Firmeza en medio de la vorágine de nuestro tiempo

Johannes Pflaum

Pedro advierte sobre el peligro de la seducción en los últimos tiempos y nos enseña cuatro maneras de mantenernos firmes ante ella:

1. Firmes mientras esperamos la venida del Señor.
2. Firmes mientras nos apartamos para Dios.
3. Firmes mientras confiamos en la longanimidad de Dios.
4. Firmes mientras crecemos en la gracia y el conocimiento de Jesucristo.

La cara norte de la montaña Eiger en el Oberland bernés es mundialmente famosa por lo difícil de su escalada, siendo una de las más peligrosas de los Alpes. Hasta la fecha, han sido más de setenta los escaladores que han perdido su vida allí. Debido a su largo historial de siniestros, ha adoptado el nombre de la “Cara Asesina”1. La tragedia con más números de víctimas ocurrió el 21 de julio de 1967, cuando el equipo nacional de escalada de la República Democrática Alemana ascendió con un equipamiento de escalada de cuatro cuerdas. Poco antes habían subido con éxito la cara norte del monte Cervino, a pesar de las malas condiciones. Podía admirarse por los telescopios las destrezas de estos jóvenes sajones. Naturalmente, al buró político del PSUA (Partido Socialista Unificado de Alemania) tenía intereses políticos en que se lograra un ascenso exitoso. Y entonces sobrevino la tragedia.

Poco tiempo después de que los cuatro escaladores fueran avistados por última vez, sufrieron una caída mortal, probablemente causada por un desprendimiento de rocas, aunque no pudo comprobarse. Según un informe, los cuatro hombres no contaban con un seguro adicional, por lo que la caída del primero seguramente arrastró a sus compañeros a las profundidades, quienes estaban unidos a este por la cuerda de conexión.

Pedro habla en su segunda carta de los últimos días antes del regreso de Jesús. En los capítulos 2 y 3 el apóstol nos llama la atención sobre la creciente seducción y su alcance pleno, cuando todos los valores morales sean corrompidos. En 2 Tesalonicenses 2, Pablo habla de la apostasía, del gran movimiento anticristiano, pero no menciona una de sus señales más significativas: la indiferencia respecto a la venida del Señor, la cual es relegada a un futuro infinitamente lejano. Pedro sí habla de ello.

Con independencia de dónde situemos el Arrebatamiento en la historia de los últimos tiempos, Pedro deja en claro que estos acontecimientos alcanzarán a la Iglesia de Jesús. Pensemos de nuevo en la tragedia en la cara norte de la montaña Eiger. Al caer el primer escalador del equipo, un compañero tras otro fue arrastrado hacia abajo desde su posición: esto es exactamente lo que Pedro nos advierte en 2 Pedro 3:17 (nvi): “Así que ustedes, queridos hermanos, puesto que ya saben esto de antemano, manténganse alerta, no sea que, arrastrados por el error de esos libertinos, pierdan la estabilidad y caigan”.

Se trata de una advertencia muy seria. Por un lado, cuidémonos de toda versión distorsionada de la doctrina de la gracia que con perversidad confunde la misericordia de Dios con una licencia para pecar. Oremos para que el Señor nos proteja de nuestra autoconfianza y del error de pensar que no podemos ser seducidos, que tenemos todo bajo control y que nada nos puede mover de nuestra santidad y obediencia a los mandatos bíblicos. No hagamos como estos cuatro hombres que, excedidos de confianza, escalaron la cara norte de la montaña Eiger sin la seguridad necesaria. 

Por otro lado, no debemos paralizarnos por el miedo. Por desgracia, muchos cristianos viven alertados y con miedo por las tentaciones o la maldad de este mundo. En algún momento, su vida espiritual comienza a derrumbarse. 

Después de señalar los peligros que nos asechan, Pedro da instrucciones claras sobre cómo mantenernos firmes en estos tiempos oscuros.

Firmes al enfocarnos en el Señor
En 2 Pedro 3:7, 10, el apóstol explica que la primera creación culminará en el día del juicio final. Esta verdad no es tan solo una cuestión teórica, como dice el versículo 11: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir”. Deberíamos actuar acordes al conocimiento de la venida de Cristo y al fin de la creación. Solo entonces tendremos una fe viva y permaneceremos firmes.

