La correcta relación entre fe y obras

Fredy Peter

Una interpretación de la epístola de Santiago, Parte 5: Santiago 2:14-26. Sobre la verdadera fe demostrada por las obras.

Santiago 2:14-26 es el corazón de toda la carta e incluye las que probablemente sean las declaraciones más controvertidas de Santiago. Dos palabras dominan estos 13 versículos: la fe se menciona 14 veces y la palabra “obra” aparece 12 veces. Así que se trata aquí de fe y obras; no de obras de ley, sino de obras de fe, acciones que glorifican a Dios.

Martín Lutero, a quien Dios usó de manera extraordinaria como herramienta para la Reforma, se refería precisamente a este pasaje cuando llamó a la Epístola de Santiago “una epístola de paja” en comparación con las Epístolas de Pablo. Después de intensas luchas, Lutero había descubierto en la carta a los Romanos que las obras de la ley no logran la aceptación y justificación de Dios. Por lo tanto, este pasaje, que enfatiza las obras como producto de la fe, le causaba grandes dificultades. Dado que Santiago parecía estar argumentando contra Pablo y la justificación solo por la fe, Lutero concluyó que la carta no era apostólica, a pesar de contener muchos buenos dichos. Incluso llegó a declarar: “Calentaré el horno con Santiago”. 

Después de que Santiago mostró, en la primera parte del capítulo 2, que la verdadera fe cristiana es incompatible con la acepción de personas, nos enfrentamos en la segunda parte del capítulo a otro criterio mediante el cual podemos probar nuestra fe:

La verdadera fe se demuestra en las obras.
El versículo 14 es el punto de partida. Aquí Santiago presenta una tesis basada en dos preguntas retóricas, cuya verdad bíblica se demostrará en los siguientes versículos. Es el comienzo de una serie de preguntas y respuestas, que siempre apuntan a nuestra vida personal.

La tesis del versículo 14 es: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?“ —Y ¿cuál es la respuesta tácita? ¡Que no sirve! Este tipo de fe no puede salvar; esto es lo que Santiago quiere demostrar aquí.

Notemos que en ningún momento Santiago enseña la salvación por obras. Solo la fe salva, ¡nunca las obras! Pero Santiago nos pregunta aquí: ¿Puede ser que una fe infructuosa sea la fe salvífica? 

Este pasaje no habla del medio de la salvación, sino de la evidencia de la salvación. Santiago cuestiona fundamentalmente una profesión de fe sin práctica de fe. Lo que anhela ver es una fe viva y salvadora en “nuestro glorioso Señor Jesucristo” (Santiago 2:1). A través de las obras, la fe demuestra ser genuina. En cambio, existe una fe muerta, que no muestra obras y conduce a la condenación.

Jesucristo enseñó esto claramente en el Sermón del Monte: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos furtos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:16-20).

Para apoyar su tesis, Santiago utiliza tres ilustraciones para mostrarnos los diferentes tipos de fe: 1) la fe muerta; 2) la fe demoníaca; 3) la fe viva.

1. La fe muerta
“Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma“ (Stg. 2:15-17).

Santiago describe este comportamiento inapropiado desde las alturas de Jerusalén, donde, efectivamente, en invierno las personas sin hogar sufrían mucho de frío y hambre. La repulsiva crueldad de una persona que demuestra una elocuencia piadosa, que quizás incluso sepa aplicar textos de la Biblia, pero cuyo comportamiento real grita al Cielo, solo permite una conclusión: esta fe es puramente intelectual y, por lo tanto, muerta. “No puede el buen árbol dar malos frutos” (Mt. 7:18).

Pero ahora la argumentación de Santiago se vuelve más agresiva y desafiante:

2. La fe demoníaca
“Pero alguien dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Stg. 2:18). Aquí la fe y las obras están separadas y enfrentadas entre sí. ¡Pero no existe el uno sin el otro! No podemos separar el fruto del árbol; de la misma manera, la fe y las obras van juntas. “Así, todo buen árbol da buenos frutos” (Mt. 7:17).

“Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. Vemos aquí a un creyente que tiene obras de fe y desafía a otro a probar su fe sin obras. Pero la fe no se puede “medir” de ninguna manera a menos que “actúe” y dé frutos visibles. Quizás el ejemplo de la persona que tiene obras que demuestran su fe sea del mismo Santiago. Con su carácter manso y humilde, no quiere alardear de su obediencia y obras de fe.

Al que solo tiene fe, pero no obras, Santiago le responde con palabras extremadamente serias: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” (Stg. 2:19-20).

(una concisa declaración de fe en el Dios que es uno; Deuteronomio 6:4) en este contexto muestra claramente que la carta está dirigida a judíos cristianos que conocían este credo judío. Por otro lado, Santiago, inspirado por el Espíritu Santo, deja claro que la fe en un solo Dios no alcanza para ser salvo.

