Jesús no nació en Nazaret, ¿o sí?

Norbert Lieth

Algunos historiadores y teólogos modernos consideran, que el Señor no nació en Belén, sino en Nazaret. ¿Habrá algo cierto de esta suposición? A continuación un dictamen.

Ya hace varios años atrás, el historiador y teólogo Max Schär especulaba en el diario suizo Tages-Anzeiger, escribiendo:

“Quizás realmente se haya acostado al niño Jesús en un pesebre, pero no en Belén. También los pastores y reyes que nos son tan conocidos son leyendas.

Los escritos más antiguos del Nuevo Testamento callan sobre el nacimiento y la niñez de Jesús. Recién Mateo y Lucas comenzaron evangelios, posiblemente surgidos entre los años 80 y 90 d.C., con narraciones de la niñez de él. En lo literario, estas narraciones se diferencian del resto del material de los evangelios. Se los puede denominar de leyendas. […] Es que Mateo y Lucas informan unánimes, que Jesús habría nacido ‘en los días de Herodes’. Lucas además narra, que el nacimiento de Jesús habría caído en un tiempo ‘siendo Cirenio gobernador de Siria’. Herodes no obstante falleció, como se desprende de otras fuentes, en el año 4 a.C., mientras que Cirenio ejerció su función del 6 al 9 d.C. Entre estos dos datos existe una brecha de por lo menos 10 años. ¿Cuál es la verdad? 

[…] Las investigaciones coinciden en que Jesús provenía de Nazaret en Galilea. Él fue el hijo mayor de una familia de artesanos, tenía cuatro hermanos conocidos por nombre y algunas hermanas de las que no se conoce los nombres. ¿Dónde nació? Tanto Marcos como también el evangelio de Juan calladamente presuponen, que Jesús había nacido en Nazaret. Este pueblo es tan insignificante, que no es mencionado ni en el Antiguo Testamento, ni en otros escritos antiguos.

Pero precisamente por eso deben haberse levantado voces que sostenían que Jesús no podría ser el Mesías. Por eso es comprensible que Mateo y Lucas hicieron nacer a Jesús en Belén en Judea. Esta fue la ciudad de David, y en ella, según lo pronosticado por el Profeta Miqueas, debía nacer el Mesías.

Pero, ¿cómo llegó José de Nazaret a Belén? Según Lucas, con motivo de un censo de matriculación, que supuestamente habría sucedido bajo el Emperador Augusto y el gobernador sirio Cirenio. Según lo que sabemos, sin embargo, Augusto nunca ordenó un censo de todas las provincias. De lo contrario, alrededor del año 7 d.C. verdaderamente tuvo lugar una recaudación tributaria en Judea, que en el año 6 d.C. fue añadido a la provincia siria.

¿Será que Lucas, a quien en su tiempo solo le quedaría una idea vaga de los sucesos en los días de Jesús, habrá retrasado la fecha del censo bajo Cirenio, declarándolo un censo a nivel del imperio? Muchos investigadores suponen eso, porque así él podía fundamentar el viaje de José y María. Pero parece que el evangelista aparentemente no pensó en si la María embarazada siquiera debía estar presente durante el registro en la lista de empadronamiento.

Los habitantes de Nazaret – se estima que fueron entre 50 y 2000 – mayormente vivían en […] cuevas como viviendas, y seguramente, al igual que en otras partes de la Palestina de aquel entonces, junto también con animales. Así no sería imposible que Jesús, después de su nacimiento, haya sido puesto en un comedero.

Pero que, muy pronto después, hayan llegado pastores para admirar al recién nacido como el Mesías prometido, es más que improbable. Si ellos hubieran considerado el niño como el Salvador divino, seguramente se lo habrían dicho a los padres, y éstos habrían estado preparados para la misión futura de su Hijo. Ahora, sin embargo, vemos en el evangelio de Marcos, que después de sus primeras apariciones públicas los familiares de Jesús estuvieron convencidos de que él había perdido la cordura, y lo quisieron llevar a casa a la fuerza.