La expectativa de la venida de Jesús y la nueva creación debe reflejarse en nuestra madurez y discipulado práctico. En los versículos 12 y 13, Pedro resume varios acontecimientos incluidos en el “día de Dios”: el tiempo de la Gran Tribulación y el retorno de Jesús hasta el Juicio Final, después del Reino milenial, cuando en el juicio de Dios perezca el primer cielo y la primera Tierra. Los versículos 11 y 12 describen claramente este último juicio.

Un día, todo en la Tierra se disolverá. No quedarán edificios, montañas, mares, tierras desoladas ni nada en absoluto. Sin embargo, no alcanza con saberlo, pues debemos, como dice Pedro, esperar la llegada del día de Dios.

Hay diferentes maneras de esperar. Una manera de hacerlo es de forma activa y gozosa, expectantes por lo porvenir —esto sin duda da muchos frutos. 

Todos los otoños de mi infancia esperaba ansioso el Adviento y la Navidad. Nuestros padres combinaban el agradable entorno navideño con el importante mensaje del nacimiento de nuestro Salvador. Las semanas previas a la Navidad parecían transcurrir con mucha lentitud. Ni siquiera recurriendo al clásico truco de abrir dos ventanitas del calendario de Adviento, hacía que el tiempo pasara más rápido. Además, era un tiempo de pensar en los regalos que recibiría por Navidad y que daría a mis padres. De mi parte, se trataban de regalos artesanales hechos por mí que, a veces, a causa de mi ansiedad, tenía listos con semanas de antelación. Contaba cada uno de los domingos de Adviento hasta que por fin llegaba el 24 de diciembre. Cuanto más cerca estaba el día, mayor era mi expectación, perdiendo interés por todo lo demás.

Así es como debemos esperar la llegada del día de Dios. Nuestra vida práctica debe orientarse hacia ese momento, con el fin de que no nos encuentre desprevenidos y podamos regocijarnos en el día de la venida de nuestro Señor. Warren Wiersbe escribió al respecto: “El fin de la profecía no es especular, sino motivar. Por eso Pedro termina su carta con una instrucción práctica que todos deberíamos atender con seriedad. Es una pena cuando la gente corre de una conferencia a otra, llenando con apuntes sus cuadernos, marcando textos en su Biblia, dibujando diagramas y, sin embargo, no vive para la gloria de Dios”.

Esperar ese día implica alinear nuestras vidas con la venida del Señor; incluso podemos “apresurarnos”. Es llamativa la expresión del apóstol en el versículo 12. La palabra utilizada en el griego para “apresurándose” es speudó, lo que nos recuerda al término inglés speed, ‘velocidad’. Entonces, ¿qué significa esto en la práctica? Pedro nos invita a enfocarnos en el día de Dios sin ser arrastrados por la euforia que producen las buenas noticias de este mundo, ni por la paranoia que suele surgir ante las malas noticias. Nuestro Señor viene: esa es la luz que podemos divisar al final del túnel. El camino hacia Él puede ser estrecho y dificultoso, pero no debemos desviarnos. Apresurarse hacia Él incluye la preocupación por la misión y la evangelización. No nos aislemos. Preocupémonos por la salvación de las personas, antes de que sea demasiado tarde; oremos por la venida de Jesús… podemos ver este mismo anhelo en 2 Pedro 3:13: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”.

Isaías 65:17 hace mención de los cielos y la Tierra nueva, pero continúa describiendo el reino mesiánico en la Tierra. El Reino milenario se enlaza con la nueva creación de Apocalipsis 21 y 22, lo que nos da a entender que después de Su regreso, Jesús juzgará a las naciones y gobernará en justicia en este mundo.

Cada vez que vemos cómo avanzan las tinieblas y crece el mal en este planeta, debemos orar por la venida de Cristo, para que la luz de Su reino de paz y justicia avance sobre las crecientes tinieblas que han caracterizado a toda la historia de la humanidad. 

