¿Es en verdad el Mesías el objetivo de la Torá?

Seth D. Postell, Eitan Bar, Erez Soref

Jesucristo dijo que Moisés había escrito acerca de Él. ¿Esto es realmente así? En los cinco libros de Moisés apenas se menciona al futuro Redentor. Presentaremos a continuación una exposición crítica sobre el tema.

¿Cuántos versículos de la Torá se refieren al Mesías y cuántos a la ley? El desglose porcentual es realmente sorprendente. Pueden hallarse en la Torá unos nueve versículos distintos, considerados normalmente como profecías mesiánicas (Génesis 3:15; 49:8-12; Números 24:17-19; Deuteronomio 18:15) de un total de 5845, o sea, menos de un uno por ciento (0,15 %). Por otro lado, unos 3 605 versículos tratan acerca de los mandamientos dados al pueblo de Israel, es decir, casi el 62 % de toda la Torá. Si consideramos tan solo los porcentajes, deberíamos afirmar que la ley es mucho más importante que el Mesías. ¡De modo que esta debe ser el objetivo de la Torá!

Antes de sacar conclusiones apresuradas, veamos un principio importante de la literatura narrativa: la calidad es más importante que la cantidad. Si planteáramos la pregunta: ¿quién es el héroe de la narrativa clásica Las crónicas de Narnia de C. S. Lewis? Sin duda, la mayoría de las personas dirían que Aslan. Pero ¿cuál es el motivo? Este personaje recién aparece al final del libro, y la historia se centra sobre todo en las aventuras de cuatro niños. Si consideráramos tan solo el espacio narrativo que C. S. Lewis da a Peter, Edmund, Susan y Lucy, Aslan no tendría más que un papel secundario. ¿Cómo sabemos entonces que Aslan es el héroe? Por el principio de la calidad sobre la cantidad. Nuestra ecuación no se basa en la frecuencia con que Aslan aparece en la historia, sino en el lugar en que lo hace y cómo es él quien resuelve los problemas de la trama. No solo surge en lugares estratégicamente importantes, su carácter también provee la solución para el curso de acción.

De la misma manera, creemos que las referencias al Mesías en la Torá deben ser evaluadas en virtud de su calidad y no de su cantidad. Sí, la ley representa un 62 %, pero como hemos visto, ya fue profetizado acerca de que Israel infringirá esta ley y con eso, el pacto sinaítico. Un obstáculo fundamental para la acción de la Torá es la desobediencia a la ley de Dios y las consecuencias de la maldición que esta conlleva (exilio y muerte). Este problema lo vemos al principio y al final de la Torá (Génesis 3; Deuteronomio 28). Sin embargo, otro asunto que aparece en los dos extremos de la Torá es que Dios quiere bendecir tanto a Israel como a toda la humanidad (Génesis 1:28; Deuteronomio 33). Si la desobediencia hacia la ley es un obstáculo para recibir la bendición de Dios, ¿cuál es el remedio que nos brinda la Torá?

La Torá contiene referencias que nos indican que este remedio, es decir, el medio por el cual Dios busca cumplir Sus propósitos en y a través de Israel, es la venida en los días postreros del Mesías el Rey. Para Moisés, los “días postreros” son tan importantes que utiliza el término cuatro veces en la Torá, cada vez con una relevancia significativa en lo que respecta a la estructura. Tres de las cuatro veces aparece al principio de grandes discursos proféticos: 

1) Al comenzar el informe patriarcal (Génesis 49:1).

2) Cuando Balaam intentó en vano maldecir a Israel durante la transición de la vieja a la nueva generación de israelitas en el desierto (Números 24:14). 

3) Al final de la Torá, como prólogo de la canción de Moisés (Deuteronomio 31:29). 

Este término aparece una cuarta vez dentro del contexto de una profecía, cuando Moisés llama al cielo y a la tierra como testigos (Deuteronomio 31:28; 32:1). Debido a su desobediencia, Israel sería exiliado de la Tierra Prometida, pero en los días postreros, en medio de su tribulación, regresará al Señor (Deuteronomio 4:25-31).

“Y llamó Jacob a sus hijos, y dijo: Juntaos, y os declararé lo que os ha de acontecer en los días venideros. (Gn. 29:1).

“He aquí, yo me voy ahora a mi pueblo; por tanto, ven, te indicaré lo que este pueblo ha de hacer a tu pueblo en los postreros días” (Nm. 24:14).

“Cuando estuvieres en angustia, y te alcanzaren todas estas cosas, si en los postreros días te volvieres a Jehová tu Dios, y oyeres su voz” (Dt. 4:30).

“Porque yo sé que después de mi muerte, ciertamente os corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado; y que os ha de venir mal en los postreros días” (Dt. 31:29).

