Jesús, nuestro médico

Norbert Lieth

“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is. 53:5). 

“…para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias” (Mt. 8:17).

Toda enfermedad tiene ciertos síntomas: un pequeño picor de garganta, estornudos constantes o una ligera tos pueden ser los primeros signos de un resfriado más grave. Los signos que no se toman en serio y no se tratan pueden escalar hasta convertirse en una auténtica bronquitis o incluso neumonía.

¿Cuáles son los síntomas de una enfermedad espiritual? Un toque de amargura puede ser un signo de enfermedad espiritual y si no se trata puede convertirse en crónica.

Efesios 4:31 habla de un incremento: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia”.

Comienza con amargura, crece a ira, aumenta a enojo, se convierte en griterío y puede degenerar en blasfemia —blasfemia contra a­que­llos de quienes estamos amargados, de modo que solo pensamos y hablamos mal de ellos. La cura y el remedio espiritual para tales enfermedades es Jesucristo. En su persona se encuentra la solución y la cura. Él llevó y lleva nuestras enfermedades (espirituales), su sangre hace que todo el daño sea reparado.

Él es nuestro médico. Hay que ir al médico a tiempo, pues una enfermedad mal curada puede tener consecuencias fatales. Lo mismo pasa en lo espiritual: a los primeros síntomas, hay que acudir a Él y confesarle la “enfermedad”. Su recetario es la Biblia: su Palabra es la terapia de salud, solo ella cura. Si nos atenemos a su Palabra, es un gran paso hacia la ayuda oportuna. Pablo aconseja: “Retén la forma de las sanas palabras…” (2 Tim. 1:13).

Lo importante es la aplicación, ya que los enfermos a veces no toman el remedio que les ha recetado el médico. No aplican la receta y se preguntan por qué las cosas empeoran en lugar de mejorar. La obediencia es muy importante. Debemos evitar todo lo que fomente la enfermedad.

Algunos medicamentos suelen ser amargos, pero contribuyen a la recuperación —a veces es difícil obedecer su Palabra; pero está garantizado que ayuda.

ContáctenosQuienes somosPrivacidad y seguridad