Pedro menciona a Lot en 2 Pedro 2:7. Este hombre justo era atormentado día y noche por el estilo de vida de Sodoma y Gomorra. No tenemos por costumbre mencionar a Lot como un ejemplo de fe, pero debemos reconocer que, en este sentido, nos lleva ventaja. Cada uno de nosotros puede ver cómo se ha corrompido todo nuestro sistema de valores; sin embargo, no sufrimos demasiado por eso. ¿Realmente nos afligimos ante la práctica del aborto o la disolución de la ética sexual cristiana?, ¿Nos conmovemos ante la guerra en Ucrania u otros conflictos bélicos?, ¿nos lamentamos ante la crisis espiritual de los cristianos en Occidente? Todo esto debería llevarnos a doblar nuestras rodillas y orar por la venida de Jesús, anhelando ese día con todo nuestro corazón. Él establecerá la justicia divina, la cual perdurará, y juzgará el pecado, exterminándolo completamente.

Firmes al apartarnos
En cuanto al concepto de apartarse, me gustaría señalar dos peligros. Algunos ponen el grito en el cielo al escuchar esta palabra, pues creen que es sumamente importante pertenecer y ser reconocidos por su compromiso con la comunidad. De esta manera, muchos priorizan ser relevantes para la sociedad, suavizando todo el mensaje del Evangelio con tal de no ofender a nadie.

Por otra parte, existe una manera equivocada de apartarse. Algunos cristianos prefieren vivir un individualismo piadoso, crítico e insatisfecho, dejando de congregarse, pues no encuentran una iglesia que cumpla con sus expectativas, por lo que intentan pastorearse a sí mismos a través de Internet2. En Proverbios 18:1 (DHH) leemos: “El egoísta solo busca su interés, y se opone a todo buen consejo”. Pedro no está haciendo referencia a esta reclusión caprichosa, sino que, en vista del juicio venidero, nos invita a caracterizarnos por un andar santo y temeroso de Dios. Caminar en santidad significa vivir apartado para el Dios vivo —Él es nuestro dueño. Todo se trata de que Dios haga Su voluntad en nuestras vidas y que glorifiquemos Su nombre; empero, esto es imposible si no tenemos temor de Dios, es decir, si no ponemos al Señor por encima de todas las cosas. Debemos obedecer a Dios antes que cualquier persona o corriente dominante. No convirtamos Su palabra en una masa elástica que moldeamos según nuestro entorno social.

En el versículo 17 se menciona el engaño de los inicuos y el peligro que corremos de caer en sus artimañas y se arrastrados por ellos. La versión Reina Valera 60 (RVR60) dice “… arrastrados por el error de los inicuos”, mientras que la Dios Habla Hoy (DHH) prefiere utilizar el término “engaño”. El texto original utiliza la palabra griega plané, que no hace referencia a un desvío accidental, sino a un comportamiento desviado y deliberado. También lo encontramos en Romanos 1:27 relacionado con la homosexualidad. Toda “seducción” mencionada en la Segunda carta de Pedro alude a un engaño deliberado que no deberíamos subestimar. Esto incluye la deconstrucción de la ética cristiana y de la Palabra de Dios como revelación divina, negando su validez eterna e inerrancia. Sin embargo, ante estas cosas, tenemos la alternativa de caminar en santidad y en el temor del Señor. Es necesario profundizar nuestra comunión con Dios para que Su Palabra determine nuestros pensamientos y acciones. El pecado ha existido desde el comienzo de los tiempos; no obstante, la diferencia con la actualidad es que el egoísmo del hombre y su concupiscencia son presentados como el ideal más elevado. Con el fin de justificar este humanismo, algunos círculos cristianos sacan de contexto o reinterpretan algunos pasajes bíblicos. El versículo 16 nos advierte que el mensaje de Dios es tergiversado por los débiles en la fe para su propia perdición3

También existe el peligro de dejarnos llevar por nuestros seres queridos. Son muchos los matrimonios cristianos que sufren el comportamiento de sus hijos. Es cierto que debemos amarlos de manera incondicional, no solo a ellos, sino a todas las personas, pues precisamente esa fue la forma en que nos amó el Señor cuando estábamos perdidos. Sin embargo, una misericordia mal entendida conlleva grandes peligros —por ejemplo, el de ser influenciados por nuestros hijos u otras personas, al punto de modificar nuestra propia moral y justificar aspectos claramente contrarios a la Palabra de Dios.

