
¿Es todo solo cuestión de tiempo?
La humanidad está tan obsesionada con el tiempo, que incluso lo ha vuelto mercancía de consumo. ¿Qué diremos a eso desde el punto de vista bíblico? ¿Cómo es la relación correcta de un cristiano con el tiempo y las interrupciones?
En una disertación titulada Consejos para un comerciante joven (1748), Benjamín Franklin escribió: “Recuerda que el tiempo es dinero”. El tiempo es un recurso valioso porque nuestra vida en este mundo está limitada. Por esta razón, uno debería realizar todas las tareas lo más rápidamente posible, y pensar bien en lo que se invierte su tiempo y su esfuerzo. No obstante, muchos tratan de justificar su manejo del tiempo con la excusa de querer planificar y proteger bien “su tiempo”.
¿Es posible tener un trato incorrecto con el tiempo? Sí, cuando este trato se basa en el orgullo. Por ejemplo, cuando alguien invierte mucho en su trabajo, porque este lo hace sentir importante. Un trato igualmente equivocado con el tiempo se remite al deseo forzoso de querer agradar a otros; uno hace demasiadas concesiones, porque a cualquier costo quiere satisfacer al otro. Otra causa que lleva a una obsesión compulsiva con el tiempo, es el miedo o la incomodidad de establecer una relación más profunda con Dios. Si invertimos más tiempo en nuestro estudio bíblico, esto, por ejemplo, podría llevar a que Dios nos señale algo que deberíamos cambiar en nuestra vida.
El reloj determina nuestra percepción de lo rápido que transcurre el tiempo. “‘El reloj’, concluyó [Lewis] Mumford, ‘es una máquina cuyo ‘producto’ son segundos y minutos.’ A través de la fabricación de este producto, el reloj causa el efecto como que el tiempo estuviera separado del nivel humano, y que así se alimente la creencia en un mundo independiente de secuencias matemáticamente medibles. Este parecer no se corresponde con el concepto de Dios o con los procesos naturales. El ser humano se comunica consigo mismo a través de una máquina que él mismo ha desarrollado.”
“En la obra de Mumford, Technics and Civilization (Técnica y Civilización) él muestra cómo a no-sotros los seres humanos desde el siglo XIV en adelante, el reloj nos ha convertido poco a poco en guardianes del tiempo, luego en ahorradores del tiempo y ahora en sirvientes del tiempo. En este proceso, hemos aprendido a desacatar el sol y las estaciones del año, ya que en un mundo de segundos y minutos, la naturaleza ya no tiene importancia. Mumford enfatiza además, que desde el invento del reloj, la eternidad ya no sirve como norma y enfoque del pensar humano. Pero aún cuando solo unos pocos hayan siquiera notado esta conexión, el tic-tac imparable del reloj podría haber contribuido más a la debilitación de la posición de supremacía en el pensar humano que todos los folletos producidos por los filósofos de la Ilustración. Eso significa que el reloj ha producido una nueva forma de comunicación entre humano y Dios, en la cual Dios aparenta ser el perdedor. Quizá Moisés debería haber anotado un mandamiento más: no te hagas ninguna máquina para el registro del tiempo” (Neil Postman, Amusing Ourselves to Death [Divertirnos a nosotros mismos a muerte], pág. 11-12).
La Biblia nos recuerda que logramos más en nuestro tiempo con Dios –por medio de la lectura de la Biblia y la oración– de lo que jamás podríamos lograr en el tiempo que estamos separados de Él. Cuando a Martín Lutero se le preguntaba por sus planes para el próximo día, respondía: “Trabajar, trabajar de temprano hasta tarde. Tengo tanto que hacer, que voy a dedicar las primeras tres horas a la oración” (E.M. Bounds, Purpose in Prayer [Propósito en Oración], pág. 7).