En cada caso, el término aparece en puntos coyunturales, importantes para el curso de acción de la Torá, por lo que deberíamos, al igual que el tema de la fe, considerarlo una clave para la comprensión de todos los propósitos teológicos de estos primeros cinco libros. Otra referencia al significado del término días postreros son las primeras palabras de la Torá: “En el principio”, una expresión hebrea que exige un “final”. La palabra postreros, en este contexto, siempre ha sido utilizada en la Biblia hebrea como un antónimo de principio (Números 24:20; Deuteronomio 11:12). La Torá comienza narrando el ascenso y la caída de Adán “en el comienzo de los días”. La historia introductoria de la Torá sirve como prólogo para el plan de Dios de dar solución al problema más grande de la humanidad: nuestra separación de Dios, producto de nuestra propia incredulidad y desobediencia. Esta solución no viene a través de la ley, sino que es dada a pesar de que Israel la ha desobedecido repetidas veces. “En los días postreros”, Dios proporcionará el único remedio eficaz contra el pecado, al Mesías y Rey (véase Génesis 49:1, 8-12; Números 24:14, 17-19).

A continuación veremos cuán importante es el Mesías en el texto descriptivo de estos libros.

El hecho de que la Torá comenzara con una narración y no con un mandamiento, resultaba un problema sin solución para los rabinos de la Edad Media. Rashi, el más conocido de los comentaristas bíblicos judíos, comienza su comentario de la Torá con las siguientes palabras: “El rabino Isaac dijo: ‘La Torá debería haber comenzado con ‘Este mes os será’ (Éx. 12:2), ya que este es el primer mandamiento que le fue dado a Israel para cumplirlo’. ¿Y por qué ella [la Torá] comienza con ‘En el principio’?”.

Rashi continúa explicando que la Torá comienza con la historia de la creación hasta el éxodo (de Génesis a Éxodo 12) para justificar la expulsión de los cananeos de la Tierra Prometida por parte de Israel. En caso de que los pueblos del mundo acusaran a Israel de hacerse con las tierras de siete pueblos cananeos, la defensa de esta nación tendría su fundamento en la HISTORIA: “El mundo entero pertenece al Santo; sea él bendito. Él lo creó y lo da a quien le plazca”. La historia es la “coartada” de Israel, su título de propiedad y su justificación para la conquista de la tierra.

Si bien puede que la historia provea una justificación divina para el reclamo de Israel por la Tierra Prometida, esto es apenas un propósito subordinado a un fin mucho más grande y universal. Por esta razón, podemos afirmar que el propósito de la historia –una historia que va más allá del Éxodo, incluyendo el resto de la Torá y los profetas anteriores (Josué, Jueces, 1-2 Samuel, 1-2 Reyes)– es la esperanza mesiánica y la escatología de la Biblia hebrea en su conjunto, con el fin de proporcionar una “coartada” bíblica.

Queremos respaldar esta audaz declaración con algunas reflexiones sobre la estructura y naturaleza de esta historia.

1. La Biblia hebrea o el Tanaj (ley, profetas y escritos) comienza con una narración histórica continua que comienza con la creación del mundo y termina con el ascenso de Joaquín, hijo de David, en el exilio babilónico (2 Reyes 25:27-30). Este relato contiene casi la mitad de todas las palabras de la Biblia hebrea.

2. El final de esta historia es previsible para el lector, ya que su acción es insinuada en la introducción (Génesis 1-11). En la literatura rabínica, a este fenómeno se le da la categoría de ma’asei avot, siman l’banim (las obras de los padres son una señal para los hijos). En otras palabras, los primeros capítulos de esta historia, en especial la narración acerca de Adán y Eva, no solo tienen el propósito de comunicarnos lo que sucedió con el primer hombre en el pasado, sino también de hablarnos acerca del futuro de Israel. La historia de Adán, en Génesis 1-3, se repite en los primeros capítulos de Josué hasta 1 y 2 de Reyes (el regalo del jardín/de la tierra, el recibimiento de los mandamientos, el fracaso al no poder resistir a las tentaciones de los habitantes del jardín/de la tierra, la desobediencia y el exilio hacia el oriente).

