¡Jesús viene otra vez!

Burkhard Vetsch (1920–2008)

El Nuevo Testamento promete una y otra vez que Jesucristo regresará. Esta promesa será cumplida, ¡quizás hoy mismo!

De la boca del mismo Señor Jesucristo, escucharon Sus discípulos decir: “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:3). Eso para ellos fue una promesa poderosa y un consuelo fuerte. Si bien habían sido preparados para esta hora de despedida, durante la ascensión al cielo, igual quedaron consternados cuando Jesús, en Su ingravidez, ascendía delante de ellos, la nube de gloria (la shejiná) Lo escondía de sus miradas y lo llevaba hacia arriba al cielo. De allí, Él vendrá a buscarnos para el arrebatamiento. Así lo leemos en 1 Tesalonicenses 4:16-17: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”. ¡Qué futuro glorioso espera a los hijos de Dios, estar con el Señor siempre! ¡Hacia allí queremos dirigir nuestros pensamientos y corazones! Su regreso no nos debe encontrar sin preparación ni con espanto. ¡En todo momento, la llama de la esperanza debe estar viva en nosotros, mientras Le esperamos gozosos! Jesús mismo nos exhortó diciendo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre” (Mt. 24:36).

Ya la primera iglesia cristiana esperaba el regreso del Señor a la brevedad. Desde entonces, han pasado casi 2,000 años, y el Señor no ha venido. Solamente la incredulidad afirma que el Señor no vendrá por mucho tiempo. Sin embargo, el clamor “Maranata” (¡Nuestro Señor, ven!) nunca se ha callado del todo en la Iglesia de Jesucristo. Jesús quería y quiere que Sus hijos Lo esperen a toda hora con gozo y con corazón dispuesto. El enemigo, no obstante, nos quiere distraer con todo tipo de trucos. Él trata de darnos somnolencia, o de seducirnos para el pecado y la apostasía. Por eso, pedimos por sabiduría y gracia, para reconocer los peligros y poder rechazar en el nombre de Jesús lo que a Él le desagrada.

También queremos aprender a comprender las señales del tiempo de la mano de Su Palabra. Allí, Jesús les da a sus hijos algunas pistas para que puedan orientarse. Cuando nos atenemos a las mismas, no debemos temer pasar de largo del puerto seguro.

Muchos obstáculos y trampas existen en el camino de la fe. Pero el Señor es fiel y ayuda a Sus hijos. Por eso, nos asegura en 2 Pedro 2:9: “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio”. La segunda mitad de esta palabra, la advertencia seria, no debe quedar sin ser mencionada, porque terrible será el futuro de aquellos que se queden atrás en el arrebatamiento de Su novia, la Iglesia. Por eso la exhortación en 1 Juan 2:28: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”. ¡Sigamos fieles a Su Palabra y a Sus promesas! ¡El galardón será glorioso! Arrojemos por la borda lo que nos estorba, para no distraernos de la meta ni perder la corona de vida, por habernos dejado conquistar por el mundo y sus atracciones.

En comparación con la gloria eterna, todas las pruebas de sufrimiento son cortas y exactamente calibradas por el Señor. Solamente nos sucede aquello que es bueno y saludable para nosotros. ¡El Señor viene pronto! ¡Que pueda encontrarnos llenos de amor candente hacia Él, velando, en oración y ocupados para Él! ¡Como hijos de Dios, queremos animarnos unos a otros, para no decaer en la lucha de la fe que nos fue ordenada! ¡Quien desea pertenecer a la novia de Jesús, que es la Iglesia, no debe esperar pasivamente hasta Su regreso, sino que debe trabajar en Su viña! ¡Que Él, en Su muy pronta venida, pueda encontrarnos como Sus siervos fieles!

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