¿Es Europa el último imperio?
Los pronósticos para nuestros tiempos son sombríos, sin embargo, el libro de Daniel nos muestra lo que hay detrás de estos hechos... ¡a pesar de todo! Dios revela a través de Daniel el significado de la misteriosa estatua que Nabucodonosor había visto en su sueño, y desarrolla una gran parte de la historia universal, desde Babel hasta el último imperio anticristiano, que bien podría establecerse en Europa, aunque no podemos afirmarlo. A continuación, presentaremos un breve estudio de los hechos bíblicos vinculados a este tema.
El accidente nuclear de Fukushima (Japón), en 2011, producido por una tormenta tropical, debería haber puesto punto final al uso de la energía nuclear. Al menos ese era el tenor global en aquel momento, cuando las personas en todo el mundo veían la forma de alejarse de cualquier reactor y muchos automóviles mostraban en sus parabrisas una pegatina amarilla que decía: “Energía nuclear: ¡NO GRACIAS!”.
En la actualidad, a casi doce años del accidente, la situación no parece tan alarmante. De un día para el otro la energía nuclear pasó a llamarse “energía verde” y dejó de considerarse peligrosa, dejando de lado todo lo ocurrido en el pasado.
Vivimos en tiempos muy rápidos y cambiantes. De un momento a otro los órganos del Estado pueden disolverse, surgiendo algo nuevo. ¡Tal vez un día nos despertemos y nada sea igual!
Esta realidad nos exhorta a ser moderados a la hora de interpretar la profecía bíblica. Al investigar, por ejemplo, acerca de qué lugar ocupa la Unión Europea o la onu en la revelación bíblica, debemos considerar la posibilidad de que, tanto una como la otra, se disuelvan, dando lugar, en cuestión de días, a algo nuevo. Una vez que llegue el cumplimiento de la profecía, la secuencia de sucesos ocurrirá con rapidez; recién entonces entenderemos de manera cabal lo revelado en la Palabra de Dios.
Con esta misma precaución es que analizaremos Daniel 2, donde el joven Daniel revela de parte de Dios el misterio de la grandiosa estatua que Nabucodonosor había visto en un sueño. En el título quisimos expresar la siguiente interrogante: ¿Es Europa el último imperio? Nuestra intención con esto es abordar el tema con cautela y sin precipitarnos. Esta es la razón por la que comenzaremos haciendo un breve análisis del contexto, para luego ocuparnos de la formación del último imperio mundial.
¡A pesar de todo!
A medida que avanza el libro de Daniel, la perspectiva profética se hace cada vez más precisa. El capítulo 1 nos presenta la visión de Daniel en su tiempo, cuando presenciaba un mundo babilónico que se oponía a las leyes de Dios. En el capítulo 2, Daniel interpreta el sueño de Nabucodonosor, mostrándonos la sucesión de imperios hasta el regreso de Jesús. Los capítulos siguientes explican más al detalle el mensaje revelado en la estatua. Hasta el capítulo 12 leemos mucho sobre los sucesivos imperios mundiales, el Anticristo, los ángeles y la tribulación de los últimos tiempos. Sin embargo, no encontramos en el libro de Daniel un aspecto que ha sido revelado en otros libros proféticos: una descripción del reino mesiánico. Daniel nos guía por el camino que Dios ha establecido para llegar allí; no obstante, no nos habla del destino, el reino de Cristo.
¿De qué nos sirve conocer las profecías de Daniel respecto a los acontecimientos que sucederán en la Tierra? Si todo esto ocurrirá de todos modos, conforme a la voluntad de Dios, ¿por qué deberíamos preocuparnos? Disfrutemos más bien de los buenos días que nos quedan. De todos modos, ¿en qué aprovechamos si nos ocupamos de continuo en las profecías bíblicas?
Esto es precisamente lo que intentaremos responder en este breve estudio del libro de Daniel. Aunque el pronóstico para el futuro sea sombrío y muchas cosas se revelen en su momento, este es el plan de Dios que nos ha sido revelado, dándonos la garantía de que Él tiene completo control sobre cada uno de los eventos de este mundo.
El libro de Daniel nos alienta, nos da confianza en tiempos difíciles: son señales luminosas en la oscuridad del tiempo. Podemos mantener la calma y ver el “a pesar de todo” de Dios. Este es el efecto alentador de toda la profecía bíblica. En este sentido, Daniel manifiesta la indescriptile grandeza de Dios al llevar a cabo Su plan. No debemos negar la influencia de la profecía bíblica en nuestra fe y conducta.