En esta ilustración de la fe demoníaca, vemos una fe intelectual combinada con emociones: tiemblan, pero sin voluntad, sin obediencia sincera y sumisa. También esta fe es una fe muerta.

La fe muerta no conoce devoción y amor por Jesús, ni arrepentimiento y perdón, tampoco restauración y renovación, y no produce frutos en forma de obras. Una fe demoníaca es una fe que conoce, sabe y comprende, e incluso se emociona, pero… no se somete, no obedece voluntaria y sinceramente a la verdad.

Los demonios creen en un solo Dios (Santiago 2:19), creen en la deidad de Jesús (Marcos 3:11-12), creen en el juicio final (Mateo 8:28), pero eso no es suficiente. Siguen siendo demonios; y el hombre, cuando tiene este tipo de fe, ¡obviamente se encuentra en una compañía terrible!

Finalmente, los siguientes versículos nos muestran la fe salvadora que es real y fructífera: es aquella que involucra a la razón, la emoción y la voluntad.

3. La fe viva
Después de su ejemplo práctico y sus razonamientos teológicos, Santiago se basa en dos acontecimientos bíblicos para concluir su argumento:

“¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?” (Stg. 2:21-25).

Abraham era un hebreo temeroso de Dios, tenía un carácter íntegro y era hospitalario, como vemos por la manera cómo recibió a los mensajeros del cielo (Génesis 18:2). Rahab era una mujer pagana profundamente enredada en el pecado, y también era hospitalaria: acogió a los espías del pueblo elegido (Josué 2:1-4). Según fuentes judías, era prostituta desde los 10 años y tenía más de 40 años de experiencia profesional. ¡Es conmovedor ver lo que Dios puede hacer de la vida de una mujer en estas condiciones! En Mateo 1:5, Rahab incluso es mencionada como la antepasada del Señor Jesucristo. Esto significa que, en realidad, Santiago, que era medio hermano del Señor, está hablando aquí de su propia ancestra de 31 generaciones atrás (Mateo 1:5-16).

Estos dos ejemplos muestran que no fueron solo las obras las que fueron acreditadas como justicia a Abraham y Rahab y por las cuales fueron justificados. Es más: ¡sus acciones, consideradas de forma aislada, fueron terribles! Abraham estuvo dispuesto a matar a su hijo Isaac. Rahab traicionó a sus compatriotas. ¿Son obras que glorifican a Dios por sí solas? ¡De ninguna manera! Solo a través de la conexión con la fe, estas acciones adquieren significado como obras de fe que glorifican a Dios.

“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito. (...) Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz“ (He. 11:17,31).

Es, pues, porque creyeron y obedecieron que hicieron esto o aquello; fueron acciones de fe, obras producidas por la fe. Nunca se trata de una justicia que se gana por las obras como tales. Todo el pasaje trata sobre causa y efecto, la fe que trae como fruto las obras. Esto también se muestra por el hecho de que Santiago cita Génesis 15:6 en el versículo 23: “Y creyó (Abram) a Jehová, y le fue contado por justicia”. Génesis 15:6 ocurrió alrededor de 30 años antes de la entrega de Isaac en Génesis 22:1-19. Por lo tanto, las obras son solo el barómetro de la justificación, mientras que la fe es la base de la misma.

Calvino lo expresó de esta manera: “Somos salvos solo por la fe, pero no por una fe que está sola”.

Conclusión
La tesis que formuló Santiago fue la del versículo 14: “Hermanos mío, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”. Y en el versículo 26 encontramos la conclusión: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”.

El espíritu es el aliento de vida. Sin él, la vida no es posible. De la misma manera, la fe sin obras está muerta. El razonamiento de Santiago en este pasaje se concluye entonces de manera lógica. En matemáticas esto se expresaría con las siglas Q.E.D.: “quod erat demonstrandum”, una frase latina que significa: lo que debía probarse.

¿Podemos entonces decir que todo creyente nacido de nuevo en el Señor Jesús da fruto? ¡Absolutamente! “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Co. 4:5).

No todos dan la misma cantidad de frutos. Pero todo aquel que nace de nuevo dará algún fruto. Permítanme decirlo sin rodeos: Cuando conectamos un aparato a un tomacorriente de 220 voltios, esto no quedará sin impacto, incluso si el cable es muy largo.

¿Cómo se prueba tu fe? ¿Crees solo intelectual o emocionalmente? ¿O crees con tu razón, tu emoción y tu voluntad y obediencia, como lo hicieron Abraham y Rahab, y con ello demuestras una fe viva?

Pablo escribió a los corintios: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos” (2 Co. 13:5). – Examinémonos y hagamos caso a Santiago cuando nos dice: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Stg. 1:22).

Solo a través de la conexión entre la fe y las obras que resulten de ella, nuestra fe demostrará ser genuina.

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