3. El carácter profético de la Torá en su introducción es intensificado aún más por las predicciones de Moisés al concluir estos escritos:

“Y [el Señor] le dijo a Moisés: ‘Tú irás a descansar con tus antepasados, y muy pronto esta gente me será infiel con los dioses extraños del territorio al que van a entrar. Me rechazarán y quebrantarán el pacto que hice con ellos. Cuando esto haya sucedido, se encenderá mi ira contra ellos y los abandonaré; ocultaré mi rostro, y serán presa fácil. Entonces les sobrevendrán muchos desastres y adversidades, y se preguntarán: ¿no es verdad que todos estos desastres nos han sobrevenido porque nuestro Dios ya no está con nosotros? Y ese día yo ocultaré aún más mi rostro, por haber cometido la maldad de irse tras otros dioses. Escriban, pues, este cántico, y enséñenlo al pueblo para que lo cante y sirva también de testimonio contra ellos. Cuando yo conduzca a los israelitas a la tierra que juré dar a sus antepasados, tierra donde abundan la leche y la miel, comerán hasta saciarse y engordarán; se irán tras otros dioses y los adorarán, despreciándome y quebrantando mi pacto. Y cuando les sobrevengan muchos desastres y adversidades, este cántico servirá de testimonio contra ellos, porque sus descendientes lo recordarán y lo cantarán. Yo sé lo que mi pueblo piensa hacer, aun antes de introducirlo en el territorio que juré darle” (Dt. 31:16-21).

Moisés, el mayor profeta de la Biblia hebrea, explica de manera sencilla que Israel, al igual que su padre Adán, entrará a la tierra, comerá del fruto de ella, infringirá los mandamientos del pacto sinaítico y será llevado al exilio (véase Deuteronomio 4:25-28; 30:1).

Si observamos estos tres puntos –la historia de la desobediencia de Israel y su posterior exilio, una sombra previa en la desobediencia de Adán y su consecuente exilio, y las profecías expresas de Moisés sobre la desobediencia de Israel y el subsiguiente exilio del pueblo– nos surge la pregunta: ¿Qué objetivo tiene la historia?, después de todo Moisés había previsto en la Torá la desobediencia y exilio de Israel. Moisés, sabiendo de antemano que Israel quebrantaría el pacto del Sinaí e iría al exilio, como lo hicieron los profetas anteriores, no escribió la Torá con el principal objetivo de animar a Israel a la obediencia. ¿Cuál era entonces su objetivo final y el de toda la Biblia hebrea, si tanto la desobediencia como el exilio de Israel eran seguros? Creemos que la mejor respuesta a esta pregunta puede darse en una sola palabra: mesianismo. Como veremos más adelante, el Mesías es el objetivo de la historia; y este Mesías revelado en la historia de la Torá se convierte en el centro de los ulteriores escritos sagrados de Israel (los profetas y las escritos posteriores).

Según algunos eruditos de la Biblia, el mesianismo es más bien un tema marginal en la Biblia hebrea. La cantidad aparentemente limitada de profecías mesiánicas notorias en ella, sobre todo en la Torá, podría conducir a desacuerdos intelectuales a causa de las claras aseveraciones neotestamentarias sobre la importancia central del Mesías en el Tanaj. Yeshúa, por ejemplo, dice sobre la Torá: “No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?” (Jn. 5:45-47). Otras afirmaciones neotestamentarias declaran de manera absoluta que la temática del Mesías es central, no solo para el nuevo pacto, sino incluso para Moisés y los profetas. Como seguidores de Yeshúa, que aceptan la autoridad y credibilidad del Nuevo Testamento, honramos sus declaraciones por encima de la Torá, aun cuando algunos tengan dificultades para defenderse ante el bema (Tribunal de Cristo) tan solo con la Torá en la mano. Afirmamos que el mesianismo es un tema principal en la Torá y que esta constituye la fuente desde la cual el mensaje referente al Mesías fluye hacia el resto de la Biblia hebrea.

En vista de que los términos mesianismo y Mesías no aparecen en la Torá –y rara vez en el resto de la Biblia hebrea– los definiremos con el propósito de describir a Aquel que es el tema central de estos capítulos. La expresión Mesías (mashiaj, “ungido”) aparece unas 39 veces en el Tanaj, algunas veces, si bien son pocas, aparece como un término especializado que hacía referencia a la persona que más tarde sería denominada por los escritores posbíblicos como Mesías-Rey (por ejemplo, Salmos 2:2 y Daniel 9:25-26). En términos no técnicos, la expresión hace referencia al sumo sacerdote (Levítico 4:3), a un rey (1 Samuel 24:6), a un profeta (Sal. 105:15) y a Ciro (Isaías 45:1). Utilizamos aquí la palabra Mesías en su término más amplio, para designar a la persona a través de la cual Dios, en los días postreros, realizará sus propósitos originales con la creación. De vez en cuando esta persona versátil es representada como rey, otras veces como profeta y en algunos sitios como sacerdote. En otros pasajes se le describe como soberano y, en otros, como gusano despreciado y rechazado. Pero en todos los casos, él es la pieza clave del plan de Dios para restaurar su reino bendecido sobre una creación temporalmente maldita. El término Mesías hace referencia al héroe de esta historia y la palabra mesianismo enfatiza las relevantes características de la historia del Mesías.

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