Mientras estemos en este mundo y no alcancemos la perfección, corremos el peligro de ser seducidos y arrastrados por el pecado. La arrogancia de la vida nos envuelve y es como agua sobre los molinos de nuestra naturaleza pecadora. Debemos recordar una y otra vez: “Pertenezco a Jesús. Se trata de Su voluntad, de Su gloria. Mi vida le pertenece, y un día le rendiré cuentas”. Esta era también la motivación de Pablo. Aunque en 2 Corintios 5 dice que el amor de Dios es el motor de su ministerio, nunca dejó por fuera el temor al Señor.

“Temer a Dios” no es una expresión muy popular hoy en día; empero, debemos considerarlo un desafío para nuestras vidas, pues dependemos de esto para no ser arrastrados por el pecado y mantenernos firmes en el camino de Dios. Volviendo a la historia contada antes, es posible que las causas de la tragedia hayan sido la excesiva confianza en ellos mismos y la falta de temor ante los peligros.

Existe un santo temor a nuestro Señor. En Hebreos 12:9 hace una comparación con la manera en que respetábamos a nuestros padres cuando estaban a nuestro cuidado. ¡Cuánto más obedeceremos al Padre de los espíritus!

En 2 Pedro 3:14, Pedro llama “amados” a los seguidores de Jesús. ¡Qué calidez y cuidado desprenden estas palabras! Luego, con la mirada puesta en el juicio venidero y la segunda venida de Cristo, los exhorta a ser celosos, a esforzarse y darlo todo, con el fin de que sean “hallados sin mancha e irreprensibles, en paz”. Pedro no dice “sin pecado”, pues eso será cuando alcancemos la perfección, sino “sin mancha e irreprensibles”. Nuestro enfoque debe estar en vivir apartados para el Dios vivo. Nuestra conducta debe ser coherente con nuestra confesión, para ser hallados irreprensibles y sin mancha, en paz, delante de Cristo. “En paz” significa que estamos con una consciencia limpia al obedecer a Dios. La seducción a la cual hace referencia Pedro, ese supuesto “pase libre a pecar”, basado en una doctrina de la gracia mal entendida, no puede nunca brindarnos esta paz. Aunque lleguemos al punto de tener nuestra conciencia adormecida, nunca obtendremos la paz que Dios nos brinda cuando le obedecemos. Judas describe a estos seductores y a sus seducidos de la siguiente manera: “Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho” (Jud. 16). Por lo tanto, no nos dejemos engañar. Las personas que caminan según sus propias concupiscencias no conocen esta paz, pues solo puede ser hallada a través de una vida que glorifique a Dios y esté en sintonía con Su voluntad y Su Palabra, por más que sigamos necesitando a diario Su misericordia y perdón hasta alcanzar la perfección.

También podríamos hablar de la paz entre los hijos de Dios. En este sentido, una cosa es mantener un rumbo claro en lo que respecta a la doctrina bíblica y otra muy diferente es entrar en conflicto o divisiones con otros hermanos por opiniones que son elevadas a la categoría de shiboleth4, como, por ejemplo, los conflictos que las restricciones de la pandemia generaron entre varias congregaciones.

El Señor no quiere encontrarnos en Su venida discutiendo entre nosotros por asuntos diplomáticos. Nuestra santidad debe estar relacionada con principios y convicciones espirituales firmes, pero viviendo la paz del Señor. Debemos, siempre que sea posible, promover la paz entre los hermanos, evitando los conflictos innecesarios.

Firmes gracias a la paciencia de Dios
El apóstol Pedro nos enseña en el versículo 15 que la paciencia de Dios es para nuestra salvación. ¿Qué quiere decir con esto? Lo mismo que ya había dicho en el versículo 9: el Señor es paciente y retrasa su juicio para que las personas se salven.

Deberíamos siempre tener presente esta verdad para vivir apartados para el Señor y no ser arrastrados por las circunstancias de la vida. Enfocarnos siempre en la salvación de aquellas personas que no conocen a Jesús. Aunque el Señor es paciente, el versículo 15 no hace referencia a la conversión, sino a que aprovechemos la generosidad del Señor para nuestra propia salvación. La carta de Pedro está dirigida a sus hermanos en la fe, a personas ya salvas. El autor cristiano Benedikt Peters dice que esta longanimidad del Señor es para la salvación de Sus amados: “Aprendamos el principio general de esto: cuando Dios no cumple de inmediato nuestras expectativas, debemos perseverar hasta que llegue la promesa, esto es lo que Él hace para nuestra salvación. Dios nos bendice muchas veces negándonos lo que anhelamos, aunque se trate de algo bueno”.

