Israel en fuego cruzado de Gog y Magog – Parte 1

Nathanael Winkler

Ezequiel 38 y 39 profetizan la invasión de Gog y Magog y sus aliados en la tierra de Israel, y la salvación que Dios brindará en este ataque. ¿Quién es Gog y Magog? ¿Qué significado tiene esta profecía de antaño en la actualidad?

Gog es el soberano y líder de la coalición contra Israel. Muchos maestros de Biblia asumen de forma automática que se trata de un príncipe terrenal –y es muy posible–. A pesar de esto, no deberíamos rechazar la interpretación de algunos que aseveran que Gog tal vez sea un príncipe demoníaco que seduce a algunas naciones (nombradas en Ezequiel 38:1-6) con el fin de atacar a Israel. Con respecto a los príncipes, las Sagradas Escrituras a menudo hablan de poderes demoníacos que se esconden detrás de los gobernantes terrenales. Podemos ver un ejemplo de esto en la historia de Daniel cuando al orar, el ángel que debía acercarse a él con la respuesta, se hizo esperar, pues había sido detenido por el príncipe demoníaco del reino de Persia (Daniel 10:11-13). También el apóstol Pablo hace referencia a los principados demoníacos que gobiernan este mundo (Efesios 2:1-3; 6:12). Por supuesto, tal vez Gog sea una persona terrenal, pero no deberíamos sacar conclusiones precipitadas al respecto, sobre todo en lo que refiere a los políticos actuales.

Magog es mencionado en Génesis 10:2 como uno de los hijos de Jafet. Hesíodo, un poeta griego del siglo viii a. C., Heródoto, un historiador griego del siglo v a. C. y Flavio Josefo, el historiador judío del siglo i d. C., decían que se trataba de los escitas –un pueblo salvaje y cruel de jinetes nómadas–. Es interesante cómo el apóstol Pablo relaciona a estos salvajes escitas con la Iglesia; la salvación en Cristo también los alcanza: “[…] donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos” (Col. 3:11).

En la lista de los pueblos atacantes de Ezequiel 38 se menciona el término rosh. Se dice que Gog es el “príncipe de Rosh, Mesec y Tubal” (v. 3, traducción libre). Varios traductores consideran que rosh es el nombre de un pueblo, al igual que Mesec y Tubal. No obstante, la expresión “príncipe de Rosh” podría haberse traducido como “el supremo de los príncipes” o “príncipe soberano”. O tal como fue interpretado en 1 Crónicas 7:40: “jefes de príncipes”. El hecho radica en que rosh, en hebreo, significa ‘cabeza’ (jefe). Según la versión Septuaginta –traducción del Antiguo Testamento en griego koiné– la palabra rosh de Ezequiel 38 es comprendida como un topónimo (nota red: topónimo es aquel nombre que se atribuye a un lugar); es por esta razón que dicha interpretación está tan extendida en la actualidad. Contrario a esto, el texto arameo reproduce “príncipe de Rosh” como “cabeza sobre las cabezas”. Traducciones bíblicas más recientes, concuerdan en general con la traducción de rosh como “cabeza” o “jefe” y no como es descrita por la Biblia de los Setenta. En resumen, puede que rosh se refiera a una nación, pero resulta más probable y lógico que Ezequiel solo haya dicho: “Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal”.

Mesec y Tubal, al igual que Magog, son nombrados en Génesis 10:2 como los hijos de Jafet. Según Ezequiel, las naciones de Mesec y Tubal “han sembrado terror en la tierra de los vivientes” (Ez. 32:26). Estos comerciaban con Javán (Grecia) (Ezequiel 27:13-14), quien también es mencionado como el hijo de Jafet en el mismo pasaje de Génesis, aunque se encuentra ausente en la lista de los rosh mencionados en Ezequiel 38. Es probable que Mesec y Tubal hayan ocupado el territorio que hoy pertenece a Turquía, en la región costera del mar Mediterráneo, entre el mar Negro y el mar Caspio.

Los persas, cuyos ejércitos se unen a Gog y Magog, vivían en el actual territorio de Irán. Los iraníes se autodenominan persas, hablando hasta el día de hoy la lengua farsi.

Los próximos en ser mencionados son los cusitas, quienes provendrían de la región perteneciente hoy a Sudán, y Fut, de la tierra donde tiene jurisprudencia la actual Libia.