Con el estudio de la profecía bíblica, nuestra confianza en Dios se fortalece en gran manera, nos pastorea para que las corrientes malignas que se precipitan sobre el mundo no nos zarandeen. La profecía divina revela al Todopoderoso llevando todas las cosas hacia el fin que Él ha determinado —Daniel manifiesta esta verdad de una manera singular.
Al ocuparnos de la profecía, nos enfocamos en los propósitos de Dios, y el libro de Daniel no es una excepción. Al conocer la meta del Señor, entendemos mejor su camino. El libro de Daniel nos orienta a través de las señales luminosas del camino.
El planeta parece ir en decadencia, depertando sentimientos de miedo y angustia. No obstante, las profecías de Daniel nos muestran qué hay más allá de estos acontecimientos. Como lo expresa el profeta en su oración, Dios es el único que en Su sabiduría tiene el poder de llevar a cabo todos Sus propósitos. Nada se le oculta, sino que conoce cada elemento escondido en la oscuridad. Por lo tanto, este libro es una de las principales revelaciones para una verdadera comprensión espiritual sobre el camino que el Señor ha preparado para los hijos de los hombres. Nos presenta evidencias claras de que podemos confiar en Él como el Supremo, como Aquel que tiene absoulto control sobre la historia. Esta verdad es aplicable también a nuestras vidas personales: podemos contar con un Dios grande y todopoderoso que está con nosotros.
Muchas veces, a la hora de tomar una decisión, no estamos seguros cuál es la voluntad de Dios para nuestras vidas; es en esos momentos que tenemos la garantía de que la presencia del Altísimo en nuestras vidas impedirá aquello que no corresponda a Su voluntad. ¿No es maravilloso? Nada ocurre sin el permiso de Dios. Como dijo el teólogo alemán Hans-Joachim Eckstein: “Quien camine sobre las aguas, como Pedro, no debe fijarse en el tamaño de sus pies, sino en la grandeza de su Dios”.
Se abre el telón y se revela ante nuestros ojos una gloriosa realidad, una estatua majestuosa donde se ve representada la imagen universal de cuatro imperios y, de repente, una gran piedra desciende y la destroza por completo. En esta corta y sencilla escena, en este simple y misterioso sueño, Dios nos muestra todo Su plan milenario.
Dios revela el misterio
Nabucodonosor exigió que se le fuese revelado el sueño y su interpretación. Ante esto, Daniel testificó a Dios, diciendo: “…hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios […] [,] lo que ha de acontecer en los postreros días…”, es decir, en el último tramo del tiempo final. En este sentido, debemos diferenciar entre los acontecimientos ya cumplidos del libro de Daniel y los eventos que ocurrirán en los “postreros días”. Además, algunas profecías tienen un doble cumplimiento, desatándose por segunda vez, a gran escala, en la segunda venida de Jesucristo. Esta es una de las características de la profecía bíblica, donde a menudo podemos observar cumplimientos preliminares, es decir, una pequeña imagen de una profecía futura a mayor escala. Es por eso que debemos conocer el pasado, pues de esa manera comprenderemos mejor el futuro.
Daniel presentó a Dios como el único que podía revelar e interpretar sueños. El Señor puede hacer todo lo que es imposible para el hombre. Si Él no hubiese revelado estas verdades, estaríamos hoy a merced de los acontecimientos mundiales, sin comprender nada de lo que sucede.
¡Qué pequeño es el hombre! Dios lo hizo del polvo de la Tierra (Génesis 2:7), y eso es lo que somos: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que lo visites?” (Sal. 8:3-4). Todo el universo es obra de Sus dedos. ¿Qué es el hombre comparado con el vasto universo? Una simple mota de polvo: “El hombre es semejante a la vanidad; sus días son como la sombra que pasa” (Sal. 144:4).
Sin embargo, Dios se preocupa por cada ser humano; este es el motivo por el cual se ha revelado a través de los profetas y, finalmente, por medio de Su único y precioso Hijo, a quien entregó en una cruz por amor a nosotros.
El gran Dios de los cielos reveló sus misterios al pequeño Daniel. Así como nosotros solemos contar secretos a nuestro círculo de confianza, el Señor le confió a Daniel la interpretación del sueño del rey, revelando en ella todo lo que habría de suceder hasta el regreso de Su Hijo.