Luego menciona ejemplos del libro de Hebreos, de cómo los santos perseveraron en la fe. Es esta longanimidad del Señor la que nos permite soportar y perseverar para alcanzar la salvación, en el sentido de perfección. Esto también puede aplicarse a la firmeza. Necesitamos la paciencia del Señor para no dejarnos llevar por los acontecimientos, pues ha sido Su voluntad que vivamos en este tiempo.

Por otra parte, este pasaje podría entenderse como la paciencia que Dios tiene para con su Iglesia. Él esperará hasta que se haya completado el número de salvos de las naciones, hasta que se conviertan al Señor todos los que deben adherirse a la Iglesia. Además, Benedikt Peters dice que se trata también de la paciencia de Dios con los salvos que aún no tienen plena certeza: el Señor es paciente hasta que estos tengan plena seguridad de su salvación.

En este sentido, también podemos entender la importancia de la paciencia de Dios en nuestro caminar, donde también necesitamos de su firmeza. Cuántas veces el Señor ha esperado con paciencia a que nosotros mismos reconociéramos nuestros errores. Cuántas veces nos ha salvado o nos ha hecho volver al camino cuando nos habíamos apartado. Al mirar todos mis años de cristiano, la longanimidad de Dios en mi vida se hace cada vez más evidente.

Por un lado, Pedro nos exhorta a llevar una vida santa y apartada para el Señor. Por otra parte, contamos con la paciencia preservadora de nuestro Señor, para que no nos apartemos del camino y seamos salvados.

Firmes por la gracia y el conocimiento de Jesucristo
El versículo 17 habla del error o el engaño de los inicuos, es decir, de comportamientos que se oponen directamente a Dios y a Su voluntad. Pedro nos llama a permanecer firmes y estar alertas para no ser arrastrados por este fenómeno. Dicho de otro modo, no debemos dejarnos arrastrar hacia el abismo como ocurrió con los escaladores. En el último versículo, el apóstol nos da una alternativa para permanecer firmes: crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

No nos estanquemos en nuestra vida espiritual, de lo contrario, correremos peligro. La manera de mantenernos firmes es crecer espiritualmente de manera continua. Por otro lado, el llamado a crecer en la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos hace dependientes de Él.

Se trata de darnos cuenta de esta dependencia y cómo Su gracia guía nuestra vida. Pedro nos alienta a caminar en santidad y con temor a Dios. Debemos ser hallados sin mancha, irreprensibles y en paz delante de Él. 

No obstante, esto podría llevarnos al autoengaño. Creer que tenemos todo bajo control, que siempre nos mantendremos fieles y devotos a Dios; al igual que Pedro, poco tiempo antes de que lo negara, estaba convencido de su entrega total al Señor. Sin embargo, este apóstol, que sufrió el doloroso, pero saludable naufragio, nos exhorta a crecer en la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Necesitamos de Su gracia para estar firmes, pues es Su poder lo que nos permite caminar en santidad y temor de Dios —es como un sólido amarre de seguridad que nos sujeta firmemente a la roca, con el fin de que no seamos arrastrados por el engaño y la iniquidad.

Cuando comenzamos nuestro camino en el Señor nos convencimos de nuestra santidad y devoción, al igual que Pedro momentos antes de negar a Jesús; sin embargo, con el tiempo comenzamos a ver con mayor claridad que es la gracia de nuestro Señor la que nos sostiene, nos corrige y nos salva una y otra vez. Solo Su gracia nos guarda y nos llevará salvos a Su reino celestial. Tal como recitó John Newton en la tercera estrofa de su himno Sublime gracia: “En los peligros y aflicción que yo he tenido aquí, Su gracia siempre me libró y me guiará al hogar”.

Entender que todo se lo debemos a la gracia de Dios no nos hace indiferentes, sino dependientes. Me preocupan aquellos que, como los cuatro escaladores de la cara norte de la montaña Eiger, ponen toda su confianza en su propia devoción y voluntad.

Los falsos maestros también enseñan de la gracia, pero no la conocen, pues se ha transformado para ellos en una excusa para pecar. 