La casa de Togarma, que aparece última en la lista de los atacantes, es un pueblo perteneciente a “los confines del norte” (Ezequiel 38:6). La llamada tierra del norte, a menudo relacionada con “los confines de la tierra”, es mencionada varias veces por los profetas como una amenaza para Israel (Jeremías 6:22; 10:22; 16:15; 23:8; 31:8; 46:10; 50:9; Zacarías 2:10; 6:6, 8). Desde la perspectiva de Israel, el enemigo siempre venía desde el norte. Cada vez que los asirios, babilonios o persas atacaban, sus invasiones siempre ocurrían desde ese punto. Estos países se encuentran en realidad al este de Israel, pero el camino más recto los conducía al desierto –una empresa imposible para los ejércitos atacantes–. Esta es la razón por la cual las invasiones enemigas arremetían desde el norte, por lo que la expresión “extremo norte”, según la comprensión antiguotestamentaria, no tiene por qué hacer alusión a Rusia, como suponen algunos intérpretes –aunque no deberíamos descartarlo, ya que al norte de los países mencionados se encuentra, entre otros, la actual Rusia–. De todos modos, este enemigo del extremo norte va acompañado de “muchos pueblos” (Ez. 38:6). Se trata en cierto modo de una “coalición del norte”. Esto resulta importante para comprender que la batalla de Gog y Magog no es la misma que la de Armagedón, en la cual están representados todos los pueblos de la Tierra. Aquí se trata, tan solo, de muchos atacantes de una cierta región.

Ezequiel menciona países y pueblos de aquel tiempo que provenían de las regiones entre el mar Negro, Caspio y Mediterráneo. Esto abarca, en la actualidad, naciones como Turquía, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Chechenia, Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguistán. Con excepción de los países cristianos ortodoxos de Georgia y Armenia, todos estos pueblos son musulmanes. Y si miramos hacia las naciones al este de Irán (los persas), nos encontramos con países árabes musulmanes de gran importancia, como Afganistán y Pakistán.

Es por esta razón que podemos partir de la base de que el islam jugará un cierto rol apocalíptico. Es la religión musulmana la que convierte hoy a estos países en enemigos del Estado de Israel. Dicho sea de paso, el reformador alemán Martín Lutero consideraba el fortalecimiento de esta doctrina como una señal de los últimos tiempos. Decía haber un conexión directa entre los abusos del cristianismo y el surgimiento de los musulmanes otomanos (turcos). Es así que dijo que quien quiera luchar con éxito contra los “turcos” deberá en primer lugar “quitar la vara de la mano de Dios” –con la cual corrige a la cristiandad–.

Debemos recordar algo: toda guerra y todo acontecimiento está siempre controlado y deseado por Dios. Aun cuando pareciera que a menudo Satanás manejara con sus manos los hilos de la historia, él no es capaz de hacer nada que Dios no permita. Esta guerra no es una excepción: “[…] He aquí, yo estoy contra ti […] te quebrantaré […] te sacaré a ti y a todo tu ejército” (Ez. 38:3-4; compárese con 39:2). Es Dios quien actúa y tiene todo en sus manos.

El Dios viviente utiliza de manera sistemática a la coalición del norte con el fin de mostrar Su grandeza. Él obra a través de estos pueblos, a pesar de que ellos mismos creen ser independientes y actuar por su cuenta. Es Dios quien utiliza estos poderes de forma consciente y los lleva a la batalla para por fin humillarlos.

Los enemigos vendrán como una gran tormenta, como una nube negra que quiere cubrir la tierra de Israel (Ezequiel 38:9). Si comparamos este lenguaje figurativo con las últimas grandes batallas, teniendo en cuenta, por ejemplo, las imágenes mediáticas de la guerra del Golfo, podemos comprender bien lo que significa que una gran agrupación de tropas cubran como un temporal la nación de Israel.

Sucederá “al fin de los años” (v. 8), es decir, en los últimos días de los últimos tiempos. Ezequiel describe cómo será:

El Israel del “fin de los años” será una tierra “recuperada de la espada” (v. 8). Esto cuadra con su estado actual. El pueblo judío ha escapado de la espada de la Segunda Guerra Mundial. En cierto sentido, este terrible conflicto contribuyó con la fundación del Estado judío. La resurrección del pueblo en la tierra de Israel ocurrió a través de la espada, por medio de varias guerras: de la Independencia, del Sinaí, Guerra de Desgaste, de los Seis Días, de Yom Kipur y del Líbano.

El Israel del “fin de los años” será una nación “recogida de muchas naciones” (v. 8). También esto es aplicable al Israel moderno. Los judíos, de hecho, han desembarcado en Israel desde ambos extremos de la Tierra, tal como fue profetizado en la Palabra de Dios (Dt. 28:64). En un sentido literal, la dispersión mundial del pueblo judío ocurrió recién en el siglo xx. Ambas guerras mundiales contribuyeron a que los judíos emigraran hasta los confines del mundo (visto desde Israel). De esa forma, se cumplió el mensaje de Jeremías 31:8-10 donde Dios promete reunir a los judíos desde los confines de la tierra, como señal a las naciones, llevándolos de regreso a Israel.