Por la misma razón difícilmente se puede considerar como histórica la aparición de los astrónomos, que a más tardar desde el siglo VI son llamados ‘reyes’. Después de que esos grandes señores llegaron, dejaron regalos tan valiosos y veneraron al niño en el pesebre, ¿cómo podrían haber dudado todavía sus padres de que el niño de adulto cumpliría una misión divina? A Albert Schweitzer, ya a los ocho años de edad le llamó la atención, que esos hombres del oriente más adelante ya no se ocuparon más del niño Jesús. Él también preguntaba, qué habrían hecho los padres con el oro y los demás tesoros…”

¡Con qué desesperación se esmera la gente en demostrar que Jesús no es Aquel de quien nos habla la Biblia! Sin embargo, ¿qué motivo válido tenemos nosotros para creerles más a los historiadores modernos, que a los testigos oculares que redactaron la Biblia? 

Una cosa debemos adelantar: los evangelistas Mateo y Juan fueron testigos oculares de lo que Jesucristo hizo y enseñó. Marcos también fue un testigo ocular de aquel tiempo, quien recibió informaciones adicionales de Pedro (cp. Mr 14:51-52; 1 P 5:13). Y el evangelista Lucas nos es conocido como un historiador sumamente exacto de aquel tiempo, quien además por años acompañó al Apóstol Pablo. De modo que todos estos hombres tenían sus informaciones de primerísima mano.

El evangelio de Mateo es el primer libro del Nuevo Testamento. Dicho evangelio habla extensamente del nacimiento de Jesús en Belén, con lo que al mismo tiempo confirma el cumplimiento de profecías del Antiguo Testamento (Mt 2:1-6). El Profeta Miqueas, cuya profecía es citada en Mateo 2:6, predijo el nacimiento en Belén más de 700 años antes de su cumplimiento literal (Mi 5:2).

El Evangelio de Lucas también menciona el nacimiento de Jesús en Belén. La razón para que eso sucediera, fue el decreto del Emperador Augusto con respecto a un empadronamiento del pueblo (Lc 2:1-7). Después de que un ángel del Señor les anunciara el nacimiento de Jesús a los pastores en los campos de Belén, estos fueron a ese lugar para ver con sus propios ojos al recién nacido y testificar de Él más tarde: “Sucedió que cuando los ángeles (cp. vs. 13-14) se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño” (Lc 2:15-17).

Lucas es descrito como historiador sobremanera exacto, de modo que no tenemos razón alguna para confiar menos en sus datos que en los de otros. En su cobertura llega al punto de contarnos, que este censo tuvo lugar siendo Augusto emperador, y Cirenio gobernador en Siria. Con eso Lucas conecta su historiografía con los sucesos de la historia mundial, que hace posible verificarlos. El griego Lucas con sus anotaciones se dirige sobre todo a lectores griegos, que seguramente estaban familiarizados con las circunstancias políticas de aquel tiempo. Si su descripción no habría sido correcta, lo habrían notado rápidamente.

La supuesta brecha de 10 años de la que escribe Max Schär, rápidamente puede ser quitada de en medio si uno investiga un poco más de exactitud. Es cierto que Cirenio fue gobernador en Siria del 6 al 9 D.C., o sea mucho después del nacimiento de Jesús, pero un fragmento de piedra que fue descubierto en 1764 en Tivoli (cerca de Roma), permite concluir que por dos veces Cirenio fue gobernador de Siria y Fenicia, de modo que él ya fue gobernador en el tiempo del nacimiento de Jesús, y más adelante, en los años 6 al 9 después de Cristo, por segunda vez.

La observación, de que los evangelios de Marcos y Juan calladamente presupondrían que Jesús nació en Nazaret, no tiene ni pies ni cabeza. Lo contrario es cierto: ellos presuponen que Jesús había nacido en Belén. Ni siquiera consideran necesario mencionar eso otra vez, ya que tanto Mateo como Lucas lo han descrito. Que ellos no contradicen las aseveraciones de estos últimos, muestra claramente su afirmación. Después de todo, todo eso es inspirado por el mismo Espíritu Santo (2 P 1:20-21).

Las narraciones en los evangelios testifican unánimes que: 

• María y José vivían en Nazaret antes del nacimiento de Jesús (Lc 1:26-28).

• En base a la orden del Emperador Augusto con respecto al censo, ellos debieron ir a su ciudad natal Belén para dejarse registrar allí (Lc 2:1-5).

