¿El futuro himno nacional de Israel?

Norbert Lieth

Todo país tiene su himno nacional. Este caracteriza a la nación correspondiente y expresa el alma del pueblo. Un himno es respetado; el mismo, por lo general, es presentado con reverencia, y en eventos estatales y deportivos, da expresión al respeto y a la aceptación mutua.

El himno nacional de Israel se llama “Ha Tikwa”, y significa “La Esperanza”. El mismo, en 1897, se convirtió en el himno del movimiento sionista, y en 1948, con la fundación del Estado de Israel, se convirtió en su himno nacional. En dicho himno dice:

“¡Mientras en lo profundo del corazón
Palpite un alma judía
Y dirigiéndose al Oriente
Un ojo mire a Sión,
No se habrá perdido nuestra esperanza,
La esperanza de dos mil años,
De ser un pueblo libre, en nuestra tierra,
La Tierra de Sión y Jerusalén!”

En Isaías 12 encontramos un “himno” especial, un canto de alabanza de Israel, y el mismo, de hecho, podría ser el futuro himno nacional, como agradecimiento por la salvación experimentada. Este himno es cantado por un Israel liberado, después de haber pasado por la última gran tribulación, el Señor se habrá revelado en Su gloria y habrá dispersado la opresión de Su pueblo para, de ahí en más, gobernar Él mismo en Israel.
Isaías 12, sin duda, tiene que ser mirado en conexión con el anterior capítulo 11, ya que Isaías 12 comienza con las palabras: “En aquel día…” O sea, que la canción será cantada cuando haya tenido lugar Isaías 11. Por esta razón, primero debemos observar más detenidamente Isaías 11. En Isaías 11:1-5 dice así:

“Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura.”

Estos versículos entretejen la primera y la segunda venida de Jesucristo. Lo que dista miles de años lo uno de lo otro, aquí es revelado de una pieza, sin transición. Se sabe que esto en la profecía no es un caso aislado.

“Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces” (v.1). Sin lugar a dudas, esta afirmación señala al Mesías de Israel, a Jesucristo. En los evangelios, Jesús nunca es llamado “Jesús de Belén”, a pesar de que se sabía, según Miqueas 5:1, que el Mesías nacería en Belén. Aún así, el Señor, interesantemente, siempre fue llamado “Jesús de Nazaret”, por haber vivido en esta ciudad hasta Sus 30 años de edad. En esto vemos la precisión de la profecía bíblica. “Vara”, o “vástago” en hebreo es “nezer”. Jesús es el nezer, el nazareno de la casa de David en Belén. Con esto se cumplen dos profecías de una sola vez.

En cuanto a Belén, Él debía venir de la casa de David. Sabemos que Belén también es denominada “ciudad de David” (Lc. 2:11). Y con el nacimiento de Jesús en Belén se cumplió la profecía de Miqueas 5:1, hecha en el siglo 8 a.C. Cuando el Rey Herodes llamó a los principales sacerdotes y escribas, y les preguntó dónde debía nacer el rey de los judíos, ellos le contestaron: “En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel” (Mt. 2:5-6).

En cuanto a Nazaret, según la palabra profética, el Mesías sería la “vara” del “tronco de Isaí”, e Isaí era el padre de David. Cuando José estaba en Egipto, adonde había huído con su familia por Herodes, quien quería matar al niño, después de la muerte de Herodes le fue dicho que regresara a Israel. José fue obediente y leemos: “Y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno” (Mt. 2:23).

Queda claro en Su genealogía que Jesús verdaderamente viene de la línea genealógica de David. Y el primer versículo del Nuevo Testamento dice: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mt. 1:1). Y hacia el final de la Biblia, el Señor Jesús glorificado mismo dice: “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana” (Ap. 22:16).

“Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová” (Is. 11:2). Con la mira puesta en el Mesías, Moisés tuvo que hacer fabricar el candelero de siete brazos (menorá), para ponerlo en el tabernáculo (Éx. 37:17ss). Dicho candelero debía estar hecho de una caña que se dividía en tres brazos hacia la derecha y otros tres hacia la izquierda, de modo que en total había siete lámparas. Isaías describe aquí el significado profético séptuplo del candelero como símbolo del Mesías. Sobre Él reposará:
- el Espíritu del Señor
- el espíritu de sabiduría
- el espíritu de inteligencia
- el espíritu de consejo
- el espíritu de poder
- el espíritu de conocimiento
- el espíritu de temor de Jehová

Apocalipsis complementa totalmente esto, en este sentido, dejando claro que los siete espíritus de Dios pertenecen al Cordero, es decir que en Él habita la plenitud del Espíritu Santo: “Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra” (Ap. 5:6).

“Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío” (Is. 11:3-4). Cuando Jesús vino a nuestro mundo por primera vez, hizo exactamente lo que Isaías anunció aquí:

Él se complace en el temor del Señor: “Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí” (He. 10:7). Jesús se dejó bautizar para cumplir la voluntad de Dios (Mt. 3:15). Su “alimento” era hacer la voluntad del Padre (Jn. 4:34).

Él no se dejó influenciar por la gente, ni siquiera por los fariseos y escribas: “le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres” (Mt. 22:16). Del mismo modo, Jesús tampoco necesitaba que alguien Le dijera algo de otras personas, “pues él sabía lo que había en el hombre” (Jn. 2:25).

Él trajo justicia a los humildes y a los pobres, y expresó juicios imparciales: “‘El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos’” (Lc. 4:18). Al leer esto, recordamos a…
- la mujer en el Pozo de Jacob
- la mujer a quien querían lapidar
- al paralítico que era llevado por sus amigos
- a la mujer que lavó los pies de Jesús
- a Pedro
- al criminal en la cruz.

Isaías también habla sin transición de la segunda venida del Señor, al profetizar: “…herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura” (Is. 11:4-5). Como Jesús no hizo esto durante Su primera venida, debe referirse a Su segunda venida. Esto significa:

Él “herirá la tierra con la vara de su boca”. Esta verdad también es mencionada tres veces en el Apocalipsis: “De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso” (Ap. 19:15; vea también Ap. 1:16; 2:16).

Él “matará al impío con el espíritu de sus labios”. Este juicio le tocará, en primer lugar, al futuro anticristo: “Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida” (2 Ts. 2:8).

“Será la justicia cinto de sus lomos y la fidelidad ceñidor de su cintura”. En Apocalipsis 19:11 y 13, el Apóstol Juan testifica: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea… Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS.” Y en Apocalipsis 19:16 leemos: “Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.”

Los versículos que le siguen a Isaías 11:1-5 contienen el cumplimiento de un sueño de la humanidad. Ese sueño puede ser hecho realidad solo y únicamente por el Mesías. Solamente Él puede generar y generará la justicia descrita en los primeros versículos de este capítulo. Es la justicia que Él efectuó en Su primera venida a través de Su muerte y Su resurrección, y que impondrá en Su segunda venida: “Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura” (v. 5). A continuación, dice:

“Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el ­león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Is. 11:6-9).

A muchas personas estos versículos les parecen un cuento, demasiado lindos para ser verdad. No pueden clasificarlos lógicamente, porque durante su vida, a su alrededor, observan o experimentan casi solo cosas malas y destructivas. Y aun así, se sueña de un mundo de ese tipo.

¡Isaías 11 describe una era dorada real, en la cual animales que en un tiempo fueron peligrosos y venenosos ahora son inofensivos, ya no se matan entre sí y en que el león comerá paja; un tiempo en que los niños sin temor podrán jugar con esos animales; un tiempo también en que en el Cercano Oriente y en el mundo entero no habrá guerra alguna, y ya no habrá terrorismo tampoco…!

En el Nuevo Testamento, esta verdad es confirmada por el apóstol Pablo: “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Ro. 8:19-22).

Así como los dolores de parto de una mujer dan lugar a una vida nueva, así los dolores de la tribulación iniciarán el renacimiento de la creación: “De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mt. 19:28). No debemos nunca perder de vista, que así como en Adán la creación entera cayó, en Jesús todo es restaurado. ¡Dios nunca abandona una obra comenzada (Ro. 5:12-21)!

“Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa” (Is. 11:10). Estas palabras muestran cómo los gentiles preguntarán por el Señor, por Aquel que es de la raíz de Isaí; por Aquel que viene de la casa de David. Y ellos serán introducidos en Su descanso. Eso se cumple en Apocalipsis 22:16: “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”. Para todas estas verdades, Dios pone una señal que es la reunión y restauración de Israel.

“Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y en las costas del mar. Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra” (Is. 11:11-12). Notemos que dice: “…alzará otra vez su mano.” ¿Para qué? Para reunir a Israel. Las dos veces se trata de un remanente del pueblo judío, que es traído de nuevo a la patria después de la dispersión. De modo que Isaías habla de dos acontecimientos futuros:

La primera vez, esto sucedió por el decreto del rey persa Ciro, quien liberó a Israel del cautiverio babilónico, y de ese modo ya es historia (Esdras 1:1ss). La segunda vez, Israel es llevado de vuelta de una dispersión por el mundo entero, porque dice: “…de los cuatro confines de la tierra”. ¡Esta repatriación del pueblo de todas partes del mundo es lo que Dios pone como señal (pendón) para las naciones!

La repatriación de los judíos a su nación sirve como señal con fines muy precisos:

La misma es señal de la veracidad de la Palabra de Dios, una señal de los tiempos del fin. Por esta razón, no podemos excluir a Israel de nuestro mensaje.

- Es una señal de advertencia para las naciones en cuanto a su trato con Israel, ya que señala claramente el obrar de Dios. Las naciones no pueden decir que Israel ya no tiene importancia, ya que la repatriación de Israel demuestra lo contrario. Quien se pone en contra de Israel, se pone en contra del obrar de Dios. Por eso las naciones no tienen excusa.

- Sirve como señal de requisito para el proceso de los últimos eventos proféticos, por ejemplo, los sucesos en el Apocalipsis.

- Es señal del juicio venidero, de la restauración final espiritual de Israel, del regreso del Mesías y de la renovación de la creación. Exactamente eso es, en definitiva, la razón por la cual el pequeño Israel le crispa los nervios a la gran ONU. En Israel viven 7.5 millones de personas. Eso es solamente el 0.1 por ciento de la población mundial. Y aun así, Israel una y otra vez es una de las más grandes noticias de primera plana, y eso preocupa a la ONU. Levanta polvo y es como arena en el engranaje, porque Dios ha puesto a este pueblo pequeño como gran señal para las naciones. Esa señal dice: ¡Él aún existe, el Dios vivo y todopoderoso! Y por eso, también, Su pueblo existe todavía.

“Y se disipará la envidia de Efraín, y los enemigos de Judá serán destruidos. Efraín no tendrá envidia de Judá, ni Judá afligirá a Efraín; sino que volarán sobre los hombros de los filisteos al occidente, saquearán también a los de oriente; Edom y Moab les servirán, y los hijos de Amón los obedecerán. Y secará Jehová la lengua del mar de Egipto; y levantará su mano con el poder de su espíritu sobre el río, y lo herirá en sus siete brazos, y hará que pasen por él con sandalias. Y habrá camino para el remanente de su pueblo, el que quedó de Asiria, de la manera que lo hubo para Israel el día que subió de la tierra de Egipto” (Is. 11:13-16).

Estos versículos describen cómo, en el futuro, Israel se convertirá en el superdotado entre las naciones; así cómo, bajo el dominio del Mesías, se convertirá en cabeza de los pueblos.

Después de esta sinopsis sobre los acontecimientos que están en el contexto inmediato de la canción de agradecimiento de Israel, nos dirigimos ahora a ese himno de agradecimiento:

“En aquel día dirás: Cantaré a ti, oh Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado. He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí. Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel” (Is. 12:1-6).

Estos versículos nos hacen recordar la alabanza de Pablo al final de Romanos 11. Después de exponer el maravilloso obrar de Dios con Israel y con las naciones, adora a Dios con respecto a lo profundo de Sus riquezas, a lo insondable de Sus juicios y lo inescrutable de Sus caminos (Ro 11:33-36). De modo que Isaías 11 y 12 son casi una equivalencia antiguotestamentaria de Romanos 11. Con base en las Escrituras sabemos que Israel, poco antes de la segunda venida de Jesucristo, aún pasará un tiempo de tribulación y que así caerá bajo la ira y el juicio de Dios. En Apocalipsis 6:16-17 dice al respecto: “Y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (cp. también Sof. 2:2). Pero ellos no acusarán a Dios por eso ni Le harán reproches, sino que Le alabarán y Le adorarán: “En aquel día dirás: Cantaré a ti, oh Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado” (Is. 12:1). La tribulación, en definitiva, sirve para la salvación de Israel. Porque en la tribulación, la fuerza de Israel será destruida, de modo que estará dispuesto a recibir la salvación de Dios.