El conocimiento y el poder de la gracia de Dios nos capacitan para llevar una vida santa y piadosa. Esto se evidencia en el hecho de que la gracia se hace cada vez más necesaria para el creyente a medida que va madurando en su fe. Se trata de la gracia de nuestro Salvador Jesucristo que nos sacó de las tinieblas y que nos salva (nos preserva para que podamos mantenernos firmes hasta Su venida).

Debemos crecer en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucrsito. Hay cristianos que piensan que ya no pueden conocer más nada del Señor: ya no hay luz en sus ojos y viven un cristianismo aburrido. Creen que pueden llegar más lejos creciendo en su conocimiento teológico; sin embargo, no solo no crecen espiritualmente, sino que tampoco están preparados para mantenerse firmes ante los acontecimientos de la vida.

Solo podemos vivir con firmeza cuando reconocemos cada vez más la importancia que Jesús tiene para nosotros y crecemos en Su Palabra. No podemos separar a Cristo de su Palabra, como se hace muchas veces en el ámbito evangélico. Él sale a nuestro encuentro a través de su Palabra, allí se nos revela. Tampoco podemos dejar de lado la oración y nuestra comunión con Él. Necesitamos seguidores de Jesús que conozcan al Señor y Salvador por su Palabra, que sepan distinguir la voz del Buen Pastor de todas las demás voces. Conocer cada vez más a Jesús nos da firmeza, pues ese debe ser el principal enfoque en la vida cristiana.

También debemos reconocer y dar nombre a nuestros errores. No estaremos firmes si continuamente buscamos por Internet todas las malas noticias del mundo y nos obsesionamos con ello. Aunque es verdad que debemos hacer frente al espíritu de los tiempos y a los acontecimientos actuales, lo que realmente nos hace firmes es el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo: conocerlo a Él y la importancia que Él tiene para nuestras vidas.

Cuidemos pues nuestras prioridades, crezcamos en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, pues incluso en la gloria le adoraremos, nos maravillaremos y le serviremos.

Pedro concluye su carta con una alabanza a Jesús, el Señor y Salvador: “A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad” (v. 18). Esto es claramente diferente a la actitud de los seductores y los inicuos: para ellos todo gira alrededor de sus deseos pecaminosos, todo tiene que ver con ellos. Sin embargo, Pedro da la gloria al Señor por toda la eternidad. Esto es lo que nos permite mantenernos firmes y permanecer: el conocimiento y poder de Su gracia nos capacitan para ello.

Conclusión
Pensemos en la tragedia del equipo de escalada —uno tras otro fue arrancado de su posición. Pedro nos enseña a permanecer firmes en todos los acontecimientos para no dejarnos arrastrar.

Debemos enfocarnos en la venida del Señor, el juicio relacionado con ella, y los cielos y la Tierra nueva, donde habitará la justicia perfecta. Somos firmes cuando vivimos una vida en santidad y temerosa de Dios. Se trata de vivir para Su gloria, arraigados en la Biblia para que sea esta la que moldee nuestros pensamientos y acciones. La longanimidad de Dios nos hace firmes. Necesitamos de ella para nuestra supervivencia, y para crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Así sea.

1 N. del T. Obsérvese el juego de palabras: Nordwand, ‘Cara Norte’; Mordwand, ‘Cara Asesina’.
2 Aunque, en determinadas condiciones, las retransmisiones en directo pueden ser de ayuda, no dejan de martillar sobre un clavo oxidado y torcido, pues no son capaces de sustituir la verdadera comunión entre creyentes. Hoy día se elogia la retransmisión en directo, sobre todo desde la pandemia, sin embargo, olvidamos cuántos seguidores de Jesús tienen problemas con la pornografía u otras basuras del Internet. Más allá de la bendición que pueda significar la transmisión en vivo, debemos preocuparnos por ayudar, de manera efectiva, a que los hijos de Dios mantengan un caminar impecable delante del Padre.
3 Podemos ver cómo Pedro hace referencia a las cartas de Pablo al igual que lo hace con algunos textos del Antiguo Testamento, dejando en claro la autoridad divina de estos escritos.
4 N. del T. Palabra cuya buena o mala pronunciación salvaba o condenaba a los efrateos (véase Jueces 12:5-6).

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