Gozo en medio del Sufrimiento (Filipenses 2:17-18)

Samuel Rindlisbacher

“Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vo­sotros. Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo.” (Fil. 2:17-18).

En Filipenses 2:17-18, el apóstol Pablo escribe: “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo”.

En las ceremonias de sacrificio paganas, conocidas por los lectores griegos de las cartas del apóstol, la libación jugaba un papel importante. Se hacía con una copa de vino, la cual se ofrecía a los dioses. Además, la libación pagana también acompañaba cada comida, que se iniciaba y se concluía con una copa de vino en honra a los dioses. Pero la libación en el judaísmo, el origen cultural del apóstol Pablo, era una parte integral del holocausto y de la ofrenda de paz (comp. Números 15:1-5). Desde el punto de vista neotestamentario, nos hace pensar en cuánto le costó a Jesús dar Su sangre como “holocausto” en la cruz del Gólgota. También cuando celebramos juntos la Cena del Señor, se derrama simbólicamente una libación, ya que el vino de la Cena es un recordatorio de lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz del Gólgota. Cuando Jesús fue herido de espada en la cruz, salió de su costado sangre y agua. Es a esto que se refiere Pablo.

Es interesante que las dos cartas en las cuales Pablo se compara con una libación fueron escritas en la cárcel. Notamos en ellas que el apóstol estaba consciente de que podía ser el último tramo de su camino terrenal –antes de ser derramado en libación, como dice en Filipenses 2:17-18. Y otra vez menciona esta ofrenda en su última carta a su hijo espiritual Timoteo, poco antes de morir como mártir: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:6-8).

La imagen de la libación habla un idioma claro: se trata de la disposición a sufrir y a morir para el Señor Jesús, a ser “derramado”.

Pablo elogió a los filipenses (2:12), pero les dijo también que su situación podría hacerse extremadamente difícil (2:17). Como cristianos deberíamos estar dispuestos a sufrir y a morir por Cristo. También en la actualidad, son asesinados, cada año, más de 100,000 cristianos en todo el mundo a causa de su fe. No deberíamos olvidarlo.

En realidad, el vino en la Biblia siempre es una imagen de gozo y de abundancia. Por lo tanto, no es casualidad que en el contexto de su sacrificio como libación, Pablo mencione cuatro veces el gozo: “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo” (Fil. 2:17-18).

En toda la carta a los filipenses, Pablo habla una y otra vez del gozo –a pesar de los muros de la cárcel que lo rodean. Podemos entonces concluir de este pasaje, (Filipenses 2:17-18) que cuando nos toca sufrir por causa de Jesús, lo deberíamos hacer con gozo.

Pero esto no lo podemos lograr solos, sino solamente con Dios. Todo lo que se nos avecina en la vida está en las manos de Dios. La Biblia nos dice que no debemos preocuparnos por el día de mañana, porque cada día tiene sus propias preocupaciones (Mateo 6:34). Podemos saber con seguridad que Dios nos cuida hoy, y también el mañana está en Su mano.

El gozo es un fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22). Todos los que hemos nacido de nuevo, tenemos al Espíritu Santo morando permanentemente en nosotros, y con Él, la fuente y el origen del gozo verdadero. Puedo tener gozo, no solamente por lo que vendrá mañana, sino en la misma situación en la que me encuentro hoy. También le puedo decir al Señor Jesús que me siento incapaz de esto y débil, pero que cuento con Él, confiando que Él me sostendrá y me ayudará.

Nuestro gozo tiene su origen en la salvación de Jesucristo, en Su Persona y en Su obra. La razón de nuestro gozo es el hecho que Jesús vive en nuestros corazones y nuestro pasado ha sido arreglado y perdonado. Y ¿no es también la esperanza de la gloria, que Él nos ha dado, la que hace brotar el gozo en nosotros? Cuando un cristiano está lleno de gozo, este gozo contagia a otros, como expresa Pablo en su carta (2:18). En definitiva, Pablo se goza porque sabe a dónde va.

Muchas personas tienen miedo porque no saben a dónde van. Tienen miedo al umbral de la muerte y a la eternidad. Sí, yo también le tengo miedo a la muerte, pero no a lo que viene después. Pablo lleva a los hermanos con él en su gozo, animándolos a gozarse y regocijarse con él. Pueden gozarse sabiendo a dónde va Pablo. Deben aprender a gozarse aunque sean guiados por caminos difíciles.

Ningún idioma en el mundo conoce tantas diferentes palabras por gozo como el hebreo. En el Antiguo Testamento, existen 13 raíces hebreas que expresan gozo, con las cuales se pueden formar 72 diferentes palabras. Estas palabras se usan especialmente en el contexto de la adoración a Dios. Esto nos muestra que solamente Dios puede ser la razón más profunda de todo gozo. Sí, el verdadero y permanente gozo solamente se puede experimentar en la adoración. El gozo permanente, que perdura aun en el sufrimiento, solamente lo encontramos en Jesucristo. Aunque Pablo tenía que contar con la posibilidad de su pronta y violenta muerte, se gozaba. No se entregaba a la melancolía, sino que dirigía su mirada hacia el cielo. Miraba a Jesús. Y animaba a sus hermanos en la fe a hacer exactamente lo mismo.

¡Que podamos aprender en nuestra vida, tal como Pablo y miles después de él, a mirar más allá de las nubes oscuras y del abismo del sufrimiento a Aquel que es la razón de nuestra esperanza, nuestro anhelo y nuestro gozo: Jesucristo!

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