Un mensajero celestial explicó eso en su tiempo al profeta Daniel: “…tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo. Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas” (Dn. 12:7). Se trata allí de exactamente el tiempo indicado también en el Apocalipsis (Ap. 12:14; 12:6; 11:2-3; 13:5-7). Al anticristo se le permite destrozar el poder del pueblo de Israel durante tres años y medio. Eso empujará a Israel a los brazos redentores de Dios.

Luego, la ira de Dios tomará un giro, e Israel será consolado. El pueblo de Israel, en definitiva, tendrá la experiencia que Jesús es su redención (salvador, redentor): “He aquí Dios es salvación mía;… ha sido salvación para mí” (Is. 12:2). La palabra “redención” o “salvación” en hebreo es “jesch‘a, jeschu‘a, teschu‘a, de donde se desprende el nombre Je(ho)shua, Josué = griego Jesús ‘el Señor/Yahvé es Salvador’”. Por eso, Dios, en vista del nacimiento del Mesías, le indica a José: “Y… llamarás su nombre JESÚS” (Mt. 1:21).

En el momento en el que Israel, durante el tiempo de tribulación, ponga su confianza en el Mesías Yeshúa y Él llegue a ser la salvación de Israel, correrán ríos de agua viva: “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación” (Is. 12:3). También para esto, nuevamente, encontramos los últimos indicios correspondientes en los sucesos del Apocalipsis: “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero” (Ap. 22:1).

Esta experiencia nuevamente tendrá como consecuencia que los judíos, en el reino mesiánico, se conviertan en un pueblo misionero y propaguen la gloria de Dios en la tierra: “Y diréis en aquel día: ¡Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido! ¡Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra!” (Is. 12:4-5).

Finalmente, habrá un final feliz para este pueblo atormentado, en que este Señor a quien Israel en un tiempo echó de su medio, después de la conversión del pueblo, se hará grande en medio de él: “¡Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel!” (v. 6; cp. Ap. 7). Entonces solo queda orar: “¡Maranata, ven pronto Señor Jesús!”.

Muchas personas, recién después de que su propia fuerza quedara destrozada, han ­reconocido que el Señor es la salvación – y llegaron a ser personas gozosas y felices. A través de crisis de vida han encontrado el camino a Dios, o regresaron a Él, y de este modo llegaron a ser una bendición especial para otros. Muchos también fueron impulsados, a través del sufrimiento propio, a los brazos abiertos del Redentor. Esto también lo muestran los siguientes ejemplos.

Friedrich von Bodelschwingh perdió a cuatro de sus hijos por difteria en el correr de dos semanas. Más adelante llegó a ser el fundador de los Institutos Bodelschwingh. Él confesó: “Con la ‘dureza’ de Dios aprendí misericordia.” En 1951, el Correo Federal Alemán honró a Bodelschwingh por sus méritos, con una estampilla en el contexto de la serie “Ayudantes de la Humanidad”.

Spurgeon dijo: “La fe nunca crece más que en tiempos que parecen desfavorables. Cuando reflexiono sobre mi vida, probablemente estuve más arraigado en la gracia cuando fui ‘cavado y fertilizado’ a través del fuerte trabajo del dolor.”

Wilhelm Busch (1897-1966), pastor en Essen, Alemania, cuenta de un minero que solamente tenía burla para Dios. Un accidente lo convirtió en parapléjico. En silla de ruedas, llegó al estudio bíblico de Busch y se convirtió a Jesús. Años más tarde, este hombre probado en sufrimiento confesó: “Pastor, doy gracias a Dios que me haya destrozado la columna vertebral, para que yo pudiera encontrar el camino a Su Hijo Jesucristo. Es mejor estar paralítico perteneciendo a Jesús y siendo un hijo de Dios, que correr con dos piernas sanas al infierno. Muchas veces he preguntado a Dios: ‘¿Por qué permitiste esto?!’. Hoy sé para qué sirvió.”

“En aquel día dirás: ¡Cantaré a ti, oh Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado!” (Is. 12:1). Recordemos el naufragio del Titanic–un accidente terrible, causado por el fracaso humano. La tragedia pasó a la historia del mundo. Pero, en definitiva, ¡cuánta salvación ha obrado Dios a través de esa catástrofe! Hubo y hay incontables conferencias, libros, panfletos, CDs y aplicaciones cristianas en todo tipo de lenguas sobre ese suceso trágico, material que para muchas personas llegó a ser de bendición redentora. Dios permitió un accidente, para hacer que muchos llegaran a ser felices eternamente. Si Él hubiera salvaguardado al Titanic, eso para muchísimas personas habría llevado a una desgracia mucho peor. Porque si una persona siempre es guardada de todo sufrimiento y pena, nunca intentará llegar a Dios.

