Israel, un pueblo muy especial - Parte 1

Thomas Lieth

Después de la caída en pecado de los primeros seres humanos, Dios le dijo a la serpiente: “Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y animales del campo; sobre tu pecho de arrastrarás y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu simiente y la simiente suya; y esta te herirá en la cabeza y la herirás en el calcañar” (Gn. 3:14 y 15).

El resultado del pecado fue la separación del Dios Santo, quien ya no podía tener ninguna relación directa con el ser humano pecador. A pesar de esto, no lo dejó solo. En Su infinita gracia y amor, ya inmediatamente después de esta catástrofe, la más trágica de todos los tiempos de la historia de la humanidad, Dios prometió un Redentor, un Salvador, un camino de salida. Y desde que tenemos el Nuevo Testamento, sabemos quién es: ¡Jesucristo!

Génesis 3 también nos explica la enemistad del mundo contra Israel. Es cierto que, sin el conocimiento de los acontecimientos bíblicos, no se puede explicar ni entender el conflicto en el Medio Oriente. ¿Por qué? Leamos nuevamente: “Yo pondré enemistad entre ti y la mujer”. En este pasaje se mencionan tres personas: 1. yo: el Creador, Dios, 2. Tú: la serpiente, o Satanás, 3. la mujer, que es Israel.

Las primeras dos personas se pueden identificar claramente. Pero el hecho de que la tercera persona, la mujer, sea realmente Israel, lo encontramos confirmado en el último libro de la Biblia: en Apocalipsis: “Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por 1,260 días [...] Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer y abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Ap. 12: 4-6.15-17).

Cuando se habla de la mujer en este pasaje, solo se puede tratar de Israel. Porque ni Eva, que fue la única mujer que presenció la maldición que Dios declaró sobre la serpiente, ni María, que dio a luz a Jesús, fueron perseguidas de tal manera por el dragón de Apocalipsis. Juntamente a la mujer, aparece en Apocalipsis nuevamente la serpiente de Génesis, esta vez en forma de dragón. La lucha de la serpiente (Satanás) contra la mujer y su simiente, no es una lucha contra Eva o María, sino contra Israel y su descendencia.

Natural y lógicamente, Eva y María están involucradas en todo esto. Dios dijo que el Libertador (el Mesías o el Cristo) vendría de la simiente de la mujer. Es decir, no sería descendiente de un varón o de una pareja de mujer y varón, sino únicamente de la simiente de una mujer. De esta manera, ya en Génesis, encontramos una alusión al nacimiento virginal de Jesucristo por medio de la virgen María.

Todos los seres humanos, puesto que descienden de Adán, nacen pecadores. “La muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”, dice Romanos 5:12. Jesús, sin embargo, no procede de ninguna simiente de varón. También es el único que vivió en la Tierra sin pecado ni culpa. Por lo tanto, solamente este Jesús, que era verdaderamente inocente, podía cargar sobre sí los pecados del mundo. Pedro lo testifica en su primera carta, capítulo 2:22, diciendo: “…el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca”.

Volvamos a Génesis 3:15, donde sigue diciendo: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente [es decir: descendencia] y la simiente suya”. Aquí nos preguntamos: ¿quiénes son estos descendientes de Satanás (la serpiente) y el o los descendientes de la mujer (Israel)?

Yo creo que podemos afirmar que todo el que no pertenece a Dios y a Su Hijo Jesucristo y no tiene el Espíritu Santo, pertenece a la descendencia de la serpiente (Satanás). Esto implica, entonces todo lo anticristiano, también el islam y toda religión en general, los ateos y los cristianos de nombre.

La descendencia de la mujer (Israel) es, en primer lugar, el Hijo de Dios, Jesucristo, nacido en Israel como judío. Y por consecuencia pertenecen a esta descendencia también todos aquellos –tanto judíos como gentiles– que creen en el Señor Jesús (comp. Efesios capítulo 2).

Además, Génesis 3:15 explica que el descendiente de la mujer, Jesucristo, herirá a Satanás en la cabeza. Efectivamente, el Señor Jesucristo le quitó el poder al diablo y venció a la muerte, por lo que hirió a la serpiente en la cabeza. Hebreos 2:14 confirma: “Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Y en Romanos 16: 20, leemos: “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies”. Además, se dice en Génesis 3:15 que la serpiente (Satanás) herirá a Jesucristo en el calcañar, es decir, en el talón. Esto podría ser muy bien una alusión al Gólgota. Allí el Señor Jesús, la simiente de Israel, hirió la cabeza de la serpiente, y Sus pies fueron clavados en la cruz y heridos. Jesucristo murió, ¡pero no se quedó con los muertos, sino que al tercer día resucitó de los muertos!

Así, pues, vemos ya muy temprano en la Biblia el Plan de Salvación de Dios para los hombres, el cual, finalmente, culmina en Su Hijo Jesucristo. Y en este Plan de Salvación, cierto pueblo tiene un importantísimo papel: Israel. Por eso, ya estamos viendo la lucha de los poderes anticristianos contra el pueblo de Dios Israel, contra Su Hijo Jesucristo y contra la Iglesia de Dios. También nosotros los gentiles que creemos en Jesucristo, estamos involucrados en esta lucha, porque al fin y al cabo, también pertenecemos a la simiente de la mujer, que es Jesucristo. Por esa razón, la lucha del islam no es solo contra Israel, sino que, en realidad, es contra los cristianos y la Iglesia de Jesucristo.

Cuando tenemos presentes las declaraciones de Génesis 3, debería quedarnos claro por qué el islam –y también todas las demás ideologías anticristianas– pelean de forma tan vehemente por Jerusalén y por el monte del Templo. Es una batalla entre Dios y Satanás, entre la luz y la oscuridad.

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