El llamado a la batalla de la fe (Filipenses 1:27-28)

Thomas Lieth

“Solamente que converséis como es digno del evangelio de Cristo; para que, osea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, unánimes combatiendo juntamente por la fe del evangelio, y en nada intimidados de los que que se oponen: que a ellos ciertamente es indicio de perdición, mas a vosotros de salud; y esto de Dios (Fil. 1:27-28).

Pablo anima a sus hermanos en la fe en Filipos a vivir una vida digna de Cristo Jesús. Escribe en Filipenses 1:27a: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo…”.  ¿Qué implica “comportarse como es digno del evangelio”? ¿Cómo honro a Cristo con mi vida? Pablo nos da la respuesta en el mismo versículo 27: “…Para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio”. Cada iglesia y cada uno de sus integrantes debe tener a Cristo en el centro. Jesucristo es el Alfa y la Omega; Él es el autor y el consumador. ¡No hay camino fuera de Jesús!

Creo que en el capítulo 1 la clave está en el verso 6: “… estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Dios comenzó la buena obra en y a través de Su Hijo Jesucristo, quien es el Salvador prometido; y Dios perfeccionará Su obra en y a través de Jesucristo cuando Su Iglesia esté en Su presencia, glorificada y completamente redimida por la preciosa sangre del Cordero y mediante la fe en Él. Pero el Señor Jesús no solamente es el autor y consumador de nuestra fe (como dice Hebreos 12:2) sino que también ahora, en el transcurso de nuestra vida, Él está presente y no permanece pasivo. Jesucristo nos sostiene en las luchas y dificultades, nos apoya, intercede a nuestro favor, está sentado a la derecha de la Majestad divina para abogar por nosotros. Además, Él es el buen Pastor para Sus ovejas.

Podemos entonces resumir: Cristo es el que comenzó, el que edifica y sostiene y el que perfeccionará Su obra. ¡Jesucristo lo es todo para Su Iglesia! No es un personaje secundario sino el más importante, el principal, el supremo, el más deseable, el camino y la meta.

Cuando Pablo nos exhorta a andar como es digno, a estar firmes en un mismo espíritu y a combatir unánimes por la fe del evangelio, otra vez se trata únicamente de Jesucristo, pues Él es el evangelio.  Jesús es las buenas nuevas en persona, Él es la Palabra de Dios. El versículo 29 expresa que la fe en Jesucristo nos fue “concedida”. ¡De esto depende todo el resto!

Una iglesia local nunca debería girar alrededor de ella misma. Nunca debe olvidar por qué existe y quién está en el centro. Una iglesia no es una organización, no es un club de bochas ni una asociación deportiva, sino un organismo. En una iglesia el Dios vivo está presente. Al darnos cuenta de la presencia del Dios santo, todopoderoso y sublime, en y a través de Jesucristo, en la Iglesia y en cada uno de sus miembros, deberíamos esforzarnos aún mucho más, con temor y temblor, con gozo y agradecimiento y en amor y humildad, a caminar dignamente y a darle la honra a Él en todas las cosas. Pablo hace entender a los filipenses que no se trata de él, sino de Jesús. No deben vivir como es digno de Pablo cuando él esté entre ellos, dándole un trato preferencial, intentando complacerlo y cumplirle cada deseo. No se trata de esto, sino que lo que cuenta es vivir como es digno de Cristo, pues Jesucristo está en medio de nosotros.

Pablo tiene la esperanza y confianza de poder volver a ver a la iglesia de Filipos. Pero aunque esto no fuera posible, lo más importante es que Cristo sea proclamado, que Jesús sea honrado. Lo que realmente cuenta en nuestra vida es glorificar a Dios en y a través de Cristo, dándole honor a Él. También debe estar en nuestra vida la adoración en y a través de Jesucristo, y el gozo, la gratitud y el contentamiento en y a través de Jesucristo. La iglesia en Filipos había comprendido esto y lo practicaba, de manera que Pablo pudo escribirle: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia…” (2:12). “Habéis obedecido” incluye este llamado a vivir dignamente. Un llamado que también encontramos en otras cartas, por ejemplo, en Colosenses 1:10: “…Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios”. Y si lo comparamos con los primeros versículos de Efesios 4, encontramos el mismo desafío: “…Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor”.

Luego dice nuestro pasaje: “…Que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio” (Fil. 1:27). Esto coincide con la afirmación en el capítulo 2:2: “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”. Y como ya dijimos, Cristo está (inalterable y absolutamente) en el centro de esta unanimidad. “Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:17-18). Por esta verdad vale la pena luchar; no con espada ni con bombas, sino con amor y en unanimidad, teniendo un mismo sentir, la meta de glorificar a Dios, de testificar de Él, de anunciar el evangelio y de dar la honra a Cristo en todo.