“¡He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí!” (Is. 12:2). Spurgeon, dijo en su tiempo: “Dios no recibe mayor honor que de aquellos cuya fe continúa orientándose en Él, llena de confianza, aún cuando hayan sido derribados pero no destruidos”.

“Me aseguraré y no temeré…” (v. 2). Hay situaciones en nuestra vida que no comprendemos, para las que no hallamos respuesta. Una joven madre, que tiene un niño enfermo, dijo recientemente: “La pregunta ‘¿Por qué?’ nunca debería presentarse. Solamente podemos seguir confiando”.

Juan el Bautista fue denominado por Jesús como el mayor profeta del Antiguo Testamento. Él fue el que directamente preparó el camino para Jesús, e incluso tuvo el privilegio de poder bautizarlo. Juan fue un siervo inquebrantable del Señor, quien desistió de todas las comodidades de la vida para agradar solamente a Dios. Siempre se preocupó de ser un embajador de la verdad y no tenía temor de la gente. Miles se arrepintieron con base en su mensaje y dejaron que los bautizara. De modo que Juan era un hombre que–según pensamos nosotros–hubiera merecido muy especialmente la ayuda de Dios. Pero él fue arrestado y echado en la cárcel. A causa de la astucia de una mujer histérica, que vivía en adulterio, y de la hija de esta que bailó en la fiesta del cumpleaños de Herodes, Juan finalmente fue ejecutado brutalmente. Finalmente, su cabeza fue presentada a Herodes y a sus huéspedes sobre una fuente (Mt. 14:6-12).

Al leer esto, se presentan preguntas como: ¿será que el baile erótico de una chica pudo firmar la sentencia de un hombre de Dios tan excelente? ¿Será que las alegrías mundanas y los deseos pecaminosos de los soberanos humanos pueden más que el reino de Dios? ¿Será que el carácter mentiroso de los tiranos terrenales puede vencer la verdad? ¿Podrá el pecado triunfar sobre la voluntad de Dios? ¿Dónde está Dios? Cuando Jesús escuchó la noticia de la muerte de Juan, se retiró a un lugar solitario para estar solo (v. 13). ¿Por qué? ¿No podría Él haber evitado esa tragedia? ¿Acaso no tenía la posiblidad de ayudar?

¿Existe algún consuelo en esta historia trágica? Sí lo hay, ¿en qué consiste? Justamente en eso, en que Jesús actuó como lo hizo: Él no dio ninguna respuesta, pero sentía la pena como los demás. El ejemplo nos muestra que no podemos contar con recibir una respuesta a nuestro dolor. Si Juan en su situación no recibió una respuesta, mucho menos no­sotros. Pero, podemos saber que el Señor, aunque parece estar muy lejos, se duele con nosotros porque siente empatía. Jesús anteriormente le había dicho a Juan: “Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Mt. 11:6). Citemos una vez más a Spurgeon: “Cristo no vino para explicar el sufrimiento, sino para llenar hasta los abismos más profundos con Su presencia”. No debemos permanecer en la tristeza, sino confiar en que el Rey no comete errores, y que aquello que Él permite en nuestra vida cumple Su propósito para nosotros. ¡Todo depende de cómo vemos un asunto; como “mala noticia” o como “noticia”!

A veces sucede que en una camisa o en un saco aparece un hilo. Este molesta y uno quiere arrancarlo rápidamente. ¿Qué sucede? ¡El daño se hace más grande! Deberíamos aceptar los “hilos” molestos en nuestra vida y no rebelarnos contra ellos, tratando de arrancarlos. Sino aceptarlos, soportarlos e interiorizarlos espiritualmente.

¡Hay muchas cosas que todavía nos son encubiertas, pero no el fin! Porque en el fin, también nosotros, como lo describe Isaías, sacaremos “con gozo aguas de las fuentes de la salvación…”, y diremos “Cantad a Jehová… porque ha hecho cosas magníficas…”. Y “¡Grande es en medio de ti el Santo de Israel!”

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