La secuencia de la historia mundial
En primer lugar, es interesante que esta gigantesca estatua represente un cuerpo humano. Su visión es aterradora y a la vez esplendorosa. La figura es tan gloriosa que llena todo el campo de visión del soñador; así como se lució en sus días la torre de Babel (Génesis 11:4), edificada en el mismo lugar donde Nabucodonosor tuvo este misterioso sueño.
La terrible estatua representaba el dominio y opresión del hombre: la soberbia, la arrogancia, la vanidad y el egoísmo del hombre se han manifestado a lo largo del tiempo. La estatua representa el tiempo de los gentiles, de los cuales habla el Señor en Lucas 21:24: “…y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan”. Todos los imperios representados por la estatua reinaron sobre Israel en cierto momento de la historia, y la volverán a hollar y pisotear en el futuro.
Los tiempos de los gentiles continuarán hasta que la piedra desmenuce todo Gobierno humano.
Esta espantosa escultura, fría e insensible, revela el método satánico de empujar al hombre hacia la autocracia y la autoadoración —la rebelión contra Dios es algo terrible y esta es la razón por la que este sueño resulta tan aterrador. El coloso muestra la tendencia del hombre a engrandecerse, a procurar el poder y la magnificencia, pero también nos revela su brutalidad. Al igual que todos los reyes, Nabucodonosor se preguntaba qué sería del futuro Imperio babilónico. Deseaba seguir siendo la mayor potencia mundial y mantener por siempre la gloria de su imperio.
Mientras existan los imperios, el reino de los cielos anunciado por los profetas no vendrá. Una vez destruida por completo la estatua, el reino de Dios en la Tierra se hará presente. Hasta entonces, el mundo seguirá siendo el que conocemos, atravesando diversas etapas y formas de Gobierno que procuran llevar a cabo sus aspiraciones terrenales. Esto explica las luchas por el poder que vemos a menudo en este planeta.
La interpretación del sueño comienza con la cabeza, la cual corresponde al tiempo de Daniel. Allí comienza la historia, recorriendo el cuerpo de forma descendente, con el fin de revelar el curso cronológico de la historia universal. De esta manera, la cabeza corresponde a una etapa temprana de la historia, los pies a una tardía, y la piedra marca el final.
Esta colosal escultura no deja de representar a un hombre, a una criatura, por lo tanto, Dios está muy por encima de ella. ¿Hay cosas en tu vida que te sobrepasan? ¿Enormes problemas que te mantienen paralizado? Recuerda que Dios está muy por encima de ellos. La Biblia dice: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” (Gn. 18:14). Tal vez luchas contigo mismo. No estás satisfecho con tu vida, te deprimes al ver tus defectos y no tienes la fueza para cambiarlos. ¡Dios es tan grande que llegará contigo a la meta! Alguien dijo una vez: “Esto ciertamente es un milagro, Dios fue capaz incluso de hacer que un pájaro torcido como yo, vuele recto”.
Pasemos a describir de manera específica las partes de la estatua. La cabeza de oro macizo, de muy buena calidad, simboliza a Babilonia, el reino donde se encontraba cautivo Daniel. El pecho y los brazos de plata representan al Imperio medopersa. El vientre y el pecho de bronce al Imperio griego y los muslos de hierro al Imperio romano. Finalmente tenemos los pies de hierro y barro.
Es evidente que, a medida que descendemos por la estatua, existe un declive en el uso de los materiales, pues cada metal es de menos valor que el anterior; sin embargo, podemos apreciar un aumento de su resistencia, mostrando cómo los imperios se han vuelto cada vez más brutales.
El primer imperio: Babilonia
La cabeza de oro era Babel, el primer imperio. Daniel comienza a revelar el sueño de Nabucodonosor de la siguiente manera: “Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad. Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro” (Dn. 2:37-38).
El oro representa el dominio ilimitado —la soberanía absoluta es una facultad del Altísimo, pues Él decide y lleva a cabo todo lo que quiere. Sin embargo, en el pecho de plata, el dominio ya no es tan irrestricto como el Gobierno de Nabucodonosor, a quien incluso se le llamó “rey de reyes”, un título que en realidad pertenece tan solo al Cordero, el único digno de tal honor. El verdadero Rey de reyes es el Mesías, Jesucristo, mientras que el anticristo será todo lo contrario.
