Israel, un pueblo muy especial - Parte 20

Thomas Lieth

El Antiguo Testamento, relata acerca de un Dios que creó todas las cosas, nos presenta ciertas características de ese Dios y nos anuncia a un Mesías venidero.

Un nuevo imperio mundial se había formado en Mesopotamia: Asiria. Su gran poder constituía un serio peligro para todos los pueblos de alrededor. Esta es la razón por la que Israel, el reino del norte, pactó con Siria para protegerse de un posible ataque de ellos. Confiados en su fuerza militar, ambos bandos aliados entraron primero en guerra contra Judá, el reino del sur. Con gran angustia, Acaz, el rey de Judá, pidió ayuda a Asiria, culminando esta guerra con una derrota fatal del reino del norte (2 Reyes 15:37 y ss.). Después de asediar Samaria, la capital del reino de Israel, durante tres años, el rey asirio Salmanasar terminó por hacerse de ella en el año 722 a. C., llevando cautiva a la población. Ya antes, en 734 a. C., las tribus de Rubén, Gad, y la media tribu de Manasés, quienes habitaban al este del Jordán, habían sufrido la misma suerte.

Israel estaba corrompido moralmente: el liderazgo político, que gozaba de riquezas materiales, vivía con desenfreno y separado de Dios. Los profetas y sacerdotes buscaban enriquecerse a costa de otros y la injusticia social era la moneda corriente. Lo más lamentable era que el culto a Dios había quedado tan solo en un servicio vacío. Además de reverenciar a Jehová, Israel adoraba a dioses ajenos, adoptando las costumbres de los pueblos que el Señor había expulsado ante ellos. Menospreciaban los mandamientos de Dios, practicaban la adivinación y la magia, e incluso sacrificaban a sus propios hijos (Oseas 4:11-14,18; 6:9-11).

Notemos que las diez tribus nunca regresaron. Un remanente del reino del norte que había quedado en la zona se mezcló con otros pueblos provenientes de Babilonia y otras regiones, las cuales habían sido establecidos en esa zona por el rey de Asiria. De esta mezcla nació el pueblo samaritano (2 Reyes 17:24-41).

La promiscuidad religiosa de Samaria puede observarse en nuestros días. Hoy no hay problema de que los cristianos, judíos, musulmanes y representantes de otras religiones oren juntos, sin importar a quién se dirijan. Muchas personas picotean un poco de cada religión y lo mezclan en una uniforme “papilla religiosa”. Como consecuencia, quien sostenga que la salvación y la paz con Dios es obtenida solo a través de Jesucristo será estigmatizado, señalándolo como intolerante, racista y fundamentalista.

Permítanme una pequeña digresión acerca del mundo religioso y sus dioses:

Si partimos de la base de que hay un solo Dios, el budismo queda fuera de nuestra consideración, pues no cree en una deidad, sino en un estado propio de iluminación.

El hinduismo, por otra parte, adora a miles de dioses.

Entre las religiones naturales encontramos grandes diferencias: corrientes monoteístas, politeístas, un importante desarrollo del ocultismo y el culto a los demonios.

Veamos qué dicen los escritos sagrados de las tres grandes religiones monoteístas. La Biblia hebrea, es decir, el Antiguo Testamento, relata acerca de un Dios que creó todas las cosas, nos presenta ciertas características de ese Dios y nos anuncia a un Mesías venidero.

También el Corán, el libro sagrado del islam, nos presenta a su dios, Alá, enseñándonos acerca de su carácter. Es prudente aclarar que existen grandes diferencias entre Alá y el Dios de la Biblia, por lo que no puede tratarse de la misma persona. Además, Alá no tiene hijo.

Con esto llegamos al Nuevo Testamento. Este es la continuación y el cumplimiento del Antiguo Testamento, por lo que concluimos que ambos pactos hablan del mismo Dios: el Antiguo Testamento anuncia la venida del Mesías y el Nuevo revela al Mesías en la persona de Jesucristo, presentándolo como el Hijo de Dios, un aspecto que es rechazado de manera rotunda por el Corán.

Sin entrar en las diferencias que separan al judaísmo del cristianismo, podemos afirmar que el Dios de los judíos es el mismo que el de los cristianos. Por lo tanto, son dos las deidades en disputa por ser el único y verdadero Dios: el Dios de la Biblia y el dios del Corán, Alá.

Sin embargo, la Biblia nos habla también de dioses muertos y del adversario de Dios. Por ende, si concluimos que solo hay un Dios Creador, el otro será uno de ellos.

¿A quién estás sirviendo? Yo he decidido seguir al Dios de la Biblia.

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