se dice que el mundo pronto verá qué es vivir en un mundo libre de judíos y de Estados Unidos. Tanto esta nación como el régimen sionista israelí pronto verían su fin. «¡Muerte a los Estados Unidos!» es un eslogan común entre esos musulmanes radicales.

Debemos entender que, según la interpretación de los musulmanes radicales, un ataque a Estados Unidos es un ataque al cristianismo. En su forma de pensar, Estados Unidos es una nación cristiana y depravada, dicho de otro modo, el cristianismo es una religión pervertida que debe ser exterminada.

Por supuesto, los musulmanes radicales no solo tienen en la mira a los cristianos estadounidenses, sino también a los de su propia región. El Pew Research Center informó que en Egipto «[…] una mujer cristiana fue atacada por un grupo de la Hermandad Musulmana cuando vieron un crucifijo en su automóvil […]. Fue sacada del pelo del automóvil, golpeada y asesinada». Estos casos no son para nada extraños en las partes del mundo donde reina el islam radical. Se han ejecutado hasta niños cristianos –¡niñas pequeñas con muñecas entre sus manos!

Lifeway Research realizó una encuesta a mil estadounidenses acerca de si consideraban al islam una amenaza para la libertad religiosa. La estadística muestra que los «[…] estadounidenses consideran que el islam es un peligro casi igual de grande para la libertad religiosa en su país, como lo es para la libertad de culto a nivel mundial». Evidenciando cómo el islam crece rápidamente en todo el mundo, es un hecho que la libertad cristiana será restringida cada vez más.

No podemos asombrarnos de que la libertad de los cristianos que se encuentran en países islámicos bajo la sharía sea más atacada. En su último libro Crucified Again: Exposing Islam’s New War on Christians («Crucificado otra vez: exponiendo la nueva guerra del islam contra los cristianos»), Raymond Ibrahim escribe:

La insegura situación legal de las congregaciones y de otras formas de expresión de la fe cristiana es típica de la enemistad con el cristianismo inherente al islam. No obstante, la ley islámica va más lejos: niega a todo cristiano el derecho a la libertad de expresión y convicción personal. La sharía inhibe ese derecho por medio de tres leyes que, si bien son diferentes, a menudo se superponen: las leyes contra la apostasía, la blasfemia y el proselitismo. Por ejemplo, un musulmán que se convierte al cristianismo es acusado de apostasía, pero al mismo tiempo, puede considerarse un blasfemo, cuya mera existencia es ofensiva para el islam. Y si habla a otros musulmanes acerca del cristianismo –con el entusiasmo que a menudo tienen los recién convertidos– se expone a la acusación de proselitismo. Estas tres leyes islámicas impiden de manera efectiva la libertad de expresión, de creencia e incluso de pensamiento.

Algunos líderes islámicos son investigados por haber dicho que un día la sharía dominará en los Estados Unidos. Ese es el juego final del islam contra la cultura occidental.

Las profecías apocalípticas revelan que en los últimos tiempos habrá una constante disminución de la libertad religiosa. En Mateo 24:9, Jesús enfatiza: «Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre». Estos versículos hablan acerca del futuro tiempo de tribulación, el cual durará siete años. Como sucede a menudo, pueden divisarse por adelantado las sombras de esta profecía: somos testigos, en la actualidad, de persecuciones, arrestos y asesinatos a cristianos.

La opresión no escapa de las propias familias. Jesús dijo: «Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, este será salvo» (Mr. 13:12-13). También este pasaje habla de la futura tribulación de siete años, sin embargo, ya presenciamos los «asesinatos de honor» donde, por ejemplo, un padre asesina a su hijo o un hermano a su hermana como castigo por haber abandonado el islam y aceptado a Cristo.

Jesús además advierte: «Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre» (Lc. 21:12). Esto nos remite de nuevo a países como China, Rusia, Egipto, Indonesia, Paquistán y Turquía.

No me gusta pensar mucho en eso, pero el futuro tiene apariencia sombría. Las actuales tendencias señalan no solo una continuidad de la opresión a la fe cristiana, sino un aumento de ella cuanto más nos acerquemos a los últimos tiempos.

Tenemos que estar mental y espiritualmente preparados. Creo que en estos días de creciente restricción de la libertad religiosa y donde la persecución y el martirio a los cristianos aumenta cada vez más, Cristo llama a su Iglesia a una entrega más profunda.

Jesús enseña: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame» (Mr. 8:34). ¿Qué significa tomar su cruz y seguirlo? En primer lugar, llevar una vida de abnegación y de sometimiento absoluto a Jesús. Cristo nos llama a una entrega total. Con eso quiere decir: si realmente deseas seguirme, entonces no lo hagas solo con palabras, sino entrega tu vida entera y sígueme en el camino hacia la cruz; un camino que incluye sacrificio, abnegación y quizá sufrimiento y muerte por mi causa.

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