El Imperio babilónico era pagano, practicaba el ocultismo, el esoterismo y la magia negra, y veneraban al gran rey Nabucodonosor como a un dios. Esta es una sorprendente imagen profética de los úlltimos tiempos, donde la Babilonia de Daniel se revela como una sombra del futuro reino anticristiano. Babel significa ‘confusión’ y Nabucodonosor ‘rey cubierto’, ‘rey protegido’ o ‘rey secreto’. Esta es una clara figura del anticristo. Al igual que este, Nabucodonosor pretendía que su imagen fuese adorada (Daniel 3). Muy similar a la imagen del anticristo representada en el libro de Apocalipsis.
Debemos destacar que fue Dios quien dio a Nabucodonosor su posición como cabeza de oro, brindándole el poder en sus manos. Este es un dato alentador, pues lo mismo ocurrirá con el anticristo. Dios prescribirá lo que el enemigo podrá o no hacer; Dios fijará los límites de su ira en el tiempo de la tribulación. Algo parecido ocurrió en la vida de Job, cuando satanás se vio obligado a pedir permiso a Dios antes de poder actuar contra él. Por otra parte, leemos en Apocalipsis 6 que el Señor Jesucristo en persona será el encargado de abrir los sellos en la Tribulación, y no será otro que Dios mismo el que permitirá que los jinetes en sus caballos obren destrucción.
Nabucodonosor gobernó sobre todo hombre y toda criatura; dicho de otro modo, su poder se extendió sobre todo el mundo conocido. Por lo tanto, su reino era una sombra profética que anticipó el imperio final, cuando el diablo y sus secuaces gobiernen sobre toda la Tierra en la Babilonia de los días postreros. Alguien ha dicho: “A lo largo de los tiempos y Gobiernos mundiales, la semilla de Babilonia produce su fruto, hasta que llegue la terrible cosecha en un cumplimiento múltiple de las profecías al final de esta era”.
El segundo reino: Media y Persia
El pecho y los brazos de plata representaban el segundo reino, el Imperio medopersa. Su naturaleza era de una menor importancia que la cabeza, por estar hechos con plata y no con oro. La imagen con los dos brazos resulta muy apropiada, pues el reino se componía de dos pueblos: los medos y los persas. Es común en todas las personas tener un brazo más fuerte y una mano más hábil. Lo mismo ocurría en esta representación: Persia era el brazo más fuerte, mientras que Media no se comparaba en este aspecto. Por otra parte, vemos cómo el dominio y la gloria ya no eran tan ilimitadas como en la cabeza de oro.
Por cierto, Babilonia había influido también sobre estos dos pueblos. Por ende, el Imperio babilónico continuó siendo la cabeza, de la que dependía el resto del cuerpo expresado en la escultura.
El tercer reino: Grecia
El vientre y el pecho de bronce correspondían a la Grecia de Alejandro Magno, la cual dominaría toda la tierra conocida hasta entonces. Alejandro conquistó todas las tierras con una sorprendente rapidez, al igual que sucederá con el reino anticristiano en el tiempo final.
Tras la muerte de Alejandro, el Imperio griego fue dividido entre cuatro diádocos (Daniel 8). Por lo tanto, este reino, aunque fue poderoso, no perduró.
El cuarto imperio: Roma
Las piernas de hierro representaban al cuarto imperio. El hierro es un metal duro, muy utilizado en las batallas. Nada se interponía en el camino del Imperio romano, quien ejercía su poder con crueldad y dureza. En la época de declive, el Imperio se dividió en dos: la Roma Oriental y la Roma Occidental, lo cual coincide con las dos piernas. Además, el poder pasó por gobernantes de todo tipo: reyes, cónsules, tribunos y césares, entre otros. Si bien se trataba de un imperio de hierro, su dominio fue menos duradero que los anteriores.
Tanto la política como la filosofía romana del Imperio siguen dando forma a muchos países de Occidente en la actualidad. Incluso el concepto de democracia surge, en parte, del Imperio romano, donde el considerado ciudadano romano contaba con voz política.
Y entonces llegamos a los pies, compuestos por hierro y barro. La Roma de aquel entonces fue declinando con el tiempo. Aún se discuten las razones de su declive. Una teoría es que se debió en gran parte a la migración de los pueblos al llegar las tribus germánicas. En este caso, algunos comentaristas ven el cumplimiento de los pies de hierro y barro en esta mezcla de pueblos que no se unen.
Estos pies son una imagen profética del cumplimiento final, pues sabemos que el sueño de Nabucodonosor terminará de cumplirse en los días postreros, cuando se desate la piedra y rompa, en primer lugar, los pies de la estatua. Por lo tanto, los pies compuestos de una mezcla de materiales nos hablan del tiempo que precede al regreso de nuestro Señor Jesucristo. Daniel 2:44 dice con toda claridad que el reino de Cristo vendrá en los días de los pies.