Es importante que, en el caso de interrupciones de nuestro horario, evaluemos correctamente tipo y prioridad de las mismas. Marcos 5 nos habla de cómo Jesús se encontró con una mujer “que hacía doce años padecía de hemorragias”. En el momento de esta interrupción por medio de la mujer, Jesús justo estaba de camino con uno de los “jefes de la sinagoga, llamado Jairo”, cuya hijita se estaba muriendo. Hoy en día se diría, que en realidad Jesús abarcaba muchas cosas a la vez.
Jesús sanaba a las personas no solamente para disminuir el sufrimiento de ellos, o demostrar Su poder. Él lo hacía, porque las sanidades Lo confirmaban como el Mesías. Jesús estaba a punto de cumplir una tarea que Le había sido encomendada. De modo que la mujer era una distracción molesta. Ella lo sabía, por eso en realidad solo tenía la intención de tocar Su manto para ser sanada. Esta suposición era una falsa creencia, pero creencia en fin. A Jesús le alegró eso en la mujer y le dijo: “¡Hija, tu fe te ha sanado! ¡Vete en paz y queda sana de tu aflicción!”. La sanidad de esta mujer no estaba en la agenda de Jesús. ¿Conoce usted este tipo de interrupciones? Mis días, semanas y meses ya están planificados mucho tiempo por adelantado. Por eso, es imposible evitarlo, que de vez en cuando alguien o algo interfiera con mis planes.
¿Cómo debemos reaccionar a esas interrupciones molestas? Recordemos primero que Dios es el Señor de las interrupciones. Hechos 16 narra cómo Pablo, Silas y Timoteo intentan viajar a Bitinia, pero “el Espíritu no se lo permitió”. Esta experiencia significó una interrupción de sus planes. Más adelante, en Hechos 27, Pablo sufre un naufragio de camino a Roma (después de que inesperadamente fuera arrestado en Jerusalén). Pablo experimentó una interrupción tras otra.
La Biblia revela que Dios “hace todas las cosas según el designio de Su voluntad” (Ef. 1:11). Sea lo que fuere que suceda en nuestras vidas, para Dios seguramente no es una interrupción. Nosotros no podemos disponer de Dios, para que Él nos ayude a realizar nuestros propios planes. Santiago nos hace recordar: “¡Vamos ahora! los que decís: hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (Stg. 4:13-15). Cuando aplicamos este principio bíblico, también podemos dejar de lado nuestra molestia con respecto a las interrupciones, y aceptarlas con agradecimiento. Efesios 5:20 nos recuerda que deberíamos agradecer a Dios en todo momento y por todo.
Las interrupciones en nuestra rutina diaria pueden ser posibilidades maravillosas para servir a Dios, pero del mismo modo, nos pueden distraer de hacer la voluntad de Dios. Él promete en Su Palabra, la Biblia, que Él nos daría sabiduría para discernir lo que debemos hacer y lo que debemos dejar de hacer. La Biblia también muestra que no siempre deberíamos estar preocupados por nuestra reputación: “Los judíos eran personas muy apasionadas que no escondían o reprimían sus sentimientos. Los judíos –tanto hombres como también mujeres– no tenían miedo de admitir su debilidad humana. Ellos daban rienda suelta a sus sentimientos, ya que todo sentimiento tenía su momento: estar enojado, llorar, reír, cantar, celebrar, danzar, batir las manos, gritar, abrazar y amar (cp. Ecl 3:1-8)” (Marvin R. Wilson, Our Father Abraham (Nuestro Padre Abraham, pág. 139).
En Eclesiastés 3, queda claro lo liberador que es cuando aceptamos el hecho que todo tiene su tiempo. Es posible trabajar arduamente y aun así evitar la actual obsesión compulsiva por el trabajo. Los versículos 1 al 15 muestran que aparentemente Dios ha predeterminado un tiempo para todo, pero por qué es así, sigue siendo un misterio. La presencia del mal y la existencia de dolor y sufrimiento en el mundo a veces pueden ser muy difíciles de explicar, sobre todo cuando hablamos de un Dios misericordioso y lleno de amor. En muchos aspectos, es más sencillo entender a satanás, que comprender a Dios. La razón para esto es, que satanás es más bien sencillo –él es total y completamente malo. Por eso, nos es más fácil comprender las razones para su actuar (cp. Jn 8:44).