• Jesús nació en Belén (Lc 2:6-7).

• Después de huir a Egipto (Mt 2:14-15), José y María regresaron a Nazaret (Mt 2:19-23), donde Jesús creció (Lc 2:51; 4:16).

• Por eso Nazaret fue llamada “ciudad natal” de Jesús (Mr 6:1; Lc 4:23; cp. también Jn 1:45-46).

Como Jesús había nacido en Belén, pero crecido en Nazaret, ya en aquel tiempo muchos creyeron que él también habría nacido en Nazaret: “Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: Verdaderamente éste es el profeta. Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo? Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él” (Jn 7:40-43). El hecho que Juan menciona esta discusión sobre Jesús, señala la verdad de que Él había nacido en Belén, pero crecido en Nazaret. No debemos pasar por alto, que los adversarios de Cristo emprendían todo lo imaginable y buscaban todo argumento por ilógico que fuera, para rechazarlo y negarlo. Si ellos habrían buscado honestamente la verdad, rápidamente les habría quedado claro que Jesús ciertamente había nacido en Belén. Pero eso sencillamente no podía ser cierto, porque eso lo hubiera confirmado como Mesías. Y lo mismo sucede en la actualidad.

Ya al serle anunciado el nacimiento de Jesús, el ángel Gabriel le dijo a María, que ella daría a luz al Mesías (Lc 1:31-33). La adoración subsiguiente de María muestra, que ella había entendido eso muy bien (Lc 1:46-56). Del mismo modo también José, su marido, fue informado sobre la identidad mesiánica de Jesús (Mt 1:20-23). Aún así, ambos estuvieron inhibidos en su humanidad, y una y otra vez estaban indecisos (Lc 2:49-51). Jesús no era entendido ni siquiera por los miembros de su familia; sus propios hermanos al principio lo rechazaban (Jn 7:5). Pero más tarde, después de su resurrección, eso cambió (Hch 1:14).

¿Por qué fue que el ángel del Señor les anunció justamente a los pastores de los campos de Belén el nacimiento del Mesías, y por qué ellos fueron apuradamente al pesebre para ver a Jesús? Esto esconde un mensaje muy apropiado. David dice en el Salmo 23 sobre Dios: “El Señor es mi pastor” (Yahvé Roí). Y por Ezequiel, Dios mismo dijo: “Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que esté en medio de sus ovejas esparcidas…” (Ez 34:11-12). Más adelante fue Jesús, quien dijo de Sí mismo: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Jn 10:11; cp. v.14). ¡Dios se hizo hombre! Así fue que el verdadero pastor de Israel vino a la Tierra, para completar la deficiencia de todos los humanos, para buscar y salvar lo que estaba perdido. ¿No era apropiado también, proclamar este mensaje a los pastores? El Pastor les dice a pastores que el Señor habría llegado para pastorear a Su pueblo.

La preguntas sobre qué habrían hecho los padres de Jesús con el oro que los sabios llevaron como regalo, es sencilla de contestar. Sabemos que José y María, al presentar a Jesús en el templo, perteneciendo a la sociedad más bien pobre, sacrificaron dos tórtolas (o dos palominos) (Lc 2:22-24), ya que ellos no podían darse el lujo de un sacrificio más grande (Lv 12:8). ¿Qué es más evidente entonces que, que el Padre en el Cielo, a través de la visita de los astrónomos y sus regalos, habría tomado precauciones para su huida a Egipto? Con el oro y las demás tesoros ellos pudieron financiar su huida a Egipto y sobrevivir allí por algún tiempo, para después regresar otra vez a Israel.

Es lastimoso que justamente un teólogo desconfíe de las informaciones bíblicas. ¿Es de sorprendernos entonces, que muchos abandonen la fe cristiana y se vayan a otras religiones? 

Nosotros, sin embargo, queremos seguir el ejemplo del Apóstol Pablo: “Pero esto te confieso… [creo] en todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas” (Hch 24:14). En este sentido les deseamos a todos los lectores un tiempo de Navidad lleno de esperanza con Lucas 1:47: “Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.”

ContáctenosQuienes somosPrivacidad y seguridad