De seguro te preguntarás qué imperio simbolizan estos pies. La antigua Roma ya no existe. ¿Se tratará entonces del resurgimiento de Roma en los últimos tiempos? ¿Será Europa el último imperio mundial antes de que la estatua sea desmenuzada?
El reino anticristiano
Roma ha ido pereciendo poco a poco. ¿Acaso la Biblia nos revela que se trata del surgimiento de este mismo Imperio romano? No lo creo. Los pies tampoco tienen por qué corresponder a la zona de la Europa actual, aunque es posible que así sea. Los tiempos modernos van muy de prisa, y es un misterio la manera en qué evolucionarán las cosas.
Sin embargo, podemos observar la influencia global de la antigua Roma en la actualidad. Las estructuras políticas, la democracia y el imperialismo de los antiguos romanos han permanecido y son un sello para el mundo occidental.
La definición de “imperialismo”, como la búsqueda de influencia política y económica de unos países que subyugan o incorporan a otros, se la debemos en cierto sentido a los romanos. Ellos pacificaban los territorios que conquistaban, compartiendo el poder con los aristócratas locales. Se trataba de un nuevo mecanismo, donde no solo obtenía poder el Imperio, sino también los gobernantes locales en su función de tributarios. Esa fue la diferencia con el imperialismo que los precedió.
Es muy probable que los pies, es decir, el imperio anticristiano, imiten el espíritu romano; pues, así como los pies crecen a partir de las piernas, este nuevo imperio conservará la actitud del Imperio romano para con otros pueblos. Además, todos los imperios de la historia ejercerieron su poder conforme a la cabeza, el espíritu de Babilonia. En este sentido, el último imperio no tiene por qué limitarse a una región geográfica específica.
Lo que podemos estar seguros es que el imperio anticristiano estará dividido, compuesto de hierro y barro, en parte fuerte y en parte frágil. Leemos al respecto en Daniel 2:43: “Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro”.
Los pies de la estatua tienen diez dedos, un número que también destaca en el libro de Apocalipsis, donde el último imperio anticristiano es representado con una bestia con diez cuernos con autoridad sobre todas las naciones (Apocalipsis 13:1, 7). El cuerno es un símbolo de poder. Se trata de diez Gobiernos con poder militar que reinarán en los postreros días. Tal vez aluda a una alianza política de diez Estados que otorgará el poder al reino anticristiano. No necesariamente tiene por qué tratratarse de Europa o Roma; sin embargo, es muy posible que se trate de países occidentales. De manera notable, Apocalipsis 17:13 nos dice que estos diez reyes se someterán por un tiempo a la ramera, llamada Babilonia.
Babilonia es la cabeza de la estatua de Nabucodonosor. Todo el cuerpo responde a la cabeza. En la Biblia, representa el dominio y la guía. Apocalipsis nos muestra a Babilonia cabalgando sobre la bestia, el reino anticristiano. Este reino será de una crueldad inimaginable. No obstante, hay una buena noticia: ¡no será el final de la historia, pues el plan de Dios seguirá adelante!
De repente, la situación se revertirá. Una piedra se desprenderá sin la intervención de manos humanas. La estatua será destrozada, golpeando primero los pies y derribando luego el resto del cuerpo. El hierro, el barro, la plata y el oro se triturarán hasta transformarse en polvo, y será llevado como el viento arrastra el tamo —no quedará rastro de ella. ¡Toda la rebelión desaparecerá de un plumazo! Incluso la mayor brutalidad de los adversarios de Dios se disolverá en el aire; una sola piedra será suficiente.
Un día cesará todo sufrimiento e injusticia. Los “colosos” en nuestras propias vidas, aquellos que nos causan dolor de estómago, llegarán a su fin. La angustia, la persecución, las guerras, las invasiones y el afán se terminarán para siempre.
Todo lo que nos separa de Dios será quitado.
La piedra se convertirá en una gran montaña que llenará toda la Tierra: el reino mesiánico. Reinarán la justicia y la paz en un reino eterno. Aunque estemos acostumbrados en esta vida a que las cosas buenas se acaban pronto, el reino de Dios permanecerá para siempre. Podemos confiar en esta promesa basados en las últimas palabras de Daniel en el capítulo 2: “…el sueño es verdadero, y fiel su interpretación” (v. 45).