El Israel del “fin de los años” será una tierra donde sus montes “durante mucho tiempo estuvieron en ruinas” (v. 8, nvi). Del mismo modo, “la tierra de Palestina”, el Israel actual, estuvo durante mucho tiempo en ruinas –hasta que fue levantada otra vez por los judíos–. Desde la diáspora en el año 70 d. C. la tierra fue cada vez más descuidada. Más allá de que las naciones realizaron muchas guerras sobre esa región, sobre todo en Jerusalén (compárese con Daniel 9:26b; Lucas 21:24), apenas cuidaban de su país. La mayor decadencia ocurrió bajo el dominio de los otomanos: fueron talados los bosques, muchos árabes emigraron y se abandonaron las prácticas agrícolas. “Los montes de Israel” se convirtieron, de forma literal, en desolación.

El Israel del “fin de los años” será un Estado en el que todos “habitan confiados” (Ez. 39:9,11). ¿Podrá referirse también al Israel actual? Según mi opinión: ¡sí!

Como evidencia podemos recurrir a las Sagradas Escrituras: en Deuteronomio 12:9-11 Dios declara que el lugar de adoración sería construido una vez que reinara la tranquilidad y hubiese paz en la tierra de Israel. Esta bonanza fue lograda por el rey David. No obstante, se trató de una paz por la cual David y sus ejércitos luchaban sin cesar. Si los ejércitos del rey no hubieran estado siempre en estado de alerta y con sus fronteras vigiladas, no hubiese sido posible la paz, pues los enemigos estaban a su alrededor. Por supuesto que es Dios quien vigila todo, pero en aquel tiempo usaba el poder militar de David, del cual se beneficiaría luego Salomón. En cierto sentido, podemos verlo también en la actualidad: el ejército y los servicios de inteligencia de Israel tuvieron y tienen que luchar para mantener la tranquilidad y la seguridad del país. Ahora, si comparamos a Israel con la región, el pueblo judío vive en una sorprendente paz y seguridad. Esto es consecuencia de un ejército poderoso y en constante estado de alerta. Pero hay algo que debemos tener en claro: de la noche a la mañana, este tiempo de bonanza puede finalizar.

La batalla de Gog y Magog tendrá lugar sobre los montes de Israel (Ezequiel 38:7-9) –lo que tal vez se refiere a toda la tierra de Israel–. En los tiempos bíblicos se les llamaba, en un sentido estricto, los montes de Israel, sin embargo, abarcaban más que nada las montañas de Judea y Samaria. Hoy en día, esa región está bajo la Autoridad Palestina. De modo que si tomamos el texto de manera literal, la invasión enemiga se llevaría a cabo sobre todo en las actuales regiones palestinas.

Si observamos la región de la cual proceden Gog, Magog y sus aliados, emergen tres pueblos que tienen o quieren tener un rol de liderazgo en la actualidad.

En primer lugar, la república de Irán. El liderazgo político del país se esfuerza por ser una potencia nuclear. Además, es la voz pública más fuerte del mundo islámico en lo que respecta a la aniquilación de Israel. Irán se presenta de manera cada vez más dominante en las zonas conflictivas del Cercano Oriente –Irak, Siria y Líbano–. Respecto al conflicto en Siria, los iraníes se encuentran ahora en la frontera norte de Israel, y no parecen tener planes de abandonar esa posición. Como contraparte de sus rivales: Arabia Saudita y sus aliados, Irán tiene una importante influencia política en la región. Esto nos muestra también las divisiones que predominan en el mundo árabe.

En segundo lugar está la nación de Turquía. Este país añora la gloria pasada del tiempo de los sultanes y el reino otomano. Esta añoranza caracteriza en la actualidad el comportamiento del presidente turco Erdogan. Si bien fue elegido de manera democrática, se adueña cada vez más del poder a través de lemas islamistas e incentivando un gobierno autócrata. El camino a la dictadura no parece ser largo. A través de una política del terror, con encarcelamientos a largo plazo, se calla a quienes piensan de manera diferente y expresan una opinión contraria. Las similitudes con la toma de poder del nacionalsocialismo son alarmantes. Las declaraciones de Erdogan son a menudo antiisraelíes, haciendo una llamada a la liberación inmediata de Jerusalén retenida por los incrédulos. La Turquía moderna pretende bajo este régimen una coalición con Irán, para convertirse así en el máximo poder del mundo árabe.

En tercer y último lugar se encuentra Rusia. Al igual que Turquía, desea volver como potencia mundial a su antiguo poderío. Con gran destreza y astucia, el presidente Putin se estableció como “el hombre fuerte”. Los periodistas que lo critican y los adversarios políticos son eliminados. La propaganda estatal promueve el orgullo nacionalista. Desde hace algún tiempo, Rusia se está levantando como un moderno poder militar. El país también ha tomado un rol importante en la guerra en Siria, apoyando de forma activa a Al-Ásad y su ejército. Al igual que Irán, Rusia se ha establecido en la frontera norte de Israel, con el fin de permanecer allí. Entretanto, los rusos han establecido varias bases y un puerto militar en Siria.

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