Dios, de lo contrario, es más difícil de comprender (Job 36:26; 38:4-42, 6; Ecl. 8:17; Ro 11:33). Especialmente difícil es entender el actuar de Dios en determinadas situaciones. Dios es todo bondad y todopoderoso; por eso, muchos se preguntan, por qué existe tanto sufrimiento en el mundo. La defensa de la bondad y el poder de Dios en vista de la existencia del mal, se encuentra en Eclesiastés 3.
La Biblia muestra que al intentar solucionar el problema de la existencia del mal a pesar de la bondad de Dios, la respuesta nunca puede ser que Dios no es soberano. Los versículos 1-8 confirman que Dios tiene un plan del cual Él no se aparta. El Señor ha determinado un tiempo para todo (versículo 1).
Dios no es un tipo de papá Noel cósmico, y tampoco colabora con los humanos de la manera que quizás desearíamos. En la alegoría Las Crónicas de Narnia, C.S. Lewis describe al león Aslán como una figura similar a Cristo. En uno de los libros, el Señor Castor le dice a Susan: “Si alguien puede presentarse delante de Aslán sin que le tiemblen las rodillas, entonces ya sea que es más valiente que la mayoría, o sencillamente solo es un tonto”. La siguiente aseveración del segundo tomo de la serie es muy conocida. A la pregunta de Lucy, si Aslan es “manso”, el Señor Castor responde: “¿Quién ha dicho algo de manso? Por supuesto que no es manso. Pero él es bueno. Él es el Rey” (C.S. Lewis, El Rey de Narnia).
Si somos conscientes de que Dios no es manso, nuestra primera pregunta es: “¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?” (v.9). La Escritura confirma que Dios “todo lo hizo hermoso en su tiempo” (vs 10-11; cp. Sal. 37:23). Aun cuando añoremos comprender los planes eternos de Dios –es imposible. Pero, ¿cómo podemos vivir en un mundo que está fuera de nuestro control?
Ante todo, no deberíamos dejarnos desilusionar y, más bien, concentrarnos en ser agradecidos, en hacer bien y en disfrutar de lo bueno a pesar de todo el esfuerzo (vs 12-13). Ver lo bueno en nuestros esfuerzos es “un don de Dios”, porque nos hace recordar que, sin la ayuda de Dios, no llegamos a nada. Todo lo que Dios hace es de importancia eterna (v 15).
Eclesiastés 3:16 alude a la desigualdad de la vida. Hay injusticia y maldad “debajo del sol” pero, como creyentes, tenemos el consuelo de que Dios juzga a todos cuando haya llegado el tiempo (vs 17-18; cp. 8:8-9; 12:13-14). Solo la paciencia de Dios es la razón por la cual Él no juzga a los humanos ya ahora (2 P. 3:8-9). Dios tornará todo para bien (Is 61:1-7; Ro. 8:28). Él “ha puesto eternidad en el corazón” de los seres humanos (Ecl. 3:11). En Jesucristo, podemos recibir la vida eterna (1 Jn. 5:9-13).
Dios desea que tengamos gozo en nuestras actividades actuales. La inseguridad en cuanto a lo que traerá el futuro, es una buena razón para disfrutar de la vida presente. Muchos de nosotros hemos desarrollado una percepción falsa del tiempo, y no vivimos totalmente en el presente. Todos deberíamos valorar la vida tal como es, especialmente en vista de la eternidad. Evite usted la falta de tiempo o el estrés, y reflexione nuevamente en las normas morales y espirituales de la Biblia.