Los cristianos nacidos de nuevo poseen esta unanimidad tan solo por el hecho de que vive en ellos el Espíritu Santo, independientemente de la iglesia local a la cual pertenezcan. Somos uno por el amor de Cristo, uno por la redención, uno por el nuevo nacimiento y uno en la seguridad de poder estar un día donde Cristo está. Creo que esta unanimidad es una de las armas más poderosas de los cristianos contra sus oponentes, y de esto habla el versículo 28 de nuestro texto. Es algo que se observa en el deporte en equipo y también en el ejército: si no somos unánimes, si nos dividimos en grupos y ya no tenemos ninguna aspiración en común, la derrota está programada. Lamentablemente, es un hecho que esta unanimidad escasea cada vez más, especialmente en el llamado “Occidente cristiano”.

La muerte de muchas iglesias y el letargo de muchas denominaciones, no se deben tanto a los ataques de afuera sino más bien a las discordias dentro de la cristiandad. Lo único que a veces se comparte unánimemente es la disposición a renunciar a la verdad y a congraciarse con el mundo. Se habla de Dios y del mundo, de los problemas sociales, del medio ambiente y de las cuotas femeninas; en el mejor de los casos, Jesús juega un papel secundario. Por otro lado, están los grupos cerrados, que se sacan los ojos mutuamente y se desollan vivos los unos a los otros: “La iglesia de estos no me gusta, y con aquellos no quiero tener nada en común, y si estos otros planifican una actividad, por supuesto que no vamos a ir”.

¿Qué testimonio es este frente a las personas a las cuales en realidad les tendríamos que trasmitir el mensaje de gozo de nuestro Señor Jesucristo, en amor y unanimidad?

Recién tendremos un testimonio creíble cuando hablemos un mismo idioma y subrayemos nuestras muchas palabras con hechos, manteniéndonos firmes y sin desmayar en nuestra fe, fieles a nuestras convicciones, las cuales deben estar fundamentadas en la Palabra de Dios. También es importante que sepamos alegrarnos de que Cristo sea anunciado por otros. No es necesario que participemos de todas las actividades, pero tampoco critiquemos todo lo que se hace. Recordemos lo que dijo Pablo en Filipenses 1:18: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo…”. ¡Qué actitud ejemplar!

El combate por la fe del evangelio, del cual habla Pablo en la carta a los filipenses, consiste en luchar por la verdad del evangelio y en refutar a los falsos maestros con su evangelio adulterado (comp. Gálatas 1:6-7.9). Pablo anima a los filipenses, para que sean: “… en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios” (Fil. 1:28). Aquí se habla de los que se oponen al verdadero evangelio. No son los convencidos ateos o los fanáticos adeptos de otras religiones, sino los falsos maestros que se hacen pasar por cristianos, pero predican un evangelio adulterado, un evangelio en el cual el centro no es Cristo, sino una persona, una organización o una ideología. No debemos dejarnos intimidar por ellos, por más que se presenten con mucho ruido y fanfarria. Tenemos que permanecer firmes, resistir al espíritu de la época y defender la verdad. Nuestra perseverancia no quedará sin recompensa, y a la vez testifica de nuestra salvación y de la seguridad de nuestra fe. Además, “es indicio de perdición” para los falsos maestros y para los que niegan a Dios. ¡Cuántas tentativas se hicieron para destruir a los verdaderos creyentes, incluso ya antes del nacimiento de la primera iglesia! Todos estos emprendimientos fracasaron para perdición de sus autores. Desde hace varias décadas se intenta manipular al hombre negando la creación y predicando la evolución; como cristianos presentemos batalla a esto y no nos dejemos mover de nuestra fe en la maravillosa obra de creación de Dios. Incluso muchos no creyentes admiten no poder creer en la teoría de la evolución, para desagrado de los científicos ciegos a la realidad de Dios. Y ¡cuántos intentos se emprenden para demostrar que la Biblia no proviene de Dios! Pero como cristianos nos oponemos a esto, creemos con absoluta firmeza en la Palabra viva de Dios y confiamos en ella. Y hasta hoy  (para gran enojo de todos sus adversarios) la Biblia está siendo traducida, impresa, vendida, difundida y leída en todo el mundo y en casi todos los idiomas.

Muchísimos cristianos están siendo perseguidos, sus iglesias prohibidas y sus edificios destruidos. A pesar de esto, mundialmente son cada vez más las personas que se reúnen para adorar a Cristo, cantar, leer la Palabra y darle la gloria a Jesús. Es “indicio de perdición” para los adversarios y una prueba de la redención proveniente de Dios para la Iglesia, como está escrito: “El justo por la fe vivirá” (Ro. 1:17). Cristo es siempre más grande; el Señor Jesús es vencedor, y Él llevará a Su Iglesia en triunfo a la meta: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús” (2 Co. 2:14).

El versículo clave dice: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (1:6). En Cristo, Dios comenzó la buena obra en ti y con Su Iglesia. Cristo te llevará a ti y a Su Iglesia por todas las dificultades de la vida terrenal. Jesucristo llevará a cabo la obra comenzada en ti y en Su Iglesia.

Hasta ese día, para ti como para Su Iglesia, la consigna es: mantenerse firmemente en esta fe, en un mismo espíritu, unánimemente, dispuesto a combatir por la fe del evangelio, en la cual Cristo es el centro. Esto se evidencia en tu vida a través de tu amor, tu obediencia, tu testimonio y un comportamiento agradable a Dios.

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