Jesús viene otra vez

Burkhard Vetsch

Lo que significa la promesa de la segunda venida de nuestro Señor Jesús para nuestra vida diaria.

Después de la ascensión al cielo del Señor Jesucristo, dos hombres en vestiduras blancas dijeron y prometieron a los discípulos: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hch. 1:11).

¡Esta promesa, dada por los dos hombres sobre el Monte de los Olivos, será cumplida! También de la boca de Jesús mismo, los discípulos escucharon: “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:3). Esto fue una promesa poderosa y un fuerte consuelo para ellos. Aun cuando fueron preparados para esta hora de despedida, estuvieron consternados cuando Jesús desapareció delante de ellos, cuando la nube de gloria (la Shejiná) lo retiró de la vista de ellos, y lo llevó al cielo. Desde allí, Él nos vendrá a buscar para el arrebatamiento. Así leemos en 1 Tesalonicenses 4:16-17: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.  Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”. ¡Qué futuro tan glorioso es el que espera a los hijos de Dios: estar con el Señor por siempre! ¡Hacia allí queremos dirigir nuestros pensamientos y nuestros corazones por adelantado! Que Su regreso no nos encuentre sin estar preparados, ni asustados. ¡La llama de la esperanza siempre debe estar viva y flameante en nosotros, al estar esperando al Señor con gozo! Jesús mismo nos exhorta, diciendo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre” (Mt. 24:36).

Ya la primera iglesia de cristianos esperaba a su Señor a la brevedad. Desde entonces, han pasado casi 2,000 años–y el Señor no ha venido. Solamente la falta de fe dice que el Señor no vendrá por mucho tiempo todavía. La exclamación “Maranata” (¡Nuestro Señor, ven!), no obstante, nunca ha cesado totalmente en la congregación de Jesucristo. Él quería y quiere que Sus hijos lo esperen gozosamente en toda hora, preparados en su interior. El enemigo, sin embargo, quiere distraernos de eso con todo tipo de trucos. Él trata de hacer que nos cansemos, o de seducirnos al pecado o a la apostasía. Por eso, pedimos sabiduría y gracia para poder reconocer los peligros y rechazar, en el nombre de Jesucristo, lo que a Él le desagrada.

También las señales del tiempo queremos aprender a comprenderlas, de la mano de Su Palabra. En Su Palabra, Jesús da a Sus hijos luces de posición para orientarnos. Si nos atenemos a las mismas, no necesitamos temer que pasaremos de largo el puerto seguro.

Muchos obstáculos y trampas existen en el camino de la fe. Pero, el Señor es fiel y se queda al lado de Sus hijos. Así nos lo asegura 2 Pedro 2:9: “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio”. La segunda mitad de este pasaje, la advertencia, no obstante no debe quedar sin ser mencionada, ya que el futuro de aquellos que deban quedarse atrás cuando Él arrebate a Su Iglesia novia, será terrible. Por eso, se nos da la exhortación de 1 Juan 2:28: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”. ¡Mantengámonos fieles a Su Palabra y Sus promesas! ¡El galardón será glorioso! Echemos por la borda lo que nos estorba, para que no erremos a la meta y perdamos la corona de la vida, por habernos dejado atar al mundo y a sus seducciones.

Todas las pruebas de sufrimiento, en comparación con la gloria eterna, son cortas, y han sido exactamente sopesadas por el Señor. Solamente nos sucede aquello que es bueno y saludable para nosotros. ¡Atengámonos a esto sin cesar: el Señor viene pronto! ¡Qué Él pueda encontrarnos con un amor candente hacia Él, en el más alto estado de vigilancia, en oración y ocupados para Él! Como hijos de Dios, ¡animémonos siempre unos a otros, para no aflojar en la lucha de la fe que nos ha sido ordenada! Quien desee ser parte de la Iglesia novia de Jesucristo, no puede esperar inactivo hasta Su regreso, sino que debe trabajar en Su viña. ¡Qué Él pueda encontrarnos, en Su muy pronta venida, como Sus siervos fieles!

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